Informe especial: la nueva generación de intérpretes que eligen los directores argentinos
De tanto cruzarse en rodajes, estos cinco actores adolescentes se hicieron amigos. Son las nuevas caras, las futuras estrellas, crecidas a la sombra de la tevé. Los que apenas sabían leer cuando Pizza, birra y faso hizo su acto fundacional.
Fernanda Nicolini
22.06.2009
Crecieron a la par del llamado nuevo cine argentino, se formatearon en el semillero de Nora Moseinco, son convocados por directores jóvenes, filman varias películas por año, idolatran a Lucrecia Martel, admiran a actores de su misma edad y están construyendo sus incipientes carreras por fuera de la televisión. Decir que son “las nuevas caras del cine nacional” es, si se quiere, ponerles un rótulo marketinero. Pero así se arman las generaciones: rasgos comunes bajo un letrero –atractivo– que ilumina a quienes tienen el talento para proyectarse por encima de los otros. Y es lo que sucede, precisamente, con estos cinco adolescentes.
AILÍN SALAS. Después de su actuación en La sangre brota, de Pablo Fendrik, en varias ocasiones la describieron como “la chica de la cara perturbadora”. Es que la intensidad sexual de su mirada contenida en un cuerpo todavía aniñado –tenía 14 años cuando la filmó– no pasó inadvertida. De padre argentino y madre brasileña, ella dice que el papel le costó un poco y que por eso los ensayos fueron fundamentales pero que, de todos modos, siente que la actuación es algo que le viene de familia: su abuela es actriz de teatro y su tío trabaja en publicidad. Claro que pasó por la escuela de Hugo Midón y por la inevitable Nora Mosenco, hasta que su cara angelicalmente indócil saltó al cine en dos películas que se filmaron casi a la vez: XXY, de Lucía Puenzo –con quien después trabajaría en El niño pez–, y El tesoro del portugués, de Néstor Paternostro. “A las dos entré por casting”, aclara la pequeña Ailín, hoy de 16 años, que tiene como referentes a chicos de su misma generación con los que compartió rodaje: Inés Efrón y Nahuel Pérez Biscayart. “Nahuel tiene mucha paleta de opciones, todos los personajes que hace son distintos, Inés también. Lo que me gusta de ellos es que se los ve seguros de lo que están haciendo”. En estos días está rodando un corto con Belén Blanco y, claro, su directora de cabecera es Lucrecia Martel, pero también cita a Trapero entre sus favoritos y, si la dejan fantasear, larga un ¡Woody Allen! ¿Tele? “Tenía bastante prejuicio pero creo que ahora maduré en ese sentido, probaría al menos para ver cómo es la experiencia. Quiero hacer de todo y no me gustaría quedar encasillada con nada”.
GUADALUPE DOCAMPO. Compartió rodaje con Ailín en La sangre brota y está asombradísima porque en un viaje a Lima para promocionar la película la trataron como a una superestrella. “Fue mejor que en Cannes”, dice divertida y repite la anécdota que fascinó a los medios peruanos: “Cuando era chiquita miraba a Moria Casán porque mi viejo tenía una banda de humor y música –Tempo–, e iba mucho al programa. Y cuando las viejas me preguntaban qué quería ser de grande, yo decía ¡Moria Casán!”. No se puso las plumas sino que empezó como conductora de un programa infantil por Canal 7 (Las tres mellizas), intentó estudiar con Mosenco pero no se sintió cómoda con el grupo, hasta que quedó en una selección de 12 chicas para La niña santa a las que Lucrecia Martel filmaba mientras tomaban el té. No fue elegida, pero gracias a esa prueba la convocaron para El custodio, de Rodrigo Moreno, que a su vez sirvió para que Pablo Fendrik –hoy su novio– la conociera y la incluyera a último momento en La sangre brota. “Hay películas que funcionan como una gran pantalla, y a mí me pasó eso con El custodio”, dice. Después de esa experiencia, obtuvo el protagónico en La tigra, aún sin estrenar, y una pequeña participación en Tetro, de Francis Ford Coppola. “Es un gordo copado y conmigo fue muy dulce. Pero la mejor experiencia fue haber conocido a Carmen Maura: me contaba cosas de la profesión y yo las anotaba en un cuaderno”. Si se pudiera llamar “cuenta pendiente”, la de Guadalupe sería, por supuesto, filmar con Martel (“Ya debe estar harta de que me aparezca en sus castings”). Si le preguntan qué rasgo en común encuentra en los actores jóvenes con los que trabajó, apunta al manejo de la sutileza. “Cada vez hay más películas en las que lo que cuenta es la mirada, y eso me interesa. Algunos lo hacen desde un lugar más freaky –como Nahuel (Pérez Biscayart)–, y yo trato de trabajarlo desde la chica supuestamente normal que soy”.
Fuente: http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=26353
No hay comentarios.:
Publicar un comentario