domingo, 29 de abril de 2007

El Teatro Argentino premiado por críticos


ASOCIACION DE CRITICOS MUSICALES DE LA ARGENTINA

La temporada 2006 del Teatro Argentino, el director de su orquesta estable y artistas que habitualmente actúan en La Plata fueron reconocidos el viernes

Hace 19 años que la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina premia a través del voto de sus miembros a los cuerpos y artistas más destacados del año. El viernes por la noche esa organización entregó los premios correspondientes a 2006 en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino.

Justamente ese cuerpo provincial, con sede en La Plata, obtuvo numerosos reconocimientos, tanto a la institución como a sus cuerpos estables y varios de sus artistas

Los premios incluyeron entre los “hechos positivos de mayor trascendencia cultural” a “la temporada oficial del Teatro Argentino de La Plata”. Además, Dante Anzolini, titular de la Orquesta Estable del primer coliseo bonaerense, fue considerado el mejor director de orquesta argentino de la última temporada y la soprano platense Paula Almerares -quien en pocos días más volverá a cantar La Traviata en la Sala Ginastera- fue distinguida como la mejor cantante argentina del 2006.

Asimismo, la soprano italiana María Pía Piscitelli, habitual integrante de los elencos del Argentino, donde acaba de protagonizar Norma, fue galardonada como la mejor cantante extranjera.

La Orquesta Estable del Teatro Argentino fue incluida en la terna del rubro “mejor orquesta sinfónica argentina”, que en definitiva fue adjudicado a la Orquesta Estable del Teatro Colón.

Otros cantantes que actúan con frecuencia en la sala de la calle 51 fueron ternados en sus respectivas categorías, como Soledad de la Rosa, Enrique Folger, Gustavo López Manzitti y Ana Laura Menéndez

En la categoría “solista instrumental argentino” se impuso Horacio Lavandera y en el rubro “solista instrumental extranjero”, Gabriela Montero. El premio al “mejor cantante argentino” fue para Raúl Giménez.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/29/pdf/19-c.pdf

Héctor Omar. Embajador del tango


Domingo 29 de abril de 2007

Arrancó a los 14 en las milongas platenses y a los 18 ya le ponía su voz a la orquesta del maestro Pedro Laurenz. Hoy, a punto de cumplir 79, acaba de regresar de una gira por Alemania, Suiza y España. Historia de un cantor de tangos de los que van quedando pocos

“Nací, me crié, vivo y moriré en La Plata”. Con esos datos de filiación se presenta Héctor Omar, cantor de tangos casi desde que vino al mundo, allá por “1928 después de Cristo”, como le gusta decir, en una casa del barrio Hipódromo. Los años lo llevaron a recorrer el globo, pero siempre con el ancla puesta en las diagonales que fueron las primeras en escuchar su voz.

En 65 años de trayectoria conoció muchos de los ambientes que supo transitar el tango. Las kermeses y las milongas de carnaval que se armaban en los clubes sociales hasta la década de los ‘60; los cabarets y cafés porteños de los ‘40 y ‘50, como cantor de las orquestas de los maestros Pedro Laurenz y Carlos Figari; las radios capitalinas, que tenían su orquesta típica en vivo; los escenarios de Europa, donde el 2x4 actualmente fascina.

Canción de cuna

Pero volvamos al principio. Aún faltaban algunos años para que Carlos Gardel partiera en vuelo hacia la inmortalidad cuando el pequeño Héctor ya canturreaba para la familia. “Apenas empecé a hablar, quise cantar”, asegura. “Mis hermanos mayores enseguida notaron que yo tenía condiciones para la música, y me empezaron a enseñar lo que era popular en esa época: tango”.

Cuando terminó la primaria, tuvo que elegir: seguir estudiando o dedicarse definitivamente al tango. “Elegí cantar, el secundario lo hice a los 40”. Sus primeras actuaciones profesionales las realizó a los 14, en las kermeses y bailes que se realizaban en los clubes de barrio, hasta que a los 16 se sumó a la orquesta del bandoneonista Antonio Blasi.

Una noche de verano, la orquesta Franchini Pontier, una de las más importantes del momento, vino a actuar al club Caboverdiano de Ensenada. En pleno espectáculo, la gente les pidió que le dejaran interpretar un tema al jovencito que era la “promesa” de la región.

“Tenía 18 años recién cumplidos, la edad me quitaba responsabilidad, así que canté como si estuviera en la ducha. Cuando bajé, Enrique Franchini me felicitó y me dijo que el maestro Pedro Laurenz estaba buscando un cantor, que él podía recomendarme. Haciéndola corta, le dije que sí”.

El 16 de diciembre de 1946, Héctor Omar -mejor dicho, Alberto Ponce, que fue su primer nombre artístico (ver “Usted se llama...”)- subió a cantar por primera vez al Tango Bar, confitería que junto a El Marzotto, La Armonía y El Nacional conformaban lo más selecto del circuito tanguero de entonces. “Las orquestas empezaban a tocar tango a la una de la tarde, y seguían hasta la madrugada.


Había gente que viajaba a Buenos Aires exclusivamente a escuchar tangos, porque las orquestas que estaban en la radio y en las grabaciones actuaban en esos cafés. El público iba de confitería en confitería, y cuando vos subías capaz que venía de escuchar a Aníbal Troilo o Astor Piazzolla en la otra cuadra. Cada vez que te parabas frente al micrófono era una prueba, porque el público de ese entonces entendía”, recuerda el cantor.

Adiós, muchachos

Estuvo tres años con Laurenz hasta que a los 20, durante una gira, se enfermó de tuberculosis “en una época en la cual si te la agarrabas, te morías. Por eso el año que viene, además de los 80, voy a festejar los 60 que viví de más”. Volvió a actuar en 1955, con la orquesta del maestro Carlos Figari, y a fines de los ‘50 se lanzó como solista, con giras en las cuales llevó el tango hasta Ushuaia.

Fueron años y años de viajes y actuaciones.

Un día de 1983, se despertó y decidió que ya no quería seguir. “No sé por qué dejé... Me cansé, había hecho mucha gira por el sur, y en esa época mis cuatro hijos eran adolescentes. Siempre cuidé al hombre antes que al cantor. Y como hombre era padre, y como padre tenía que cuidar a mis hijos”.

