lunes, 30 de diciembre de 2013

El casamiento de Luciana Abelenda y Gustavo Guillén

A los 51, el actor se casó con la bailaora a quien conoció cuatro meses atrás


El actor de novelas Gustavo Guillén, de 51 años, se casó por civil con la bailaora de flamenco Luciana Abelenda, a quien conoció hace sólo cuatro meses.

El sábado por la noche, los novios celebraron la boda con una fiesta en uno de los salones del Círculo de Oficiales de la ciudad de La Plata, donde ella vive. La fiesta tuvo 120 invitados, entre quienes estuvieron los amigos íntimos de la pareja, sus familiares y Valentino de 10 años, hijo de Guillén y Lola de 4 años, hija de la novia.

El menú estuvo a cargo de Pedro Abelenda, papá de Luciana, quien es chef. La mesa dulce fue preparada por la tía de de la novia. El vestido de ella fue diseñado por su amigo Santiago Buceta. Al novio lo vistió Tito de Matices.

La banda de Gustavo Guillén “Fuera de Peligro” hizo el show.

“Lo nuestro fue amor a primera vista. Nos miramos y nos amamos por eso vamos a unir nuestros corazones para toda la vida”, aseguró el actor cuando comunicó la noticia del casamiento a sus amigos y familiares.

Balance 2013 en C.A.B.A.: Teatro

29.12.2013

Por Juan José Santillán
“Final de partida” 

Alfredo Alcón dirigió y protagonizó esta puesta junto a Joaquín Furriel. De lo mejor. La temporada teatral 2013 en Buenos Aires mantuvo su intensidad en los diferentes circuitos de exhibición tanto oficial, comercial como alternativo; con una afluencia que convocó solo en obras de teatro, infantiles y de danza en el Complejo Teatral de Buenos Aires a 204.569 espectadores, en 899 funciones. Mientras que el Cervantes, únicamente en las salas de Córdoba y Libertad, tuvo 89.611 espectadores en 554 funciones. Por último, la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET) declara haber realizado este año 8.232 funciones, estrenado 224 espectáculos y convocado a 2.310.034 espectadores. Se trata de cifras oficiales y de una asociación empresaria del sector, pero sirven de parámetro.

Por un lado, Buenos Aires es una ciudad teatral que no tiene paralelismo a nivel latinoamericano. En número genera propuestas en materia de artes escénicas que la ligan a Berlín, Nueva York y Londres. En lo referido a diseños de producción la distancia es abismal con esas plazas, los problemas del medio son otros, pero se está cerca en volumen. Esta equivalencia entre mercados puede significar algo o realmente muy poco.

La abrumadora cantidad de espectáculos porteños sigue generando una dispersión notable de la cartelera, las condiciones de trabajo en muchos casos son realmente magras; por ejemplo, en el circuito alternativo - y también en una parte del oficial- la norma es ensayar sin cobrar nada, estrenar y recuperar, a los premios, el dinero invertido. Aunque como novedad se han vuelto a firmar convenios de producción entre ARTEI (representante de salas independientes porteñas) con AADET, afianzando la relación cada vez más fluida entre lo “comercial” y lo “alternativo”. Sin embargo, la pregunta que cobra más fuerza es acerca del rol del espectador, las estrategias para convocarlo y sostenerlo en un campo con ofertas de todo tipo. Muchos creadores confirman que no hay movida de prensa ni “escuela de espectadores” que le haga frente al boca en boca. Y cómo se enciende eso, además de contar con la base de una obra de calidad, es un misterio. Por ejemplo, en la ciudad los espectáculos teatrales que más recaudaron en 2013 según AADET fueron Violetta, seguido de Stravaganza. Recién tercera aparece una comedia de texto como Toc-Toc; detrás viene el drama de Ingmar Bergman, Escenas de la vida conyugal.

Aunque no siempre cantidad significa calidad, en materia de prestigio, al menos, el teatro porteño tiene una marca ineludible. Y este año no fue la excepción. En el oficial una de las puestas más importantes del San Martín fue Querido Ibsen: soy Nora, nuevo texto de Griselda Gambaro con dirección de Silvio Lang. Allí, Belén Blanco interpretó una versión de Nora que construyó en escena un desgarrado reclamo de género al propio Ibsen. En el mismo teatro se presentó Final de parti da, de Beckett, dirigida y protagonizada por Alfredo Alcón y Joaquín Furriel; un dueto que será recordado, emotivamente, como lo mejor del año. El Cervantes tuvo muy buenas propuestas como Hoy debuta la finada, la primera obra que dirigió María José Gabín. También se destacó la versión de El gran deschave, dirigida por Luciano Suardi, que contó con Muriel Santana y Guillermo Arengo.

En términos de actuación, una de las madres terribles del año la interpretó Leonor Manso en El león de invierno. Allí volvió a demostrar por qué es una actriz imprescindible. También en materia de vínculos madre e hija, se lucieron María Onetto y Cristina Banegas en Sonata de otoño, de Bergman. Y en otro plano, también fue bien elaborada la relación filial que tuvieron Marilú Marini y Malena Solda en 33 Variaciones.

En el circuito alternativo uno de los tantos trabajos para destacar fue la versión de Othelo, dirigida, traducida y adaptaba por Gabriel Chame Buendía. El fundador del Clú del Claun, y ex payaso del Cirque du Soleil, demostró cómo Shakespeare puede ser abordado desde un lenguaje tan elaborado como el clown y no desfallecer en el intento. También el colectivo Apacheta, dirigido por Guillermo Cacace, cumplió una década de trayectoria y lo festejó con la notable A mamá, una versión de La orestíada, anclada en el conurbano y en la estética del fotógrafo Marcos López. Entre la camada de jóvenes directores, volvió a lucirse Martín Flores Cárdenas, esta vez con Entonces bailemos. Y la puesta de Matías Umpiérrez de Distancia, donde emparentó la artesanía teatral con la utilización de los recursos de la Web. También Mariana Obersztern estrenó Si el destino viene a mí y Ricardo Bartís, La máquina idiota; ambas reflexionaron con lucidez sobre la práctica teatral. Entre los musicales, fue notable la versión con Julieta Díaz y Gabriel Goity de Los locos Addams, también la reposición de Forever Young y el suceso de Y un día Nico un día se fue.

En materia internacional, este año estuvo el IX FIBA. En ese marco se produjo uno de los sucesos del año: la discusión que tuvo con una parte del público el programador artístico del festival, Darío Lopérfido, durante la presentación de Un enemigo del pueblo, con insultos incluidos. Además, el festival contó, entre otras visitas de primera línea, con Jan Fabre, Romeo Castellucci y el polaco Marcin Liber. Otra visita importante fue la del reciente ganador del premio nacional de Literatura Dramática de España, Juan Mayorga con su obra El crítico, dirigida por Guillermo Heras, en el San Martín. Y además, fue el dramaturgista de la excelente versión, protagonizada por Blanca Portillo, de La vida es sueño, de Calderón, que presentó la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España en la Martín Coronado.

BALANCE TEATRAL 2013 LA PLATA: De todo, como en botica

Como siempre, un año con variadísimas propuestas, para todos los gustos.

Por Irene Bianchi

Tanguito Mío

En el Teatro Municipal Coliseo Podestá, destacamos “La última sesión de Freud”, un potente texto de Mark St. Germain, adaptado por Daniel Veronese, en el que dos intelectuales (Sigmund Freud y el escritor C. S. Lewis) discuten sobre la existencia de Dios. Asombrosa metamorfosis de Jorge Suárez, acompañado por un excelente Luis Machín. “La cabra”, provocativa pieza de Edgard Albee que habla de un amor políticamente incorrecto, con un Julio Chávez deslumbrante. “La Dama de negro”, maratónica labor de Nicolás Scarpino y Fabián Gianola, dirigidos por Manuel González Gil, en una obra basada en la novela de Susan Hill, adaptada por Stephen Mallatratt, que mezcla terror, humor, suspenso y hasta teatro dentro del teatro. La versátil Fátima Florez demostró que no es Unica, sino que es capaz de multiplicarse en infinidad de personajes, en un “tour de force” que no da respiro.

La dicha de reencontrarse con Pepe Soriano y Beto Brandoni en “Conversaciones con Mamá”, de Santiago Carlos Oves: dos grandes, dirigidos por Santiago Doria. Un par de agradables comedias: “Intimidad Indecente”, con Arnaldo André y Marta González, y “Una vida mejor”, con la dupla Claudia Lapacó y Claudio García Satur. Juan Pablo Geretto deleitó con el fiel retrato de su “Maestra Normal”. Dos decepciones: “El hijo de puta del sombrero”, una puesta sin matices en la que Pablo Echarri, Nancy Dupláa y Fernán Mirás componen personajes exacerbados y monolíticos, y “Los Grimaldi”, buenos comediantes (Ranni, Barbarossa, Prol, Muscari) totalmente desperdiciados en un texto flojo y previsible escrito y dirigido por Atilio Veronelli, que hace agua por donde se lo mire.

¡CHIST!

Les Luthiers, hicieron ¡Chist! en el Teatro Argentino: una antología de lujo de estos descomunales artistas que nos deleitan ininterrumpidamente desde hace más de cuatro
décadas.

