Miguel Ángel Solá
Miguel Angel Solá está radicado en España desde mediados de los ’90 junto a su mujer, Blanca Oteyza.
Miguel Angel Solá está radicado en España desde mediados de los ’90 junto a su mujer, Blanca Oteyza.
19-09-2009 / Luego de 15 años volvió a la TV argentina con la serie "Bruno Sierra, el nombre de la ley". Aquí repasa su carrera en España, la distancia, su relación con el medio y con el país.
Por Horacio Marmurek
Periodista
- La reacción del público argentino frente a la emisión de UCO fue de una gran alegría por volver a encontrarlo en la pantalla. Aquí la serie se llama "Bruno Sierra, el rostro de la ley". ¿Cómo se sintió cuando se enteró de su estreno en la televisión pública y frente a la respuesta de la gente?
–La verdad es que tenía muy pocas esperanzas de que alguno de todos los trabajos que hice aquí, se estrenara en la Argentina; porque en toda esta ausencia no se me ha pasado mucha bola. Tal vez por petulancia me crea merecedor de algo que no llega; pero no puedo evitar sentir que ha sido un demasiado ignorarme. De todos modos, no dejo de ser un actor argentino, y, aunque no interese a los supuestos míos, represento una forma de trabajo gestada en Argentina. Y no dejo de ser un argentino que cosecha buenas críticas y gana premios en China, en Alemania o en Estados Unidos, aunque la bandera de la peli o de la serie sea española. Quizás algo de todo esto movió a Tristán Bauer a intentarlo conmigo en el canal de todos, el cada vez más pequeño canal de todos. Desde el ’95 al 2009 es un trecho, pero, alguien tuvo las ganas y ¡ahí estoy! Y lo agradezco. Al menos, algún menor de treinta y cinco años me conocerá por algo.
–Estuvo hace poco en el país después de un largo tiempo filmando una película, Corredor nocturno, que se estrenaría en octubre. ¿Cómo encontró al país?
–Hubiera preferido que me preguntara sobre la película. Con respecto a su pregunta, tengo otra: ¿alguien allí está contento con nuestros últimos 50 años de vida? Sé que a todos aquellos que han acumulado prebendas, dinero, poder e impunidad, les van a brillar los dientes y los ojos al decir ¡sí!; pero la pregunta no es para ellos, los virtuales. Pregunto a la gente real, a esa mayoría empujada a la derrota ética, moral, vital; a los que se les ha destrozado la capacidad y la alegría a fuerza de engaño; a los que no tienen cómo ejemplificarles a sus hijos que trabajar y estudiar y compartir el tiempo sintiendo y pensando un país es construir un país; y que construir es la única manera de amarlo con pruebas... Sólo a ellos, que espero lean Miradas al Sur, les pregunto: ¿piensan realmente que el país es algo, y que el plan “país” involucra a los argentinos decentes, en los últimos cincuenta o sesenta años de vida, que son los mismos que los míos? Pregunta larga, pero muy corta ante la verdad del país. Respuesta corta la mía: yo siempre lo encuentro igual, previsiblemente igual, absurdamente igual.
–Después de tanto tiempo en España hay todavía en la gente una sorpresa por su mudanza, un estupor producto de su decisión, que se agravó con el accidente que sufrió, fue como si en ese momento se hubiesen enterado de su ausencia. ¿Que le produce hoy el interés de una sociedad que pudo no haberse dado cuenta en un principio que usted se había alejado?