Volver

Pero el retiro le duró poco. En 1987 un encuentro casual con Antonio Blasi, mientras caminaba por 7, lo trajo de nuevo al tango. “Empezamos con el te acordás qué orquesta que teníamos... te acordás qué tango... Y recordando nos dimos manija. Volví una noche en el Bar Ocampo (18 y 71), y no paré más”.

Hoy la vida lo encuentra, a punto de cumplir 79, con el foco puesto en Europa. Cuando en 1997 voló al Viejo Continente a visitar a dos de sus hijos, ambos músicos, lo encaró al que está en Alemania -que con otros dos argentinos integra el Buenos Aires Tango Trío-: “¿Cómo no me conseguís para actuar acá? Por lo menos, para salvar el viaje”.

“Mi hijo no creía que yo siguiera cantando, pero mi señora lo convenció de que me escuchara. Al final, les dijo a los del grupo: Vamos a hacerlo subir al viejo para que cante dos o tres tanguitos. El dueño del cafe concert quedó encantado, y ahora me contrata cada vez que voy”, cuenta. “Y se corrió la voz de que yo cantaba en serio, porque allá hay muchas academias de baile, pero muy pocos cantores”.

Así fue que en la última década se convirtió en embajador platense del tango. En marzo volvió de una gira por Alemania, Suiza y España, donde grabó un disco junto a la Orquesta Sinfónica de Lleida y el bandoneón de Pablo Mainetti, disco que se encuentra en etapa de masterización. Volvió al suelo donde “nací, me crié, vivo y moriré”, aunque en noviembre planea tomar otra vez el avión para cumplir un sueño, cantar en París.

Aquí, de vez en cuando se presenta junto al Cuarteto de la Ribera, esporádicamente, porque “quiero durar lo que más pueda como cantor. Disfruto mucho cantando y, ¿sabés qué pasa? Creo que me muero si dejo de cantar”.

El pernot

De su último viaje a Europa, Héctor Omar se trajo una botellita muy especial, que le había encargado Juan Cendoya, titular del museo Amigos del tango, de La Plata. “Es una botella de Pernot, un licor de de anís con unas yerbas especiales que llegó a estar prohibido en Argentina porque se decía que enloquecía a la gente. Lo que los enloquecía, seguramente, era que tomaban más de la cuenta: el Pernot se consumía en los bodegones, y una borrachera de anís no es para cualquiera”.
 
La consiguió en Barcelona, y en breve estará en exhibición en el museo (2 entre 46 y 47) junto a las letras de los varios tangos que la mencionan. Héctor entona una que le viene a la mente, la de Maula: La barra del boliche / borracha de Pernot / mi nombre que es el tuyo / por el suelo arrastró. “Es un tango de una mujer que abandona a su hombre por cobarde”.

“Usted se llama Alberto Ponce”

Héctor Omar Civilotti tenía 18 años cuando se subió por primera vez al escenario del Tango Bar. “Después de ensayar un par de temas con la orquesta, me citaron para las nueve de la noche. El que presentaba la orquesta era Mario Soto -que luego escribiría el tango Pasional-. Cuando estaba por subir, Soto me paró y
me dijo: Usted se llama Alberto Ponce. Y me anunció así. Y canté tres años como Alberto Ponce”.
 
El nombre artístico le duró hasta que, enfermo de tuberculosis, tuvo que dejar la orquesta de Pedro Laurenz. Cuando pudo volver, más de cuatro años después, decidió cantar con su verdadero nombre, Héctor Omar.

Años de cabaret

Durante décadas, el tango estuvo muy asociado a una institución: el cabaret. “Estaban los cabarets del centro donde, como decía un tango, iban niñas bien de casas mal, que se encontraban con niñas mal de casas bien. Pero era muy sottovoce, no de escándalo. Y estaban los del Bajo, que también eran tranquilos, nada más que iban tipos con menor capacidad económica, porque ahí la copa valía cinco veces menos que en, por ejemplo, el Chantecler”.
 
Héctor recuerda que en esa época “el bailarín de tango era como que caminaba, iba al cabaret a disfrutar del baile, por eso las orquestas de Pugliese o Troilo son para bailar acompasadas, tranquilas. Y había orquestas de jazz, que tocaban swing y fox trot”. Y afirma: “Yo siempre supe mantener un equilibrio; no fumaba ni chupaba. Tres chorritos de whisky para calentar la garganta, y listo. Por eso estoy por cumplir 79 y sigo cantando”.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/29/pdf/Tiempos.pdf

Custodiada por leones

Domingo 29 de abril de 2007

Postales de la ciudad de La Plata

Para muchos de los que han transitado su vereda, es una casa que da miedo. Tal vez por los leones que se encuentran a cada lado de las escaleras de entrada, o por las dimensiones de sus puertas y ventanas que, cuando cae la noche en el barrio Hipódromo, le dan un aspecto de castillo encantado.

Las estatuas color bronce de los dos leones que miran a la calle llaman inevitablemente la atención. Arriba de los ventanales, unos angelitos observan a los felinos, mientras que en la parte superior de la fachada un rostro de piedra, entre leonino y diabólico, le da el toque final para pensarla como escenario de una película de Alfred Hitchcock.

Se encuentra en 37 entre 116 y 117, y es vulgarmente conocida como “la casa de los leones que está enfrente del hospital Rossi”. Años atrás perteneció a la familia Zárate,gente ligada a la cría de caballos y al Hipódromo de La Plata.

Declarada patrimonio arquitectónico de la ciudad, actualmente vivienda familiar y a la vez pensión para los que acompañan a internados en el hospital, no es la única de La Plata que eligió leones como custodios, pero sí una de las más difíciles de olvidar por su halo de misterio.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/29/pdf/Tiempos.pdf

miércoles, 25 de abril de 2007

Filme platense tendrá premiere en EEUU

Se trata de 36 pasos, la película de terror dirigida por Adrián García Bogliano, que se verá dentro de la programación del reconocido Festival de Cine de las Américas, que se desarrolla en Texas. Ayer, un diario local publicó una crítica muy favorable y por eso se espera que la peli tenga su estreno comercial, tal como le ocurrió al otro filme del director: Habitaciones para turistas.

