viernes, 9 de noviembre de 2007

Brevisima Historia del Teatro Independiente en Buenos Aires

Alejandro Manriquez - Caras y Caretas

viernes 9 de noviembre de 2007

Algunos historiadores ubican su nacimiento en 1930 de la mano de Leónidas Barleta y la fundación del Teatro Del Pueblo. Lo siguieron entre otros Teatro IFT (1932), La Cortina (1937), La Máscara, Libre Teatro, Tinglado (1939), Fray Mocho (1951), Teatro de los Independientes (1952). Ese mítico teatro independiente desarrolló su actividad como alternativa a la escena tanto oficial como, sobre todo, a la escena comercial. Gran parte de la población, opositora a las políticas gubernamentales encontraron en las salas de los teatros independientes sus canales de participación y de expresión.

Este movimiento se desarrolla con fuerza hasta los años ´60 en los que diferentes problemáticas que venían apareciendo en el seno de los teatros hace eclosión: profesionalización de los actores, la auge de la TV, el desarrollo del teatro oficial con la inauguración del Teatro San Martín en 1960. A todo esto se le suma la lenta pero constante desarticulación de la fuerza principal del movimiento: la relación entre la existencia de un grupo de personas y un espacio determinado. Esta relación que daba un sentido de pertenencia a la actividad comienza a ser planteada de manera diferente: grupos circunstanciales de trabajo en salas que trabajan de manera temporal.

A mediados de los ´70 con el advenimiento de la feroz dictadura el movimiento parece replegarse debido a las constantes amenazas, sin embargo, la actividad se mueve casi de forma clandestina en estudios de teatro ubicados en barrios alejados del centro de la ciudad.

La necesidad de quitar visibilidad a la actividad hizo que muchos artistas comenzaran a trabajar en estudios creados en casa viejas, en locales sin carteles que denunciaran la actividad, etc. La precariedad es tan grande que se rompe con convenciones como la crítica, la ubicación céntrica de las salas, el escenario fijo, las butacas fijas...se vivía en estado de alerta y movilización, no se podía fijar un espacio determinado... en cualquier lugar se puede hacer teatro.

En esos años oscuros surge desde el Teatro Independiente un ciclo que quedó en la historia de esos años como la mayor respuesta cultural contra la dictadura: “Teatro Abierto”, donde actores, directores, escenográfos, dramaturgos, vestuaristas, iluminadores y músicos acompañados por una gran respuesta de público, se unen en un duro cuestionamiento al régimen dictatorial.

Hoy, mas 180 salas forman el circuito teatral independiente de la Ciudad de Buenos Aires. Edificios de lo más diversos, destinados originalmente a otros destinos: desde la típica casa chorizo, galpones de depósito, locales comerciales hasta pequeñas fábricas o industrias, se transformaron para albergan las iniciativas de los artistas independientes.

Una sala o grupo de artistas independientes está constituido siempre por un proyecto fundacional con eje prioritario en lo artístico y con mayor o menor acento de lo ideológico, lo social o lo ético. Los objetivos entonces no apuntan a lo comercial sino a la sobrevivencia del espacio o grupo, a la producción y difusión de espectáculos en todas sus formas, a la distribución social de los bienes culturales y no a la renta personal de sus integrantes. Cada sala o grupo define un lenguaje, una estética y un modelo de producción que lo distingue en el panorama global y lo refuerza en la diversidad que caracteriza al movimiento.
Los teatros independientes son espacios pequeños, en su mayoría para no más de 100 espectadores, casi ninguno sobrevive de las recaudaciones de su boletería lo que exige una permanente búsqueda de fuentes alternativas de recursos y, especialmente, el aporte de sus propios integrantes.

En las salas de teatro independiente y su diversidad, rasgo fundamental, en los últimos años se produjo un desarrollo casi explosivo convirtiéndose en el proveedor de la mayor cantidad de espectáculos, desde obras de danza y teatro, conciertos de música, exposiciones, cine de arte, etc., dando trabajo a casi el 80 % de los “actores culturales” del país.

También así estos espacios se constituyeron en el núcleo principal para la formación de actores, directores, dramaturgos, escenógrafos, vestuaristas, técnicos, músicos, artistas plásticos, fotógrafos, bailarines que hoy no sólo nutren a los circuitos comerciales y oficiales sino también el cine y la televisión.

Por todo esto, y considerando que en las 180 salas se ofrecen más de 300 espectáculos por semana, el movimiento teatral independiente constituye un fenómeno único en el mundo por lo que la Ciudad de Buenos Aires será declarada por la UNESCO “Capital del Teatro de habla Hispana” se hace necesario pensar en proteger y estimular la permanencia de estos espacios que constituyen un patrimonio invalorable acumulado ardua y trabajosamente a l largo de casi un siglo.