–Discúlpeme, amigo: quizás usted palpa en la gente un interés hacia mí que yo sólo atribuyo al haber salido en la tele. Pero yo me voy de la tele y vuelvo a no existir. Los que quedan siempre son los de siempre, no yo, desde que tengo uso de razón. Por lo pronto, para su estadística: desde 1983 (Compromiso) no trabajo en Canal 13 (Volver me deja ver en cosas antiguas, aunque jamás me haya pagado un centavo por usarme); nunca trabajé en Canal 2; en Canal 11 sólo en cinco oportunidades (unitarios de Alejandro Doria. Cinco horas en ¿30 años del 11?); en Canal 9 hice tres ciclos: Nosotros y los Miedos, El oro y el barro y Leandro Leiva (con muchos problemas para cobrar, juicio de tres años incluido; costumbres de Alejandro Romay que vaya a saber por qué, sabiéndolas, todos callan); en Canal 7 viví mi más bonita aventura que duró cuatro meses: Cartas de amor en casetes, que fue muy querida y vista, pero no nos renovaron, y, antes, un buen ciclo con Oscar Barney Fynn: Luces y Sombras. Y esa es toda mi historia en la televisión argentina desde que apareció el color. Sobre 1.500.000 horas posibles en todos los canales de televisión, yo he ocupado 280 en la vida de los argentinos. No soy muy representativo de nada. Me ha costado ganarme la vida en mi país. Y ya, al final, mi trabajo estaba muy condicionado, y mi vida y la de mi familia también. Los únicos que podían interesarse realmente en mí y en qué pasaba conmigo –y decíselo a esos que se enteraron ocho años después de que no estaba allí– decidieron ignorarme mucho antes, o jugarme malas pasadas, o callar corporativamente la mala leche que algunos de sus colegas de carnet me regalaban. No he sido nunca lo suficientemente importante, ni siquiera lo suficientemente argentino para los argentinos al estilo argentino predominante. Soy un bostero de corazón que admira con la cabeza la escuela de River; me emociona Riquelme no Maradona, pero mucho más me emociona Alcón; quiero a uruguayos y brasileños; creo en el estudio y en el trabajo; no soy rehén de la droga ni del alcohol; no me divierten los simpáticos de mierda ni he esperado jamás que sangrara algún culo en mi beneficio. Y, por si queda alguien sin desilusionar, una ayudita más: no soy peronista, ni comunista, ni radical, ni de derecha, ni de izquierda, ni chupamedias, ni hago publicidad.
–Cuando nos comunicamos anteriormente lo había encontrado a la vuelta de unas vacaciones después de, cito, “un año durísimo de trabajo”. ¿En qué consistió ese trabajo? ¿Teatro y televisión? ¿Cine?
–A la segunda parte de Desaparecida, me refería. Trece horas diarias de interiores o exteriores, más cuatro de corrección de guiones, más estudiar, y todo agravado porque los estudios no estaban en condiciones: invierno a 0º y verano a 35º. El corredor nocturno, en cambio, más que un trabajo fue placer. Y lo hicimos intensa, solidaria y creativamente, y con una enorme ilusión. Llevaba mucho tiempo alejado del cine por hartazgo. Herrero, con su don de gente y su obsesión por hacerlo bien, y todos mis compañeros de trabajo, actores y técnicos casi en su totalidad argentinos –Leo a la cabeza–, me devolvieron las ganas de jugar un rato.
–Tanto en España como en Argentina existen conglomerados de medios de importante poder. ¿Cómo a su criterio marcan la agenda de las personas, sus gustos y sus posibilidades? Lo digo en referencia a un articulo donde usted habla de la poca relevancia que les dieron a los premios que gano la serie UCO pero sí a la caída de un cabello de Brad Pitt.
–¿Les tengo que contar a ustedes, periodistas, los más acorralados por éstos sujetos, que la fabulosa profesión que eligieron para expresarse, ideada para defender la vida, se ha repleto de carnets que autorizan a agentes políticos y empresariales a simular ser periodistas, y, a pudrir la vida como se les canta? ¿Tengo que decirlo yo? Lo que se decide publicar habla de cada uno. Y quizás un cabello de Brad Pitt, para un virtual, exceda el valor de toda mi vida, pero, los reales, sabemos más de lo que sabemos que sabemos, ¿o no?
–Esos multimedios que crecen en todos los países les quitan espacio a diferentes propuestas. Con El diario de Adán y Eva en Argentina y España emprendió una gira permanente por las ciudades y pueblos que lo acercaba al publico. ¿Esa es una alternativa? ¿O se puede modificar la coyuntura actual?