En la Sala Armando Discépolo vimos un clásico de Molière: “El enfermo imaginario”, dirigido por Carlos Moreno, y “El Club”, homenaje a Julio Cortázar y su legendaria Rayuela, dirigido por Gerardo Hochman. Un deslucido Copi en “La sombra de Wenceslao”, dirigido por Villanueva Cosse, con Lorenzo Quinteros y elenco. 

Una de las perlitas locales de la temporada: “Mateo”, grotesco criollo de Armando Discépolo, por el Grupo de Teatro Duodeno, en La Lechuza. Gran trabajo grupal. Otro grotesco, éste de Jacobo Langsner, “Esperando la carroza”, por el Grupo Teatral Amadeus, en el Salón Auditorio Islas Malvinas, homenaje a una pieza de colección. 

William Shakespeare se hizo presente en el Pasaje Dardo Rocha, de la mano del Grupo de Teatro La Anunciación, dirigidos por Belén Spléndido, en una divertida adaptación de “Noche de Reyes”, a cargo de Mariano Spléndido. Allí también vimos “El psicoanalista de Fierro”, una buena idea a la que le faltó desarrollo. 

En el Espacio de Arte Crisoles, “La Terraza Teatro” nos reencontró con la inefable poesía de Atahualpa Yupanqui en “Atando tabas”, una suerte de impro gauchesca, original y entretenida. Una propuesta diferente de teatro-danza en la Casa Curutchet: “Máquina para vivir”, con reminiscencias de los happenings del viejo y recordado Instituto Di Tella. Muy buena excusa para recorrer la vivienda diseñada por Le Corbusier. 

En Espacio 44, “Siemprevirginia”, interesante propuesta de Mariela Anastasio, protagonizada por Inés Sbarra, que compone un torturado personaje que coquetea con la locura.

Tres unipersonales de lujo en Teatro Estudio: “Como un puñal en las carnes”, de Mauricio Kartún, interpretado por Marcelo Allegro, bajo la dirección de Raúl Bongiorno. “Escandinavia”, de Lautaro Vilo, con una sobresaliente interpretación de Rubén Szchumacher. Y “Potestad”, la impactante pieza de Tato Pavlovsky, protagonizada por Héctor Grimberg. 

También en Teatro Estudio vimos “Tascaq, te puede pasar”, divertida travesura escénica sobre el amor y el desamor, desfachatada y políticamente incorrecta, con letras del irreverente Jay Mammón. Un producto “made in La Plata”, triunfó nada menos que en el proverbial Teatro Maipo durante las vacaciones de invierno. “Tanguito mío”, de Gastón Marioni y Tato Finocchi, cosechó todo tipo de premios, compitiendo en Primera A con “tanques comerciales” que parecían imbatibles. 

Otro espectáculo infantil que deja unos cuantos buenos mensajes es “Bicicletto”, con Cecilia Rodríguez y Emilio Guevara (La Caracataca Teatro): llamado de atención para grandes y chicos, que promueve la recuperación de necesarios gestos de buena convivencia. En el Teatro La Nonna, disfrutamos de una versión de “Yepeto”, la pieza de Tito Cossa, dirigida por Jorge Graciosi, con Manuel Callau, Francisco González Gil y Anahí Gadda. Un clásico que mantiene su vigencia. En la Sala 420, “Tiempo de soja”, de Rubén Monreal, con Virginia Naón y Diego Biancotto: una metáfora que gira en torno al nuevo “oro negro” americano.

LA MAGIA DEL CIRCO, TAMBIEN

La magia del Circo Rodas aterrizó en el predio de Walmart, con un espectáculo dirigido artísticamente por el platense Diego Bonelli, con coloridos cuadros de music-hall,
acróbatas, contorsionistas, motociclistas suicidas, malabaristas, trapecistas, aguas danzantes, en un show de calidad.

En suma, una variada oferta teatral aquí nomás, sin subirse a la autopista.

martes, 24 de diciembre de 2013

Misceláneas de Obras Dramáticas de Mariela Anastasio

Tapa de libro. Ilustración Dolores Pardo

Aquí, un extracto del prólogo realizado por la dramaturga platense, Diana Amiama:

"Mariela Anastasio es una joven dramaturga, inspirada, versátil, de temática fecunda y humor sorprendente. Este libro recoge trabajos de distintos años, para público infantil y adulto, obras fantásticas algunas, dramáticas otras, una histórica. Estas consideraciones son formalidades innecesarias, el tiempo no influye en los resultados y lo destinado a los niños complace de igual manera al adulto en la lectura; los géneros se mezclan, lo trágico no excluye el humor en ningún caso, los personajes profundos alternan con roles cargados de simbolismos, desde el nombre, sin renunciar por eso a una carnalidad propia. La ortodoxia no opera a la hora del análisis, es mucho desapegarse de posiciones o encuadres y tomar registro de lo que los textos ofrecen, porque el mundo de esta escritora es un lugar variopinto y generoso".

A partir de Diciembre 2013, se puede encontrar en MALISIA. (Calle 55 Nº 458 entre 4 y 5 La Plata)
Luego, estará disponible en librerías de La Plata y Capital Federal.

Fuente: http://marielaanastasio.blogspot.com.ar/2013/12/el-libro-de-obras-dramaticas-ya-esta-en.html

lunes, 23 de diciembre de 2013

TABLAS DE SALVACIÓN C.A.B.A.: Los clásicos, las relaciones y la historia

LUNES, 23 DE DICIEMBRE DE 2013

TEATRO › BALANCE DE LA TEMPORADA TEATRAL 2013, CON UNA CARTELERA POBLADA PERO CON PROBLEMAS PARA MANTENER LAS OBRAS

Teatro 2013: Durante el año que termina, el teatro mezcló disciplinas y no olvidó a los clásicos para mostrar obras donde el sinsentido adquiría sentido, lo que quizá marque una vuelta al surrealismo o al existencialismo. La historia argentina, las relaciones peligrosas y la mirada sobre la propia actividad teatral estuvieron muy presentes.

Por Hilda Cabrera y Cecilia Hopkins

La historia y sus mitos estuvieron muy presentes en las obras estrenadas este año, lo mismo que las cuestiones sobre el amor, la libertad y la muerte, e incluso la reflexión sobre el propio teatro.

Enfocar la historia

Cuando en el repaso anual de la escena porteña interesa saber qué temas inspiran a sus creadores surgen invariablemente la historia y sus mitos, la relación con los otros y las cuestiones sobre el amor, la libertad y la muerte. La historia estuvo presente en las obras de 2013, de modo tangencial o directo, y con diferente intención y estilo. Ejemplos de esa variedad y resistencia a las sujeciones se encuentran en la forma de abordar los temas. En Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza, la costurera que compone Soledad Silveyra le otorga rango de “fatalidad” a tener que decidir a quién entregar el vestido que desean la poderosa Eva Perón y su contrincante más famosa, la cancionista Libertad Lamarque. Por otro lado, el rescate histórico y no mítico hecho en Las putas de San Julián, reconoce otras “fatalidades”. Este episodio, narrado por el escritor y periodista Osvaldo Bayer en La Patagonia rebelde, pasó al teatro, dirigido por Rubén Mosquera, y con un plus, porque Bayer se dio el gusto de actuar. Otros enfoques aludieron a la masacre de Ezeiza: el actor y director Pompeyo Audivert presentó Edipo en Ezeiza y la instalación Museo Ezeiza 1973. Hecho histórico (el regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina) que tomó a su vez Jorge Gómez en Limbo Ezeiza.

En un año socialmente violento y grotesco, el teatro mezcló disciplinas y no olvidó a los clásicos para mostrar obras donde el sinsentido adquiría sentido (¿una vuelta al surrealismo o el existencialismo?). El voyerismo colectivo creció dando actualidad a una pieza de Adriana Tursi, Reconstrucción frente al mar, que retornó a la escena dirigida por Edgardo Dib. En otra línea, Ya nada será como antes, su autor, Pedro Gundesen, y el director Manuel Iedvabni mostraron a una pareja de hermanos que se eterniza en la infancia para hablar de mitos históricos y sociales. La idea de reconstruir parte de la historia argentina desde un único lugar fue el inicio de Mau Mau o la tercera parte de la noche, de Santiago Loza, con dirección de Juan Parodi. Ampliando el panorama, Danzon Park o la maravillosa historia del héroe y el traidor, de Arístides Vargas, recreó con “realismo mágico” las metamorfosis de las revoluciones latinoamericanas. De sobornar al olvido, obra de Enrique Papatino y puesta de Enrique Dacal, rescató ideales de la Revolución de Mayo a través del ficcional encuentro de la esposa del general Las Heras y la viuda de Juan José Castelli; y sobre tiempos lejanos, Los hijos de Rosas, de Alejandro Bovino Maciel y dirección de Jorge Graciosi, le apuntó al feudalismo político. A su vez, Manuel Santos Iñurrieta, en Mientras cuido a Carmela, propuso un viaje hacia las utopías y los sueños desde la política, el cine y la poesía.

