El tango reina en las diagonales. Cada día hay más lugares para bailarlo. Muchos de ellos, a la tarde, funcionan como talleres para aprender. La música popular y tradicional es para muchos, la más actual
La mano del hombre se posa en los hombros de la mujer de vestido rojo. No aprieta, pero tampoco la deja desprotegida. La delicadeza brota a flor de piel. La mueve, la guía mientras ella coordina sus pies con los de él. No dejan de mirarse. Se mueven como si fuesen uno solo. Desde el público no se escucha un sonido. La gente mira absorta los movimientos como queriendo extender el tiempo. En menos de una hora les tocará bailar a ellos. Pero eso ahora no importa. La del vestido rojo salta y queda suspendida en el aire. Su compañero la ataja. Entre ellos se nota una mística rioplatense. Pero no están en el suburbio, sino en pleno corazón tanguero de la Ciudad: el barrio Meridiano V.
Ellos son parte del auge mundial del género que se gestó en el bajo fondo porteño y que hoy reaparece en escena con más fuerza. De típica música porteña a fenómeno de exportación. El país entero mira al tango con buenos ojos. Todos los días surgen nuevas expresiones para hacerle honor al ritmo que le saca viruta al piso. La Ciudad es parte del fenómeno: programas de radio, grupos musicales, cantautores, escuelas de baile y las milongas que se extienden por todo el cuadrado dan muestra de ello.
Tributos a Piazzola, tanguerías en muchas ciudades del mundo, y versiones electrónicas que el argentino Gustavo Santaolalla se encargó de difundir con sus grupos "Gotan Project" y el actual "Bajo Fondo", son parte de las nuevas adaptaciones tangueras. La explosión comienza a hacer eco en los oídos jóvenes que cada día se suman a la práctica de la música del arrabal. El tango como música de viejos, eso sí que es del pasado.
En la Ciudad donde se baila tango se enseña. Valses, tangos clásicos y milongas esconden muchas historias familiares unidas por una misma pasión. Varios nombres conocidos resuenan al pronunciar la palabra: el profesor José "Pocho" Villarreal, los intérpretes y cantantes María Taranto, Carlos Cabrera y el bandoneonista Raúl Gaggiotti, son sólo algunos de los exponentes platenses. Personajes que demuestran que más allá de las convencionalidades académicas, el tango es una pasión de a dos.
Los trajes y corbatas y los zapatitos de raso mutan en estos tiempos modernos a zapatillas, pantalones de jeans y babuchas. Ropa cómoda que los jóvenes eligen para moverse mejor. El secreto de dos nuclea a gente de entre 19 y 75 años. Los mayores bailan más pegados. Los jóvenes se lucen en una danza de salón. Ambas maneras de bailarlo comparten la misma pasión.
UN TRIO TANGUERO
Cristian Méndez es el típico tanguero. Su figura perfectamente engominada se desplaza por el piso del Pasaje Dardo Rocha -que parece una tabla de ajedrez- con porte de hombre de siglo XX. Nadie pensaría que antes de dedicarse al tango de por vida comenzó estudios en Ingeniería y que decidió abandonarlos por amor al 2 x 4. Tanto que su hija se llama Malena como la que cantaba de Homero Manzi.
El tango lo lleva en la sangre: sus hermanos mayores también están vinculados con esta pasión a la que describe como la necesidad de "bailar su vida". Gustavo "Gusi", Daniel y Cristian Méndez. Tres nombres que resuenan cuando se habla de las nuevas generaciones. Además de las clases en el Dardo Rocha y las milongas abiertas los sábados, a los tres Méndez se los puede encontrar en el Círculo Oficiales de Mar los domingos a las ocho de la noche. Una clase y después la milonga.
"Gracias a `Gusi´conocí los bailes. Yo escuchaba `Grandes Valores del Tango´, pero hasta que no fui a la primera milonga no supe nada. Después todo fue muy rápido: tomé clases en Capital y me quedaba en las fiestas. `¿Cómo dos personas hacían para coordinar un baile?´fue la pregunta inicial por la que me acerqué a la danza", relata detalladamente Cristian.
