domingo, 13 de agosto de 2006

Honestidad teatral y musical para Gounod

Domingo 13 de agosto de 2006 | Publicado en edición impresa LA NACION

Opera "Romeo y Julieta", de Charles Gounod, con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, inspirado en la tragedia homónima de William Shakespeare. Elenco: Paula Almerares (Julieta), Carlos Vittori (Romeo), Leonardo Estévez (Capuleto), Sebastián Sorarrain (Mercucio), Carlos Natale (Teobaldo), Vanesa Mautner (Esteban), Carlos Esquivel (Fray Lorenzo), Alberto Jáuregui Lorda (Duque), Roxana Deviggiano (Gertrudis) Mauricio Thibaud (Paris), Fernando Alvar Núñez (Gregorio) y Ricardo Franco (Benvolio). Régie: Marga Niec. Escenografía: Daniel Feijoo. Vestuario del Teatro Colón de Buenos Aires. Iluminación: Gabriel Lorenti. Director del coro: Miguel Martínez. Director musical: Javier Logioia Orbe. Título en adhesión del 150º aniversario del Teatro Solís de Montevideo. Sala Alberto Ginastera, del Teatro Argentino de La Plata. Próxima función: hoy, a las 17.
Nuestra opinión: muy bueno

La reposición de "Romeo y Julieta", de Gounod, en el Teatro Argentino de La Plata, se caracterizó por la honestidad profesional evidenciada por el elenco, tanto en la faz musical como visual. A partir de una labor de singular jerarquía de parte del director Javier Logioia Orbe y del coro y orquesta estables de la institución platense, hasta los cantantes a cargo de papeles de flanco y de todos los responsables de la puesta escénica, se logró una versión muy hermosa y fiel al estilo de los creadores. En este caso, aún más significativa, frente a las dificultades que presenta una cumbre del teatro cantado francés, pero en íntima conjunción con el legado de Shakespeare, una dualidad que sin ninguna duda marca ciertos rumbos que no pueden ser desvirtuados.

Así fue la entrega musical de la batuta. Delicada, transparente y sin efectismos gruesos que buscaran una conjunción equilibrada con las voces y destacaran las ideas melódicas del autor, a quien no se puede negar haber creado una música inspirada e ideal en concordancia con la profunda tragedia que se presiente en todo momento y desde los primeros compases de la orquesta.

Cabe destacar que el coro estable del Argentino, preparado por Miguel Martínez, cumplió, tal como ha sido su habitual costumbre en muchos años, una muy destacada actuación, en la que fue llamativa la calidad de sonido y musicalidad, pero esta vez con un matiz de transparencia sonora poco habitual y una predisposición para actuar como actores que lo transforma en uno de los mejores conjuntos de la especialidad, probablemente del mundo, sin temor a exagerar.

En la visión teatral y en relación con la versión anterior de la temporada 2004 a cargo del mismo equipo, el acierto estuvo centrado en el admirable trabajo de dirección del movimiento de actores y del coro llevado a cabo por Marga Niec sobre el atinado boceto de Daniel Feijoo, que, más sintético, permitió cambios rápidos de escenas a la vista con la enorme ventaja de no provocar demoras siempre inoportunas. También contribuyó positivamente la muy buena aplicación de la luz y su coloración.

Claro está que la puestista contó con un elenco de cantantes que, de un modo llamativo por su uniformidad, crearon personajes del mejor teatro, tanto en detalles de caracterización como en la naturalidad de sus actitudes, y en este aspecto también participaron los integrantes del coro y Hernán Martínez; éste, desde la preparación de los momentos de esgrima, que alcanzaron fuerte realismo.

Pero todos esos factores positivos hubieran sido vanos sin una pareja protagónica poco menos que ideal para un Romeo y una Julieta de tanto refinamiento, delicadeza y excelencia en el canto como conformaron Paula Almerares y Carlos Vittori. Se sabe que la obra de Gounod es, más allá de las grandes escenas de conjunto y de episodios a cargo de diversos personajes, un dúo desde el encuentro hasta la muerte -¡qué genio, el del escritor inglés que logró en su teatro la presencia abstracta de la pareja aun en los momentos en que no están físicamente!- y que la inspiración musical de mayor impacto emocional está centrado en las voces del tenor y la soprano.

Pues bien, Almerares reeditó su hermosa labor, y esta vez con un canto más firme y sensitivo, con su habitual musicalidad, pero sumada a la evidencia de una madurez artística que se traduce en mayor profundidad en la forma de decir y matizar el fraseo, como en su creación del personaje, al que ahora le envuelve una contagiosa sensación de fatalidad y angustia, además del encanto de su seductora belleza.

Por su parte, Carlo Vittori plasmó un Romeo de gran naturalidad en la expresión y lució la virtud de una afinación sin mácula y un canto firme y bien matizado. De ahí que los dúos hayan sido impecables, orquesta, soprano y tenor en memorables momentos de deleite musical, con un final, el de la muerte más trágica de la literatura universal, que siempre provoca un impacto conmovedor en lo mas íntimo de cada uno.

Detallar el buen desempeño del cuadro de cantantes se resume en que todos dieron lo mejor de sí para lograr equilibrio musical y, detalle nada menor, una entrega sincera y honesta que confirma la existencia en nuestro medio de un muy numeroso conjunto de artistas de calidad al servicio de lo que más aman: el universo de la lírica, antes que el logro de un bienestar económico que lamentablemente no existe.

El público ofreció su aprobación con un cálido y sostenido aplauso y no faltaron las flores para Paula Almerares, que con toda justicia vivió una jornada fundamental en su carrera. Algo así como una inyección de oportuno estímulo para un futuro aún más brillante.

Juan Carlos Montero

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=831150

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