Con enlaces más directos, y atento a un teatro “forjador de mitos”, Héctor Levy-Daniel creó Los hechizados; y Julio Molina se refirió en Panza verde a la crisis de 2001, desde la visión de una familia vinculada a un pasado de guerras y caudillos. El “esperpento”, la decadencia social y el interrogante sobre el compromiso de los intelectuales fueron expresados por el director Julio Ordano en su versión de Luces de Bohemia, de Ramón del Valle Inclán; y Roberto “Tito” Cossa señaló en Daños colaterales las marcas que dejó la dictadura al radiografiar el presente de un ex represor, encargado de la seguridad de un edificio. Tampoco el grupo Catalinas Sur mostró indiferencia, y conducido por Adhemar Bianchi resumió en Carpa quemada aspectos de la historia argentina desde los fastos del primer Centenario hasta hoy. Incursionando en la geografía histórica se ofrecieron obras que pugnaron por enlazar con el presente: El león en invierno, del estadounidense James Goldman, con Daniel Fanego y Leonor Manso; Tierra del fuego, de Mario Diament, dirigida por Daniel Marcove, sobre los derechos territoriales de israelíes y palestinos; e Incendios, del libanés, nacionalizado canadiense, Wajdi Mouawad, espectáculo abarcador sobre la muerte y la guerra civil, con dramaturgia y dirección de Sergio Renán y un destacado trabajo de Ana María Picchio.

No es habitual toparse con obras que produzcan tanto desgarro como Asuntos pendientes. La propuesta de Eduardo “Tato” Pavlovsky y su equipo –esta vez bajo la dirección de Elvira Onetto– transparentó “la monstruosidad generada por la violencia social”. Esta enumeración lo dice todo: venta de niños, pobreza extrema, asesinato, incesto, gatillo fácil... Otra mirada sobre el presente ha sido la del grupo Morena Cantero Jrs., que se refirió al asesinato de Mariano Ferreyra en Parpadeá si me escuchás, de Iván Moschner y Luciana Morcillo. A modo de rescate surgió la reposición de Miembro del jurado, de Roberto Perinelli, dirigida por Corina Fiorillo, un policial escrito en tiempos de la dictadura sobre un caso de venganza por mano propia.

Los clásicos

Intérprete excepcional del ciego y paralítico Hamm, de sus réplicas socarronas y giros poéticos, el actor y director Alfredo Alcón supo reunir a un elenco que sobresalió con Final de partida, de Samuel Beckett, en el infaltable rubro de los clásicos, donde se encuentra también al inspirador de Querido Ibsen: soy Nora, de la novelista, dramaturga y ensayista Griselda Gambaro. En esta obra, dirigida por Silvio Lang, Gambaro abre el juego y permite a Nora interpelar al autor de Casa de muñecas (Henrik Ibsen) al convertirlo en personaje. De Albert Camus se estrenó Los Justos, en traducción de Francisco Javier, dirigida por Agustín Alezzo; y Anton Chéjov motivó la creación de Un Vania, de Marcelo Savignone (sobre Tío Vania), y otros montajes por distintos elencos. No faltaron Federico García Lorca ni August Strinberg (Pascua), un toledano del siglo XVII, Francisco de Rojas Zorrilla (Los áspides de Cleopatra); Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño) y Armando Discépolo (Mustafá y Mateo).

Relaciones peligrosas

Las obras referidas a la relación entre personas son tan numerosas como los absurdos que se producen en los enamoramientos. Rotos de amor, de Rafael Bruza y puesta de Ana Alvarado se acercó a estas cuestiones, en tanto Susana Torres Molina apuntó en Privacidad a una clase media consumista. El peso de la herencia familiar ha sido tema para Lautaro Vilo en Cabaña suiza; y las heridas del corazón generaron títulos: Entonces bailemos, de Martín Flores Cárdenas; Sombras desde el jardín, dirigida por Agustín Alezzo, y otras piezas de autores rebeldes. Copi (Raúl Natalio Damonte Botana) fue recuperado a través de La sombra de Wenceslao, creativa puesta del director Villanueva Cosse que conjugó malicia y humor, tragedia y poesía gauchesca para definir a personajes marginales y arquetípicos. Otro recuperado ha sido Manuel Puig, con su obra Triste golondrina macho, una apuesta de Blas Arrese Igor y Guillermo Arengo con tintes de policial surrealista. También de Puig se estrenó Bajo un manto de estrellas, con María José Gabin y Pompeyo Audivert, dirigidos por Manuel Iedvabni.

Descubrir rencores entre madre e hija ha sido la tarea propuesta por Ingmar Bergman en su Sonata de otoño, donde, en versión y dirección de Daniel Veronese, se lucieron Cristina Banegas y María Onetto. En Emilia, Claudio Tolcachir expuso situaciones de soledad y desamparo; y en Estela de madrugada, de Ricardo Halac, el director Lizardo Laphitz retrató a una familia de los años ‘60. Ignacio Apolo estrenó El mal recibido, una serie de historias sobre la “percepción contemporánea”; Ramiro Guggiari, en codirección con Gastón Calvi, mostró Ruidos que atraviesan las almohadas (enigma policial que oculta falsedades y mentiras de una familia); y –bajo la dirección de Villanueva Cosse– Morir en familia, de Jorge García Alonso, pasó a ser metáfora de toda una sociedad. Otras puestas fueron El beso, del holandés Ger Thijs, con Beatriz Spelzini y Pablo Alarcón; y una pieza del escritor sueco Henning Manckell, Antílopes, codirigida por Hugo Urquijo y Graciela Dufau, donde la cotidiana peripecia de una pareja, interpretada por Ingrid Pelicori y Mario Pasik, transparenta historias de racismo y corrupción social. Luis Agustoni estrenó Claveles rojos y Claudio Pazos su unipersonal Vegetal. Me duele una mujer ha sido el “tango teatral” de Manuel González Gil; en tanto la surrealista Víctor o Los niños al poder, de Roger Vitrac, en versión y dirección de Lorenzo Quinteros, mostró la hipocresía de una familia burguesa de comienzos de siglo. En Tres hermanos, Roberto Ibáñez retrató deslealtades y miserias, ocultamientos, como en la comunidad de El origen, de Silvia Gómez Giusto; y en Hablemos a calzón quitado, de Guillermo Gentile, conducida por Nicolás Dominici, se aludió al autoritarismo intrafamiliar.

El pacto sexual fue tema en Una relación pornográfica, actuada por Cecilia Roth y Darío Grandinetti bajo la dirección de Javier Daulte; y la lejana amistad de dos artistas famosos y temperamentales, Tennessee Williams y la actriz Anna Magnani, fascinó al director Oscar Barney Finn, autor de la dramaturgia de Noches romanas, de Franco D’Alessandro. En esta búsqueda de contactos en el tiempo se incluye 33 variaciones, del venezolano Moisés Kaufman, donde una musicóloga, actuada por Marilú Marini, vuelca toda su energía en la investigación de una partitura de Beethoven, papel que compuso Lito Cruz. Otro tanto sucedió en Amadeus, del británico Peter Shaffer, que dirigió Javier Daulte. Oscar Martínez fue allí Salieri y Rodrigo de la Serna, Mozart. En Dios mío se fue más lejos. En esta obra de la israelí Anat Gov –versión de Jorge Schussheim y dirección de Lía Jelín–, Juan Leyrado y Thelma Biral dialogaron sobre la ausencia de Dios, concepto que reaparece cuando impera la injusticia.

Sobre el oficio

La escena porteña reflexionó sobre su oficio desde distintos ángulos. En El crítico, de Juan Mayorga, fue entre un autor y un crítico. Un contrapunto actuado por Pompeyo Audivert y Horacio Peña que dirigió Guillermo Heras. En La máquina idiota, estrenada en el Sportivo Teatral, el director, dramaturgo, actor y docente Ricardo Bartís tomó aspectos del Hamlet, de William Shakespeare, para referirse a la condición del actor y la autoría del espectáculo teatral. Con un estilo que le es propio, el actor y director Norman Briski estrenó El barro se subleva, Partida real y mostró en Las 50 nereidas a dos de ellas “perdidas en una azotea de Buenos Aires”. Las nereidas son Eliana Wassermann y Sofía Guggiari, quien además presentó Te amo tanto porque te he matado 2. En Fauna, de Romina Paula, un realizador y una actriz recurren al mito y a los recuerdos para elaborar un guión; y en Sistema Garage, Damián Dreizik reflexionó sobre la pedagogía teatral siguiendo métodos artísticos y estrategias propias del humor, como el chamuyo y la sanata (invención del humorista Fidel Pintos).

A los apuntes sobre el propio oficio se sumaron obras inspiradas en famosos: Cuando tengas el ánimo de un pájaro, de Emmanuel Medina (sobre Antonin Artaud); Alfonsina y los hombres, de Mariano Moro; Manzi, la vida en orsay, de Diego Vila y Bernardo Carey, con puesta de Betty Gambartes; Marx en el Soho, de Howard Zinn, dirigido por Manuel Callau; y Carta al padre (Franz Kafka), una puesta de Mariano Dossena, actuada por Dennis Smith. Tiempo de partir, de Luis Agustoni (sobre Leopoldo Lugones); Eva Perón en la hoguera, de Leónidas Lamborghini, por Cristina Banegas; y Juana la Loca, unipersonal dirigido por Pepe Cibrián Campoy e interpretado por Patricia Palmer.

