sábado, 14 de abril de 2018

“Mi hijo sólo camina un poco más lento”: una obra en la que el cómo es más importante que el qué

 

Con un “entramado absolutamente infrecuente”, llega a La Plata la obra del croata Ivor Martinic que, bajo la sensible mirada de Guillermo Cacace, causa furor en el off porteño

María Virginia Bruno
14 de Abril de 2018
Escena de “MI HIJO SÓLO CAMINA UN POCO MÁS LENTO”/Facebook

En el texto del dramaturgo croata Ivor Martinic, Branko padece una enfermedad por la que día a día va perdiendo la movilidad. Y será en la celebración de su cumpleaños número 25 en donde su familia, reflejo a menor escala de la gran sociedad, nos deje espiar cómo se establecen sus vínculos a partir de esa enfermedad.

Dice el actor, director y autor Guillermo Cacace, el mismo detrás de la dirección de “El mar de noche” de Santiago Loza con actuación de Luis Machín, que cuando se topó con este material estaba en la búsqueda de historias que “tuviesen un gesto menos exacerbado a nivel histriónico desde lo actoral y menos intelectuales en el nivel de su escritura”, una marca “tan porteña” que prefería evitar.

Y cuenta que cuando por fin tuvo el texto en sus manos lo leyó “en un estado de fuerte indefensión” que lo tomó entero. Esa sensación también se repitió en el elenco, en la primera lectura, y esa fue la señal de avance. “Lo primero que pensé no fue ‘ahora cómo monto esta obra’, lo primero que pensé fue ‘cómo hago para no desmontar estas impresiones primeras’”.

Esas impresiones, claro, estaban puestas en el abordaje que plantea la historia, que deja en un segundo plano la inmovilidad que padece Branko para ir un poco más allá.

“Hay discapacidades de diferente índole, hay discapacidades invisibilizadas, hay capacidades distintas y la obra pone todo esto de manifiesto desde cómo se dice. Hay cantidad de obras diciendo estas cosas, enunciando temas. Aquí el rasgo particular es cómo hemos logrado decirlo. La coherencia ética, estética y política”, asegura el reconocido director, quien acaba de llegar de Costa Rica hacia donde viajó para acompañar a esta criatura escénica.

El también docente del IUNA reconoce que desde que está subido al barco de “Mi hijo sólo camina un poco más lento” realiza un trabajo casi de militancia para que se sepan bien algunas cosas. Explica que “no es una obra que habla de una familia disfuncional”, que es una historia que “tiene mucho humor” y que, a pesar de que por las fibras íntimas que toca algunos puedan llorar, “nunca fue una meta ni lo sería, no hay problema con que eso pase, pero la obra es mucho más que esa posible reacción”.

Considera que la puesta “no es nada complaciente en términos de montaje”, una decisión que no fue tomada para sumarse a una tendencia que describe como “contra/racionalista de apoyo en lo meramente naif”, cuestionando la explosión de propuestas forzadas a vestir “esa calidad ingenua que parece decir ‘qué importa el dolor si te miro con amor y desde mi casita que queda allí lejos’, que arma una nueva pose tan ‘entretenida’ como aquella que se autoexcita al convocar grandes temas o usar la escena como púlpito para ese lucimiento puramente intelectual con estética de sitcom desde hace tiempo gana muchos espacios”.

Concebida desde lo más puro del off, la obra, que desde su estreno en 2014 ha realizado más de 400 funciones siempre agotadas, comenzó su historial de presentaciones los domingos a las once de la mañana en la sala estudio Apacheta, un horario para nada convencional desde el que, sin embargo, se hizo fuerte y creció gracias al boca en boca.

“El horario no nació como una especulación con una franja donde no hay competencia”, aclara Cacace, despejando dudas de los que “quisieron pensar eso”. Y continúa: “Es un reflejo de la realidad de muchos grupos de teatro: reunirse cómo pueden y cuando pueden en función de un deseo que no admite límites temporoespaciales. Así que las nueve de la mañana de los domingos era el único horario en que podía juntarse todo el elenco a ensayar. Un buen día nos dimos cuenta que la obra había sido parida en esas condiciones y nos dieron ganas de compartirla en idénticas condiciones”. Después advirtieron que los cuerpos de público y actores a esa hora “tienen una porosidad perceptiva distinta al resto del día y que para este trabajo era casi ideal”.

Además de su gran elenco (Juan Tupac Soler, Paula Fernández Mbarak, Antonio Bax, Romina Padoan, Elsa Bloise, Luis Blanco, Clarisa Korovsky, Aldo Alessandrini, Pilar Boyle, Gonzalo San Millán, Juan Andrés Romanazzi, María Emilia Ladogana), la pieza tiene la particularidad de resignficarse de función a función, a través de un procedimiento de inclusión de cualquier tipo de accidente en lo que está pasando en la obra, desde sonidos que irrumpen y son ajenos a lo ensayado hasta particularidades de la vida de cada actor, además de las reacciones del público.

“Se trataría de una permanente obra en construcción. No podemos descansar sobre el reconocimiento y salir a repetir una fórmula. Aquí se trabaja y se hace trabajar a quien viene a verla. Trabajar cada vez como la primera vez. De tal forma, se diluye la noción de público y consideramos que esos que están del otro lado componen con nosotros una afirmación del valor de encontrarse. Un valor diluido en la gran escena contemporánea”, analiza Cacace, que por este trabajo recibió el ACE a la mejor dirección.

Reniega del término “fenómeno” a la hora de hablar de este proyecto al que, sostiene, avalan “una entrega atípica y muchos años de trabajo”, aunque reconoce su “entramado absolutamente infrecuente” que, en resumidas cuentas, “es lo que la hace crecer y que la gente se sume hasta sin saber muy bien por qué. Hay verdades incapturables en términos racionales”.

A Guillermo Cacace, esta obra le ha dado la posibilidad de afirmarse en “un tipo de teatro que no veía”, que le permite ser parte de una “realidad paralela” -en la que “no se miente en escena y no obstante se trata de una construcción artística”- en la que está bueno permanecer aunque sea de a ratos.

“Mi hijo sólo camina un poco más lento”, que mañana a las 20 se ofrecerá en el Coliseo Podestá en el marco del Ciclo OFF Buenos Aires, con entradas populares a $100, continuará con sus funciones en el porteño Picadero los domingos a las 11.30 hasta mitad de año, cuando la compañía cruce el gran charco para llevar a Europa la historia de la familia de Branko.

Fuente: EL DIA

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