–El Diario... dio ilusión a 1.387.000 espectadores; ganó 36 premios, tuvo 42 nominaciones, sobrepasó las 2400 funciones, tuvo más de cien críticas en las que los críticos, que no suelen hacerlo, se peleaban por hacer poesía, estuvo diez años en cartel (cinco y tres meses allá, y cuatro y medio aquí), y tenía programada una gira por Estados Unidos (todo el circuito universitario y veintiún días en Nueva York; quince en Londres; quince en París y diez en Roma); dos años más por territorio español, y otro más en Madrid, que se interrumpió por mi accidente. Todo llevado adelante por tres chichipíos (González Gil, Oteyza y Solá), sin dinero ni poder, y a los que aquí auspició la embajada del Uruguay, a falta de ganas argentinas. Ustedes saben muy bien que lo que no es tenido en cuenta no modifica nada, porque no es ejemplo de nada. Yo me pregunto –desde mi petulancia–, ¿el que todo eso no haya sido objeto de curiosidad, de alegría, y de generosidad de espacio por parte de la prensa argentina, qué es? No hay respuesta. Bah, la nuestra, que, como siempre, supimos llevarnos a la boca el buen pan, que no depende más que de quien lo busca y de quien quiere saborearlo. De algo hay que vivir, sí, pero si ese de algo es excelencia, la vida se completa, aunque no provoque titulares como la alopecia que comienza por un pelo y de la que se habla hasta que cae el último, si se es Brad Pitt.
–En la Argentina no suele haber una tradición de ficciones policiales porque se suele decir que la huella de las distintas dictaduras dejaron poca simpatía por la policía. ¿Cómo se encara una interpretación como la de Bruno Sierra en España?
–Allá, la excusa servirá siempre para no apoyar al policía decente, o al militar decente, o al gendarme decente, porque no se cree que lo haya. Se prefiere la indecencia generalizada porque, de esa manera, todo es una masa amorfa de secretismo, intolerancia, corporativismo, mentiras y miedo para que ganen los peores. Aquí, el último recuerdo que se tiene de la Guardia Civil franquista (cuarenta años de dictadura sin interrupción) –recuerdo repetido hasta la saciedad por los medios de comunicación de toda España, para que nadie olvide, hasta hoy–, es el de Tejero –ese patético bosquimano, coronel de la Benemérita– entrando a los tiros en el Congreso del gobierno democrático de Adolfo Suárez. Con eso, solamente, la Guardia Civil podría haber quedado desquiciada de por vida para la democracia. Pero no, porque tuvieron el coraje de cambiar, y asumir el haber sido herramienta de la mentalidad perversa de un ejército de ocupación, y revertir. Y, en estos últimos veinte años, ponerse al servicio de la Constitución sin restricciones. Responde a su mando natural: el poder civil. Y se podrán mover en las sombras los poderes que quieran, pero Tejero sigue en la cárcel, y algún otro responsable también. Y no se los encarceló treinta años después, sino al instante. Y no se los premió, ni se los premiará con una intendencia, ¿necesito agregar algo más?
–Usted proviene de una familia de actores, está casado con una actriz. ¿Espera que sus hijas también continúen la tradición? ¿O cree que hoy los tiempos cambiaron y ya la profesión no es la misma?
–Me encantaría que fueran actrices, pero es a ellas a quienes tiene que encantarle ser actrices, o directoras, o escritoras, o escenógrafas, o técnicas, todo es bello si se elige. El mundo cambia, y es verdad que la profesión no es la misma, pero la vocación sí lo es. Y este mundo es el único en el que van a vivir, no hay otro.
–¿Hay en el actor una necesidad de conectar con el público? ¿Cómo se logra más, en teatro, televisión, cine, radio?
–De todas las maneras posibles. Todo esto no tiene explicación, aunque lo justifique su inexplicable belleza.
–Aquí usted realizó un gran programa de radio Cartas que vienen y van y El diario... tenía también una impronta radial. ¿Qué lugar tiene para usted la radio y cuál es el que le cabe en estos momentos?