Los visitantes

Al Festival Internacional de Buenos Aires –que propició estrenos nacionales, como Spam, de Rafael Spregelburd, y Rey Lear, de Rodrigo García, con puesta de Emilio García Wehbi– se sumaron visitas, entre otras, de argentinos residentes en el extranjero, como los actores Miguel Angel Solá y Daniel Freire, que trajeron El veneno del teatro, del valenciano Rodolf Sirera, junto a un equipo español. Otro argentino, David Amitín, fue invitado a dirigir a un elenco local con su obra El experimento de Próspero, inspirada en La disputa, de Pierre Marivaux. La Compañía Nacional de Teatro Clásico de España, dirigida por Helena Pimenta, trajo La vida es sueño, donde la actriz Blanca Portillo compuso a Segismundo. El catalán Manel Barceló presentó Los Villanos de Shakespeare, unipersonal de Steven Berkoff; y el autor y director chileno Juan Carlos Zagal trajo su trilogía Teatrocinema. El director, dramaturgo y ensayista Jorge Eines (otro argentino residente en España) estrenó 1941. Bodas de sangre, junto al elenco Tejido Abierto; y La Zaranda regresó con El régimen del pienso, de Eugenio Calonge, obra referida a “la necropsia social y teatral” y expresión de la libertad, compromiso y singularidad artística de esta compañía. Otra pieza de interés fue El gorila (Francia) sobre Informe de una academia, de Franz Kafka. Este trabajo de Alejandro y Brontis Jodorowsky fue interpretado por Brontis apelando a elementos del clown y el teatro pánico.

Potestad: Retrato de un perverso camuflado

“POTESTAD”

Por Irene Bianchi

“POTESTAD”, BAJO LA DIRECCIÓN DEL PLATENSE GASTÓN MARIONI, SE OFRECIÓ EL FIN DE SEMANA EN EL TEATRO ESTUDIO, CON LA INTERPRETACIÓN DEL PSIQUIATRA Y ACTOR BAHIENSE, HÉCTOR GRIMBERG

“Potestad”, de Eduardo “Tato” Pavlovsky. Intérpretes: Héctor Grimberg / Gabriela Ocampo. Puesta en escena y dirección: Gastón Marioni. Sala: Teatro Estudio (3 entre 39 y 40).

“A mí no me interesa tanto la patología individual de los torturadores como la formación de subjetividades de ciertas instituciones que pueden hacer creer que las aberraciones más grandes, lo brutalmente anormal, parezca como cotidiano y normal”. Palabras de Eduardo “Tato” Pavlovsky (1933), médico, psicoanalista, iniciador del psicodrama en Latinoamérica, novelista, director de cine, dramaturgo, actor, autor de obras emblemáticas: “El señor Galíndez”, “La mueca”, “Cámara lenta”, “Telarañas”, “El señor Laforgue”, “Rojos globos rojos”, “La muerte de Marguerite Duras”, “El cardenal”, entre tantas otras.

El tema central de “Potestad”, estrenada en 1985, es la apropiación de niños durante la dictadura militar. El protagonista de este monólogo es un médico llamado a constatar la muerte de dos “subversivos”, quien –luego de cumplir con su tarea –descubre por casualidad a la hija de la pareja acribillada, encerrada en el baño, llorando aterrorizada. Sin dudar ni siquiera un instante, la alza y se la lleva a su casa, cumpliendo por fin con el anhelo de él y su mujer, de tener un hijo, deseo que la esterilidad les negó. No siente ni una pizca de culpa ni de remordimiento. Por el contrario, está convencido que tiene derecho a hacerlo, que esa niña le pertenece porque “se la ganó”. Y la cría con amor y devoción. Esa hija, rebautizada “Adriana”, es la luz de sus ojos. Al respecto decía el autor: “Los criminales y raptores de niños podían ser tiernos. Precisamente eso es lo que los convierte en individuos muy complejos”.

Esa terrible e inquietante ambigüedad es seguramente lo que atrajo a Pavlovsky para construir el personaje de “Potestad”: un monstruo tierno.

El psiquiatra y actor bahiense Héctor Grimberg, radicado hace años en España, hizo un vuelo rasante por el Teatro Estudio, y se puso en la piel de este contradictorio personaje, ofreciendo una formidable interpretación, visceral, creíble hasta la médula.

El clima de la pieza va sumergiéndose de a poco en aguas profundas. Al principio, provoca hilaridad su conducta obsesiva, sus tics, sus manías, y hasta genera simpatía y empatía. Pero luego, muy paulatinamente, se va desenmascarando, y aparece el apropiador, el victimario, el burlador burlado.

Grimberg materializa con sus gestos y miradas a sus interlocutores imaginarios: su mujer, distante, fría, que no lo registra, para luego encerrarse en su cuarto, alienada por la partida de Adriana; “su” hija, de quien cree adivinar los pensamientos; los dos hombres que vienen a buscarla, a restituirla, a devolverle su verdadera identidad.

Luego sí dialoga con una mujer de carne y hueso (¿su hermana? O más bien, monologa, pues ella se limita a escucharlo, a ser mudo testigo de este hombre roto, vacío.

Los movimientos de Grimberg, su andar, las inflexiones de su voz, sus pausas, son afinados recursos de un actor que se adueña del espacio vacío y cautiva a su atenta audiencia.

“Potestad”: una pieza que no ha perdido un ápice de impacto, en una magnífica composición.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Procesos y metáforas de un teatro singular

22.12.2013 | La máquina idiota, de Ricardo Bartís

El nuevo espectáculo de Ricardo Bartís figura entre lo más relevante del año teatral. Hipótesis sobre por qué La máquina idiota es una obra excepcional.

Por: 
Jorge Dubatti


En la rica temporada teatral 2013, el estreno de La máquina idiota, de Ricardo Bartís, ha sido sin duda uno de los grandes acontecimientos. El hecho reafirma la relevancia de este creador notable -el de Postales argentinas, El pecado que no se puede nombrar, La pesca- en la historia del teatro nacional. 

Durante dos meses y medio de presentaciones, siempre a sala llena –tres funciones semanales, en el Sportivo Teatral, Thames 1426, sin prensa ni aparición en la cartelera de los diarios-, La máquina idiota se convirtió en un espectáculo de culto, y felizmente para los muchos que no pudieron verlo, regresará en marzo de 2014. Lo hará con los mismos excelentes actores: Fabián Carrasco, Facundo Cardosi, Flor Dyszel, Gustavo Sacconi, Hernán Melazzi, Dana Basso, Luciana Lamoglia, Mariano González, Matías Scarvaci, Martín Kahan, Nicolás Goldschmidt, Lucía Rosso, Pablo Navarro, Rosario Alfaro, Darío Levy, Sebastián Mogordoy y Sol Titiunik.

Más de una vez hemos señalado que Bartís es el gran referente internacional del teatro argentino por la calidad de su teatro, por su trayectoria -en 2013 se cumplieron 25 años de la primera  presentación de Postales argentinas- y por su estilo único. Frente a La máquina idiota, su nueva creación, es oportuno preguntarse qué tiene su teatro que lo hace tan singular. Sin afán de explicar el “misterio” que está en la raíz misma de todo acontecimiento teatral excepcional –y de toda obra de arte-, podemos esbozar algunas hipótesis. Quedémonos, por razones de espacio, con tres. 

Primera: el teatro de Bartís es único por sus procesos de producción. En el resultado escénico de La máquina idiota se inscribe, como parte esencial de su poética, el trabajo de investigación, búsqueda y experimentación, organizado por una ética rigurosa. 

Dos años de ensayos; estructura cooperativa al margen de toda expectativa de lucro, en la tradición del teatro independiente; descubrimiento  y desarrollo del campo propositivo poético original de cada actor, de acuerdo con el llamado “teatro de estados”; transformación del grupo en un territorio de subjetividad alternativa, en una micropolítica de resistencia que entra en fricción con los órdenes macropolíticos y las reglas de la vida cotidiana; escritura escénica, desde los cuerpos de los actores, el tiempo y el espacio, en radical oposición a la representación de un texto previo, escritura escénica a partir de las formas y los núcleos de sentido que se van desplegando en los ensayos, sin forzar resoluciones ni mensajes; horizontalidad del elenco -que en este caso es muy numeroso, 17 actores- en clara confrontación con las formas de divismo y proletarización de los elencos con primeras figuras; producción permanente, durante los procesos, de un pensamiento filosófico, político, social, estético, en el que el teatro asume su diferencia respecto del funcionamiento de la teatralidad en la sociedad, la política, el mercado y la comunicación, en la Argentina y el mundo; el teatro como una vía de anclaje en el pasado, percepción y reconocimiento del presente y visión oracular del futuro.

Segunda: el teatro de Bartís es único porque, de semejantes procesos de investigación, surge un mundo imaginario que siempre sorprende por su originalidad, pero en el que a su vez siempre es posible reconocer constantes, obsesiones, invariantes con los espectáculos anteriores. En La máquina idiota, a la par que se cuenta una historia central, se despliega un mundo prolífico de historias, muchas de ellas apenas sugeridas a los espectadores. 

En el anexo del Panteón de Actores del cementerio de la Chacarita, un grupo de actores muertos –actores menores, de tercera o cuarta línea, pero que se creen más de lo que son o fueron- se disponen a ensayar una obra, Hamlet, para representarla en los “festejos de octubre” (¿del 17 de octubre, de la Revolución Rusa?). Todo el tiempo intentan oír qué hacen del otro lado de la pared, en el Panteón principal, los grandes actores muertos, quienes también, supuestamente, ensayan. 

Mientras esperan la llegada de los libretos, están en comunicación con la Asociación Argentina de Actores y se cruzan con dos personajes vivos: un mozo de un bar cercano y el camionero que manda la Asociación con los textos de Hamlet y el vestuario. Como no podía ser de otra manera, aparece Perón –la acción transcurre hacia 1954- a través de un discurso que los muertos escuchan en una vieja radio. En su mensaje público, Perón grita “¡Viva el teatro!”. 

