REVISTA EL GUARDIAN & PERSONAJES
ÉRICA RIVAS
Volvió a la tevé a cuatro años de Casados con hijos, con un personaje que aborda la bisexualidad, en 23 pares. Y estrena en cine Las mujeres llegan tarde, con Mike Amigorena. Vericuetos de una actriz que sabe lo que quiere.
JUEVES 11.10.2012 - EDICIÓN N ° 87
Escribe Natalia Gelós
Fotos Nacho Sánchez
El director Wong Kar-wai la vio en Las lágrimas de mi madre, en el año 2008, y confesó que su modo de actuar le recordaba a Elizabeth Taylor. Algo similar generó en la directora Marcela Balza, que la eligió para Las mujeres llegan tarde: “No es moderna. Es una mina muy mimética, muy versátil. Y, a su vez, es clásica. Puede cambiar. No es siempre Érica Rivas”. Es que hay actrices que construyen su carrera con un par de trabajos exitosos, muchos eventos, romances a todo flash y fotos con poca ropa; y hay otras actrices que actúan y con eso ya alcanza: actrices, éstas últimas, como Érica Rivas.
Con 37 años y un sinnúmero de elecciones acertadas, Rivas vive temporada de estrenos. Es Fernanda, una mujer atravesada por la ausencia, en la película Las mujeres llegan tarde, y es Carmen, la bióloga comprometida con su profesión, en la serie 23 pares (por Canal 9), dirigida por Albertina Carri y escrita por Marta Dillon. Limpia de escándalos (ni siquiera los hubo cuando se separó del actor Rodrigo de la Serna, con quien tuvo a Miranda, su hija de 11 años), una y otra vez esta actriz vuelve sobre dos palabras que, de alguna manera, definen su discurso: “pienso” y “amorosamente”.
–Pasaron cuatro años desde Casados con hijos y volviste con un proyecto muy diferente. ¿Cómo lo vivís?
–Me emociona mucho poder estar haciendo algo con tanta calidad. Esperé un montón para que me llegara esto. Me daban ganas de hacer antes tele, pero me ofrecían cosas de muchas horas y por períodos largos y me costaba mucho verme lejos de Miranda durante tanto tiempo.
–En 23 pares y Las mujeres llegan tarde tus personajes son muy distintos. Como actriz, ¿cómo medís el nivel de entrega?
–Cada personaje se aloja de una manera distinta. La cosa es estar lo suficientemente dispuesta y limpia para dejar que eso se aloje. Uno tiene que estar relajado, dejar que fluya sin meter su pensamiento.
–¿Suele ocurrir que el actor no esté de acuerdo con la idea general?
–Sí. Pasa mucho. Para mí es una decisión. Yo no hago cosas con las que no estoy de acuerdo. No me gusta la bajada de línea. En Las mujeres llegan tarde estoy de acuerdo con una búsqueda personal y emocional de la directora y con contar este cuento que me encanta. En 23 pares es la bajada de ciertos conceptos a la televisión que para mí son interesantes y están depurados de una manera en la que creo, a través de Carri y Dillon (pareja en la vida real). No se recorta la sexualidad de un personaje como si fuera problemático.
–Justamente, muchos medios pusieron el foco en la bisexualidad de tu personaje. Carri y Dillon subrayan esa ruptura en el modo de construirlo, en una forma de sortear la mirada masculina. ¿Lo vivís así?
–Pienso que hay que acompañar los prejuicios de la manera más amorosa que se pueda. A veces esa lucha es bastante violenta también. Hay un concepto alucinante que dice Marta (Dillon), y es que nadie tiene que dar explicaciones por la persona que ama. Y está en nosotros que esa idea salga con arte y con amor. Hay cosas que están concebidas para que abran, y esa apertura tiene que ser amorosa. Por supuesto que hay que saber que eso va a ser recortado, pero volver a decir: “Sí, pero también es bióloga, es altruista, también se enamora más allá de su sexualidad, también lleva un secreto genético”. Desde hace miles de años que el sexo mueve al mundo y hay que saber acompañar ese movimiento.