De aquellas épocas recuerda los inicios de muchos jóvenes como él. Tangos clásicos y milongas con público mayoritariamente adulto recibían a los casi adolescentes que por una u otra razón se acercaban a estos espacios. Hoy, en una era donde el tango resurge en versiones 2.0 (como el tango electrónico de Bajo Fondo o el tributo a Astor Piazzolla con el que el norteamericano Gary Burton recorre el mundo), quedan algunos tangueros de la vieja escuela como Cristian que disfrutan ir a las milongas. Y también organizar las propias.
"Me interesó hacerlas porque de pronto hubo un auge de inscriptos en mis clases y vimos la necesidad de armar un espacio donde poner a todos a bailar. No sólo integrar a profesores y alumnos, sino poder abrirlo a la sociedad. Mi deseo principal es que estas milongas sean abiertas. Yo no tuve esa oportunidad de decir un día `hoy quiero bailar tango, a ver ¿qué hay?´y encontrarme con la amplia oferta que tiene en la actualidad la Ciudad", afirma el más chico de los Méndez.
Frente al aplastamiento de la cotidianeidad -que Cristian tampoco sabe definir claramente- está el tango. La música, pero sobre todo la danza, se presentan ante él como el bálsamo para su vida. Todo tiene sabor a arrabal. A pesar de ser una persona de 33 años fue cultivando su pasión por la música muy de a poco. "Yo voy a bailar a veces, pero lo que más disfruto en la vida es ir a las milongas. Mi cuna platense fue lo de Raúl, un lugar donde el tiempo se detiene".
FAMILIA 2 X 4
El olor a las empanadas caseras invade el lugar. Dos mozos con el típico ambo azul de cualquier bodegón recorren el salón. Un vals de los cuarenta suena a todo volumen. Todas las mesas rodean el centro de la danza; nadie quiere dejar de participar del tango al menos de manera indirecta. Una bandera argentina, un tanto amarillenta, se mueve por las aspas de un viejo ventilador de techo. Al fondo, todo es movimiento: de la cocina familiar salen los platos pedidos y arriba, el escenario principal donde Raúl Gaggiotti y su hija Andrea deleitan al público con valses y tangos clásicos.
Una canción termina. Pero otra melodía comienza a sonar. "El tango es un sentimiento popular que refleja la vida de las personas" es la frase recurrente del dueño de "La Corchea Melódica", la empresa familiar desde 1988. Su vida lo demuestra: su padre, un tano que escapó de las guerras mundiales con el bandoneón bajo el brazo, le dejó de herencia la música. El y su familia se encargaron de continuar el mandato familiar: todos son músicos. El bandoneón, el piano, el violín, la batería. Y todos cantan por puro instinto; por pura cepa tanguera.
Raúl no estuvo solo. Blanca Cerveto, su compañera de toda la vida, Andrea y Fernando Gaggiotti, sus hijos de 39 y 38 años respectivamente, su yerno Alejandro Velázquez y todos sus nietos y familiares hacen el servicio de "La Corchea Melódica". Un servicio integrado que le mereció el nombramiento de ciudadano ilustre durante la década de los noventa. "Esto está hecho todo a pulmón. Nunca hacemos publicidad y la gente continúa viniendo", agrega sonriente Raúl.
"Mis hijos también se están preparando para seguir adelante la tradición: continuar con esta tradición de tango", esgrime Andrea con total convicción. Ella y su marido Alejandro volvieron de Italia después de muchos años y hoy también son la cara visible del lugar. Una de sus hijas, Sofía, también toca el violín y ya está sobre el escenario.
"Lo de Raúl", como lo llaman sus clientes de siempre, abre martes, jueves, sábados y domingos. Mucha gente se avecina al barrio La Loma haga frío o calor. Los martes, dos horas antes de la milonga, se dictan clases de tango para vecinos y amigos del lugar.