La película platense 36 Pasos, de Adrián García Bogliano (Habitaciones para Turistas, Grite una Noche, Riddlebox y No Moriré Sola) tendrá su premiere en los EEUU. Será esta noche, en el Alamo Drafthouse en Austin, Texas, en el marco del 10º Festival de Cine de las Américas, que el año pasado marcó el inicio de la carrera comercial de la película Habitaciones para Turistas y posibilitó su posterior estreno comercial en cines americanos.

El Alamo Drafthouse es una de las salas consideradas de culto, por ser el lugar donde habitualmente directores tales como Quentin Tarantino programan sus propios ciclos de cine y que por estos días recibirá al director y a su compañero Robert Rodríguez para una función especial de la película Grindhouse.

Además, hoy a las 18 el Alamo tiene programada la visita de los protagonistas de la aclamada serie Lost para compartir los últimos capítulos de la temporada con el publico.

El desembarco del nuevo filme de horror de la productora platense Paura Flics no podía ser mejor, ya que ayer se conoció la crítica del diario americano Austin Chronicle, quien 2 años atrás destacó el estreno de Habitaciones para turistas, al que calificó como “Una revelación para el cine Argentino”.

El Austin Chronicle además es la publicación más influyente a nivel cultural de los EEUU y uno de los medios mas visitados por los distribuidores y exhibidores del país del norte.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/25/pdf/19-c.pdf

domingo, 22 de abril de 2007

El más puro bel canto, en Norma

Escena final de la inmortal creación de Bellini, con María Pía Piscitelli y Carlos Duarte

Domingo 22 de abril de 2007 | Publicado en edición impresa LA NACION

Presentación de Norma , ópera en dos actos de Vincenzo Bellini, con libreto de Felice Romani sobre Norma ou l infanticide , de Louis-Alexandre Soumet, con el Coro (dirección: Sergio Giai) y la Orquesta Estable del Teatro Argentino con la dirección general de Antonio María Russo. Dirección escénica, diseño escenográfico e iluminación, Roberto Oswald; diseño de vestuario, Aníbal Lápiz. Cantantes: María Pía Piscitelli, Carlos Duarte, María Luján Mirabelli, Carlos Esquivel, Pablo Skrt y María Inés Franco. En la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino de La Plata.

Nuestra opinión: excelente

La apertura de la temporada lírica oficial con un título como Norma constituye sin duda un desafío que pocos teatros líricos se atreven a afrontar a menos que cuenten con los elementos que aseguren un éxito rotundo. La dirección artística del Argentino ha decidido asumirlo, y lo ha hecho con la dignidad del belcantista de la primera mitad del siglo XIX. No es difícil advertir las razones de ello: un plantel de voces más que idóneas, un manejo de la escena que mantiene las líneas del drama lírico sin descuidar la riqueza simbólica de los elementos elegidos para su representación, y una batuta lúcida para sostener la inspiración melódica cifrada en la partitura.

Esta feliz conjunción no sería completa si sus intérpretes no tradujeran los gestos teatrales -evitando excesos, por cierto-, y principalmente el excelente texto dramático de Felice Romani inspirado en Soumet (asequible gracias a la versión traducida en el sobretitulado), con una recitación efectiva, por la que se cuelan las líneas de la tragedia lírica recogida por los admiradores de la antigüedad clásica, como Racine, en el siglo XVII francés.

La concepción escénica ha sobrepasado la idea de que el extraordinario lirismo de Norma lo es todo, confiado principalmente a las voces protagónicas y a la labor de una orquesta que debe allanarse en todo momento a la intencionalidad encerrada en largas frases melódicas con el solo sostén de la orquesta. Sin desmedro de que estos últimos requisitos hayan sido cumplidos hasta el mínimo detalle de la partitura por la Estable, conducida imaginativamente por Antonio María Russo con óptimo rendimiento, la admirable puesta de Roberto Oswald puso de relieve -armónicamente- en cada escena toda la densidad expresiva y la fuerza dramática que potencialmente encierran. Decorados, vestuarios e iluminación fueron concomitantes con estos requisitos.

Desde la místicas implicaciones de la ceremonia druida del comienzo, con el árbol simbólico en el centro de la escena -que entre sus múltiples sentidos encierra el de evolución psicológica y también el de sacrificio- hasta los escenarios despojados del segundo acto, con escalinatas y piedras que presidían arduos cuestionamientos de intenso contenido emocional, todo se conjuga con los caracteres en juego. Primero, y especialmente, el de una protagonista de excepcionales condiciones, aquí en un momento importante en su relevante carrera. María Pía Piscitelli posee no sólo una excelente línea de canto, perfecto manejo de la voz, de noble pureza lírica y rica en matices emocionales -su "casta diva" fue impecable-; añade a ello una admirable presencia escénica.

Las ponderables dotes vocales del tenor Carlos Duarte, su vigor expresivo y dramatismo cobraron nuevamente vigencia, tanto en arduas intervenciones solísticas como en dúos y tríos. Los exigentes requisitos vocales y expresivos de Adalgisa fueron asumidos con solvencia por María Luján Mirabelli, con buen rendimiento vocal y actoral, sin que las notas agudas de su registro -a veces, algo ríspidas- alteraran su desempeño. Fue notable su dramatismo en el dúo con Norma en el acto segundo. Asimismo Carlos Esquivel con buen timbre, fue muy convincente, excepto en la escena inicial pues su voz quedó superada por la orquesta. El coro tuvo gran lucimiento. Pablo Skrt y María Inés Franco, con buena voz, estuvieron a la altura de sus papeles de apoyo.

Héctor Coda

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=902375

sábado, 21 de abril de 2007

Agenda La Plata: Teatro


Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/21/pdf/19-c.pdf

De Berisso al majestuoso Metropolitan de Nueva York

ENTREVISTA CON DANTE ANZOLINI

El músico, actualmente director de orquesta del Teatro Argentino, acaba de recibir una propuesta para participar de la puesta de La Sathyagraha, que se estrenará en abril de 2008 en el Metropolitan House Opera de Nueva York

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/21/pdf/18-c.pdf

viernes, 20 de abril de 2007

Agenda La Plata: Teatro


Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/20/pdf/18-c.pdf

Norma, de Bellini, en La Plata

Norma, una obra consideradala cima artística para una soprano

Hoy comienza la temporada del teatro platense, con puesta de Roberto Oswald

Viernes 20 de abril de 2007 | Publicado en edición impresa LA NACION

La temporada lírica 2007 del Teatro Argentino de La Plata comenzará esta noche, a las 20.30, en la sala Alberto Ginastera, con una nueva versión de la tragedia lírica en dos actos Norma, con música de Vincenzo Bellini y libreto de Felice Romaní, basada en una tragedia de Louis Soumet. La dirección musical será de Antonio María Russo al frente de los cuerpos estables de la institución, con puesta escénica de Roberto Oswald, dos de los más importantes artistas nacionales.

