EL TEATRO DIO UNA MUESTRA DE EMPUJE, EN MEDIO DE UNA CRISIS ECONOMICA TERMINAL
Las salas oficiales, comerciales y alternativas quedaron hermanadas en el mismo corsé de lo económico que condicionó producciones, permanencia y proyectos a futuro. A pesar de ello, la escena local estuvo hiperactiva y los festivales internacionales permitieron el contacto con otros conceptos y formas de expresión.
Por Hilda Cabrera y Cecilia Hopkins
Apostando al querer hacer como única opción posible en un país quebrado, los teatristas sostuvieron durante 2001 una intensa actividad en todos los frentes. Esto más allá de la debacle económica y social, que obligó a muchos de ellos a bajar sus obras en los primeros días de diciembre. La catastrófica situación que forzó la caída del gobierno no llegó a minar una actividad que retrató con amplitud y profundidad los malestares de la sociedad. Es cierto que el teatro no produjo conmociones, pero supo reaccionar a través de protestas callejeras en contra de los recortes practicados por Economía a Cultura, cuyos funcionarios amenazaron con nuevos tijeretazos a rubros considerados intocables, tal como se señaló en una nota previa y en la solicitada publicada en Página/12 (el lunes 24).
Fueron cercenados básicamente los presupuestos del Cervantes y el Instituto Nacional del Teatro. En menor medida padecieron recortes las salas que dependen del Gobierno de la Ciudad (el Complejo Teatral de Buenos Aires) y la entidad Proteatro, que preside el actor y director Onofre Lovero. Los teatristas siguen, pues, en alerta, y es probable que también en estos días (en que se produjeron las renuncias del director y subdirector del Cervantes, Raúl Brambilla y Daniel Ruiz, respectivamente, y el titular del INT Rubens Correa puso a disposición la suya) se expresen desde sus asociaciones: MATe, Artei, Fundación Somi, ATI, ETI y, entre otras, la flamante Coordinadora Multisectorial de Trabajadores de la Cultura, que sumó fuerzas ante la amenaza de cierre del Cervantes.
Estos obstáculos no impidieron la expresión estética. La escena del 2001 fue ecléctica en cuanto a estilos, despareja en resultados e interesante por su búsqueda de nuevas formas de producción. Puede decirse que no hubo temas de actualidad que escaparan a su mirada. Es el caso, entre otros, de Cautiverio, del Grupo de Teatro Libre, obra centrada en la persecución ideológica y el tormento, esencialmente en términos de imagen, o el de Rebatibles, escrita y dirigida por Norman Briski, donde se presentaba un insólito plan para salir de la crisis económica. Hubo mucho más: Dibujitos desanimados, de Alejandro Ocón, una historia de marginados;
Siempre lloverá en algún lugar, de Manuel Maccarini y dramaturgia de Lorenzo Quinteros, donde los embrollos de la economía y la política originaban mutaciones genéticas; La mujer en el auto, de Félix Mitterer, que actualizó el tema de la indiferencia para con los más débiles, y El pupilo quiere ser tutor, de Peter Handke y puesta de Lito Cruz, a la desigualdad social. Las relaciones familiares y el rechazo generacional fueron el blanco de Pingüinos, de Roberto Cossa, mientras que Te llevo en la sangre, de Mónica Silver, pretendió reflejar a través del radioteatro otro tiempo convulsionado: el de la caída de Perón.
El mal de la paloma, de Omar Aíta y puesta de Mónica Viñao, auscultó a la familia desde la degradación y la violencia doméstica. Esta pieza se convirtió en espejo de la creación de monstruos, que no sólo reaparecen entre paredes sino en toda una sociedad, como se vio en El Pelele, una creación de La Banda de la Risa que dirigió Claudio Gallardou. Este muestrario de las miserias morales de los poderosos inauguró la reapertura de El Picadero, espacio devastado por un incendio intencional (nunca aclarado) en la madrugada del 6 de agosto de 1981, días después de iniciado allí el primer ciclo Teatro Abierto, como acto de resistencia ético–cultural.
Lamentablemente, El Picadero tuvo poca vida. Cerró sus puertas en este mismo 2001 por asuntos de diverso orden. Tampoco pasaron inadvertidas piezas como El juego de la silla, con libro y dirección de Ana Katz (el hijo que se va del país en busca de futuro), y Una bestia en la luna, de Richard Kalinovsky, donde el genocidio y la persecución por motivos religiosos marcan a una pareja de armenios exiliados. La necesidadde reconstruir la propia vida tras el horror otorgó carácter universal a este trabajo que aún protagonizan Manuel Callau y Malena Solda.