Un poco de historia y una parte de la actualidad

Después del auge y la plenitud alcanzados por el Teatro Nacional se produce la decadencia que también coincide con la quiebra de la marcha constitucional del país.

El espíritu burdamente comercialista en que se desenvolvía el teatro nacional trajo aparejado el movimiento de los teatros Independientes, en 1930 que se inspira directamente en la predica de Romaní Rolland. Leonidas Barletta es quien encabeza el movimiento aspirando a “devolver el teatro al pueblo”, para lo cual hacia una rotunda afirmación “Los que pensamos que no hay ninguna relación entre la cantidad de dinero y una obra de arte no tenemos interés en que una obra produzca dinero”. Esta agrupación al servicio del arte que desarrollo su labor “sin prisa y sin pausa coma la estrella” inspirará todo el movimiento del teatro independiente argentino y de muchos otros países americanos.

La falta de una política cultural en los años 70, 80 y 90 monto su máquina de imaginación y fantasía cuando las luces de la calle corrientes solo iluminaban, con raras excepciones, una diversión pública vulgar y triste.

Casa propia, arte propio, autores propios y otra vez el teatro independiente resurge. Aquellos grupos, autores, actores y directores sin protección del Estado imaginan y pueblan a la ciudad de Teatros en lugares no pensados, ni construidos para ese fin.

Ese mismo Estado ausente y distraído vuelve su mirada a esta actividad cuando una tragedia lamentable y evitable pone en conocimiento público su ineficacia. No solo prohíbe la música y las actividades de los Centros Culturales, va por más y comienza una cacería de brujas en contra de los pequeños teatros, esos mismos lugares “peligrosos, sin habilitación, ilegales” que el propio Estado utilizó y utiliza para apertura de Fiestas Nacionales y como sede Festivales Internacionales.

Ningún funcionario hace el mea culpa de por que carecen de habilitación, nadie explica porque desoyeron pedidos desde el año 2000 para legalizar esos espacios. La legislatura de la ciudad se hizo cargo de que no existía una ley que regule la actividad. Dan vuelta el problema y buscan la paja en el ojo ajeno. Ponderan la actividad pero sancionan los lugares donde se realiza. Dictan leyes que los protejan “a todos ellos” frente a futuras tragedias pero que no contemplan la realidad arquitectónica de lo ya instalado y de lo futuro por instalar.

No importa si es una actividad sin fines de lucro pretenden que se invierta lo que el propio Estado nunca ha hecho. La Cultura no es rentable, por lo tanto la inversión la deben hacer los privados.

Las conquistas logradas por el sector – la Ley 156/ 99 PROTEATRO y la Ley 24.800/97 Instituto Nacional del Teatro para lograr que el Estado no delegue su obligación no son suficientes. El deseo de cumplir con la Ley 2147/ 07 no alcanza. Sus requerimientos no están dentro de las posibilidades económicas de los Teatros y estar bajo el amparo del DNU Nº 1/07 nos convierte en prisioneros de organismos oficiales y dependencias, por la equivocada designación de sus funcionarios, la mayoría de los cuales no están a la altura de los cargos que ejercen.

Sin respuestas para esta problemática se pretende sancionar una ley a futuro que habilite lugares para desarrollar la actividad, cuyos requerimientos solo podrán cumplir aquellos que económicamente se encuentren el la parte más alta de la pirámide social. Esto firmará el acta de defunción de los Teatros Independientes ya que muchos de los espacios hoy existentes deberán abandonar sus lugares por el alza indiscriminada de los alquileres que pagan, perderán su habilitación como preexistentes, no podrán cumplir con la ley por la inversión económica que les demandará y que no podrán afrontar – porque el futuro es hoy – .
Aquellos pocos que logren llegar al objetivo de construir un nuevo lugar serán sometidos a la espera de la inspección previa para ser habilitados y poder funcionar pero como lo demuestran los antecedentes tal vez en diez o veinte años logren algún resultado (siempre que una nueva tragedia o algún funcionario no cambie las leyes o las normas).

La proximidad de la finalización de la cobertura legal que nos ampara con el DNU Nº 1, la falta de fondos para adecuarse a la Ley 2147, la sanción de una nueva ley para los teatros a futuro, las continuas inspecciones de distintas dependencias sin ningún criterio, las actas mal labradas y la ceguera permanente del Estado nos acredita para pensar que no solo el Teatro Independiente no esta en la agenda del gobierno sino que este esta dispuesto a destruirlo.

Fuente: http://artei-artei.blogspot.com.ar/2007/11/brevisima-historia-del-teatro.html

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