Como aconteció desde aquel lejano estreno del 26 de diciembre de 1831 en la Scala de Milán, donde actuaron en un plano de igualdad las divas de la época Giuditta Pasta (Norma) y Giulia Grisi (Adalgisa) hasta nuestro tiempo, se reitera el embrujo que emana de la obra clasificada entre las más representativas del repertorio italiano. Bien se sabe que abordar el personaje central es alcanzar la cima artística para una soprano, y la composición en su conjunto, con frecuencia calificada erróneamente por juicios que desconocen su riqueza musical, es una creación de enorme valor estético. ¡Con qué superficialidad se habla de Bellini como de un "simple melodista"! Este juicio tropieza de inmediato con el final del segundo acto, en el que el manejo del coro ayuda a sostener las voces solistas, con el cromatismo elaborado y las progresiones armónicas de grandes pasajes que prenuncian ideas wagnerianas. Y la formidable destreza del creador en alternar virtuosismo vocal con una búsqueda de expresión que refleje los estados de ánimo de cada uno de los integrantes del triángulo amoroso del drama. Frente a la grandeza del título, se le consultó al responsable de la puesta, Roberto Oswald.

-¿Cómo es para vos la visión actual de Norma ?

-Es una obra maestra del género belcantístico porque la faz teatral y la psicología de los personajes están maravillosamente retratados en el tratamiento de la música. Hay que saber escucharla y hurguetearla. En esta cuarta vez que presento una Norma , he descubierto otras facetas. La más importante, la admirable pintura que logran los autores en cuanto a los dos caracteres femeninos, Norma y Adalgisa, que es tan profunda en la caracterización que hasta Ingmar Bergman en el cine, a quien le gustaba bucear en el alma de las mujeres, e incluso Henrik Ibsen, no lo hubieran hecho mejor, sobre todo en los momentos con recitativos.

-¿Cuál es el motivo?

-Porque esos pasajes, los recitativos, dejan de ser un pretexto para una circunstancia posterior. Son todos ellos de una hondura tal que describen de manera perfecta el alma de los personajes. Pero desde un punto de vista global trato de poner todo el peso en tres puntos de la obra que a mi criterio deben predominar sin perturbación: la belleza de la música, los pequeños pasajes que aparecen para describir cada momento y la existencia de una atmósfera sonora para cada situación dramática.

-¿Será por eso que Bellini fue tan admirado por muchos de sus colegas?

-Ceo que sí. Su riqueza musical es el motivo por el cual Frederic Chopin, transcriptor de obras de Bellini para piano, descubrió muchas cosas de Norma que le causaron asombro y placer. Y no por nada el genio de Italia y su música fue amado por Wagner, quien, indudablemente, aprendió muchas cosas de ese talento.

-¿Entonces, la visión de esta propuesta será pura teatralidad?

-Justamente, porque a pesar de ser una obra del bel canto , que es cantar y cantar con belleza, se suma algo maravilloso; que ese canto se puede convertir en teatralidad profunda por medio de la valorización de los acentos, se pueden mostrar los pequeños gestos, las miradas, el giro de un torso, las intenciones que no llegan a materializarse y otros pormenores. La música y los tiempos lo permiten.

-¿Y cómo se integra en esta propuesta el marco escénico de tu diseño?

-Será muy sobrio, en estilo de acuerdo con la historia, pero esta vez de un modo diferente por un cierto informalismo. Por ejemplo, al tomar al bosque como un elemento primordial que estará presente constantemente pero, a través de él, se verán los personajes como apareciendo. Será como un permanente adivinar la realidad a través de la espesura del bosque. No usaré telón de boca y he prescindido del color porque el drama, la médula de la obra, tiene las características de una tragedia griega. Entonces, blancos, negros y sólo algunas tonalidades. De ese modo se verán mejor los pequeños detalles, las reacciones, las actitudes corporales y, algo evidente, la existencia de dos mundos, el del amor, los desengaños y los sentimientos y el del sentir patriótico, novelesco y temperamental que en Bellini se trasunta y que se adelanta a la exaltación visceral de Verdi, que en realidad es un elemento generalizado en la primera parte del siglo XIX y que siempre resulta cautivante.

-¿Y qué dicen los cantantes frente a tanta acción teatral?

-Cuento con un plantel de artistas que me ha comprendido e incluso ha sido tan entusiasta que me ha sugerido algún detalle más, porque, parece mentira, a cada instante la música de Bellini permite descubrir algo nuevo, algo posible y un replanteo distinto, y en este sentido para lograr un trabajo homogéneo conté con la colaboración de Christian Prego, en los cuidados de régie, y de Aníbal Lápiz, en los vestuarios, y entonces pudimos reelaborar, ante cada nuevo detalle, una maravilla de obra que no se agota.

Juan Carlos Montero

Fechas y elenco

  • Luego del estreno de esta noche, funciones mañana, a las 20.30, y los domingos 22 y 29, a las 17, y los repartos estarán encabezados por María Pía Piscitelli (20 y 22) y Haydée Dabusti (21 y 29) como Norma; Carlos Duarte (20, 22 y 29) y Juan Carlos Vassallo (21) como Pollione; María Luján Mirabelli (20, 22 y 29) y Alicia Cecotti (21) como Adalgisa; Carlos Esquivel (20, 22 y 29) y Ricardo Ortale (21) como Oroveso; Pablo Skrt (20, 22 y 29) y Cristian Cassaccio (21) como Flavio y María Inés Franco (20, 22 y 29) y Roxana Deviggiano (21) como Clotilde.