–Para mí, la radio es el más maravilloso comunicador a escala humana del siglo veinte. Desdichadamente no tengo ningún lugar en ella, porque la ficción fue desterrada de la radio de todo el mundo por la charla amena, y por la opinión interesada, y por la parcialidad política, y por la omnipresencia del negociado del fútbol al que llaman deporte, y por la venta de carne, “fulana se acuesta con tal, y tal se acuesta con mengana, que a su vez se acostó, o se acostará en breve con... estaremos atentos...” Fuimos la primera radio del mundo en tiempo y contenido. Unimos un país de 3.000.000 de kilómetros cuadrados y diez millones de habitantes gracias a la radio. Gran parte de eso se debió a la ficción. Como premio: actores, directores, guionistas, técnicos: fuera, a la calle. Que pasen los agentes políticos y empresariales, las pelotas y las camas, que es lo que la gente pide, según el rating, el marketing, el merchandising y la concha de las vacas que los han parido, aunque quede la duda.
–En sus más de 50 películas usted ha interpretado a Borges, a Mazza, como verídicos, a la vez que a una buena cantidad de hombres de todos los talantes. ¿Hay alguno que le quede pendiente?
–El que nunca me ofrecieron hacer. El próximo, supongo.
–De vuelta de las vacaciones empieza seguramente el año laboral. Todos los que siguieron a Bruno Sierra en la Argentina se preguntan si habrá más casos policiales.
–No. No hubo acuerdo entre productora y canal. Para mí es un palo, pero, soy joven, tengo tiempo.
–Finalmente, y no debe ser la primera vez que se lo preguntan: ¿Qué le queda de Argentina, que ya no tiene y si cree que en algún momento podría volver al país?
–Me quedan todas sus maravillas y su desolación pavorosa, mezcladas. Mi trabajo es separar, para no ser injusto, ni ingenuo. De todos modos, mi país es infinitamente más que yo en cada sensación. Y no hablo de los argentinos, que están en la cancha pero sin reglas de juego; hablo de un espíritu que retornará indomable, que romperá las barreras de la pesadilla, del embrutecimiento, del nuevorriquismo, del cirujeo antiestético, del abanderamiento con la grasa, de la pesadilla del tener, del orgullo mediocre, del concurso para pasar la noche con su ídolo... Aunque quizás esto ya no sea así, y forme parte del oscuro pasado, y yo esté hablando por el reflejo de lo que vivía al decidir irme; y, al volver al sur, el mes que viene, para el estreno de El corredor nocturno, todo haya cambiado....
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=58699
Periodista
- La reacción del público argentino frente a la emisión de UCO fue de una gran alegría por volver a encontrarlo en la pantalla. Aquí la serie se llama "Bruno Sierra, el rostro de la ley". ¿Cómo se sintió cuando se enteró de su estreno en la televisión pública y frente a la respuesta de la gente?
–La verdad es que tenía muy pocas esperanzas de que alguno de todos los trabajos que hice aquí, se estrenara en la Argentina; porque en toda esta ausencia no se me ha pasado mucha bola. Tal vez por petulancia me crea merecedor de algo que no llega; pero no puedo evitar sentir que ha sido un demasiado ignorarme. De todos modos, no dejo de ser un actor argentino, y, aunque no interese a los supuestos míos, represento una forma de trabajo gestada en Argentina. Y no dejo de ser un argentino que cosecha buenas críticas y gana premios en China, en Alemania o en Estados Unidos, aunque la bandera de la peli o de la serie sea española. Quizás algo de todo esto movió a Tristán Bauer a intentarlo conmigo en el canal de todos, el cada vez más pequeño canal de todos. Desde el ’95 al 2009 es un trecho, pero, alguien tuvo las ganas y ¡ahí estoy! Y lo agradezco. Al menos, algún menor de treinta y cinco años me conocerá por algo.
–Estuvo hace poco en el país después de un largo tiempo filmando una película, Corredor nocturno, que se estrenaría en octubre. ¿Cómo encontró al país?
