viernes, 21 de mayo de 2010

No sé componer STONE

MANUEL MORETTI

Por Jorge Belaunzarán / Fotos de Alejandro Kaminetzky

Ahora andan de gira todo el tiempo y en todo lugar. Pero hubo una vez que tardaron tres años para hacer un disco. El 11 y 12 de junio Estelares toca en Niceto Club. Con sus canciones, pueden ser dos días perfectos.

Hay gente que nada contra la corriente, que no es lo mismo que seguir la dirección del salmón. Porque las corrientes cambian, y las cosas, como la tortilla, se dan vuelta. Hay gente que, además, sin ser totalmente conciente de los tiempos que le tocan vivir los comprende a través de su cuerpo y sus estados de ánimo, una especie de percepción de momentos sociales. Lo uno y lo otro corresponden al artista popular, siempre en la disyuntiva de ofrecer lo personal sin dejar de responder a las necesidades de su público. Tal vez de ahí sus altas y sus bajas: ambos cambian como el calor de las masas, y así como ocurre el desencuentro que sólo salva el afecto, suceden momentos de comunión tan inexplicables como sublimes.

Manuel Moretti hizo de la canción melódica su nave insignia. Y sin embargo aún hoy, luego de que la banda que lidera tres exitosos discos, cientos de shows y numerosas pasadas en las radios, la mayoría no asocia su nombre con el cantante de Estelares. El cantante popular, lejos de sentirse afectado por esa falta de asociación, se presenta a tocar en cada lugar que es bien tratado, como algunos programas de radio, sin importar que tenga que hacerlo a las 8 de la mañana.

-¿Es complicado acomodar el cuerpo a un horario al que no está habituado a tocar y a cantar?

-Hay como mucho training. Si tengo que cantar temprano me despierto a las 6:30 y canto sin ningún esfuerzo ni nada raro con la voz. Tiene que ver con muchos años de shows, de gira y algo por ahí se acomoda. Seguramente si hubiera sido una noche larga habría sido más difícil.

-¿Es como que Estelares ya está en condiciones de jugar en cualquier cancha?

-Es más o menos eso. Es la cantidad de años que tenés en esto, años en el under, en drogas y perdiciones (después te acomodás), años enuna bocha de shows; uno tiene un entrenamiento, y después sale casi sin pensar.

-Ustedes son una banda que ya lleva más de 15 años, y recién los últimos cuatro o cinco se hicieron famosos y los empezaron a seguir un montón de pibes. ¿Cómo es la relación con ellos?

-Es muy satisfactorio que la gente se entere de alguna u otra manera de las canciones que hacemos. Aunque sea de los últimos tres discos, que han sido los más promocionados, los que más sonaron (sobre todo el cuarto y el quinto), eso hace que se revisionen los dos primeros, que son como más de banda de culto, de "tesoro" mimado de periodistas y de algunos músicos: nosotros le gustábamos exclusivamente a la prensa especializada, a algunos músicos y a 150 fans. Lo que está bueno es que conseguimos tener un sonido, una idea de cómo entrar a grabar discos, cómo entrarle a las canciones, y cada día lo fuimos aprendiendo y nos interesa más. El otro día estuvimos en un estudio e hicimos como un ejercicio de producirnos nosotros mismos (un solo tema). Y seguimos aprendiendo.

-¿En sus primeros años vivían de la música?

-Empezamos a vivir de la música, casi toda la banda, a a partir de Ardimos, el tercer disco. Yo había tocado en varios grupos, había hecho un demo, pero no me daba para vivir. Vivir empezó a organizarse con Moneda corriente, una canción que le di a Andrés (Calamaro) y lo invité a cantar. Ese fue el primer disco que empezó a sonar un poquito en las radios, y ahí tuvimos más giras y se empezó a acomodar. Eso fue 2003. De hecho me vengo a Buenos Aires en el 2000 con la única voluntad de cambiar eso: todo el mundo dice que las canciones están buenísimas, pero quiero que me den de comer de verdad. Fueron tres años que no tenía un mango, que fue lo que tardó la producción de Ardimos.

-¿Por qué?

-Nos juntamos con Juanchi Baleirón a finales del 2000. Él había escuchado los demos y le habían encantado, y dijo bueno vamos a hacer un disco. Pero como estaba haciendo un disco, Desde cero, y después viene el 2001 con todo el despiole, desde diciembre del 2000 hasta noviembre o diciembre del 2003 que es cuando se edita el disco, fueron tres años. Con alegría y una tremenda ansiedad. Así que ahí hubo que sedarse.

-Sin embargo las salidas de sus discos son cada tres años.

-Una cosa es editar un disco, otra es trabajar en un disco. El último disco lo ensayamos en febrero, marzo, y lo grabamos en abril. O sea que en cuatro meses ya estaba en al calle. Ardimos fueron tres años para que el disco esté editado por una compañía. Un delirio. Llegamos a buen puerto.

-Salió buenísimo.

-Sí. Podía haber sido el horno, pero terminó bien.

-¿Era la última apuesta que hacía?