Mientras discuten sobre actuación y otros problemas de arte escénica, los actores muertos repiten los mecanismos burocráticos del mundo en que vivieron: tienen que tener el carnet al día, hacen filas, se ajustan a estatutos y reglamentos. Por un dato que les da el camionero, descubren que ya es diciembre y que no participarán en los “festejos de octubre” porque ya han pasado.

Tercera: el teatro de Bartís es único porque las situaciones de ese mundo encarnan, siempre de manera oblicua, indirecta, implícita, como “golpes a la conciencia”, como “ecos”, diversas y grandes metáforas profundamente significativas para la vida nacional. Detengámonos en algunas de ellas, sumariamente, aunque merecerían desarrollo pormenorizado. 

¿Por qué se trata de una historia de actores muertos? ¿Qué implica la metáfora de los muertos en La máquina idiota? La muerte es una de  las grandes obsesiones del teatro de Bartís y, sin duda, tiene que ver con la historia de la Argentina y el quiebre incalculable que produce la dictadura. En 1988, en Postales argentinas, a cinco años de recuperación de la democracia, Bartís cuenta la historia de la muerte de la Argentina, la historia de Héctor Girardi, el último argentino. Con el accionar horroroso de la dictadura –parece decir la metáfora bartisiana-, la Argentina ha muerto, y después de ese quiebre ya nada será igual. La muerte se asimila a la degradación y a la carencia de mitos, que no se han renovado: la expectativa de futuro está puesta en las míticas del pasado (los “festejos de octubre”). 

La máquina idiota comparte con Hamlet o la guerra de los teatros (1991) la preocupación por la muerte del padre y la orfandad del hijo: en su versión de la tragedia, Bartís hacía que Hamlet empujara todo el tiempo en escena una camilla con el cuerpo de su padre muerto. Como La Piñata en El box (2010), los actores muertos convocan a una reunión a la que nadie vendrá. Como las tres mujeres de Donde más duele (2002), los actores siguen hablando de un mundo que ya no existe. Muerta la creencia en Dios, muerta la expectativa de revolución, los muertos se aferran al orden de la burocracia, la “máquina idiota” que genera la ilusión de que algo acontece, cuando en realidad el tiempo se ha suspendido y el sentido ha quedado lejos en el pasado. 

Una metáfora que invita a reflexionar sobre las consecuencias  de la dictadura en la democracia postdictatorial, y que fundamentalmente propone una herramienta de catarsis, de exorcismo, de cura. En el teatro de Bartís las metáforas de la muerte se enuncian desde una pasión creadora catártica, que afirma y sana la vida nacional.  « 


sábado, 21 de diciembre de 2013

Murió la "cantora nacional" Nelly Omar

CULTURA /  Lúcida integrante de la generación que conformó el lenguaje del tango y lo ligó con la canción, falleció esta mañana a los 102 años.

20.12.2013 | 12.40


Con el fallecimiento esta mañana de la inmensa Nelly Omar, de 102 años, se va la última sobreviviente de una estirpe dorada de cantantes de la música popular habitada por nombres como los de Tita Merello, Azucena Maizani, Libertad Lamarque y Ada Falcón.

Pero la “cantora nacional”, como le gustaba ser denominada, no es sólo un nombre fundamental de la música popular argentina sino que materializa en la actualidad la pervivencia de una memoria afectiva ligada al primer peronismo. 

Protagonista indiscutida de la historia musical de la Argentina y figura legendaria de un país que creció de pronto, cuando supo abrazarse al afecto de los humildes, la artista parece uno de esos personajes llamados a habitar para siempre la memoria inextinguible de su pueblo. 

Nació el 10 de septiembre de 1908 como Nilda Elvira Vattuone en la localidad bonaerense de Bonifacio, pero inscripta y criada en Guaminí, donde vivió hasta los 11 años, cuando fallece su padre y se traslada a Buenos Aires con su madre y 10 hermanos. 

Voz protagónica y central del tango y la canción criolla en las décadas del ´40 y el ´50, su adhesión al peronismo le valió proscripción y listas negras, estando prohibida en radios y teatros luego del golpe de Estado de la autodenominada Revolución Libertadora.

"Estuve 17 años sin trabajar porque me metieron en una lista negra impuesta por la revolución fusiladora, por ser peronista de Perón y amiga de Evita, una mujer con gran personalidad que se fue demasiado pronto cuando tenía mucho por hacer", recordó años atrás en un reportaje con Télam a propósito de esa época. 

Y agregó: "Como feliz o desgraciadamente no tenía a nadie a quien darle de comer, porque no tengo hijos, me las fui arreglando sola. Pero claro, tuve que vender el piano". 

En 1957 viajó a Montevideo para trabajar en radio y televisión y luego a Venezuela para participar del programa de televisión "El show de Renny Otolina", donde actuaba vestida de gaucho, pagando en su cuerpo su cercanía al gobierno popular y sus recordadas interpretaciones de "La descamisada" y "Es el pueblo". 

Aunque conoció el trabajo desde los 12 años, cuando se empleó en una fábrica de medias, Omar arrancó con la canción a los 17 con la interpretación de "A mi madre" en radio Splendid, pero se hizo profesional tiempo más tarde. 

En 1934 conforma un dúo con su hermana Nélida (a quien le `robó´ el sobrenombre) y en 1937 conoce a Homero Manzi al trabajar juntos en la audición de Radio Belgrano "Pájaros ausentes", que contaba con libretos del poeta, a quien la une un apasionado romance. 

Esta relación se interrumpe cuando, ante la posibilidad del divorcio, la esposa de Manzi intenta suicidarse con un tóxico, pero queda de ella el registro o la huella que el poeta materializó en la imperecedera "Malena". 

Bautizada en 1938 en Valentín Alsina "la Gardel con polleras", gracias a una voz prístina, un fraseo claro, aguerrido, firme y sin afectaciones ni subrayados. 

Y la definición viene a cuento de una artista que recorrió el tango pero cultivó con igual interés y profundidad la milonga, el vals y el repertorio criollo en un programa musical que no admite oposición entre lo urbano y lo rural y que recoge el gesto de cantores anteriores como Gardel, Magaldi o Corsini. 

A Nelly no se le debe sólo la convicción inquebrantable de un afecto y una carrera sin dobleces que postergó en tributo a la lealtad sino también imperecederas interpretaciones de canciones como "Sur", "Amar y callar", "El adiós de Gabino Ezeiza", "Del tiempo de la morocha" y "Manoblanca", entre muchos otros registros. 

Pese a los problemas de salud aparejados a su edad y que la llevaron a padecer varias internaciones en el último tiempo, la intérprete concretó en los años 2005, 2009 y 2011 (cuando celebró su centenario) inolvidables presentaciones en el estadio Luna Park. 

Télam.

Fito Páez y un concierto íntimo en La Trastienda

CULTURA /  El músico vuelve a La Plata para presentar su espectáculo Solo piano. Este sábado, a partir de las 21.30, su público podrá disfrutar de sus clásicos temas.

20.12.2013 | 12.14

Fito Páez presenta Solo piano (Foto: Télam)

Fito Páez presenta en La Plata Solo Piano, un show de formato íntimo, renovado e interactivo, en el que encantará con sus temas más representativos, así como las joyas de su discografía. La cita es este sábado a las 21.30, en La Trastienda Club (51 e/ 5 y 6). 

El músico, que en 2012 festejó los 20 años de El Amor Después Del Amor (el disco más vendido en la historia del rock nacional argentino), realiza desde hace algunos años la gira de conciertos Solo al piano, con un gran reconocimiento por parte del público y la crítica de cada lugar. 

Esta gira, que lo ha llevado a ciudades como Santiago de Chile, Río y Porto Alegre Brasil, Madrid, Israel, Londres, Miami, Bogotá y Medellín, Colombia y DF Méjico, ahora lo trae nuevamente a La Plata. Un show ideal para despedir el año de la mano de una figura de la talla de Fito Páez.

viernes, 20 de diciembre de 2013

“La Sylphide” cierra la temporada del Argentino

MAÑANA Y EL DOMINGO EN LA SALA GINASTERA

El año artístico del primer coliseo bonaerense concluye con este reconocido ballet con música de Hermann Lovenskjold 

ESCENA DEL BALLET “LA SYLPHIDE”, TÍTULO QUE SE OFRECERÁ MAÑANA Y EL DOMINGO EN LA SALA ALBERTO GINASTERA DEL TEATRO ARGENTINO 

La temporada artística del Teatro Argentino cerrará este fin de semana con dos funciones del ballet “La Sylphide”, con música de Hermann Lovenskjold y coreografía de Mario Galizzi –basada en los originales de Bournonville y repuesta por Sabrina Streiff-.

Mañana a las 20.30 y el domingo a las 18.30, la Sala Alberto Ginastera del primer coliseo bonaerense, 51 entre 9 y 10, recibirá esta obra en la que participarán el Ballet Estable que conduce Mario Silva y la Orquesta Estable, dirigida en esta oportunidad por Federico Víctor Sardella.

La escenografía le corresponde a Juan Carlos Greco, el vestuario a Eduardo Caldirola y la iluminación a Rubén Alfonso Fages y Lautaro García Rey.

