El dramaturgo irlandés produjo un par de textos que (junto a los de Brecht) renovaron la concepción del teatro del siglo XX. En su cien aniversario, París, Londres, México (y por supuesto Berlín) lo homenajean merecidamente
El escritor irlandés Samuel Beckett (1906-1989), Premio Nobel de Literatura 1969 y autor de una serie de piezas que regularmente son objeto de nuevas adaptaciones (Esperando a Godot, por ejemplo), fue homenajeado en todo el mundo. El jueves se cumplieron cien años de su nacimiento.
“Sólo quedan las palabras”, dice en una de sus novelas fundacionales Beckett. Ni más ni menos que sus palabras; se podría pensar ahora que, con motivo de la efeméride, muchos intentan revalorizar su seminal obra.
Nacido el 13 de abril de 1906 en Foxrock, en las afueras de Dublín, el dramaturgo irlandés es artífice de una obra -novela, teatro, poesía- muy difícil de encasillar, cargada de pesimismo pero llena de destellos de humor y ternura.
Sus personajes (muchos de ellos mendigos y desamparados) encarnan una voz que repite incesantemente que nada cambia, que todo permanece, que no hay posibilidad de saber quiénes somos, y que la sombra de la muerte todo lo domina y empantana.
Beckett realizó la Licenciatura en Lenguas Romances y posteriormente el Doctorado. Luego pasó dos años como profesor en París, estudió a Descartes y a Proust y conoció al novelista y poeta irlandés James Joyce.
Por esa época se dedicó a viajar hasta que, en 1937, decidió volver a París y establecerse definitivamente allí. Hacia 1942 tuvo que huir hacia el sur de Francia, como consecuencia de su participación en la Resistencia y la persecución de que fue objeto por parte de la Gestapo. Más tarde, al finalizar la guerra, regresaría a París y escribiría gran parte de su producción posterior en francés.
Entre sus novelas se cuentan Watt, su trilogía Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953); mientras que entre sus obras teatrales se hallan Esperando a Godot (1952), Final de partida (1958), La última cinta (1959), Días felices (1961), Acto sin palabras (1964), No yo (1973), That Time (1976), Footfall (1976) y Compañía (1980), además de varios relatos y dos colecciones de poemas.
Beckett produjo un teatro muy particular a través del cual experimentó con el lenguaje, de lo que se derivó una escena plena de objetos, movimientos, cuerpos, luces, sonidos; un texto espectacular de una materialidad intensa en el que resplandece lo performativo, de una gran densidad poética.
Esta obra renovadora, de peculiar acento, le haría integrar la breve lista de apenas diez dramaturgos acreedores del Premio Nobel de Literatura (1969), con cuyo dinero financiaría proyectos de otros colegas, así como la obra de escritores y pintores.
Por estos días, la escena mundial le prepara homenajes. En París, ciudad donde el dramaturgo residió por más de sesenta años hasta su muerte (ocurrida en 1989), se ha planificado un programa teatral que incluye varias de las más reconocidas puestas en escena contemporáneas de sus obras (junto a otras actividades que darán cuenta de la intensa obra creadora de Beckett).
El ciclo contará con la participación de prestigiosas figuras como Harold Pinter, Fernando Arrabal, Peter Brook, y Alain Robbe-Grillet, entre otros, y una exhibición especial en el Pompidou.
Por su parte, en el centro Barbican de Londres, se desarrollará hasta el 6 de mayo el Festival Beckett, con la representación de sus piezas para el teatro, a cargo de grandes intérpretes británicos e irlandeses.
El Barbican también ha organizado un festival literario, teatral y cinematográfico dedicado a su obra en cooperación con el Gate Theatre, de Dublín. Y la conocida artista estadounidense Jenny Holzer proyectará textos del dramaturgo y novelista irlandés sobre fachadas de edificios londinenses. En México se inauguró en el vestíbulo del Teatro El Galeón la exposición Beckett, vida y obra, auspiciada por la embajada de Irlanda. En breve vendrá a Argentina, Chile y Colombia.