-No, pero estaba viviendo acá en casas de amigos músicos. En toda esa época se dio algo muy interesante: como no salía el disco, me la pasaba componiendo. Estaba en Anchorena y Berutti, en la casa de los que ahora son Superlasciva, y ahí compuse, por ejemplo, Ella dijo, que después fue un hit. Ese atraso del disco me hacía laburar más porque era lo único que tenía. Cuando me despertaba acomodaba algo para que no se me hiciese insoportable el día, como grabar y otras cosas.

-¿Es un creador compulsivo de canciones?

-Me sale naturalmente la melodía y algún que otro verso. Últimamente con las giras y demás no tengo tanto tiempo y el que tengo es para demear (grabar demos). Ahora tengo más giras, soy papá, entonces cuando llegás querés estar panza arriba en tu casa.

-Ustedes hacían canciones cuando las canciones no habían vuelto a sonar como ahora; todavía era época del rock garage/ chabón. Y encima arrancaron en el furor de esa época.

-Además del rock chabón era uno de los mejores momentos del grunge, y estaba lo sónico con Babasónicos, Peligrosos gorriones, Martes menta, y nosotros éramos exclusivamente cancioneros. Las canciones gustaban pero éramos sapos de otro pozo: no te daban mucha bola. Veníamos con la canción clásica, medio almendrena, digo, que era lo que nos gustaba y sabíamos hacer. Los dos primeros discos fueron muy bien vistos por la prensa. Por ahí no teníamos los mecanismos de promoción, o porque grabábamos de otra manera. Lo hacíamos más instintiva e intuitivamente porque no teníamos productor artístico. Y estaban buenísimos, pero no encontrábamos el nivel de sonido que encontramos por ahí con Juanchi; eso se notaba en los discos, y nos hacía aparecer como una banda... bah, como lo que éramos. Precisamente le puse Los Estelares porque no soportaba el grunge.

-¿En serio?

-Yo escucha Neil Young y los Who, entonces Pearl Jam y Nirvana, que son bandas tremendas, me parecían menor cosa. Nirvana es un bandón infernal, pero a mí no me tocó. Incluso me aburrían un poco. Nevermind es un infierno, un disco impresionante. Pero en mi casa no lo ponía. Por más que Skay, al que le encantaban Los Estelares, me decía que Pearl Jam tenía una cosa impresionante.

-En el rock las décadas de los setenta y ochenta parecen más personales, pero después eso se fue perdiendo, y todos se parecieron más entre todos. ¿Se sentían fuera de órbita?

-¡No estábamos fuera de órbita! Escuchábamos Almendra, (Leonardo) Favio. Pero no se puede soslayar que los noventa fueron la década neoliberal. Ya está, con eso está todo dicho. El neoliberalismo es vaciamiento de sentido en función de las corporaciones. No hay más nada que decir.

-Y en ese momento salir a cantar de amor...

-Eras un idiota, jaja. ¿Qué genera el neoliberalismo? que lo único real que le pasa a los pibes es la música ritual. Es el rito. Me dejaste sin nada, se están llevando toda la guita y yo cada día estoy más pobre, así que lo único que quiero es mi banda y la birra y el porro y el paco. ¿Qué pasa? Se armaron los ritos. Los Redondos, que ya habían sonado en los ochenta (impresionantes), La Renga, Los Piojos, Callejeros que terminó para el ojote. ¿Entonces quiénes éramos nosotros? Ah, estos pelotudos, qué me vienen a decir. Por lo menos los que tenían un sonido sónico, como eran más jóvenes tenían otra alternativa. Babasónicos que se desarrolló, Gorriones que estuvo bueno el colorcito, y alguna otra banda. Yo lo tengo resumido así. Y no me sorprendía que no pasase nada con nuestras canciones. Por ahí me angustiaba un poco. Después estuvo bueno el advenimiento de Andrés (Calamaro) medio estrella, y trayendo de nuevo la canción. Algunos nos decían que imitábamos a Calamaro, pero Andrés con Los Rodríguez, que fue cuando explotó, era mucho más stone; era una banda stone. Y Alta suciedad posiciona otra vez la canción. Si buscás una canción mía stone, sólo encontrás Mar del Plata, que está en el segundo disco (Amantes suicidas). No sé componer stone, y Los Rodríguez son básicamente stone. Y el que se llama rock chabón deriva del stone, que en realidad sería el rhythm & blues. Tiene toda una lógica. Incluso tiene una lógica que nosotros haciendo canciones, después de varios años, en un momento, con un buen productor, se hayan posicionado. Nosotros caemos con Juanchi porque a él le había gustado el primer disco de Estelares, que un poco lo grabamos por Skay y Rocambole, porque siempre le gustaron las canciones. Y nosotros también estábamos un poquito más maduros compositivamente. Yo no quería seguir siendo músico de culto, amo el contacto popular, la canción popular. Lo cual no quiere decir que no amo lo de culto, pero básicamente quería salir de La Plata, salir de 32. Y fueron esos tres años hasta que la cosa empezó a pasar.

-¿Siente que ahora corre el riesgo de creérsela?