–Hubiera preferido que me preguntara sobre la película. Con respecto a su pregunta, tengo otra: ¿alguien allí está contento con nuestros últimos 50 años de vida? Sé que a todos aquellos que han acumulado prebendas, dinero, poder e impunidad, les van a brillar los dientes y los ojos al decir ¡sí!; pero la pregunta no es para ellos, los virtuales. Pregunto a la gente real, a esa mayoría empujada a la derrota ética, moral, vital; a los que se les ha destrozado la capacidad y la alegría a fuerza de engaño; a los que no tienen cómo ejemplificarles a sus hijos que trabajar y estudiar y compartir el tiempo sintiendo y pensando un país es construir un país; y que construir es la única manera de amarlo con pruebas... Sólo a ellos, que espero lean Miradas al Sur, les pregunto: ¿piensan realmente que el país es algo, y que el plan “país” involucra a los argentinos decentes, en los últimos cincuenta o sesenta años de vida, que son los mismos que los míos? Pregunta larga, pero muy corta ante la verdad del país. Respuesta corta la mía: yo siempre lo encuentro igual, previsiblemente igual, absurdamente igual.
–Después de tanto tiempo en España hay todavía en la gente una sorpresa por su mudanza, un estupor producto de su decisión, que se agravó con el accidente que sufrió, fue como si en ese momento se hubiesen enterado de su ausencia. ¿Que le produce hoy el interés de una sociedad que pudo no haberse dado cuenta en un principio que usted se había alejado?
–Discúlpeme, amigo: quizás usted palpa en la gente un interés hacia mí que yo sólo atribuyo al haber salido en la tele. Pero yo me voy de la tele y vuelvo a no existir. Los que quedan siempre son los de siempre, no yo, desde que tengo uso de razón. Por lo pronto, para su estadística: desde 1983 (Compromiso) no trabajo en Canal 13 (Volver me deja ver en cosas antiguas, aunque jamás me haya pagado un centavo por usarme); nunca trabajé en Canal 2; en Canal 11 sólo en cinco oportunidades (unitarios de Alejandro Doria. Cinco horas en ¿30 años del 11?); en Canal 9 hice tres ciclos: Nosotros y los Miedos, El oro y el barro y Leandro Leiva (con muchos problemas para cobrar, juicio de tres años incluido; costumbres de Alejandro Romay que vaya a saber por qué, sabiéndolas, todos callan); en Canal 7 viví mi más bonita aventura que duró cuatro meses: Cartas de amor en casetes, que fue muy querida y vista, pero no nos renovaron, y, antes, un buen ciclo con Oscar Barney Fynn: Luces y Sombras. Y esa es toda mi historia en la televisión argentina desde que apareció el color. Sobre 1.500.000 horas posibles en todos los canales de televisión, yo he ocupado 280 en la vida de los argentinos. No soy muy representativo de nada. Me ha costado ganarme la vida en mi país. Y ya, al final, mi trabajo estaba muy condicionado, y mi vida y la de mi familia también. Los únicos que podían interesarse realmente en mí y en qué pasaba conmigo –y decíselo a esos que se enteraron ocho años después de que no estaba allí– decidieron ignorarme mucho antes, o jugarme malas pasadas, o callar corporativamente la mala leche que algunos de sus colegas de carnet me regalaban. No he sido nunca lo suficientemente importante, ni siquiera lo suficientemente argentino para los argentinos al estilo argentino predominante. Soy un bostero de corazón que admira con la cabeza la escuela de River; me emociona Riquelme no Maradona, pero mucho más me emociona Alcón; quiero a uruguayos y brasileños; creo en el estudio y en el trabajo; no soy rehén de la droga ni del alcohol; no me divierten los simpáticos de mierda ni he esperado jamás que sangrara algún culo en mi beneficio. Y, por si queda alguien sin desilusionar, una ayudita más: no soy peronista, ni comunista, ni radical, ni de derecha, ni de izquierda, ni chupamedias, ni hago publicidad.
–Cuando nos comunicamos anteriormente lo había encontrado a la vuelta de unas vacaciones después de, cito, “un año durísimo de trabajo”. ¿En qué consistió ese trabajo? ¿Teatro y televisión? ¿Cine?
