LA NOCHE DE LOS TEATROS | Martes 20 | Noviembre 2012
De los rincones más oscuros y sensualmente marginales, un grupo de artistas encienden un ritual teatral a puro rock. Extravagante procesión es una experiencia que te interpela, jugando con sabores y sensaciones poco habituales.
Por Leticia Lozano
Hay obras que ameritan una crónica. Todo comenzó un domingo de teatros abiertos y gratis, en donde las pequeñas salas de la ciudad -en su 130 aniversario- no pudieron con las oleadas de personas hambrientas de historias.
-“¡No hay más lugar!”, repetía el nervioso encargado de boletería en el Viejo Almacén el Obrero.
Cuando se hicieron las 23 horas, se abrieron las puertas: al final del pasillo, en escena, tres jóvenes semi desnudos con ojos maquillados de negro hacían sonar una guitarra, un contrabajo y una trompeta de manera tan sensual como tétrica. La sala estaba llena, hacía calor, de ese calor interno (se volvería infernal).
El inicio lo marcó un hombre con atuendo sadomasoquista que irrumpió el cuadro musical con mirada torva y un sable samurái. Pegó dos gritos y con la fuerza de un gladiador porno partió al medio una sandía, que sería luego devorada, chupada, desparramada por su cuerpo, por todos lados, emitiendo un sonido asquerosamente visceral.
De la espalda de un personaje que parecía haber salido de una ultra tumba, -todo él embadurnado de barro- adheridos como parásitos, brotaban otras criaturas que se movían con ademanes reptilescos. De esos seres surgieron cuatro historias de humor negro, irónico y dramas de la soledad y lo prohibido, donde los altibajos de excitación y locura llegaron a alcanzar frecuencias muy agudas.
Extravagante procesión es una creación de un grupo de artistas que se animaron a jugar con lo mórbido, con los espíritus de la cripta, con lo tremendamente gracioso de todo ello.
La propuesta, móvil y adaptable al entorno va mutando. Cuando se estrenó en Pura Vida en el 2011, la batería sonó lo más heavy que se podía. Tiempo y varias presentaciones después y frente a un nuevo escenario, la elección musical y de la puesta en general se llenó de un negro glamour igualmente rockero. El maquillaje se profundizó, el vestuario se volvió más cinematográfico y las interpretaciones escalaron miles de matices nuevos.
Momentos brillantes sobran, como el baile demoníaco del hombre-creador, a puro juego de luces y cánticos de las sombras o el sorprendente y arremolinado arrebato de lujuria de la monjita madre superiora de las Carmelitas descalzas, encarnada por la siempre desopilante Emilia Benítez.
Las historias son textos de distintos autores, bien diferentes y a la vez unidas por lo temático. En una, dos mujeres solteras de cuarenta viven la previa a un encuentro sexual con un desconocido. Sus represiones, deseos, miedos, enrosques expresados en los cuerpos de estas actrices que logran construir una profunda y entreverada relación, cargada de autoengaños y humores. En otra, la monja da una clase de educación sexual de lo más reprimida y tierna (con algunos sobresaltos demoníacos que salen como destellos por tanta contención).
La procesión va por dentro del espectador que disfruta cada instante, que no tiene tiempo de distraerse, de irse, porque siempre está sucediendo algo interesante. Es lo extravagante, lo freaki, la estética chistosa de lo tenebroso que atrapa, sacude y vuelve a soltarte, pero cuando lo hace ya no sos el mismo.
#fotos Cesar Marini
#La obra fue seleccionada por concurso a participar de la Noche de los teatros. Por ahora no se preveen próximas funciones.
Ficha Técnica
Actores:
Mauricio Serrano
María Victoria Acosta
Gastón Borrone
Soledad Marrero Senlle
Marcos Arriola
Emilia Benítez
Músicos:
Daniel Fouquet: Guitarras
Francisco Mendieta: Trompeta
Gonzalo Mollo Quetglas: Contrabajo
Maquillaje:
Virginia Jacquet.
Técnica e Iluminación:
Facundo Mastandrea
Daniela Poni
Zaira Allaltuni.
Creación colectiva: Grupo Extravagante Procesión.
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