El salón, sin embargo, no es sólo un salón de tango. Es pura historia. Muchos jóvenes se enteran de las milongas gracias al boca en boca. En cada rincón del salón hay pequeños grupos de baile de la Ciudad. Muchos aprendieron ahí. Es que lo de Raúl tiene olor a 2x4.
De joven tocó en el "Quinteto Moderno" de Horacio del Bueno. "Era la época del Club del Clan y la gente no escuchaba tango, estaban como mareados. Imaginate la discriminación que sufrí : yo sacaba el bandoneón y me echaban. Tocar tango era de viejos", agrega Raúl.
Entonces decidieron cambiar un poco el estilo hacia lo melódico y armaron "Los cuatro Soles" en 1957. Con ese grupo llegaron a grabar con la discográfica EMI en Estados Unidos y en México. También se fueron de gira por el mundo. Con esta formación fueron disco de oro por las cien mil placas vendidas con el primer disco que llevó el mismo nombre.
"El tango es una música para decir. Por eso es bueno ver que hay un auge del tango en la gente joven, porque todos quieren rescatar la cultura nuestra ante tanta cosa, tanto lío y variedad que abomba", concluye Gaggiotti, un prócer del tango en la Ciudad.
EL ARRABAL DE MERIDIANO
La esquina de 17 y 71 despierta con temperatura de verano en pleno invierno. Son las cuatro y el comienzo de una jornada que promete variedad. En el playón de la Estación Provincial suena un tango. Otro, uno más y así hasta las ocho de la noche.
Es que el grupo "Desde el Andén", ya familiar por aquellos lares, cerrará su mes de presentaciones en el marco del "Meridiano Tango". Un ciclo que comenzó el sábado 18 de abril y finalizó el 30 de mayo con la presencia de la cantante porteña Soledad Villamil. La intención de promover la cultura tanguera fue la razón por la que la gente del Centro Cultural Meridiano V -el "San Telmo Platense"- realizó estas jornadas. Clases libres de tango y espectáculos abiertos a todo público fueron las principales atracciones.
"Desde el Anden" está compuesto por jóvenes treintañeros que fusionan tango clásico con humor y teatro. Una muñeca que baila, un barrendero apasionado que disputa el amor de una bailarina y dos parejas típicas vestidas de manera elegante, son parte del show que termina en la clásica "a la gorra".
Los bailarines se desplazan por el escenario como peces en el agua. En el piso de adoquines muchas familias, chicos y mascotas se disponen para ver de cerca el espectáculo. Vecinos del barrio, alumnos y profesores de tango, como César Bustos docente de la Esquina Marechal, forman parte del público.
Otros se acercan por curiosidad: la posibilidad de acceder a un espectáculo al aire libre resulta una oferta interesante. Como a la familia Vera -madre, padre e hija adolescente- quienes aseguran que el tango no es la música que más escuchan, pero les encanta venir los sábados a ver los espectáculos y bailar.
Como todos los sábados, la presencia del Dj Inca. La "Gran milonga gran" comandada por Gabriel Plaza de 38 años, periodista y Dj de Capital Federal. Plaza se especializa en música popular. En fiestas clásicas y milongas pasa la Orquesta de los 40: Anibal Troilo, Tanturi y Castillo, Carlos Lizaldi. Y en otras fiestas tango electrónico y fusión. Para él, que llegó a los ritmos rioplatenses gracias a la película "Azul" de Pino Solanas en una época donde el rock conquistaba las bateas, "el tango es un ADN latente en los argentinos que en algún momento comienza a gustarle a las personas. Eso explica el auge en los jóvenes que intentan rescatar lo nuestro".