La gacetilla del Teatro Argentino informa que los espectadores de la Capital Federal contarán con un servicio de ómnibus que partirá desde la Casa de la Provincia de Buenos Aires, Callao 237, dos horas y media antes del horario de cada función. Las entradas tendrán un valor que oscilará entre $ 20 y $ 60, con un 50 por ciento de descuento para jubilados y estudiantes. Podrán adquirirse en las boleterías del teatro, de martes a domingos, de 10 a 20, o a través de Ticketek, a los teléfonos 4477200 (La Plata) y 5237-7200 (Capital Federal). Tanto quienes compren sus localidades en boletería como quienes lo hagan a través de Ticketek, gozarán de los descuentos para jubilados y estudiantes y podrán efectuar su pago al contado o por medio de tarjetas.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=901659

viernes, 13 de abril de 2007

Agenda La Plata: Teatro

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/13/pdf/18-c.pdf

El teatro de 2007 pone primera en el Pasaje

Dos chicas y un juego perverso en Con cierto placer

Con una programación que cambiará una vez por mes, comienza hoy en el Pasaje Dardo Rocha la temporada 2007 de teatro. Habrá para chicos y para adultos, y las funciones se llevarán a cabo en las salas A y B del segundo piso del Centro Cultural muncipal.

Con cierto placer, cuya puesta está a cargo del grupo Barataria y dirigida por Omar Musa, es la obra que abre el juego hoy a las 21.30. Mañana se podrá ver: Qué sueño que tengo esta noche de verano de Güilliam Yékspir, dirigida por Germán Crivos, y Sabor a Freud (Cristian Boragina).

Para los chicos habrá mañana por la tarde títeres: Cuentos del Viento Libre, del grupo Títeres del Bosque, y Acerca del mundo de los hilos... o algo así, de La Rueda.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/13/pdf/18-c.pdf

domingo, 8 de abril de 2007

Novedoso proyecto para impulsar la visita de artistas internacionales

LA PLATA, CAPITAL CULTURAL

Se presentó Residencia Corazón, un espacio dedicado para el alojamiento, trabajo y exposición de obras de fotógrafos, pintores y escultores extranjeros. El preestreno tendrá lugar el próximo sábado, y la primera visita llegará en junio

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/08/pdf/18-c.pdf

Teatro aéreo en La Plata: desafiando a la gravedad y jugando con la estética

ACROBATAS EN EL VIENTO

Intervienen en barrios y plazas volando con sogas y arneses. Utilizan una amplia gama de recursos que vienen del arte y los deportes de riesgo. Un retrato del único grupo platense que se dedica a esta nueva y compleja disciplina, que combina alpinismo, circo y dramaturgia

En la entrada de un viejo almacén transformado en centro cultural se encuentran las marcas necesarias que denotan actividad teatral: una sala con butacas, un mostrador con programas y carteleras con fotos de actores bajo suculentos títulos. Pero, en el patio al fondo, una estructura muy alta rompe un poco con la tradicional geografía dramatúrgica: siete metros hasta el techo, dos escaleras fijas, trapecios, colchonetas de alto impacto, cuerdas y arneses que sostienen cuerpos volando.

“La acrobacia aérea es un arte lúdico, podés jugar, divertirte y contar algo” explica el escenógrafo Paco Suárez y el actor Matías Streitenberger reafirma la hipótesis: “Si uno se abstrae de la vorágine en la que vive puede cautivarse, volver a ser nene y jugar, sentir el viento en la cara”.

Los dos están a cargo de hacer volar por los aires a más de 50 alumnos de entre 17 y 55 años, y de lograr un hecho teatral que, por lo visto, permite un choque estético muy variado y por demás interesante.

Hay tres caminos que se cruzan para sentar las bases del teatro aéreo: deportes de riesgo (alpinismo, esquí, paracaidismo y aladeltismo), métodos circenses y recursos teatrales. “En algún momento un director quiso que vuelen los actores. ¿A quien iba a llamar si no era a un escalador o a un acróbata de circo?”, dice la pregunta retórica de Paco, quien desde 2002 se hace cargo de estos talleres en el Centro Cultural Viejo Almacén El Obrero, en 13 y 71.

El amplio espectro de alumnos que reciben enriquece la actividad: cantantes, arquitectos, actores, ingenieros, clowns, bailarinas y odontólogos. Y la tabla sigue, avalada por Matías: “La idea es poder fusionar lo que traen todos: el que actúa, el que sabe colgar una estructura, el que maneja bien el cuerpo, tenemos cantantes líricas, humoristas y músicos”. A las técnicas de dominio del cuerpo se las complementa con infinidad de recursos estéticos: música y percusión, danza, canto y monólogos. Todo depende de la puesta y del lugar.

Límite vertical

El Municipio local, en varias aperturas a sus temporadas culturales, ha recurrido a los servicios del teatro aéreo para vestir sus actos. Hace algunas semanas, Paco y Matías volaron por los blancos techos del Pasaje Dardo Rocha inaugurando la muestra Cartas, Valijas y Encomiendas, con un cartero volando en bicicleta que repartía cartas y cosas por el estilo, tarea facilitada por la altura del lugar y sus amplios espacios.

La capacidad física de los posibles escenarios es definitoria: “Hay lugares que son muy bajos o no tienen estructura, o el cableado es sólo para sostener el techo y no te podés colgar”, asegura Paco y Matías agrega: “Tienen que estar en buen estado las vigas y paredes, y todos los materiales de construcción”.

Montaje clave

El lugar para montar las obras es clave y le da una característica muy propia a la acrobacia aérea: es una actividad callejera y nómade, que utiliza por lo general emplazamientos públicos como escenarios (ver recuadro). Para eso cuentan con una estructura de caños móviles que necesita pasto y tierra como base para sus estacas. Muchos recursos dependen del lugar, entre ellos el proceso de guionado: según Paco se puede “enganchar desde la acción y la forma, desde lo que tenés en el lugar y vestirlo o al revés” y según Matías: “Por ahí se prepara una rutina y surge un error que supera visualmente a lo que se tenía planeado, por eso hay una flexibilidad para dejar que juegue la improvisación”.

Esa indeterminación se activa también a la hora de interactuar con el público, aunque nunca librada al azar. “Colgar a un espectador es peligroso, le puede dar un ataque de pánico”, asegura el escenógrafo y su partener profundiza sobre como se puede interactuar con la platea desde los juegos de miradas: “Cuando trabajamos para chicos los acostamos en el piso en colchonetas y nosotros volamos por arriba, a veces sentamos a la gente en el medio y los acróbatas vuelan alrededor, o la gente arriba y nosotros abajo”.