Sin ahondar en temas tan emblemáticos, otras piezas pusieron énfasis en el caos y la fragmentación de la realidad. Ejemplos de esto fueron La escala humana, escrita por Alejandro Tantanián, Rafael Spregelburd y Javier Daulte; Gore, de Javier Daulte, y Mujeres soñaron caballos, de Daniel Veronese. Entre lo más valioso del circuito alternativo, y siempre dentro del pequeño formato, se hallan Xibalbá, escrita y dirigida por Guillermo Angelelli, junto a Patricia Schaikis; La Esperata, con libro y actuación de Marcelo Savignone; Fogonazos del 30, dirigida por Coralia Ríos; Otra baja, del Grupo Periplo; La Bohemia, de Sergio Boris, donde la indigencia y la desolación quedan expresadas en la ceguera de sus personajes, y Cine quirúrgico, sobre idea de Edgardo Rudnitzky y dramaturgia de Alejandro Tantanian.
La dramaturga y novelista Griselda Gambaro retrató un contexto perverso en las tres obras breves que la directora Helena Tritek expuso bajo el título de En la columna. Aquel aparece también en La fuerza de la costumbre, del austríaco Thomas Bernhard, que protagonizó Pompeyo Audivert (aquí director junto a Marcelo Chaparro y Andrés Mangone). Este trabajo pudo verse como caja de resonancia de una sociedad que, enferma, no sabe hacer otra cosa que autodestruirse.
La soledad fue el tema central de Open House, que con dramaturgia de Daniel Veronese se constituyó en otra propuesta original, como, en diferentes estilos, Badulaque, sobre textos de Horacio Quiroga y dirección de Christian Drut; Tanta mansedumbre, interpretada por Analía Couceyro; Dr. Peuser, con libro y dirección de Carlos Belloso (a quien se vio además en Intimidad, de Hanif Kureishi); Todo está bien si termina bien, de William Shakespeare, según una puesta de Miguel Guerberof; Amoratado, una poética pieza de títeres para adultos de Marcelo Peralta (con los excelentes marionetistas Sergio Ponce y Javier Cancino); Cachafaz, de Copi, en versión de Miguel Pittier; Puentes, de Mariana Anghileri, y Hermosura, espectáculo de El Descueve, donde bailarines y actores desarrollaron una visión maliciosa sobre los clisés de la pareja y el sentimiento amoroso.
En el ámbito de los teatros oficiales, que bajaron sus obras sin que sus directores pudieran anunciar la programación para el 2002, hubo espacio para piezas de repertorio y experimentación, tanto en el Complejo Teatral de Buenos Aires, como en el Cervantes. De lo visto en el coliseo de Córdoba y Libertad se destacaron El día que me quieras, del venezolano José Ignacio Cabrujas, con puesta de Julio Baccaro; Israfel, de Abelardo Castillo, dirigida por Raúl Brambilla; y Palabras encadenadas, del catalán Jordi Galcerán y puesta de la inglesa Tamzin Townsend, un impactante trabajo sobre la violencia y el amor en una pareja. En este mismo espacio se presentaron dos interesantes piezas: El murmullo, del Grupo Círculo de Tiza de San Juan, y Pradera en flor, de Bernardo Cappa, por el Grupo Humo Negro de Neuquén.
En las salas dependientes del gobierno de la Ciudad sobresalieron, además de las experimentales ya mencionadas, Amanda y Eduardo, de Armando Discépolo, en una puesta de Roberto Villanueva; Los pequeños burgueses, de Maximo Gorki, dirigida por Laura Yusem; la versión musical de La Nona, de Roberto Cossa; Hombre y superhombre, de George Bernard Shaw, con dirección de Norma Aleandro; Cianuro a la hora del té, en una puesta de Leonor Manso, Los Albornoz, delicias de una familia argentina, por Los Macocos, y Sobremonte, el padre de la patria, de Ignacio Apolo, espectáculo sobre la rapiña y la traición, tema que se destacó en Hombre de confianza, de Roberto Perinelli, estrenada en el Teatro del Pueblo.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/2001/01-12/01-12-28/pag29.htm