–¿Hablás con tu hija sobre tus personajes?
–Sí. Siempre me da una visión más interesante de la que tengo. Es muy genia en lo que me dice, en lo que piensa. Por eso, que se diga que salí del clóset, le divierte. Ella está contenta porque sabe quién soy y le parece que es parte de las cosas que esto suceda.
–Decías que elegís cuidadosamente tus trabajos. ¿Siempre tuviste en claro la necesidad de mantener una conducta como actriz?
–La pude tener cuando me empezaron a llamar más y empecé a elegir. Antes, mi necesidad expresiva estaba mucho más latente que el deseo de decir una cosa específica. También tiene que ver con momentos. A los 20 no sabés para qué lado tenés que salir, pero querés salir. A los 30, sabés que esto es un medio para decir ciertas cosas. Cuando empecé mi carrera, empecé queriendo trabajar como actriz y para mí eso era muy importante. Después, tuve a Miri y era importante tener trabajo porque necesitaba salir de esa maternidad que, de alguna manera, era un pegote. Ahora que Miri creció, puedo elegir mis trabajos y los elijo a partir del goce. Por ejemplo, si me ofrecen esta misma serie y me sólo dicen que voy a interpretar a una bisexual, no me va a tentar. Me interesa una historia, un qué contar.
–¿El bajo perfil también tiene que ver con un modo de construir tu carrera o es parte de tu personalidad?
–Las dos cosas. De la profesión lo que más me cuesta es la parte de hacerse ver. Disfruto actuando, pero viéndome no disfruto. Y hacer reportajes me cuesta mucho. Me tengo que poner en un personaje. Haciendo fotos, también. Siento que la exposición es algo que hacés para que un trabajo se expanda, pero podés no hacerlo. Son elecciones. Esa es la medida de las cosas. Además, no me gusta compartir mi vida personal como un montón de gente. Puedo decir que estoy de novia, que estoy contenta, pero hasta me cuesta contárselo a gente que está cerca. Es material mío, personal; como un perfume: lo abro y se va el olor. Un actor tiene que resguardar ciertas cosas, tener una antena purificada.
–¿Sos muy crítica con tu trabajo?
–Mi trabajo es lo que más me gusta hacer después de estar con Miranda, con la gente que quiero, y con las plantas, pero verse es una parte que no tenés que hacer si no querés. No me aguanto. No me gusto como actriz, no me gusta mi voz. Si viera una actriz como yo diría que es mala.
–¿El trabajo con directoras mujeres produce otro resultado en tus personajes?
–Sí. Siento que lo que me dicen es claramente algo que entiendo. Las mujeres con las que he trabajado son todas madres. Son directoras que soñaron con algo y todo el mundo tiene que estar armándoles ese mundo de fantasía, pero siguen siendo mamás, llamando a sus hijos para ver si está todo bien. Eso ya me emparienta.
–En Las mujeres llegan tarde actuás con Mike Amigorena. ¿Con él también tenés un proyecto de humor?
–Sí. Tiene prioridad Telefe. Ya presentamos un piloto. Estamos viendo cómo desentrañar ese misterio de hacer un programa de humor, que parece tan fácil pero no lo es. Ser mujer y hacer humor es difícil. Me gustaría no tener que decir eso… más allá de que tuvimos a Niní Marshall y a Gabriela Acher, a Juana Molina, hoy a Malena Pichot, a Según Roxi…
–¿Es difícil poner la mirada femenina?
–Las historias, si las hacemos las mujeres, son de género. No sé cómo se desentraña eso. Creo que tiene que ver con el momento del mundo. Hay ciertos temas que las mujeres no podemos dejar de tocar. La maternidad es de género porque tenés un hijo en la panza o das la teta. ¿Tengo que pedir disculpas por hacer humor con esto? Me lo pregunto todo el tiempo. Me está costando más de lo que pensaba. Pero el trabajo siempre en algún lugar se ve.
Agradecimiento Hotel Sarum.
Quesada 2370. www. hotelsarum.com.ar
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