Edición 1706 | 4 de Septiembre del 2009
Titiritera, directora de teatro y regisseur, estudió Ciencias Políticas y fue vicedirectora del Cervantes. Bioy Casares y sueños
Por Fernanda Sandez
Por Fernanda Sandez
La casa tiene aires de cuento. Tiempos de cuento. Cuando llegamos, Buenos Aires naufragaba bajo una de las peores tormentas de los últimos años y, sin embargo, adentro ya había un hogar encendido, un té recién hecho, muffins de chocolate, sillones aterciopelados y una anfitriona tan irreal como el resto del entorno. Eva Halac se mueve como una adolescente, pero razona en voz alta con una voz antigua. Cada palabra suya lamenta, en algún punto, no haber nacido en algún otro tiempo. En el Renacimiento y en Florencia, por caso, sólo para poder cruzarse con Leonardo Da Vinci al que no sólo le dedicó una obra actuada íntegramente por títeres (“La divina pintura”) sino que cita cada vez que puede.
Eva, que acaba de reponer “El ruiseñor” en La Manzana de las Luces, tiene obsesión por los muñecos, por el universo que instalan a su alrededor. Esta casa es, de hecho, el reino silencioso de estos seres con tanto de insecto, de cosa muerta y viva a la vez, sostenida por varillas como una mantis debajo del cristal. Eva dice no temerles ni un poco. “Me crié con ellos. Cuando yo era chica mi madre, que es titiritera, tenía un teatro de títeres en mi casa, en Caballito”, aclara.
Noticias: ¿Para quién? ¿Para ustedes?
Eva Halac: Para ella, para los vecinos, para los amigos. Mi mamá hacía muchas tertulias en mi casa e invitaba a mucha gente. Tocaba el piano y había mucho de esa fiesta tan nuestra, tan porteña, que yo creo que ya se perdió. Hablo de esa reunión a la que se invitaba a cualquiera, sin discriminación.
Noticias: Yo pensaba que la tertulia era un mito porteño...
Halac: No, eso existió. Yo lo vi. Venía todo el mundo, y todo el mundo quería venir: Javier Villafañe, Sergio de Cecco, escritores, actores, y los títeres, claro. Yo empecé a los 6 años, con mi hermano y con sus amigos, haciendo “El caballero de la mano de fuego”. Tocábamos todos los timbres del barrio y venía toda la gente que quería. Poníamos sillas, almohadones en el piso y listo.
Noticias: ¿Y a los 6 años ya tenía el pelo rojo y electrizado? (foto con Ricardo Halac, su padre y su hermano)
Halac: Y, sí... pero era muy tímida. Yo siempre pienso que el teatro de títeres me sirvió para esconderme detrás de los muñecos. Porque los títeres te pierden. Tienen algo de la pintura, de la plástica o de la música, que al ser artes más abstractas te pierden, te obligan a trabajar mucho con la intuición.
Noticias: Es que vienen con mundo incorporado...
Halac: Tal cual. Tienen un mundo distinto. “De geometrías distintas”, como diría Lovecraft. Son mundos propios, los suyos. De todas maneras, siempre creás mundos propios. Uno siempre se parece un poco al cabalista que buscaba la cifra. Uno siempre está buscando el número de oro. Aparece muy cada tanto y el trabajo es espantoso, de monje absurdo. Es un trabajo de alquimia. Pero uno siempre lo busca, y por los mismos lados. Por eso hay patrones que se repiten, cosas que vuelven, imágenes que remiten a ciertos rituales. Los desfiles, las cenas, los bailes de salón.
Noticias: Alguna vez dijo amar las fiestas.
Halac: Sí, absolutamente. Las puestas, todas esas imágenes me fascinan. Tanto que “Ansia”, una obra escrita por mí, trabajaba justamente sobre el comportamiento de las personas en las reuniones sociales.
Noticias: ¿Algo así como la “Conducta en los velorios”, el cuento de Cortázar?
Halac: Más o menos, porque lo que más me interesa son las actitudes naturales que surgen en esos momentos. La combinación entre lo que marca el patrón de conducta y lo humano que se cuela. Eso, sumado a la cantidad de accesorios que aparecen en esos momentos. El accesorio como rasgo de civilización es muy potente. Yo a veces pienso que en las naves espaciales, como cápsulas del tiempo, deberían mandarse nada más que los accesorios.
Noticias: ¿Cómo cuáles?
Halac: Celulares, ramos de flores, las carteras (risas) El accesorio define mucho, y por eso lo tomé como parte de un espectáculo. Es la carga, lo que vamos acumulando a lo largo de una vida.
Noticias: ¿Qué opinó Adolfo Bioy Casares (foto) de su versión con títeres de “La invención de Morel”?
Halac: Bioy era un caballero magnífico. Tomábamos el té en su casa y me hacía reír. Le regalé una Faustine chiquita, que él puso en la cama, con la cabecita en la almohada. Para el estreno de “La invención de Morel” mi mamá lo pasó a buscar y en el viaje Bioy le confesó que estaba aterrorizado, porque cuando era chico había visto unos títeres horribles y tenía una mala experiencia con el género. Por suerte, cuando terminó la función me abrazó en el escenario, emocionado. Al día siguiente me llamó para decirme que había pasado una de las mejores noches de su vida. Es uno de mis mejores recuerdos. Yo le estoy agradecida por haberme dejado entrar a su planeta.
Noticias: ¿Cómo son sus sueños?
Halac: Demasiado reales, vívidos, a veces terribles. Quizá porque mi vida es en realidad muy aburrida. Mi fantasía es lo que invade todo. Yo siempre tuve la idea de viajar mucho, y cuando tuve a mi hija Mora (15), me dije: “Bueno, ahora voy a tener que viajar de otra manera”. Y descubrí que de este modo también se podía llegar lejos. Más lejos, de hecho.
Noticias: No se la ve muy estricta. ¿Cómo es como madre?
Halac: No, no soy muy estricta pero estoy ahí. Tratamos de llevarla (risas). Tenemos mucho en común. Vamos mucho juntas al teatro y tratamos de divertirnos.
Halac: No. Ella no se escapa, no se evade. Es curiosa pero tranquila. Tiene una personalidad muy distinta de la mía. No hace títeres ¡Y tiene el pelo lacio y llovido! (risas)
Noticias: ¿Nunca le reclamó por haberse dedicado al arte?
Halac: No, en todo caso me reclama que no tenga plata.
Noticias: A eso iba, sólo que estaba preguntándolo con elegancia…
Halac: Pero claro, por supuesto que me lo reclama y es un plomazo. Cuando ve a alguien que tiene dinero, siempre me pregunta: “¿Y a qué se dedica?”, porque sabe que al teatro y a los títeres seguro que no. Aún así la hemos pasado bien. Nunca nos ha sobrado la plata, pero a mi hija le enseñé que yo soy lujosa de otra manera. Hago lo que quiero. ¿Hay lujo más grande que ese?
Fuente: http://www.revista-noticias.com.ar/comun/nota.php?art=2238&ed=1706
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