Teatro - Comentario
“Yo chancho y glamoroso”, que hoy presentará sus dos últimas funciones en Mendoza, no es fácil de sobrellevar. Hay que animarse a descender a los infiernos del ser humano, a riesgo de no regresar ileso. Vale el intento.
Sunday, August 28, 2005
El debut teatral de Sofía Gala fue junto a Peña en la obra ´Yo, chancho y glamoroso´, en el que la hija de Moria hizo un polémico desnudo. Foto: Archivo
Peña no se cansa de repetir: “Nadie entiende mi obra”, “esto no es tragedia, comedia, ni drama; es una montaña rusa de emociones”, “no soy un actor, yo estoy viviendo en el escenario”. Pueden parecer jactancias, pero no. Son, de hecho, claras advertencias.
“Yo chancho y glamoroso” es un ejercicio difícil. La obra es coherente con el trabajo de performer que el ezquizopéñico actor viene agitando en los teatros argentinos. Se centra en las mismas obsesiones: degeneración, amor y muerte. Insiste en hundir a la platea en el fondo del mar (y no son precisamente aguas caribeñas, es más bien un denso Riachuelo) para dejar librado al espectador una tarea nada menor: pegar o no el salto para intentar volver a la superficie.
Una familia en decadencia, compuesta por una pareja gay y dos adolescentes adoptados, quiere escapar de la miseria económica instalando en su casa un canal clandestino de televisión. La pantalla le exige a Fortunato (Matías Quinn) y Sereno (Peña), así como a sus hijos adoptivos (Sofía Gala y Juan Pablo Mirabelli), que desnuden sus almas, que mientan o que digan sus verdades en carne viva. Se deberán exponer ante las cámaras, y sólo allí aflorarán los monstruos.
La obra, escrita por su protagonista, es una fábula con moraleja y todo. A diferencia de cómo se la suele presentar, no trata sobre la televisión, ni es siquiera una crítica a ella (si se la lee con atención, puede caerse en la cuenta de que es hasta un homenaje). La mirada de Fernando Peña se detiene en esas almas sufridas y errantes que en la tarea de construir relaciones no hacen otra cosa más que destruirlas.
Sobre las tablas pasa de todo. Sí, también masturbaciones, golpes, desnudos totales, insultos... Pero ese todo es más hondo todavía: el actor tiene la habilidad de extirpar las miserias del ser argentino y, chorreadas aún de sangre, arrojarlas a la cara de su público. En la matanza caen varios: estereotipos nacionales, figuras de renombre (desde Chiche Gelblung, hasta Arnaldo André, pasando por Marley o Celeste Cid) y la dignidad de sus propias criaturas.
En ese tren agitado, es arduo terminar de hilar qué significa en realidad, para Fernando Peña, ser chancho y glamoroso a la vez. De hecho, algunos espectadores no lo soportan y se retiran del teatro ni bien comienza la carnicería y el desfile de “degeneraciones”.
La obra es densa, no porque carezca de ritmo, que lo tiene y muy bien administrado, ni porque no haga reír, que también lo hace. Es densa, precisamente, porque logra todos y cada uno de sus cometidos. Leonardo Rearte lrearte@losandes.com.ar
"Yo chancho y glamoroso"
Actúan: Fernando Peña, Sofía Gala Castiglione, Juan Pablo Mirabelli y Matías Quinn.
Lugar: Teatro Mendoza, San Juan 1437.
Últimas funciones: hoy a las 19 y a las 21.30. Entradas: $ 20, $ 25, $ 30 y $ 35.
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