El sábado termina con la música del Dj. Como Inti, el dios del sol de la cultura Inca, Gustavo Plaza pone el último tema con la llegada de la luna. La gente dejó la pista. Sólo unos nenes continúan improvisando sobre los adoquines. La milonga desaparece con el fresco otoñal, pero el espíritu de tango se siente en el playón de la esquina más tanguera de la Ciudad.
EL HOGAR DE LOS BACANES
Un dos, un dos, un dos... al ritmo de dos tiempos se mueven las parejas sobre el piso barnizado. Seis duos de no más de treinta y tantos años bailan en círculos por el salón de baile. Dos arañas con luz amarilla oscura iluminan el espacio. Mientras ellos hacen sus rápidos movimientos, las figuras se recortan en el gran espejado. Son el ballet estable de la Casa del Tango que ensaya, por tercera vez en la semana, lo que será su espectáculo a presentarse en el Teatro Argentino durante junio con la compañía de la orquesta Color Tango de Capital Federal.
Andrea Guassardo -treintañera- es la directora y bailarina. Ella, como todos sus alumnos y compañeros, comenzó su carrera en la misma institución civil que hoy la tiene como profesora. Pero también están los grandes maestros inspeccionando la danza: un enorme cuadro de Carlos Gardel, Homero Manzi, Roberto Goyeneche, Astor Piazzola, Discépolo, Alberto Castillo y varias personajes ilustres del ritmo del 2x4 rodean a los que bailan.
El lugar, que también cuenta con una Biblioteca Popular llamada Carlos Gardel, es uno de los preferidos para comenzar a estudiar tango. "Quizás por estar todo tan relacionado con el tango la gente prefiera venir acá", agrega Guassardo. La institución ofrece clase de canto, baile e instrumentación. El segundo sábado de cada mes están las milongas abiertas a todo público. "Hacemos shows con la Orquesta Municipal de Tango, algún cantante y una pareja o dos que hacen exhibición. Mucha gente viene a bailar, incluso algunos que no pisan la casa durante todo el mes", confirma Carlos Gómez, su compañero de baile y docente de la Casa del Tango también.
En Andrea corre el tango. Todos los días da clases en Capital Federal y La Plata. Ensaya tres veces a la semana con el ballet y cuando puede viaja a concursos internacionales y organiza eventos. "Hace veinte años que vivo del tango. Me acerqué porque vi una pareja jovencita y me llamó la atención. Tuve que dejar mis estudios de medicina. Después no paré más: al mes de clases, mi profesor me puso sobre un escenario", relata Guassardo". Luego viajó a Japón dejando atrás su Tolosa natal, con la Orquesta de Lazzari y los solistas de Juan D´Arienzo. Más tarde aún, el reconocimiento nacional.
LA DANZA QUE NUNCA MUERE
Como repite el libro "Tango, nunca antes de Medianoche" de la periodista y fotógrafa argentina Adriana Groisman, "El tango es un duelo eterno entre la desesperanza y el ansia de estar vivo". En ningún lugar estas líneas resuenan tanto como en las milongas. Un oasis que se resiste al paso del tiempo y donde todavía se respira algo de aquel Buenos Aires que lo vio nacer. En las pistas, las orquestas típicas de los años 40 suenan con la misma insistencia de entonces y los bailarines de hoy se lanzan a bailar casi con el mismo entusiasmo. Tanto profesores como alumnos son jóvenes. Una eterna convivencia entre el pasado y el presente en la que el tango se erige como estandarte.
La Plata sale al rescate de una historia que supo ser pródiga por el terreno de las diagonales, como lo retrata claramente el libro de Oscar Bozzarelli "Ochenta años de tango platense". Una muestra de cuánto de ésta música hubo en la Ciudad y que promete continuar. Cada milonga se convierte, entonces, no sólo en el ritual en que jóvenes y mayores se reúnen a bailar, sino en un lugar donde el tiempo se detiene para darle lugar a un juego de a dos. En donde lo que pasa en ese instante, queda y quedará en el eterno baile. En el eterno secreto de los bailarines.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20090614/revistadomingo3.htm
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