Domingo | 21.04.2013 Publicado en Edición Impresa: Séptimo Día
Roberto Conte, una vida dedicada a la actividad teatral. Director y profesor de varias generaciones de actores. Sus testimonios sobre Alcón, Gené y otros grandes. Se declara “socialista, bohemio y bolichero”
Por MARCELO ORTALE
ROBERTO CONTE
“No va a morir nunca, el teatro es eterno…Tiene lo que llamo el frente a frente, la relación directa entre el actor y el espectador. Es único ese fenómeno. Cuando nació el cine decían, bueno se acabó el teatro. Y no fue así. Cuando salió la televisión, dijeron lo mismo. El teatro solo compitió con el cine y la televisión. Y el teatro sigue siendo, sigue existiendo”.
Roberto Conte pasó hace poco los 80 años de edad y hoy continúa trajinando sobre las tablas. Hace tres décadas que dirige el grupo teatral del Colegio de Abogados de La Plata. Ahora estrenarán la obra Tartufo, de Moliere. Las funciones gratuitas serán en la sede de la institución, el 4, el 11 y el 18 de mayo.
Nacido en Santa Fe el 11 de junio de 1929, tuvo una infancia económicamente ajustada. Su padre Roberto Felipe, ferroviario. Su madre, María de los Angeles Bempale. Cuando era joven quiso estudiar medicina y fue a la Universidad de Rosario. “Allí me encontraron escribiendo una leyenda contra el nacionalista Genta y me expulsaron. Asi que me volví a Santa Fe y entonces estudié Química. Me gradué, pero ya tenía el teatro en la sangre”, cuenta este hombre, casado con la bien platense Graciela Sautel, hija de un recordado dirigente de Estudiantes. Viven en un sencillo y soleado departamento cercano a la plaza Olazábal.
Fue socialista, compañero de la Universidad y amigo íntimo de quien después sería el conocido dirigente de ese partido Guillermo Estévez Boero. En muchos de los conceptos que vierte queda claro que esa ideología lo sigue acompañando.
Fue profesor en el Instituto Superior de Teatro de la Universidad Nacional de Buenos Aires, director de Teatro de la Universidad Nacional del Nordeste (Chaco), decano de la facultad de Teatro de la Universidad John Kennedy, director de la Comedia bonaerense –bajo cuya dirección los elencos obtuvieron los premios Talía y Seminario Teatral del Aire, con un jurado integrado por Edmundo Guibourg, Pablo Palant, Luis Ordaz, Jaime Potenze y Emilio Stevanovich-, director de la Escuela de Teatro de La Plata, logrando en su gestión que fuera jerarquizada a instituto superior de primera con una matrícula promedio de mil alumnos.
Conte fue además director del grupo teatral del Club Universitario, él mismo fue actor en centenares de presentaciones con distintos elencos y director de más de 150 puestas en distintos teatros del país, entre otras El Organito (teatro Cervantes); “Antígona” (Teatro complejo San Martín), “Aguafuertes porteñas”, “Réquiem para un girasol”, etc. Actuó en diversos ciclos televisivos y es también autor de varias obras teatrales. Dirigió y colaboró en publicaciones de Editorial Atlántida, Sadaic, La Razón y otros medios gráficos y radiales.
Pero la suya fue toda una vida en los escenarios. “Ese amor nació como una enfermedad, tuvo un nacimiento para mí desconocido. Una enfermedad que no tiene cura. No fue de la noche a la mañana. Fue de a poco, en realidad desde una mañana hasta el casi final de mi vida me fui enfermando de teatro”.
Pero la seriedad y, en oportunidades, el dramatismo en el discurso de Conte se ve matizado casi siempre por anécdotas muy graciosas. Como la que cuenta siempre para explicar de otra manera su primera relación por el teatro. “Yo tendría unos 16 años y vi pasar por las veredas de Santa Fe a una chica preciosa. Y qué iba a hacer… la seguí. La seguí hasta que ella hizo una cola. Y yo me quedé en la cola, hasta que me di cuenta que ella se anotaba en un grupo de teatro de una unidad básica peronista. Yo era socialista, imagínese. Pero no importa. Me anoté igual...”. La historia termina así: con la chica no prosperó ninguna relación “y del teatro me hice su amante para siempre”.
Usted pudo vivir su juventud acompañado por los grandes escritores y artistas que en esos años había en Santa Fe
“Así es, fue un momento histórico muy importante para mi ciudad, para la provincia. Fui de la misma generación y muy amigo de Miguel Brascó, antes un gran poeta y ahora el mejor somelier del país. Estaban también Ariel Ramírez, Paco Urondo, el poeta José Pedroni, el escritor Gudiño Kramer y su hijo el novelista Gudiño Kieffer y gente de teatro como José María Paolantonio y Carlos Páez.
¿Y cómo se arrimó al teatro usted?