Con respecto a los textos que trabajan y a la música que eligen, pueden ser obras ya escritas y compuestas o piezas especialmente preparadas para estas rutinas. Matías lo explica desde los clásicos: “Hay obras de Shakespeare que uno las lee y piensa en meterle algo de aéreo, lo mismo pasa con todo lo que tenga que ver con vuelos, bosques y brujas”; Paco desde la música: “Es ideal
que un tipo componga música a partir de lo que ve, que pueda conmoverse y componer a partir de eso es fantástico”.

Y así trabajan, con la cabeza abierta a estilos, para acentuar cada vez más la belleza estética de las puestas, ejercitando formas mecánicas de subir, bajar, mezclarse y enredarse, con dos grandes formas de desafiar la gravedad: la cuerda indiana, que según Paco se trata de “una cuerda gruesa y anudada, que se sube trepando y a partir de una técnica para pisarla haciendo la
menor fuerza posible”, o el deslizamiento por tela, más arriesgado pero más complejo, “una tela que se cuelga de una viga reticulada y con la que se generan figuras que traban sobre el cuerpo y que permite ascender u descender, y moverse por el aire”, de acuerdo a la explicación de Matías.

En sus clases lo indeterminado también es una constante: a veces les hacen cerrar los ojos a sus alumnos cuando están arriba. Y ni hablar de los shows infantiles: “Los chicos piensan de verdad que estás volando, no hay cómo explicarles que hay un arnés o una soga” dice Matías, disfrutando de ese inocente goce estético infantil, quizás muy apropiado para cualquier edad.

Quizá esa sea la clave para cautivarse adecuadamente con el teatro aéreo: el placentero vértigo de sentir (y creer sentir) el viento en la cara.

Laureano Debat

ACROBACIA AEREA POR EL MUNDO

Estilos e influencias

Paco Suárez y Matías Streitenberger tienen claro a su referente: el Cirque du Soleil, compañía canadiense creada por Guy Laliberté y Daniel Gauthier en 1984. El grupo ha recorrido el mundo entero desplegando un creativo concepto que mezcla acrobacias circenses con efectos de luz y sonido, música y escenografía, y sus espectáculos han sido vistos por más de 125 millones de personas, en extensas giras que abarcaron los cinco continentes. Matías asegura: “En trapecio, tela y vuelo es muy superior a todo lo que he visto”, mientras que Paco marca algún matiz: “En cuanto a formas es más lo que nos gusta, pero no hacemos lo mismo ni aspiramos a eso, sólo tomamos algunos recursos estéticos y de puesta en escena”.

No obstante, existen otros grupo consagrados que no son específicamente de teatro aéreo pero sí toman algunas técnicas de ahí. Es el caso de los extravagantes catalanes de La Fura del Baus (La Furia de los Vientos), que nacieron en Barcelona en 1979 como un grupo de teatro urbano buscando espacios escénicos distintos a los tradicionales, con recursos muy variados: música, movimiento, materiales naturales e industriales, nuevas tecnologías y la implicación del espectador directamente en el espectáculo.

“La Fura sigue siendo un grupo de teatro, hacen eventos que por ahí tienen que ver más con la acrobacia, pero lo que más me gusta de ellos son las obras de teatro” reconoce Paco y Matías trae a un tercero en cuestión, quizás más cercano a ellos: “Con De la Guarda por ejemplo tenemos más vínculo, se restringen por ahí más a lo aéreo, son actores y performances, y muy buenos
puestistas”.

Se trata del grupo argentino que fue reconocido en varias partes del mundo luego del espectacular Villa Villa, que llegó a estrenarse hasta en Broadway. Y en Argentina hay más: están Fuerza Bruta, Circo Negro o el TSO (Teatro Sanitario de Operaciones), grupos similares que también utilizan las técnicas de acrobacia aérea. De todas formas y más allá de las diferencias de estilo, Paco reconoce algo que es clave: “Uno no puede estar afuera de todo lo que vio, lo que ves y te gusta te entró por algún lado, Cirque du Soleil, empresa cirsense que triunfa en el mundo y en algún lado lo querés meter”.

INTERVENCIONES URBANAS

Acróbatas en las calles

Las muestras de teatro aéreo son callejeras, la calle como escenario privilegiado, el barrio resignificado y reinterpretado desde una intervención artística. “Vamos a lugares de La Plata que
representan cultura y arte”, aclara Paco.

En estos momentos están programando un espectáculo en el puente peatonal de la vieja estación de trenes de 17 y 71 y “la idea es sumar al andén a un espacio de acrobacia aérea y rescatar un lugar que hoy está olvidado, con el pasto crecido y mugre”, dice el director. La idea es volver a darle vida a lugares muertos, con la estructura móvil y una determinada puesta en escena cuya trama y forma se adapta al lugar que se va a intervenir, a su historia y a su barrio.

“Nos gusta contar historias que tengan que ver con la gente que laburó ahí, con sus personajes. Ahora cuando ensayamos hay un tipo de 70 años que trabajó en la estación y que va todos los días, está contento porque dice que empieza a haber movimiento de nuevo y se siente parte de eso. Si él se anima pensamos meterlo en algún momento de la obra, colgarlo no porque es un tipo grande”, explica Matías como adelanto de lo que se podrá ver mañana a la tarde si no llueve. Y Paco adelanta un proyecto a futuro: “Tenemos pensado Habrá un espectáculo gratuito, al aire libre, en 17 y 71 colgarnos del Teatro Argentino”.

Cualquiera puede volar

En el nivel dos del Taller de acrobacia aérea se puede optar por dos caminos: hacer teatro aéreo sólo por gusto y sin mostrarlo al público, llamado Recreativo; u optar por un mayor grado de exigencia para lograr algo coordinado y digno de mostrarse, denominado Performance.

“Nosotros en el taller apuntamos a que el alumno aprenda, esté seguro con su cuerpo y puede utilizar todas las herramientas que nosotros le damos. Llega un momento en que surge la pregunta ¿lo muestro o no lo muestro?” explica Paco.

El nivel Recreativo se adapta a los tiempos del alumno que quiere hacer algo pero que no salga de ahí. En cambio, en Performance se ajustan las tuercas. Como explica el profesor: “si están haciendo una rutina de cuatro la coordinación tiene que ser perfecta.