El reparto estará encabezado por Elizabeth Antúnez (19 y 20) y Julieta Paul (21 y 22) como Sylphide, Esteban Schenone (19 y 20) y Bautista Parada (21 y 22) como James, Stefanía Vallone (19 y 20) y Alejandra Baldoni (21 y 22) como Effie y Christian Pérez (19 y 20) y Walter Aón (21 y 22) como Magda. Los restantes roles serán interpretados por distintos integrantes del Ballet Estable.

UN CLASICO ROMANTICO

Filippo Taglioni creó su ballet “La Sylphide”, estrenado en la Opera de París el 12 de marzo de 1832, para el lucimiento como bailarina de su hija, la gran María Taglioni. La partitura le correspondió a Jean-Madeleine Schneitzhoeffer y el libreto a Adolphe Nourrit, quien situó la historia en Escocia y se inspiró libremente en una narración de Charles Nodier que incluía entre sus protagonistas a una de esas mitológicas criaturas del aire conocidas como “sílfides”.

Dos años después, el coreógrafo Auguste Bournonville conoció la obra, se maravilló con ella y pensó en montarla en Dinamarca para el Ballet Real con sede en Copenhague. Pero le solicitaron el pago de derechos demasiado elevados por el empleo de la partitura de Schneitzhoeffer y se vio obligado a comisionarle una nueva música al compositor noruego Hermann Severin von Lovenskjold. Finalmente Bournonville creó su propia coreografía, conservando sólo el argumento original.

Dado que la versión de Taglioni se ha perdido, “La Sylphide” de Bournonville constituye uno de los más antiguos ballets románticos que han sobrevivido hasta nuestros días, anterior incluso a la célebre “Giselle”, la obra más emblemática de este estilo, estrenada varios años después.

De manera que esta pieza, con su coherente trama danzada, poblada de seres mitológicos y de la típica exaltación romántica del amor y la muerte, acabó convirtiéndose en una de las auténticas piedras basales del ballet occidental.

“Los Noeles de Noel” vuelven a La Nonna

HOY, MAÑANA, EL DOMINGO Y EL LUNES A LAS 19.30, “LOS NOELES DE NOEL” DESEMBARCAN EN LA NONNA, 3 ESQUINA 47

Convertido en una tradición, “Los Noeles de Noel” están listos para desembarcar con todo su encanto en La Nonna, 3 esquina 47, con funciones previstas para hoy, mañana, el domingo y el lunes a las 19.30.

Se trata de un espectáculo didáctico que, con libro y dirección de Leo Ringer, invita a los niños a visitar la casa de Papá Noel y aprovechar para dejarle la clásica cartita.

Así, las familias podrán recorrer la habitación de Papá Noel, su cocina, el taller, la gran sala del trono y, también, subirse a su trineo. Pero “Santa” no trabaja solo y los niños podrán conocer a Los Noeles, sus fieles ayudantes.

“Este año, Noel tiene dos ayudantes nuevos: el Cocinero (que le prepara una dieta especial al Jefe) y el Gerente (que da curso o no a los pedidos de los chicos), quienes contarán cómo es un día en la vida de Papá Noel”, contó Leo Ringer.

Con vestuario de Rosa Mancuso y una mágica escenografía, que incluye hasta un trineo ecológico, el reparto está integrado por los talentosos actores, miembros y familia de La Nonna.

Agenda Teatro La Plata

La muerte de Margarite Duras

Viernes 20

TEATRO

Justiniano Cabañas “El Paragua” + Yusa.- Hoy a las 21.30 en Ciudad Vieja, 17 y 71, humor y música en vivo.

El vacío alrededor.- Hoy a las 22 en El Núcleo, 6 entre 40 y 41, muestra del taller de Carolina Donantuonni.

Las Abbas.- Hoy a las 22 en La Queimada, 26 esquina 60.

La muerte de Margarite Duras.- Hoy a las 23 en Teatro Estudio, 3 Nº 386. de Tato Pavlovsky, a cargo de Héctor Grimberg, con dirección de Berty Tovías (España).

Selección de stand up.- Hoy a las 22 en Club de Comedia, 71 entre 17 y 18.

Potestad.- Hoy a las 21 en Teatro Estudio, 3 º 386, de Tato Pavlovsky, con la actuación de Héctor Grimberg, bajo al dirección de Gastón Marioni.

Despedida de año en los Hermanos Zaragoza.- Hoy a las 19.30 el Centro por los Derechos Humanos Hermanos Zaragoza, 53 entre 3 y 4, cerrará las actividades del año con teatro, murga, poesías, exposiciones y música.

Muestra de stand up.- Hoy a las 22.30 en Espacio Arte Vivo, 58 entre 4 y 5, a cargo de alumnos del taller de stand up dirigido por Alicia Diciacio. Monólogos de humor.

Muestra de actuación.- Hoy a las 18 en el Teatro Rambla, 2 entre 48 y 49, con alumnos de León Rindzius, sobre textos de Pavlovsky, Capote, Williams y Arrabal.

Muestra.- Hoy a las 20.30 en el Pasaje Dardo Rocha, 50 entre 6 y 7, a cargo de alumnos del taller de Lorena Velázquez.

Los Velázquez. Lectura de una película que no se filmó.- Hoy a las 21 en Sala Teatro Lucía Febrero, 4 Nº 414, en el marco del ciclo de Lecturas Intervenidas, dirigido por Beatriz Catani.

INFANTILES

Los Noeles de Noel.- Hoy a las 19.30 en La Nonna, 3 esquina 47, clásico de navidad, con dirección de Leo Ringer.

Sabado 21

TEATRO

Muestras de circo.- Mañana a las 20 y 22 en El Núcleo, 6 entre 40 y 41, coordinadas por Fernanda y Juliana Alessandro.

Maratón de stand up.- Mañana a las 22 en Club de Comedia, 71 entre 17 y 18, siete comediantes, “Uno tras otro”.

Razones de secretos inconfesos.- Mañana a las 19 en Teatro Rambla, 2 entre 48 y 49, con Miguel Sarens, Carla Vázquez y Lorena Taverna, con dirección de José Luis de las Heras.

Muestra de teatro de humor.- Mañana a las 15.30 en Teatro Rambla, 2 entre 48 y 49, a cargo de alumnos del grupo juvenil coordinado por León Rindzius.

Una historia chiquiti ta.- Mañana a las 20.30 en Montevideo Nº 821, entre 10 y 11, Berisso, con dramaturgia y dirección de Jorge Zanzio.

INFANTILES

Hugo Figueras.- Mañana a las 17 en Ciudad Vieja, 17 y 71, canciones para chicos y no tanto.

Los Noeles de Noel.- Mañana a las 19.30 en La Nonna, 3 esquina 47, clásico de navidad, con dirección de Leo Ringer.

Domingo 22

TEATRO

El vacío alrededor.- El domingo a las 22 en El Núcleo, 6 entre 40 y 41, muestra del taller anual de entrenamiento e investigación coordinado por Carolina Donantuonni.

Las Abbas.- El domingo a las 22 en La Queimada, 26 esquina 60.

Los graduados del stand up.- El domingo a las 22 en Club de Comedia, 71 entre 17 y 18, con Marcial Cambi, Juan Manuel Prieto, Rodri Marquez y K-Pocha.

Parque copado.- El domingo a las 16 en Parque Saavedra, 12 y 68, artes, instalaciones, intervenciones, danza, circo, teatro, pintura y música en vivo con Carmen Sánchez Viamonte, Lilah Ananda, Julián Oroz y Tomás Aristimuño, presentando su nuevo disco, “Verde árbol”, con entrada libre y gratuita.

Muestra de actuación.- El domingo a las 15.30 en Teatro Rambla, 2 entre 48 y 49, con la participación de alumnos del grupo coordinado por Inés Sorroartin.

INFANTILES

Los Noeles de Noel.- El domingo a las 19.30 en La Nonna, 3 esquina 47, clásico de navidad, con dirección de Leo Ringer.

martes, 17 de diciembre de 2013

'La Sylphide' cierra la temporada del Argentino

CULTURA / El clásico se presentará del jueves al domingo en el primer coliseo bonaerense, con la participación del Ballet Estable que conduce Mario Silva y la Orquesta Estable dirigida en esta oportunidad por Federico Víctor Sardella. 

16.12.2013 | 14.43 


Con el ballet La Sylphide culminará la temporada artística anual del Teatro Argentino de La Plata. Se presentará del jueves al domingo en la Sala Alberto Ginastera del primer coliseo bonaerense (51 entre 9 y 10).

Habrá cuatro funciones de esta obra con música de Hermann Lovenskjold y coreografía de Mario Galizzi –basada en los originales de Auguste Bournonville y repuesta por Sabrina Streiff–, de la que participarán el Ballet Estable que conduce Mario Silva y la Orquesta Estable dirigida en esta oportunidad por Federico Víctor Sardella. 

De esta manera, el jueves 19, viernes 20 y sábado 21 de diciembre de 2013, a las 20.30, y el domingo 22, a las 18.30. 

El reparto estará encabezado por Elizabeth Antúnez (los días 19 y 20) y Julieta Paul (los días 21 y 22) como Sylphide, Esteban Schenone (19 y 20) y Bautista Parada (21 y 22) como James, Stefanía Vallone (19 y 20) y Alejandra Baldoni (21 y 22) como Effie y Christian Pérez (19 y 20) y Walter Aón (21 y 22) como Magda. Los restantes roles serán interpretados por distintos integrantes del Ballet Estable. 

