Inaugurado recientemente en la capital de la provincia, el Centro de las Artes del Espectáculo Teatro Argentino de La Plata es un complejo cultural que está concluido en un gran porcentaje y que exhibe un equipamiento del más alto nivel
Miércoles 17 de noviembre de 1999 | Publicado en edición impresa LA NACION
A partir de los versos gardelianos es imposible hablar de veinte años sin algún agregado que califique ese lapso. Pero en el caso del Teatro Argentino de La Plata, esa adjetivación pasa por mucha pesadumbre y una suma de dificultades y contrariedades que pusieron en riesgo la propia continuidad de una labor cultural que caracterizó a la capital bonaerense durante muchas décadas.
Lo cierto es que, hace 22 años (el 18 de octubre de 1977), un incendio produjo en pocas horas la desaparición de uno de los más preciados bienes culturales de la ciudad.
Dado el grado de destrucción del viejo edificio, se decidió demolerlo y llamar a Concurso Nacional de Anteproyectos con el patrocinio de la Federación Argentina de Sociedades de Arquitectos (Fasa). Un jurado integrado por los arquitectos Odilia Suárez, Alfredo Casares, Juan Manuel Borthagaray y Osvaldo Moro, y los expertos Jorge D´Urbano, Enrique Montalvo, Julio Trincheri, John Denison y William Allen (con el arquitecto Raúl Rivarola como asesor) otorgó el primer premio al anteproyecto realizado por los arquitectos platenses Enrique Barés, Tomás García, Roberto Germani, Inés Rubio, Alberto Sbarra y Carlos Ucar.
El mismo equipo se hizo cargo de la realización del proyecto definitivo y de la dirección de obra, la que se personalizó en la figura del arquitecto Tomás ( Wimpi ) García.
Con la participación de un calificado conjunto de especialistas (ver recuadro), se realizó una completísima documentación técnica de planos, especificaciones y detalles, los que conforman un cúmulo de información gráfica y escrita.
Sin embargo, por los sinuosos caminos que suelen recorrer las obras públicas, hubo avances y retrocesos, suspensiones y reanudaciones, hasta que, gracias a la decisión política del doctor Eduardo Duhalde se encaminó la obra hacia, su capítulo final, lo que ya puede vislumbrarse a partir de la puesta en marcha de la Sala Lírica y una serie de instalaciones que permitieron la continuidad de los cuerpos estables del teatro, los que soportaron muchos años de dificultades y de impotencia.
Quien esto escribe, conmovido por la suma de vivencias experimentadas en el recorrido a través de un edificio impactante, sumó a esa impresión la sensación adicional de escuchar durante la visita la perfecta sonoridad del Coro del Teatro Argentino, que ofrecía un recital en el gran hall del nuevo edificio. Esto sucedía en la mañana de un sábado, y los aplausos que coronaban cada interpretación ratificaban la vocación cultural de los platenses y la enorme utilidad que viene a cumplir este flamante complejo.
El arquitecto García, que con una destacable obstinación ha acompañado todo el proceso de gestación del teatro, tiene muy en claro los objetivos que se propuso el proyecto desde el punto inicial. Desde la planta primigenia, el planteo se basó en la matriz de la retícula fundacional de la ciudad de La Plata (con el cuadrado y las diagonales); en respetar la tradición y afirmar la contemporaneidad ("A la historia hay que respetarla, pero no hay que tener miedo de construirla").
Al mismo tiempo, la presencia del nuevo centro cultural aporta generosamente a la ciudad un nuevo nivel de uso cotidiano: la Plaza del Teatro, como primer paso en el acceso a la cultura para los no iniciados. No hay que olvidar que el nuevo complejo se designa como Centro de las Artes del Espectáculo Teatro Argentino de La Plata.
Estuve hace muy poco tiempo en la Opera de Sydney, y debo señalar que el teatro que acaba de abrir sus puertas en La Plata -más allá de la belleza del entorno de la bahía australiana y el magnetismo de su presencia volumétrica- no le va en zaga a la sala de Sydney, ni en cuanto a su riqueza espacial ni en lo que se refiere a su infraestructura y su equipamiento tecnológico.
En efecto, los talleres (escenografía, carpintería, etcétera), las salas de ensayo, camarines e instalaciones auxiliares son de tal amplitud y calidad que no tienen semejantes en ninguna otra sala del país. Puede decirse, sin peligro de error, que después del Teatro Colón, la Sala lírica del Teatro Argentino de La Plata (para 2200 espectadores) es nuestro escenario musical más importante, al que se agregará muy pronto la Sala de Prosa (para 750 espectadores) y un microcine de 300 localidades, con toda la infraestructura necesaria para espectáculos, congresos y convenciones (traducción simultánea, sistemas audiovisuales de avanzada) u otro tipo de reuniones artísticas o científicas.
Hay que coincidir con la afirmación de los autores: "Este complejo, instalado en la ciudad de La Plata, expresa la cultura de la provincia de Buenos Aires en el orden nacional e internacional".
Luis J. Grossman
Al referirse a las premisas aplicadas en el proceso proyectual del complejo, el arquitecto García subraya algunas ideas básicas.
Una consiste en la creación de un edificio penetrable , permeable a la energía urbana de esa zona de la ciudad, con pasos y transparencias que lo atraviesan física y visualmente gracias a la elevación en el espacio de la Sala Lírica.
Otra se refiere a la condición neutra de la obra, que expresa una imagen geométrica contemporánea, pero no intenta asumir un protagonismo como presencia arquitectónica, sino que, por el contrario, se ubica -tanto fuera como por dentro- en una actitud prudente, que le da prioridad a lo que se expondrá entre sus paredes o en sus escenarios.
Por fin, merced a los espacios de transición planteados en el contorno y en el centro, el nuevo complejo revaloriza el concepto de arquitectura-ciudad con la intención de que la obra se comprenda como parte del todo urbano. En ese sentido, los arquitectos destacan la idea de la plaza-hall, en la que aparecen dos áreas climatizadas y vidriadas: la entrada de público sobre la avenida 51 y la entrada de artistas, técnicos, administrativos y autoridades, sobre la avenida 53.
Hay que reconocer que esas ideas se leen con claridad.
A fines de 1995, la Fundación CEPA inició un proceso tendiente a proponer a la ciudad de La Plata como Sitio del Patrimonio Mundial . Se convocó con ese objetivo a un conjunto de personalidades de La Plata y se formó un Equipo Integrador que, con la conducción del arquitecto Rubén Pesci (presidente de CEPA), se integró con los arquitectos Vicente Krause y Héctor Tomás, los ingenieros Conrado Bauer y Raúl Lopardo, y el abogado Pablo Reca. La iniciativa, bueno es destacarlo, tuvo el entusiasta apoyo del intendente platense, doctor Julio César Alak.
Por su origen planificado en 1882 y por la vigencia de su modelo urbanístico hasta la actualidad, La Plata es un caso paradigmático que puede alcanzar interés internacional. Y el avance que esta idea alcanza, ya en sus últimas instancias en la Unesco, ratifica lo pertinente de su presentación.
La capital de la provincia se inauguró en 1882 sin que hubiera en su trazado un centro de actividades artísticas. Tres años más tarde se encargó el proyecto del Teatro Argentino, el que se inauguró en noviembre de 1890, cuando la ciudad tenía poco más de 60.000 habitantes, y fue así el más antiguo del país, ya que el Teatro Colón se inauguró casi veinte años después.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=206817
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