sábado, 22 de septiembre de 2001

Testimonio del circo criollo

Rincón gaucho

Lily Franco reconstruye su historia

Lily Franco, la voz de los cirqueros. Foto: Martín Lucesole
"El circo no tuvo para mí secretos, pero fue un sueño menos en la infancia", dice Lily Franco. "Lo vivía en vigilia. Fui Alicia en el país de las Maravillas", grafica.

Su relato recupera la mirada de esa chica que descubrió el mundo andando con el circo criollo. Su voz guarda la angustia de una vida en tránsito, de la permanente despedida. "Tengo una memoria espantosa, pareciera que el calificativo no corresponde, pero es espantosa porque duele, por las pérdidas fundamentales", reconoce. La muerte de su padre, escritor y actor, fue la primera ausencia irreparable.

"Ibamos de un pueblo a otro, alternábamos con el teatro y con la radio... Eramos caracoles", describe.

Lily Franco nació en el teatro Fénix, de Flores, y desde entonces aceptó el "inapelable destino" de la trashumancia circense. No vivía el viaje como una aventura, "el viaje era la rutina". ¿Qué cosas trasladaban consigo? "Tenía un baúl enchapado en cobre que hacía de ropero. También llevábamos los catres plegables y las cosas de la cocina." Cuenta su historia como si armara un rompecabezas. La imagen que va formando es un espejo y ella se mira: "Sé que soy actriz, pero no me lo propuse. Tal vez si hubiera nacido en otro ambiente hubiera sido escritora".

En su libro "Los cirqueros" Franco recuerda cuando "los Podestá, los Rivero y tantos otros iniciaban la gesta con Juan Moreira y demás gauchos heroicos". Describe el circo como una "cruzada creadora". Dice que, si alguna vez, alguien lo rescata en su verdad descubrirá "la fuerza espiritual de su arte menor". "El circo llevó la cultura al interior, porque la gente no tenía teatro ni cine. Después llegó la radio, pero las novelas no tenían que ver con el repertorio del teatro, que se representaba en el circo con total fidelidad", advierte.

"Todas las obras que se estrenaban en Buenos Aires se ensayaban y se incorporaban al repertorio del circo... Ya ni siquiera hay público para eso". Recuerda "El rosal de las ruinas", "Con las alas rotas" y "El puñal de los troveros".

"Me crié leyendo los libretos de Vacareza. Hacíamos tres obras diferentes por día", destaca. "Hasta los 50 duró el apogeo del circo criollo. La televisión precipitó su caída".

La imagen que tiene de sí misma llegando a un pueblo es la calle desierta. "La gente se alegraba cuando desplegábamos la carpa, el circo era un gran espectáculo. Todos venían a vernos, incluso los más distinguidos: el comisario (que era muy gaucho), el médico, el intendente... Nos querían mucho y nos extrañaban."

La acogida, sin embargo, no era siempre la misma. A veces el circo se topaba con la indiferencia. "Esperan en vano. Lo increíble sucede: no se vende ni una sola localidad. Tiene un gesto de funerario ritual el apagar las luces, el bajar la carpa, el quitarse la pintura con papel tisú, el regresar con las ropas dobladas bajo el brazo...", describe en "Los cirqueros".

Lily Franco parece suspendida en la efímera atmósfera de la función de circo, como si quedara en el silencio húmedo de la carpa vacía.

"Los ingresos eran muy desparejos -explica-, había pueblos donde no se ganaba nada. Nos acostumbrábamos a saltar del bienestar a la carencia, pero no era una pobreza indigna, como la actual. Siempre había algo de reserva, no llegamos a la miseria."

ALLÁ LEJOS Y HACE TIEMPO

El viaje a la Patagonia es su recuerdo más vivo. "Ese viaje fue la ruptura. Yo tenía seis años. Ibamos de acá para allá pero siempre volvíamos a una casa en Ciudadela. Mamá tenía necesidad de trabajar y vinieron a proponerle esa aventura. Tuvimos que desprendernos de todo. Recuerdo una muñeca de losa que no podía llevar. Perdimos libros y papeles importantes..."

El impulsor de aquella aventura era ilusionista. Amaba el circo y había hipotecado su casa para comprar uno.

"Debía ser el año 38. Viajamos en tren hasta Bahía Blanca y después en camión... todo era desierto. En San Antonio Oeste nos fue muy mal. Pensábamos volver. Pero como última tentativa fuimos a Puerto Madryn y resultó de maravillas. Después fuimos a Trelew. El recorrido duró todo un verano. Volvimos a Buenos Aires en barco porque al circo se lo llevaba el viento."

CULTURA ITINERANTE

¿En qué momento decidió escribir para documentar la historia? "Yo escribía siempre. De chiquita escribía y leía, escribía y leía. Encontraba personas muy cultas donde alquilábamos. ¡En esas casas leí tanto!, a una edad en que era imposible asimilar semejante torrente de textos. Así hice mi cultura, sin llevar libros conmigo. Empecé a hacer notas y después me di cuenta del material precioso que había juntado. No pretendo ser investigadora, simplemente describolo que conozco." .

Por Analía H. Testa De la Redacción de LA NACION

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