“En ese entonces llegó a Santa Fe esa gran figura que fue Oscar Fessler, que creó la Escuela de Teatro. Allí empecé a aprender con mayor profundidad de qué se trataba el fenómeno teatral. Es claro que yo venía influenciado, porque de chiquito mi madre me llevaba al Teatro Municipal y allí tuve las primeras percepciones: me deslumbró ver cómo se abría y cerraba el telón, la pana de las butacas. Después, bastante después, vendrían los años iniciales de la famosa unidad básica, pero mis amigos actores que trabajaban en la Alianza Francesa me decían qué hacés ahí, venite con nosotros. Bueno, entre que me sentí tentado a aprender otras técnicas y mi militancia socialista… me fui de la unidad básica y empecé a conocer otras realidades teatrales”.
¿Cómo fue que llegó a La Plata?
“Bueno, de Santa Fe me fui primero a la capital federal, llevado por Fessler que me hizo nombrar como profesor en la Universidad nacional. Pero mi relación con La Plata se debe a Pipe Herscovich, que me llamó para que dirigiera una obra en el Teatro Opera.
Siempre lo dije: respiré el aroma de los tilos, me junté con amigos, conocí personajes maravillosos de esta ciudad y saqué carta de ciudadanía platense. Allí fue cuando me nombraron director de la Comedia provincial”.
¿Con quiénes hizo amistad en La Plata, con quiénes trabajó?
“Con tantos… Muchos amigos de esos los fui perdiendo, el Bocho Peñalva, Julio Centeno, Pablo Monsalvat. Ojalá hicieran una edición celestial de esta entrevista, así la pueden leer ellos… Pero bueno, trabajé con otro gran amigo, Ricardo Gil Soria, y con muchos otros…”
Muchos definen al teatro como un moribundo crónico… ¿Cómo se encuentra el teatro en esta época? ¿Hay grupos independientes activos en La Plata?
“Le voy a contestar con un chiste de Bernard Shaw. Una vez le hicieron una pregunta parecida a esta. ¿Está en decadencia el teatro?, le preguntaron. Y él contestó: “mire, Sófocles se ha muerto… Shakespeare se ha muerto… Moliere se ha muerto… Y últimamente yo no ando nada bien…”. Le completo la respuesta: si, hay actividad teatral en La Plata. Hay grupos actuales, bien formados, pero, claro, supeditados a las circunstancias. A veces digo: cuando está mal el todo, el teatro no puede eludir el todo…”.
¿Qué le enseñó el teatro a usted?
“Me enseñó que el amor por la actuación es más importante que la actuación. Vea, yo admiro profundamente a Alfredo Alcón y a Juan Carlos Gené. ¿Sabe por qué? Porque ideológicamente ellos vivieron para el teatro y no del teatro. Los dos tuvieron una importante conducta teatral. Es más importante ser una buena persona que un buen actor. Los grandes actores son genios, hay muy pocos. Digo también que los seres humanos nos hemos puesto muy difíciles. Ahora no hay adversarios como antes, ahora son todos enemigos. Fessler me enseñó que antes que la técnica teatral hay que enseñar el amor por el teatro y el amor por el otro. Hay que empezar por lo que a uno le gusta, no empezar por lo que a uno le desagrada. El secreto de la vida es encontrar primero lo mejor y, si lo conseguimos, seremos mucho más felices”.
¿Usted vivió económicamente del teatro?
“En general, no. Hace años vendía balanceadores para ruedas de automóvil. Cuando vendía tres balanceadores por mes, ya podía dedicarme al teatro… Pero claro, siempre tuve la cátedra en la Universidad de Buenos Aires y de allí me jubilé hace mucho”.
¿Y usted qué le dio al teatro?
“Todos los que hacemos teatro le dedicamos lo mejor de nuestro cansancio”.
De acuerdo a su experiencia, ¿cuál sería el secreto de la vida?
“Hacer lo que te gusta. Si no hacés lo que te gusta, te morís. Yo iré ahora al ensayo de Tartufo en el Colegio de Abogados y después nos iremos a un buen boliche a comer con mi señora y nuestros amigos. Soy socialista, bohemio y bolichero. El secreto es tener ganas de hacer eso que te gusta. En mi caso, es mi certificado de supervivencia. Sé que estoy vivo porque tengo ganas de hacer teatro. Si no tuviera esas ganas, la artrosis me ganaría por nocaut…”.
***
Sobre la mesa del living Conte baraja un cúmulo de recortes, críticas y entrevistas que lo acompañaron en estas décadas. Hay fotos suyas vestido con los mil trajes del teatro, de los elencos que dirigió, de los amigos que se fueron y que no olvida. Todo es dinámica y sonrisa permanentes en este hombre criado en los escenarios. Con el fotógrafo, Alex Meckert, debaten dónde será mejor sacar la fotografía. Se le elogia a Conte su dinamismo. ¿Qué hace para estar así… camina mucho? Y Conte responde: “No, no camino nada. Si caminar hiciera bien, los carteros serían inmortales…”.
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