-Hay una cosa que nunca dejó de pasar, aunque tiene sus modificaciones internas, que es lo que más me gusta hacer: componer. No sé si me gusta tanto cantar y estar de gira. Lo que siempre fue igual fue componer. No soy conciente en qué época vivo, yo estoy informado, pero no soy tan conciente de cómo me pegó una época. En el neoliberalismo estaba triste, estaba muy triste. La canción Campanas, de Sistema Nervioso Central, está compuesta ahí. Pero lo primordial en cualquier época es componer, y eso me sale de cabeza. Ahora no sólo me conocen sino que esperan mis canciones. La compañía paga por ellas. Pero no me la creo, al contrario: me da tranquilidad porque puedo trabajar más ya que tengo quien lo pone en el formato para que la gente lo escuche. Y también me da alegría, claro. Trabajamos para que no sea aburguesamiento y dormirnos.

-¿Eso le da miedo?

-No. Hay una cosa primaria y viejísima, que cuando ando como colocado con la inspiración caigo en el piano y la saco, no pienso en nada. Está mi vieja, mi abuela, mi hija por ahí, y toco tres minutos de una melodía, me la grabo y voy al supermercado y vuelvo y se me viene otra; es tan fuerte, está tan naturalizado (es como comer), que no tiene procesos del afuera. Eso es algo interno. Después está todo lo demás, es cierto: cambió la estructura, el lugar que tiene Estelares y el lugar que tengo como compositor. También creo que he aprendido. Por laburar con Juanchi, con los pibes de la banda. Yo me cagaba en los estribillos, por ejemplo, me chupaba un huevo. Hasta que un día vino Juanchi y me dice: Loco, escribís unos versos que están buenísimos pero no escribís un puto estribillo. Okey, okey, dije. ¿Querés estribillos? Sistema Nervioso Central. Querían estribillos, acá los tienen. Es como si el técnico te dice: jugá de carrilero, llegá y tirá el centro, queremos llegar hasta la semifinal. Yo no lo hacía, llegaba a mitad de la cancha y cambiaba de frente.

-¿Siente que sus canciones captan estados de ánimos sociales o que son más bien personales?

-Mi responsabilidad como compositor de canciones es andar todo el tiempo lo más honesto y fresco posible. Cuando camino, escucho, miro. Es como decir: ¡ey!, parece que el mundo te ha tratado bien porque tenés antenas, cuidalas. Es tratar de que mi sensibilidad esté lo más fresca posible. La última canción fuerte que me acuerdo que me vino, me pasó con un homeópata que me dijo una frase preciosa sobre el lugar del padre, y me conmoví tanto, que en la parada del micro (dije: no me quiero tomar taxi, para viajar mejor con mi canción), se me armó la idea: me estaba sonando la armonía, la idea, la octava, y llegué a mi casa y estaba con una chica y dije: uy, pará. Me fui al piano, me acordé lo que me había pasado y me salió la idea. Y es probable que sea una de las canciones más fuertes del próximo disco. Me parece que si uno humildemente se relaja y deja que algunas cosas pasen, sobre todo cuando vamos creciendo como músicos, por ahí puede ser que la canción venga. Porque eso es real también: vos buscás canciones, pero básicamente la canción siempre viene. Después la laburás. Viaje a Irlanda sola es una canción preciosa, ahora, el sonido, cómo quedó, cómo le gusta a todo el mundo y cómo nos gusta a nosotros, cómo nos enorgullece, fue un encuentro de la banda. Lo que es increíble es la identidad de las canciones, que la banda las interpreta automáticamente. Eso fue Viaje a Irlanda: a la segunda pasada ya estaba. Y también hay canciones a las que cuesta mucho encontrarle la vuelta. Ella dijo, por ejemplo. Nos llevó un año encontrarle la vuelta. Skay nos decía: hay canciones que por más que las ensayes no las encontrás cuando las hacés y las encontrás años más tarde. Ella dijo, honestamente, la resolví en el estudio con Juanchi. No me gustaba lo que tocaba la banda.

-Es una canción rara para Estelares.

-Igual tiene esa línea que yo tengo de los cantantes melódicos, y que me gustan mucho. Roberto Carlos, Julio Iglesias, Leonardo Favio, tienen discos y canciones que para mí son capitanes. Canción melódica popular.

-¿Y qué esperan en cada show como banda, luego de tantas presentaciones?

-Que haya un ida y vuelta energético. Algo que se puede dar de mil maneras, pero que pase eso que generamos. La música es energía, y está la melodía, y después la palabra. Me parece que la palabra es el corolario a una cosa inicial que es la energía y la melodía. Y en el vivo espero eso: comunicar, y emocionar lo más honestamente que se pueda.

-¿En un estadio eso es posible?

-Es como salir a dar una vuelta en un Fórmula 1. Decís ¡qué lindo, cómo se siente atrás! La primera vez que tocamos ante un público muy popular fue en el viejo Cosquín, a las 9 de la noche ante 18.500 personas. Y a mí mató, me comió crudo. Es como andar en un Fórmula 1, lo que pasa es que todavía nunca anduve en séptima.

Fuente: http://www.losestelares.com.ar/wp-content/uploads/2010/06/Nota-Entrevista.pdf

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