viernes, 16 de agosto de 2013

La Traviata, en el Argentino

Viernes 16 de agosto de 2013 | Publicado en edición impresa

Lírica

El teatro platense recupera su actividad operística con una nueva propuesta escénica del régisseur Gustavo Tambascio

Por Jorge Aráoz Badí  | Para LA NACION

Paula Almerares, en el suelo, es la protagonista. Foto: Perez de Eulate

Todas las esperanzas están puestas en que hoy, cuando suba a escena una nueva versión de La Traviata, el Argentino de La Plata haya dado el primer paso en el camino de su recuperación, un proceso del que dos meses atrás, todavía ni se había empezado a hablar seriamente y que se arrastra penosamente desde la temporada anterior. No es que se hayan anunciado soluciones ni que se haya hecho pública una programación para lo que resta del año. Por ahora es sólo esto, una ventana que se abrió para mostrar que adentro aún hay vida y energía para llevar adelante ideas innovadoras, algo de aquel espíritu que distinguía al Argentino.

Esta nueva versión de La Traviata, aparentemente nada convencional, lleva aquel signo. Fue puesta en manos de profesionales imaginativos, de un director de orquesta muy meritorio y de un elenco de intérpretes con garantías de alta calidad. Para la producción escénica se convocó al régisseur argentino Gustavo Tambascio, un creativo cuya pelea contra el anquilosamiento y la rutina es bien conocida en los circuitos operísticos internacionales. En diálogo con LA NACION, Tambascio habló de su pasión adolescente por Ava Gardner. "Yo tenía entonces 14 años y fantaseaba con irme a vivir con ella a Madrid. Pronto combiné esa fascinación con la que me produjo Maria Callas, cuando se había convertido en una especie de objeto del deseo del jet-set, en sus horas declinantes, en sus vaivenes con Onassis. Fueron las dos divas que poblaron mis fantasías y se proyectaron más allá de la adolescencia. Ambas vivieron dolorosas enfermedades antes de morir."

-¿Como Violetta Valery?

-Efectivamente. La Violetta de mi Traviata es también una cantante, una diva, con muchos rasgos de Ava y Callas. Yo no puedo crear algo ajeno a mi actualidad interior y a la actualidad social que me rodea. Para esta Traviata trasladé la acción de la ópera a la época del declive de la Callas, cuando deja de cantar. Fue el momento de retiro de las dos divas. De manera que la acción transcurre en la época del Mayo parisino del '68.

-¿Ese traslado cronológico lo obliga a sacrificar algo del libreto original?

-Sólo el aspecto exterior. Yo sigo fielmente el libreto. Salvo por las inclusiones, los símiles escenográficos, el cambio cronológico, mi versión es Giuseppe Verdi, libreto de Francesco Maria Piave del primero al último compás. Aquí el elenco tiene que cantar como en la ópera original. Todo. No se trata de una versión amputada.

-Pero habla de inclusiones.

-Sólo una. Al iniciarse la representación, el público verá una pantalla de tul con la leyenda "Rock de la agonía", una versión modulada en clave de rock del aria "Ah, fors'è lui" del primer acto, entonada por la voz rota de Sara Van. El simbolismo de esta inclusión quiere dar una imagen de la inminente extinción de Violetta y al mismo tiempo del joven estudiante contestatario Alfredo, con el espíritu del '68. Verán ustedes como la melodía del aria de Verdi sigue con su poder original. Es indestructible. Y no seré yo quien intente demostrar lo contrario.

METÁFORAS, SÍMBOLOS Y MITOS

Si se cumplen todas las propuestas escénicas anunciadas por Tambascio en esta entrevista, su versión de La Traviata, -con la que hoy el Argentino de La Plata retorna a la actividad operística- puede conseguir el acuerdo de mucha gente o provocar la discrepancia más absoluta; su enfoque puede considerarse como equivocado y hasta delirante o resultar comprensible y legítimo. Puede suscitar cualquiera de estas reacciones, conquistar adeptos o adversarios. Pero en ningún caso va a dejar a sus espectadores indiferentes o neutrales. Su versión no es un diseño de lectura lineal, que responde a las pautas visuales habituales. Si todo funciona artísticamente bien, con sus metáforas que se vuelven hechos, los hechos que se transforman en símbolos y los símbolos que se confunden en mitos (tal como sucede en todas las grandes óperas) el régisseur argentino habrá logrado una Traviata especialmente original, y quedará como el producto de una mente innegablemente culta y de una muy respetable capacidad creativa. A partir de hoy, la única evidencia y sus auténticas razones estarán sólo sobre el escenario del Argentino de La Plata. Esto, al margen de la cuestión de gustos de unos y de otros, que, como se sabe, ya es otra cosa.

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