–A la segunda parte de Desaparecida, me refería. Trece horas diarias de interiores o exteriores, más cuatro de corrección de guiones, más estudiar, y todo agravado porque los estudios no estaban en condiciones: invierno a 0º y verano a 35º. El corredor nocturno, en cambio, más que un trabajo fue placer. Y lo hicimos intensa, solidaria y creativamente, y con una enorme ilusión. Llevaba mucho tiempo alejado del cine por hartazgo. Herrero, con su don de gente y su obsesión por hacerlo bien, y todos mis compañeros de trabajo, actores y técnicos casi en su totalidad argentinos –Leo a la cabeza–, me devolvieron las ganas de jugar un rato.
–Tanto en España como en Argentina existen conglomerados de medios de importante poder. ¿Cómo a su criterio marcan la agenda de las personas, sus gustos y sus posibilidades? Lo digo en referencia a un articulo donde usted habla de la poca relevancia que les dieron a los premios que gano la serie UCO pero sí a la caída de un cabello de Brad Pitt.
–¿Les tengo que contar a ustedes, periodistas, los más acorralados por éstos sujetos, que la fabulosa profesión que eligieron para expresarse, ideada para defender la vida, se ha repleto de carnets que autorizan a agentes políticos y empresariales a simular ser periodistas, y, a pudrir la vida como se les canta? ¿Tengo que decirlo yo? Lo que se decide publicar habla de cada uno. Y quizás un cabello de Brad Pitt, para un virtual, exceda el valor de toda mi vida, pero, los reales, sabemos más de lo que sabemos que sabemos, ¿o no?
–Esos multimedios que crecen en todos los países les quitan espacio a diferentes propuestas. Con El diario de Adán y Eva en Argentina y España emprendió una gira permanente por las ciudades y pueblos que lo acercaba al publico. ¿Esa es una alternativa? ¿O se puede modificar la coyuntura actual?
–El Diario... dio ilusión a 1.387.000 espectadores; ganó 36 premios, tuvo 42 nominaciones, sobrepasó las 2400 funciones, tuvo más de cien críticas en las que los críticos, que no suelen hacerlo, se peleaban por hacer poesía, estuvo diez años en cartel (cinco y tres meses allá, y cuatro y medio aquí), y tenía programada una gira por Estados Unidos (todo el circuito universitario y veintiún días en Nueva York; quince en Londres; quince en París y diez en Roma); dos años más por territorio español, y otro más en Madrid, que se interrumpió por mi accidente. Todo llevado adelante por tres chichipíos (González Gil, Oteyza y Solá), sin dinero ni poder, y a los que aquí auspició la embajada del Uruguay, a falta de ganas argentinas. Ustedes saben muy bien que lo que no es tenido en cuenta no modifica nada, porque no es ejemplo de nada. Yo me pregunto –desde mi petulancia–, ¿el que todo eso no haya sido objeto de curiosidad, de alegría, y de generosidad de espacio por parte de la prensa argentina, qué es? No hay respuesta. Bah, la nuestra, que, como siempre, supimos llevarnos a la boca el buen pan, que no depende más que de quien lo busca y de quien quiere saborearlo. De algo hay que vivir, sí, pero si ese de algo es excelencia, la vida se completa, aunque no provoque titulares como la alopecia que comienza por un pelo y de la que se habla hasta que cae el último, si se es Brad Pitt.
–En la Argentina no suele haber una tradición de ficciones policiales porque se suele decir que la huella de las distintas dictaduras dejaron poca simpatía por la policía. ¿Cómo se encara una interpretación como la de Bruno Sierra en España?
–Allá, la excusa servirá siempre para no apoyar al policía decente, o al militar decente, o al gendarme decente, porque no se cree que lo haya. Se prefiere la indecencia generalizada porque, de esa manera, todo es una masa amorfa de secretismo, intolerancia, corporativismo, mentiras y miedo para que ganen los peores. Aquí, el último recuerdo que se tiene de la Guardia Civil franquista (cuarenta años de dictadura sin interrupción) –recuerdo repetido hasta la saciedad por los medios de comunicación de toda España, para que nadie olvide, hasta hoy–, es el de Tejero –ese patético bosquimano, coronel de la Benemérita– entrando a los tiros en el Congreso del gobierno democrático de Adolfo Suárez. Con eso, solamente, la Guardia Civil podría haber quedado desquiciada de por vida para la democracia. Pero no, porque tuvieron el coraje de cambiar, y asumir el haber sido herramienta de la mentalidad perversa de un ejército de ocupación, y revertir. Y, en estos últimos veinte años, ponerse al servicio de la Constitución sin restricciones. Responde a su mando natural: el poder civil. Y se podrán mover en las sombras los poderes que quieran, pero Tejero sigue en la cárcel, y algún otro responsable también. Y no se los encarceló treinta años después, sino al instante. Y no se los premió, ni se los premiará con una intendencia, ¿necesito agregar algo más?
