En la obra de teatro Paraíso, un grupo de niños de Los Hornos se sumerge en las aguas del pasado para explorar el terreno de la memoria
1 de Noviembre de 2015
Por JOSE SUPERA
ESCRITOR
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Miedo al agua. La marca. Las marcas. Las paredes pueden volver a pintarse, los muebles se cambian, la ropa, los zapatos, todo. Pero en la carne queda marca. Que no se ve. Pero se siente. En ellos. Que cuando vino el agua, ésta casi les llegaba a la altura de la cara. Los más vulnerables. Los más chiquitos, los nenes, de esos barrios que siempre se inundaban, acostumbrados a las inundaciones, parientes de los mosquitos, amigos de la desolación.
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Diario de Invierno de Ariadna. 21 de mayo.
Hoy tuve que cuidar a mi hermana porque mi mamá se fue a estudiar.
3
Que salga a flote en esta memoria colectiva de este instante. Todos los que leemos acá nos confluimos en algo, y fluimos. Porque hay cosas como estas que pasaron. Que van a seguir pasando. Pero que no tienen que pasar más. Por más diluvio universal que sea.
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Diario de Invierno de Zaira. 10 de junio.
Ayer pasé por la casa que era de mi abuela y se me partió el corazón al verla hecha bolsa.
5
La encuentro a Beatriz Catani. Hace un alto en el ensayo. Charlamos en las sombras. “Hay varios puntos de partida de este proyecto. Uno es una investigación de la Universidad Nacional de La Plata y del Conicet: Mapas de aldeas: Diagnóstico sociocomunicacional para la gestión de estrategias de comunicación/desarrollo en el contexto de riesgo hídrico. Cartografías del territorio, construcción social de la salud y acceso a los derechos y políticas públicas. Y por otro lado está el grupo nuestro de teatro, que hace rato estamos produciendo obras de teatro, formamos un grupo de investigación en lo escénico. Esto arrancó allá con Infierno, es obra que hicimos en el Riachuelo, y es una forma actual de leer la Divina Comedia. Apareció la gente de la Facultad de Periodismo y el Conicet. Acordamos que toda investigación académica, en el plano de lo artístico, tiene que partir de una práctica. Y por otro lado, la idea de que lo expresivo y teatral, es un componente muy importante en el campo de la salud: el hecho de que las personas puedan pensarse, decirse, expresarse, es igual de importante que una la alimentación, por ejemplo. Empezamos a acercarnos a un barrio de Los Hornos profundo. Zonas que están castigadas permanentemente por la inundación. Teníamos encuentros de lectura de teatro con la gente del barrio y los que más se acercaban a esos encuentros siempre eran los más chicos.
Querían hacer una obra de teatro. La idea era que ellos mismos pudieran expresar lo que habían sufrido en la inundación. Lo que nos interesa es su voz: lo que piensan de la Ciudad, de su barrio, de la sociedad”.
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Diario de Invierno de Kiara. 21 de junio.
Hace frío. Este invierno capaz me enfermo.
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Zaira tiene catorce y es la mayor de la obra. Tiene el pelo largo y libre atado en una coleta. Una sonrisa que ahora se anima a mostrar. Me cuenta que ellos después de la inundación estaban tristes, dolidos. Dice esas dos palabras y no son gratis: porque por un segundo su voz se quiebra. Pero ella es fuerte. Se repone. Sigue. Me dice que pasó el tiempo y llegaron los chicos de teatro y les propusieron hacer esta obra. “Yo antes de eso quería hacer teatro, así que no lo dudé”. Del 2 de abril le cae la imagen de su propio cielo: “Llovía una banda, en nuestro barrio era normal que se inunde, pero después se seguía inundando, más que siempre, empezamos a subir las cosas, la ropa, los juguetes, todo en lugares altos. A la noche el agua me llegaba por las rodillas. La obra nos ayuda a recordar, a no olvidarnos lo que pasó. Por ejemplo, lo que nos propusieron hacer con los Cuadernos de Invierno, de ir escribiendo todo lo que nos pasaba. Me ayuda venir a teatro. Empecé a no ser tan tímida, a decir lo que siento. Acá no tengo vergüenza de decir lo que me pasa, acá aprendí a levantar la voz. Yo antes no hablaba. Ahora hablo, puedo levantar la voz y no tengo vergüenza de eso”.
8
Carlitos sube las escaleras corriendo.Tiene ocho años y es el más chiquito de la obra. La lengua afuera. Energía, la carita le desborda de energía. Me dice que está cansado. En breve estrenan. Pero igual veo energía en él. Cree que en unos días van a estrenar la obra. Me pregunta qué día es hoy, cuánto falta para el sábado. No sabe cómo explicarme. Al oído me dice que tiene vergüenza. Tiene miedo de que cuando esté actuando le saquen una foto y la suban al “feis”. Le digo que no se preocupe por las fotos. Que las fotos, muchas veces, no son la verdad. De la inundación le quedó una imagen: “Viste cuando el agua entró por las casas. Me subí a la cama de doble cucheta. Yo estaba descalzo. Yo sentí que algo me tocaba en el pie. Me dio miedo eso que estaba en la oscuridad flotando y me tocó el pie. Yo me acuerdo el baúl de mis juguetes que se fue flotando. Que se iba”.
9
Me quedo mirando el ensayo desde el desierto de una platea oscura. Los chicos señalan unas carpas que representan sus casas. Dicen la dirección donde viven. Parte de su tierra, su lugar, sus identidades. El agua ya no está. Ahora les queda esto de la memoria, de lo representativo. Se ríen, juegan. De alguna forma, esto, para ellos, se trata de aprender a nadar.
Fuente: EL DIA/SEPTIMO DIA
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