La escenografía le corresponde a Juan Carlos Greco, el vestuario a Eduardo Caldirola y la iluminación a Rubén Alfonso Fages y Lautaro García Rey. 

La particular historia de un clásico. Filippo Taglioni creó su ballet La Sylphide –estrenado en la Ópera de París el 12 de marzo de 1832– para el lucimiento como bailarina de su hija, la gran María Taglioni. La partitura le correspondió a Jean-Madeleine Schneitzhoeffer y el libreto a Adolphe Nourrit, quien situó la historia en Escocia y se inspiró libremente en una narración de Charles Nodier, que incluía entre sus protagonistas a una de esas mitológicas criaturas del aire conocidas como "sílfides". 

Dos años después, el coreógrafo Auguste Bournonville conoció la obra, se maravilló con ella y pensó en montarla en Dinamarca para el Ballet Real con sede en Copenhague. Pero le solicitaron el pago de derechos demasiado elevados por el empleo de la partitura de Schneitzhoeffer y se vio obligado a comisionarle una nueva música al compositor noruego Hermann Severin von Lovenskjold. Finalmente Bournonville creó su propia coreografía, conservando sólo el argumento original. 

Dado que la versión de Taglioni se ha perdido, La Sylphide de Bournonville constituye uno de los más antiguos ballets románticos que han sobrevivido hasta nuestros días, anterior incluso a la célebre Giselle, la obra más emblemática de este estilo, estrenada varios años después. 

De manera que esta pieza, con su coherente trama danzada, poblada de seres mitológicos y de la típica exaltación romántica del amor y la muerte, acabó convirtiéndose en una de las auténticas piedras basales del ballet occidental.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Natalia Oreiro: Con los pies en la tierra

omingo 15 de diciembre de 2013 | Publicado en edición impresa

Después de un 2013 de éxito y vértigo, regresa a la paz del campo. Natalia Oreiro da sus razones para celebrar

Por Martín Wain  | LA NACION

Foto: LA NACION / Fernando Gutierrez
Otra persona tendría ojeras. Ella no. Ensayó toda la mañana para su gira por Rusia y Polonia, grabó siete horas de Solamente vos y llegó casi de noche al encuentro con la Revista, en el único hueco libre de su agenda en semanas. Eligió ropa de su propia marca para la producción de fotos y no soltó el teléfono hasta confirmar que su hijo, Merlín, ya estaba en camino. Mientras Margarita Porto la peina y Sebastián Correa la maquilla, Natalia Oreiro (36) dice que está agotada.

Sueña con volver al campo y relajarse en 2014. Su peinadora personal, quien la acompaña desde Muñeca brava, desconfía: levanta las cejas y niega, con un suspiro.

-¿Por qué no me creés?

-Porque sos hiperactiva. No te vas a quedar en el campo.

-Bueno, es un deseo.

Son meses incansables. A fines de 2012, después de grabar en Colombia la segunda temporada de Lynch, una miniserie, y filmar Wakolda en la Patagonia, Oreiro volvió a la música, en un festival de San Petersburgo. Sin descanso comenzó con Solamente vos, su regreso a la TV diaria desde 2007. Acompañó el estreno de Infancia clandestina por muchos países e hizo lo mismo con Wakolda, que la llevó hasta el Festival de Cannes. Promovió la lactancia desde una campaña de Unicef que empapeló las calles. Presentó la segunda temporada de Lynch, filmó la tercera y empezó a ensayar para su retorno a los escenarios rusos. En Solamente vos cantó bastante, porque "viste lo que pasa en las tiras: los personajes tienen muchas curvas y entre las afinidades de Aurora, una era el canto". Entonces cantó. Pero no salía de viaje con su banda desde 2008 y habían pasado años desde el último ensayo juntos.

¿Por qué habías dejado de cantar?

Me considero una actriz que canta, no lo contrario. Y en aquel momento estaba tanto de gira que sentía haberme convertido en algo que no era. Entré en crisis, no quería ser una cantante pop. La pasaba bien, disfrutaba viajar, pero esencialmente no me siento cantante. De hecho empecé en el casting de Un argentino en Nueva York. Me ofrecieron grabar un tema, que sí que sí, y después un disco. Tenía 18 años y dije: obvio. Pero nunca me imaginé que llegaría a cantar con Raffaella Carrà, cero-tres-cero-tres, en la RAI. Ni con María Carey en un festival. Yo decía: no puedo cantar al lado de ella.

¿Cómo lo vivías?

Salía ilesa, porque era más inconsciente que ahora. Pero quería dedicarme a la actuación y no podía. Ese primer disco fue algo inesperado: vendió tres millones de copias y de repente me convertí en una gallina... No era lo que buscaba. Había llegado a los 16 años a Buenos Aires, para ser actriz, y grabé mi primer disco a los 18. Después me convertí en mujer. Y había algo que querían de mí que no me divertía más. Entonces rescindí mi contrato con la compañía, después de tres discos, con uno pendiente. Paré todo un año, en ese año me enamoré, me casé. Necesitaba redescubrirme. Sólo cuando una logra parar puede ver con claridad.

Sus sueños de actriz habían asomado en el living de su casa, del barrio Cerro, Montevideo. Mientras su mamá peluquera atendía a las clientas y escuchaba sus males de amores con la tele encendida, Natalia se miraba en el espejo y se imaginaba Grecia Colmenares o Verónica Castro. Empezó con publicidad, a los 12. Paseaba un perrito en la pantalla frente a chicos que la miraban pasar con un shortcito blanco. Ella pensaba: tranquila, vas con OB. Luego ganó un concurso para súper paquita de Xuxa. El premio era un auto. Lo vendió y con ese dinero comenzó a viajar seguido a Buenos Aires para participar en castings, mientras empezaba a estudiar teatro. En Alta comedia, con Darío Vittori, obtuvo un papel de tres palabras: "Qué lindo espejo", repetía. Hasta que la llamaron para Inconquistable corazón, donde no se conformó con el rol de extra. Empezaba a manejar los hilos. "Había quedado como relleno, de los que movíamos la boca, sin audio, detrás de Pablo Rago y Paola Krum. Yo exageraba los movimientos y otros me preguntaban: ¿qué hacés? Era una loca, ahí atrás, le ponía garra. Me decían que ni me maquillara, pero no les daba bola. Así alguien me va a ver. Y alguien me vio. Un día me dieron letra y firmé un contrato."

Siguieron años maratónicos de pantalla chica: Dulce Ana, 90-60-90 y Ricos y famosos, ya protagonista. Muñeca brava; la música, Sos mi vida, las giras, hasta que quiso dejar de ser la gallina de los discos de oro, devino empresaria de la moda y, sobre todo, decidió pulirse como actriz. Se unió formalmente (o casi) con Ricardo Mollo en la isla de Fernando de Noronha, Brasil -los casó el capitán de un barco- y para siempre (con él, con ambos) cuando nació Merlín Atahualpa, en enero de 2012. En estos años de menos televisión y más vida vegetariana, trabajó mucho en cine, cada vez más en serio. Y cuando parecía que el bebe llegaba con la calma bajo el brazo tuvo un 2013 sobrecargado.

¿Por qué otra vez el vértigo?

Porque soy un poco así: todo o nada. Me gustó el plan de volver a la tele y en estos años ya estaba cantando de nuevo, estudiando cosas, escribiendo. Algunos directores me pidieron que cantara en sus películas, como en Infancia clandestina, un tema de Discépolo. También en Mi primera boda y especialmente en Miss Tacuarembó. Me gusta cantar. Ricardo me decía hagamos algo, siempre me incentivó mucho, pero yo le decía que no era el momento, no sabía qué quería hacer. Experimentaba y siempre me seguían invitando a hacer giras. Hasta que el año pasado acepté ir a ese festival de Rusia para ver qué me pasaba. Después de tres años, pensaba que por ahí me habían olvidado un poco.

¿Te olvidaron?

No, para nada.

"Ni un poquito", dice Margarita, que es parte del equipo histórico que mantiene en las giras. Para los cuatro shows en Rusia y Polonia son veinticuatro personas las que viajan, incluidos doce bailarines, Mollo y el pequeño Merlín, quien acaba de llegar a la entrevista con una remera de Joey Ramone, a upa de la manager de Natalia.

* * *

Otra noche de la semana, otro escenario: Tequila, una disco de Costanera. Oreiro ya ensayó, grabó la tira, probó sonido y está lista para cantar un tema en vivo, como parte de una campaña publicitaria (ver aparte). En el público hay una rusa, Irina Pavlova. Tiene 28 años y decidió vivir en la Argentina por Natalia. "Ella es muy simple, muy de barrio, no ha cambiado con la fama", dice su rubia admiradora en perfecto español. Oriunda de San Petersburgo, se instaló hace tres años en Buenos Aires. "Muchos en mi país conocimos la cultura latina por ella." Irina integra un club de fans y, mientras trabaja en una empresa de turismo, es también corresponsal de www.nataliaoreiro.eu

En un edificio frente a la casa de Oreiro siempre hay rusos como inquilinos. Y todos los días, cinco o seis de ellos la esperan para saludarla. Además de las giras, Natalia vivió tres meses en Moscú. Hizo una miniserie para la televisión local (Mollo compuso una canción). Su personaje empezaba hablando en español y terminaba en ruso.

