domingo, 25 de noviembre de 2007

Demostración de poderío teatral

La versión se caracterizó por una movilidad permanente, con un puntilloso trabajo en el manejo de actores Foto: Teatro Argentino de La Plata

Domingo 25 de noviembre de 2007 | Publicado en edición impresa LA NACION

El barbero de Sevilla
, de Giacchino Rossini con libreto de Cesare Sterbini, basado en la comedia de Beuamarchais. Elenco: Eliana Bayón (Rosina), Vanesa Mautner (Berta), Carlos Ullán (Almaviva), Gustavo Gibert (Bartolo), Omar Carrión (Fígaro), Ariel Cases (Basilio), Fernando Alvarez Núñez (Fiorello),Victor Castells (Oficial), Néstor Villoldo (Ambrosio), Marcela Canelo (Estatua viviente). Régie: Rubén Martínez. Escenografía: Daniel Feijóo. Iluminación: Gabriel Lorenzi. Vestuario: Cristina Pineda. Director de coro: Sergio Giai. Orquesta y Coro del Teatro Argentino. Director: Esteban Gantzer. Teatro Argentino de La Plata. Próxima función: hoy, a las 18.30.

Nuestra opinión: buena

Se constituyó en una demostración de poderío teatral la versión escénica del siempre vigente El barbero de Sevilla de Rossini presentado como último título de la temporada lírica, por el Argentino de La Plata. Al mismo tiempo fue una nueva oportunidad de valorar la excelencia de una organización administrativa eficiente que se avizora desde el ingreso, donde todo el personal cumple sus funciones con evidentes muestras de concentración y cortesía. Cuando se respira la atmósfera de la gran sala y se contempla su diseño e iluminación se renueva la realidad de tener uno de los más importantes teatros que posee el continente americano para el arte lírico, sumando una lógica cuota de orgullo nacional.

A renglón seguido cuando se levantó el telón, se observó una puesta inimaginada por su realismo arquitectónico, con el logro de la atmósfera sevillana por los frisos, ventanas, balcones, molduras y una estatua maravillosa en la esquina de las callejuelas que se bifurcan formado una plazoleta típica, y en la noche, lugar ideal para que un enamorado cante la serenata amorosa y comience la historia del amor de Almaviva y Rosina, la primera parte de lo que Mozart ya había mostrado en Las bodas de Fígaro .

La versión se caracterizó por una movilidad permanente y, en este sentido, fue sumamente positiva la tarea de Rubén Martínez que presentó un puntilloso trabajo en el manejo de actores y desplazamiento general, demostración cabal de que el artista posee una excepcional condición de puestista como para desarrollar una brillante carrera en este rubro, pese a que la valoración de personajes de flanco, con un protagonismo antojadizo, fue un error por lo reiterativo y porque en muchos aspectos fueron poco refinados, al punto de adquirir el valor de gags más adecuados para un varieté.

Desde el punto de vista musical, se destacó la consagrada soprano Eliana Bayón, que dejó escuchar una voz bien timbrada, segura musicalidad y desenvoltura escénica, ratificando las razones que la ubican entre las artistas nacionales de nivel internacional. Por su parte, el equipo masculino protagónico lució su muy reconocida experiencia profesional, con un Gustavo Gibert que pareció hacer un esfuerzo para abordar un rol de bajo bufo no totalmente adecuado a sus dotes. Un Omar Carrión de siempre segura musicalidad, esta vez dejó escuchar cierta apatía para con el personaje, en tanto que el bajo Ariel Cazes fue un correcto Basilio.

Muy buena fue la labor de Vanesa Mautner como una Berta mulata que debió estar más tiempo de lo habitual en la escena y que, más allá de su aria, sirvió para lucir condiciones para el logro de una caracterización. En cambio fue preocupante la actuación del tenor Carlos Ullán como Almaviva al dejar escuchar una tendencia a endurecer la emisión en la zona alta del registro con lo cual su canto perdió flexibilidad en los matices y su timbre y color adquirieron un sonido poco grato. En la escena su actuación fue discreta.

Vacilaciones

La versión musical fue en líneas generales correcta más allá de desajustes y sonoridades de poca calidad en algunos sectores de la orquesta y en dos o tres instrumentos a soplo, destemplados y vacilantes en frases solistas, circunstancia que no es habitual en los integrantes de la orquesta del Argentino. El coro preparado por Sergio Giai fue eficiente y prestó buena colaboración como actores, detalle que hoy en día es imprescindible en todo escenario de categoría. Claro que en esta versión hubo un abuso de figurantes y bailarinas que se mostraron aún en los grandes pasajes esencialmente musicales y de lucimiento exclusivo del canto, detalle que resintió ese momento.

Un hecho novedoso fue la aparición de figuras que no imaginó Rossini y que sólo son aceptables para generar una mayor gracia, como por ejemplo la estatua cuando dejo de serlo y fue Marcela Canedo, que recibió un aplauso casi exclusivo, al igual que el actor Néstor Villoldo que dio vida a un Ambrosio tan molesto como reiteradamente visible en medio de la acción. Aspecto que más allá de su conveniencia o no, fue del agrado del público, ya que festejó con muchas sonrisas y rindió, al final de la representación, un cálido y prolongado aplauso, que en definitiva es lo único relevante porque se pasó un grato momento.

Juan Carlos Montero
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=965294

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