Seguridad

La acrobacia aérea no es técnicamente un deporte de riesgo, pero que los tiene los tiene. Hay una exigencia física media y un límite de peso que llega hasta 85 o 90 kilos. “Una persona de 100 kilos que mide 2 metros es proporcional en contextura física, tiene un cuerpo que se banca estar sostenido por una faja de 5 centímetros.

Pero si esa persona mide 1,60 va a tener problemas porque el arnés lo va a lastimar mucho. Los materiales aguantan, no se va a caer, pero se va a lastimar”, explica Paco. Todo el material que se usa está testeado y se renueva cada un cierto período, y es específico para la actividad de alpinismo.

Otro punto a tener en cuenta son los lugares: “Hemos mandado a ingenieros a ver lugares” recuerda Paco y Matías refresca más la memoria: “Hay laburos que hemos rechazado porque la seguridad no se podía garantizar“.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/08/pdf/16-c.pdf ; http://pdf.diariohoy.net/2007/04/08/pdf/17-c.pdf

miércoles, 4 de abril de 2007

Un mes para disfrutar de todas las rarezas en el cine Select

VARIADA PROGRAMACION EN ABRIL

Retrospectivas de los años 80 de reconocidos directores, filmes de animación, excentricidades de medianoche y películas de cómics forman parte del menú que el Pasaje Dardo Rocha ofrece para tomar distancia de las salas comerciales

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2007/04/04/pdf/18-c.pdf

domingo, 1 de abril de 2007

Teatro XXI. Revista del GETEA.

Teatro XXI. Revista del GETEA. Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Año XIII. Nº 24 (Revista semestral). Otoño 2007.

Escriben en este número: Roger Mirza- Mario Rojas- Osvaldo Peletieri- André Carreira-Susana Tarantuviez- Mirta Arlt- Miguel Angel Giella- Patricia Fischer- Mariano Saba.

Dossier: “Bienvenidos al hogar” Carlos Manuel Varela
Secciones: Testimonios del pasado teatral argentino- Seminario permanente del actor argentino- Las puestas fundamentales de nuestro teatro-Teatro en Argentina- Lecturas- Panoramas desde Madrid- Panoramas desde Barcelona- Notas

Director: Osvaldo Pelletieri

Dónde se Consigue: Librerías Galerna.

Fuente: http://www.alternativateatral.com/nota218-teatro-xxi-revista-del-getea

Historias del Di Tella

Domingo 01 de abril de 2007 | Publicado en edición impresa

La reedición de El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década del sesenta (Asunto Impreso Ediciones e Instituto Torcuato Di Tella), de John King, incluye un prefacio de Tomás Eloy Martínez, que ofrecemos como anticipo, donde éste evoca la atmósfera cultural de los años 60 y a sus protagonistas

Dos fenómenos culturales permitieron que la Argentina, sofocada por golpes militares de fundamentalismo casi medieval, respirara algunas brisas de la vanguardia en los años 60. Una fue la revista Primera Plana que, desde mediados de 1964 -cuando el fundador, Jacobo Timmerman, dejó de usarla para sus proyectos políticos y renunció-, impuso nuevas costumbres, descubrió a los nuevos talentos de la literatura, la música y la pintura, y hasta influyó sobre la moda, el habla y la sexualidad. El otro fenómeno fue el Instituto Di Tella, que dio cabida a todas las formas de renovación de la cultura, en especial en las artes plásticas, la música y el teatro.

En "el Di Tella", como se lo llamaba popularmente -aunque el apelativo también se asociaba con los taxis y las heladeras de esa marca-, desembarcaron de un modo u otro todas las manifestaciones del pensamiento. Primera Plana conservó su independencia hasta que la clausuró la dictadura de Juan Carlos Onganía, a fines de julio de 1969, y ya nada allí volvió a ser lo mismo. Al Di Tella, en cambio, le llovieron desde temprano las más extravagantes formas de censura. Grassi Susini, un activista de derecha que sería luego jefe de la policía de la provincia de San Juan, acaudilló uno de los grupos que trataron de incendiar la sede de la calle Florida. El general Roberto Levingston, que en 1968 era jefe del servicio de informaciones del ejército, fue invitado por Guido Di Tella a comprobar personalmente que el Instituto no cobijaba a subversivos. El colaborador de la revista Sur , Eduardo González Lanuza, vinculado en su juventud al Ultraísmo y otras vanguardias, se irritó tanto con la La menesunda , una instalación de Marta Minujín y Rubén Santaonín, que dio una incendiaria conferencia contra ella, a la que asistieron más de setecientas personas de grupos católicos conservadores.

Victoria Ocampo reseñó con aristocrático asombro el fenómeno del Di Tella: "Al mismo tiempo que se exhiben aquí muestras plásticas escandalosas, el vulgo, hecho insólito, compra las obras de Cortázar (tan luego Cortázar) y se pasea con sus libros en Torino o en subte o en colectivo" ( Sur , julio-agosto 1970). Y a su vez Crónica , un tabloide popular, comentó el 20 de diciembre de 1969: "La policía detiene a catorce extraños de pelo largo que pretendían asistir a un peligroso recital de rock". El historiador Tulio Halperín Donghi le dedicó una de sus saludables ironías: "A tres cuadras de un Jockey Club que no se resolvía a resurgir de sus cenizas, una institución que llevaba el más célebre de los nombres surgidos de la nueva burguesía industrial ejercía en el más alto nivel el arbitraje de las modernas elegancias" ( Argentina: sociedad de masas, 1967).

Durante algún tiempo (en verdad, sólo meses), viví en un departamento frente a plaza San Martín, cuyos fondos se tocaban con los del Di Tella, y por las mañanas, cuando bajaba a desayunar al café Florida Garden, que era uno de los puntos obligados de encuentro de las vanguardias, me acompañaban siempre los coros y los solos del V de Bach, que fue estrenado en algún momento de 1968 por el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales, dirigido por Alberto Ginastera.

Todo lo que hiciera el Di Tella me parecía mítico, inolvidable: las muestras de los artistas neofigurativos, los baños en los que la gente podía desahogar sus pensamientos más secretos, las obras de teatro que elegía Roberto Villanueva, las discusiones apasionadas a la salida de los estrenos y de las exposiciones, con las hordas policiales rodando siempre por allí cerca.