Si hay que aprender acrobacia en tela, como lo hizo para El deseo, ella practica tres horas por día, durante meses: cuerda indiana, trapecio en vuelo, acrobacia combinada. Grabó en alemán, por fonética, para Wakolda. Parece dominarlo todo, desde sus miradas a cámara hasta el look general de una producción: pidió que le cambiaran el peinado a una extra porque tenía un flequillo parecido al suyo, en el videoclip que grabó ahora para Sedal. Todo controlado hasta que... la llama Adrián Suar y le dice que hay que extender la novela. Terminaba en septiembre, pero hay que seguirla. Ella dice no: que tengo a Merlín, que necesito ensayar. Él insiste: que te arreglo los horarios, que te hago aparecer vía Skype desde Rusia como si estuvieras de viaje por París. "Y bueno, él tiene el poder de convencer a la gente, se dedica a eso", se resigna sin perder la sonrisa.

Son las 23 y Natalia posa para la vidriera de los medios, con el fondo de la marca de productos para el pelo. Mil flashazos no encuentran ni una mínima mueca de fastidio. Es una de las últimas en irse. Hasta la limosina blanca que contrataron para ella se irá vacía, o al menos sin ella, quien optó por volver por su cuenta a dormir unas horas antes de grabar.

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Su agenda 2014 tiene hasta ahora un único gran compromiso laboral: preparar el personaje de Juana Azurduy, la flor del Alto Perú, símbolo de la emancipación latinoamericana, con la idea de dedicarle una película a fin de año. Es un proyecto que nació de su propia inquietud y comparte con el cineasta Benjamín Ávila, quien ya la dirigió en Infancia clandestina. Otro lugarcito en la agenda deberá reservar para la entrega de los Oscar, si Wakolda logra pasar (es la precandidata argentina) la última selección.

Ya maquillada y peinada para la producción de fotos es difícil reconocerla en sus últimos papeles cinematográficos, que la ubicaron en un lugar distinto como actriz. "Fueron dos personajes con mucha trascendencia. Además, dos roles de mamás. El de Infancia clandestina fue un personaje bisagra para mí, porque si bien había hecho roles dramáticos, el de Charo, una madre militante, basada en la historia de la mamá de Benjamín, tenía que ser muy dulce y al mismo tiempo con una gran convicción política. Es una película que me conectó muy fuerte con lo que pasó políticamente en la Argentina y Uruguay. Yo fui además reclamada como hija de desaparecidos cuando era muy chica. Creo que de una u otra manera casi todos vivimos inmersos en lo que sucedió. Y uno asume un fuerte compromiso al meterse en algo tan delicado y dramático. Trato de ponerle corazón y verdad a todos mis personajes. Pero ése en particular tenía la emoción tangible del director detrás de la cámara. Porque Benjamín hacía también cámara y esa emoción se palpaba, terminábamos las escenas y él estaba llorando. Gracias a esa película, Lucía Puenzo, que pudo ver el material crudo, decidió ofrecerme el rol de la madre de Wakolda. Originalmente, era un papel pensado para una alemana. Ella me preguntó si me animaba a hacerlo y yo me animé."

Te animás a todo...

No, no a todo. Lo que me dio la adultez fue ser consciente de mis límites y trabajar para pulirlos. Tal vez me animo a todo si me das tiempo de superarme, poder ensayar, probar, equivocarme. Generar experiencia, investigar, pedir ayuda. Entonces sí. Pero pienso mucho las cosas y soy revueltera para aceptar. Antes le decía que sí a todo y ahora le digo que no a todo. Y después del no me detengo y pienso por qué tendría que hacerlo, qué me aportaría, tratando de no repetirme ni aburrirme, de honrar un poco mi profesión, de no actuar de memoria. Emocionarme.

¿Cómo se logra esa emoción?

En el cine, sobre todo, lo que más cuenta es la mirada. La cámara lo toma, que estés mirando de verdad y no pensando en tus vacaciones. Me lo dijo Eduardo Mignogna, cuando filmé Cleopatra: "Confiá en tu mirada". A partir de tenerlo a Merlín, miro sus ojos y me doy cuenta de la inocencia, y trato de captar eso para mis personajes, aunque sean los más oscuros. Si uno pudiera quedarse con esa esencia para siempre. Creo que es algo que no tenemos que perder.

Soñabas con que, en la pantalla, te dejaran de ver siempre como Natalia Oreiro. ¿Lo lograste?

Es siempre el desafío mayor. En cine, sobre todo, invitás a la gente a que entre con vos en ese viaje y si me ve a mí como persona, estamos sonados. Creo que Francia, de [Adrián] Caetano, me empezó a colocar en un lugar distinto. También algunas comedias. Creo que sí logré que la gente se olvidara de eso. Y que no me reconozcas es el mejor halago que me podés hacer como actriz. De hecho acepté hacer televisión este año y no sentí que iba a ser contradictorio con Wakolda, por el contrario, que me iba a potenciar. Porque fueron tan distintos los personajes y las propuestas que me resultaba interesante poder expresarme como intérprete en dos colores tan distintos.

¿Esa valoración como actriz de cine te quitó de encima una mochila?

No sé. Todavía tengo una mochila en mi vida y no he logrado vaciarla del todo, pero no tiene que ver con mi profesión, sino con algo más personal, que me acompañará hasta que logre simplificar un montón de cosas.

¿Qué tipo de cosas?

Siento que soy una persona muy polarizada, un cincuenta por ciento muy tranquilo, que tiene que ver con el campo, la huerta, hacer repostería, plantar árboles. Disfrutar de algo natural. Después tengo mi otro lado siempre en un avión, con cuatro proyectos al mismo tiempo. Nunca tuve celular, hasta que me asocié con mi hermana [en Las Oreiro, la marca de ropa] y me dijo: Si no tenés un teléfono, yo no lo hago. Y ahora estoy pegada a esto. Para mí es una dicotomía. En esencia, me siento re hippie. Pero es mentira. Vivo en Palermo, en una casa, viajo... Me amigo con esa faceta porque después me permite estar seis meses sin trabajar, sé que soy una privilegiada en ese sentido. Lo que no quiero es que me pase lo de este año, que profesionalmente es muy bueno, pero en lo personal es muy desgastante. No lo quiero para mi vida. Me decís: fue un gran año. Sí, laboral. ¿Personal? Por Merlín y mi pareja, que me acompañaron. Pero estoy cansada. Si es así siempre, se lo regalo a la primera persona que pase, porque me supera. Me supera emocionalmente. A la noche siempre tengo algo que hacer. Soy muy... lamentablemente, muy controladora. Es algo que tengo que trabajar. Todo pasa por mí, me cuesta delegar. Es un agotamiento, no me enorgullezco de esa parte.

¿En alguna situación se vuelve difícil ser tan famosa?

En ese sentido hago todo lo que quiero. Ando en bici, voy a la plaza cerca de mi casa, con Ricardo, al arenero. No he dejado nunca de hacer nada. ¿La gente me mira? Alguna sí, otra no, algunos saludan... No tengo problema con la mirada. Aunque me gusta que vean mi trabajo cuando trabajo, y no mi vida privada cuando la estoy viviendo. Por eso elijo ir al campo y no exponerme todo el tiempo. Soy consciente de que estoy haciendo programas de tele, que son los productos de mayor exposición. Pero eso no me va a quitar la posibilidad de llevar a mi hijo a la calesita.

Convivís con eso sin problema.

Soy consecuente con la elección laboral que hice, no voy a mirar mal a alguien que me saluda, a lo sumo le diré fotos no porque estoy con mi hijo... Igual, la mayoría en la calle lo para a Ricardo, no tanto a mí. Pero nunca la profesión me ha impedido ser una persona común. Soy una persona común con un trabajo poco común, quizá. Si uno se queda en la mirada del otro, te impide ser vos. El otro siempre va a tener una imagen creada con los componentes de su propia realidad, más los que aporta la pantalla.

¿En qué situación o lugar te sentís libre de esa dicotomía que nombrabas?

En el campo [Carmelo, Uruguay]. Igual, creo que es acá dentro [se toca el pecho, habla de su interior]. Pero yo me encuentro más cuando estoy descalza, en la tierra. Me molestan los sonidos fuertes de la gran ciudad, el quilombo, los ruidos de bares..., ¡y vivo en Palermo! En armonía estoy en el campo, pero por ahora es un 50/50. Este año, un 30/70. El año que viene, un 80/20. Veremos.

PELO DE VIDEOCLIP

Y me cambié el peinado, me vestí de reina, me puse zapatos, me sentí una estrella... La canción Todos me miran, de Gloria Trevi, fue la elegida para una atípica campaña publicitaria de Sedal, protagonizada por Oreiro. Fueron veinte horas seguidas de rodaje para un videoclip dirigido por Claudio Divella, que se presentó a fines de noviembre.

"Lo principal de mi look siempre ha sido el pelo, además de un arma infalible de expresión", aseguró la actriz durante el lanzamiento, en sintonía nada casual con su historia y su 2013. Así como su mamá es peluquera, también lo es el personaje de Aurora Andrés, en Solamente vos. Lo atípico de esta campaña cuidada al extremo es el hecho de que la canción no mencione la marca, un estilo de publicidad que Sedal ha potenciado en la última década, desde el lanzamiento en 2003 de Mujeres en rojo, una serie de cortometrajes de ficción filmados y protagonizados por mujeres, donde tampoco se hacía mención directa a los productos.

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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