El escritor irlandés Samuel Beckett (1906-1989), Premio Nobel de Literatura 1969 y autor de una serie de piezas que regularmente son objeto de nuevas adaptaciones (Esperando a Godot, por ejemplo), fue homenajeado en todo el mundo. El jueves se cumplieron cien años de su nacimiento.
“Sólo quedan las palabras”, dice en una de sus novelas fundacionales Beckett. Ni más ni menos que sus palabras; se podría pensar ahora que, con motivo de la efeméride, muchos intentan revalorizar su seminal obra.
Nacido el 13 de abril de 1906 en Foxrock, en las afueras de Dublín, el dramaturgo irlandés es artífice de una obra -novela, teatro, poesía- muy difícil de encasillar, cargada de pesimismo pero llena de destellos de humor y ternura.
Sus personajes (muchos de ellos mendigos y desamparados) encarnan una voz que repite incesantemente que nada cambia, que todo permanece, que no hay posibilidad de saber quiénes somos, y que la sombra de la muerte todo lo domina y empantana.
Beckett realizó la Licenciatura en Lenguas Romances y posteriormente el Doctorado. Luego pasó dos años como profesor en París, estudió a Descartes y a Proust y conoció al novelista y poeta irlandés James Joyce.
Por esa época se dedicó a viajar hasta que, en 1937, decidió volver a París y establecerse definitivamente allí. Hacia 1942 tuvo que huir hacia el sur de Francia, como consecuencia de su participación en la Resistencia y la persecución de que fue objeto por parte de la Gestapo. Más tarde, al finalizar la guerra, regresaría a París y escribiría gran parte de su producción posterior en francés.
Entre sus novelas se cuentan Watt, su trilogía Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953); mientras que entre sus obras teatrales se hallan Esperando a Godot (1952), Final de partida (1958), La última cinta (1959), Días felices (1961), Acto sin palabras (1964), No yo (1973), That Time (1976), Footfall (1976) y Compañía (1980), además de varios relatos y dos colecciones de poemas.
Beckett produjo un teatro muy particular a través del cual experimentó con el lenguaje, de lo que se derivó una escena plena de objetos, movimientos, cuerpos, luces, sonidos; un texto espectacular de una materialidad intensa en el que resplandece lo performativo, de una gran densidad poética.
Esta obra renovadora, de peculiar acento, le haría integrar la breve lista de apenas diez dramaturgos acreedores del Premio Nobel de Literatura (1969), con cuyo dinero financiaría proyectos de otros colegas, así como la obra de escritores y pintores.
Por estos días, la escena mundial le prepara homenajes. En París, ciudad donde el dramaturgo residió por más de sesenta años hasta su muerte (ocurrida en 1989), se ha planificado un programa teatral que incluye varias de las más reconocidas puestas en escena contemporáneas de sus obras (junto a otras actividades que darán cuenta de la intensa obra creadora de Beckett).
El ciclo contará con la participación de prestigiosas figuras como Harold Pinter, Fernando Arrabal, Peter Brook, y Alain Robbe-Grillet, entre otros, y una exhibición especial en el Pompidou.
Por su parte, en el centro Barbican de Londres, se desarrollará hasta el 6 de mayo el Festival Beckett, con la representación de sus piezas para el teatro, a cargo de grandes intérpretes británicos e irlandeses.
El Barbican también ha organizado un festival literario, teatral y cinematográfico dedicado a su obra en cooperación con el Gate Theatre, de Dublín. Y la conocida artista estadounidense Jenny Holzer proyectará textos del dramaturgo y novelista irlandés sobre fachadas de edificios londinenses. En México se inauguró en el vestíbulo del Teatro El Galeón la exposición Beckett, vida y obra, auspiciada por la embajada de Irlanda. En breve vendrá a Argentina, Chile y Colombia.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2006/04/17/pdf/22-c.pdf
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