domingo, 18 de agosto de 2013

Teatro clásico en la ciudad


La obra de Henrik Ibsen sobre la mujer que ejerce sobre su entorno una maldad sin límites, Hedda Gabler, puede verse sábados y domingos en La Plata en una sala del Centro Cultural Islas Malvinas. Además de la perfecta arquitectura narrativa que ostenta el dramaturgo noruego en cada una de sus piezas teatrales, en ellas se tratan temas profundos de la condición humana.

En este caso, uno de los temas más claros es la maldad. Hedda sería el prototipo de la persona mala, cruel o abyecta. Sin embargo, no se trata de una visión maniqueista según la cual el mundo se divide entre buenos y malos que pelean tratando de hacer prevalecer sus principios por sobre los del otro bando, como nos tiene acostumbrados cierto cine hollywoodense. Desde dicha concepción, la maldad no tendría explicación alguna. Sería simplemente parte de una estrategia narrativa básica para lograr que el espectador se identifique con los personajes de alma pura y noble, frente al peligro que representan los designios de los personajes malvados y dañinos en la historia.

Sin ánimos de desestimar tal estrategia clásica del cine norteamericano, que sin dudas es eficaz, la finalidad de Ibsen es desenmascarar las raíces profundas de la maldad. El mundo no se divide entre buenos y malos, ni entre héroes y villanos. El mundo se divide entre malvados e ingenuos. Hedda no es el único personaje de naturaleza vil, también lo son el juez Brack, Ejlert Lovborg y por momentos también la tía de Tesman. Incluso el personaje de Tesman, que junto con la señora Elvsted simboliza al personaje sin intenciones manifiestamente viles, oscila entre su fuerte sentido de la entrega y la bondad hacia los otros, y un sentimiento de odio y envidia por quien es mejor historiador que él.

Según Ibsen, las causas de la maldad son el aburrimiento y la falta de sentido que le encuentran ciertas personas a la vida. Dicho vacío existencial hace que envidien a quienes sí le asignan un sentido a la vida, sentido generalmente asociado con fines altruistas. Jorgen Tesman quiere tener su cátedra de historia, publicar su libro y servir a la mujer que ama: Hedda Gabler. La señora Elvsted ama a Ejlert Lovborg y su único propósito en la vida es ayudar a su amado y servirle de inspiración para que escriba y alcance el merecido reconocimiento. Incluso Lovborg tiene objetivos más nobles que el odio que siente por los otros: escribe sobre la historia y el futuro de las instituciones. A Hedda no le importa nada de lo que contienen las páginas de esos libros escritos por los historiadores que la rodean. Cuando no los quema, los mira con total indiferencia. Solo hace cálculos individualistas y mezquinos.

La obra de Ibsen en la dirección de Nicolás Rosas es una prolija reproducción del texto clásico. Los personajes están correctamente caracterizados, se destacan Hedda, que ya desde su fisionomía transmite maldad, el siniestro juez Brack y Tesman. El actor que hace de Ejlert Lovborg tal vez sea demasiado joven para el papel. Me lo imaginaba atractivo por su inteligencia pero más decadente de aspecto. Debe saludarse la presencia de una obra como esta en la cartelera teatral platense, que ofrece a los espectadores una historia profunda y entretenida, y que requiere de los equipos de trabajo gran despliegue de oficio dramático y actoral.

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