El Di Tella fue cerrando sus distintos centros en los primeros años de la década siguiente, casi al mismo tiempo que Primera Plana . Para mí, los dos ejes de la vanguardia argentina de hace cuatro décadas están enlazados por la única visita de Gabriel García Márquez a Buenos Aires. Es una historia que tal vez merezca ser contada en detalle.

García Márquez escribió las páginas finales de Cien años de soledad entre febrero y marzo de 1967, acosado por las deudas, sin tener siquiera dinero para sacar una copia del manuscrito. Tuvo que vender una procesadora de alimentos que era su más preciado regalo de bodas, para poder pagar el envío postal de las quinientas páginas del libro desde México a Buenos Aires. A mediados de abril, el director editorial de Sudamericana, Francisco Porrúa, me llamó por teléfono con una voz exaltada. "Tienes que venir ahora mismo a mi casa a leer un libro extraordinario", me dijo. "Es tan delirante que no sé si el autor es un genio o está completamente loco."

Llovía a cántaros. En la acera de la calle donde vivía Porrúa había algunas baldosas flojas. Al tratar de esquivarlas, me empapé. El largo pasillo que iba desde la entrada del apartamento hasta el estudio estaba alfombrado por hileras de papeles que invitaban a limpiarse los zapatos embarrados. Fue lo que hice: los pisé. Eran los originales de Cien años de soledad que Porrúa, en la excitación de la lectura, había ido dejando por el camino. Por suerte, las huellas de los zapatos no borraron ninguna de aquellas frases que los lectores de García Márquez siguen repitiendo devotamente, como si fueran plegarias.

Al amanecer del día siguiente, después de la lectura, Porrúa y yo nos pusimos de acuerdo en invitar a Buenos Aires al gran escritor. El pretexto no fue el lanzamiento de Cien años de soledad -previsto para el 10 de junio- sino un concurso de novela al que Sudamericana y el semanario Primera Plana convocaban todos los años. García Márquez iría como uno de los tres jurados.

En junio, el semanario -del que yo era jefe de redacción- dedicó su portada a Cien años de soledad , consagrándola como "la gran novela de América" con una reseña crítica que yo mismo escribí y que ha de ser la primera, cronológicamente, de las infinitas reseñas que se escribieron en el mundo. El éxito de ventas de los primeros seis días había sido inusual -ochocientos ejemplares para la obra de un desconocido-, pero se triplicó a la semana siguiente, después de la publicidad que le dio la revista. Las dos primeras ediciones -unas once mil copias en total- se agotaron en menos de un mes. Cuando García Márquez llegó a Buenos Aires, su novela llevaba ya mes y medio al tope de la lista de best sellers .

Su avión aterrizó a las dos y media de la madrugada. Porrúa y yo éramos las únicas personas que velábamos en el aeropuerto, atormentados por el frío inclemente de aquel final de invierno. Lo vimos bajar con una indescriptible chaqueta a cuadros, en la que se entretejían los rojos chillones con los azules eléctricos. Lo acompañaba una mujer bellísima, de grandes ojos orientales, que parecía la reina Nefertiti en versión de la costa colombiana. Era su esposa, Mercedes Barcha.

Los dos arrastraban un hambre atroz. Pretendían ver el sol del amanecer alzándose de la pampa infinita, junto a un fogón de carne asada. Y así fue. La luz del día nos sorprendió en un restaurant cerca del Río de la Plata, en el que García Márquez entretenía a los mesoneros con cuentos sin fin. Ni a él ni a mí se nos ha olvidado el nombre de aquella fonda, que ahora ya no existe. Se llamaba "Angelito el Insólito". Aquel amanecer, García Márquez nos dejó pasmados y agotados. Era la primera vez que Porrúa y yo veíamos el trópico en plena erupción.

García Márquez y Mercedes pasaron dos o tres días en el más injusto anonimato. Los argentinos seguían devorando su novela por millares pero habían olvidado la fotografía de la portada de Primera Plana y, por lo tanto, no lo reconocían en la calle. A la tercera mañana, sin embargo, sucedió algo extraño. La pareja estaba desayunando en un café de la avenida Santa Fe y, mientras observaba el letargo del tránsito, vio pasar a un ama de casa que volvía del mercado, con un ejemplar de Cien años de soledad humedeciéndose entre las lechugas y los tomates frescos.

Aquella misma noche fuimos al teatro. Estrenaban, en la sala del Di Tella, Los siameses , una de las mejores piezas de la dramaturga argentina Griselda Gambaro. Entramos en la sala poco antes de que se alzara el telón, con las luces aún encendidas. García Márquez y Mercedes parecían desorientados por el despliegue de pieles innecesarias y de plumas resplandecientes. Yo los seguía a tres pasos. Estaban por sentarse cuando un desconocido gritó "¡Bravo, bravo!", y empezó a aplaudir. Una mujer lo secundó: "¡Por su novela, García Márquez!". Al oír el nombre, la sala entera se puso de pie y encendió una larga ovación. En ese instante preciso, sentí que la fama bajaba del cielo y se posaba sobre los hombros del novelista, como si fuera una criatura viva.

Tres días después lo perdía de vista. Hubo que ponerle secretarias para que le filtraran las llamadas de teléfono y mudarlo de hotel para que los lectores lo dejaran descansar. La penúltima vez que me crucé con él en Buenos Aires fue para indicarle en un mapa el rincón secreto del bosque de Palermo donde podría, por fin, besar a Mercedes sin que lo interrumpieran. La última fue en el aeropuerto, cuando los dos regresaban a su casa de México, abrumados de flores. El iba cubierto por una gloria que desde entonces sería como su segunda piel.

El Di Tella regresó a su rutina, que consistía en una ruptura incesante de toda rutina. Por esos días se inauguró una muestra formidable de Julio Le Parc, que maravilló a Buenos Aires con sus joyas cinéticas, sobre las que tanto había escrito Julio Cortázar. Yo seguía yendo por las tardes al Bar-O-Bar, a cien metros del Di Tella, donde Poni Micharvegas y Jorge de la Vega cantaban para los amigos cuando tenían ganas y donde el desierto de la dictadura se desvanecía en el espejismo de una revolución cultural que creíamos eterna. Como diría Henry James, ya nunca más seríamos los que éramos.

Por Tomás Eloy Martínez

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/896009-historias-del-di-tella

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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