–Usted proviene de una familia de actores, está casado con una actriz. ¿Espera que sus hijas también continúen la tradición? ¿O cree que hoy los tiempos cambiaron y ya la profesión no es la misma?
–Me encantaría que fueran actrices, pero es a ellas a quienes tiene que encantarle ser actrices, o directoras, o escritoras, o escenógrafas, o técnicas, todo es bello si se elige. El mundo cambia, y es verdad que la profesión no es la misma, pero la vocación sí lo es. Y este mundo es el único en el que van a vivir, no hay otro.
–¿Hay en el actor una necesidad de conectar con el público? ¿Cómo se logra más, en teatro, televisión, cine, radio?
–De todas las maneras posibles. Todo esto no tiene explicación, aunque lo justifique su inexplicable belleza.
–Aquí usted realizó un gran programa de radio Cartas que vienen y van y El diario... tenía también una impronta radial. ¿Qué lugar tiene para usted la radio y cuál es el que le cabe en estos momentos?
–Para mí, la radio es el más maravilloso comunicador a escala humana del siglo veinte. Desdichadamente no tengo ningún lugar en ella, porque la ficción fue desterrada de la radio de todo el mundo por la charla amena, y por la opinión interesada, y por la parcialidad política, y por la omnipresencia del negociado del fútbol al que llaman deporte, y por la venta de carne, “fulana se acuesta con tal, y tal se acuesta con mengana, que a su vez se acostó, o se acostará en breve con... estaremos atentos...” Fuimos la primera radio del mundo en tiempo y contenido. Unimos un país de 3.000.000 de kilómetros cuadrados y diez millones de habitantes gracias a la radio. Gran parte de eso se debió a la ficción. Como premio: actores, directores, guionistas, técnicos: fuera, a la calle. Que pasen los agentes políticos y empresariales, las pelotas y las camas, que es lo que la gente pide, según el rating, el marketing, el merchandising y la concha de las vacas que los han parido, aunque quede la duda.
–En sus más de 50 películas usted ha interpretado a Borges, a Mazza, como verídicos, a la vez que a una buena cantidad de hombres de todos los talantes. ¿Hay alguno que le quede pendiente?
–El que nunca me ofrecieron hacer. El próximo, supongo.
–De vuelta de las vacaciones empieza seguramente el año laboral. Todos los que siguieron a Bruno Sierra en la Argentina se preguntan si habrá más casos policiales.
–No. No hubo acuerdo entre productora y canal. Para mí es un palo, pero, soy joven, tengo tiempo.
–Finalmente, y no debe ser la primera vez que se lo preguntan: ¿Qué le queda de Argentina, que ya no tiene y si cree que en algún momento podría volver al país?
–Me quedan todas sus maravillas y su desolación pavorosa, mezcladas. Mi trabajo es separar, para no ser injusto, ni ingenuo. De todos modos, mi país es infinitamente más que yo en cada sensación. Y no hablo de los argentinos, que están en la cancha pero sin reglas de juego; hablo de un espíritu que retornará indomable, que romperá las barreras de la pesadilla, del embrutecimiento, del nuevorriquismo, del cirujeo antiestético, del abanderamiento con la grasa, de la pesadilla del tener, del orgullo mediocre, del concurso para pasar la noche con su ídolo... Aunque quizás esto ya no sea así, y forme parte del oscuro pasado, y yo esté hablando por el reflejo de lo que vivía al decidir irme; y, al volver al sur, el mes que viene, para el estreno de El corredor nocturno, todo haya cambiado....
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=58699
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