sábado, 1 de octubre de 2005

V Festival Internacional de Teatro Buenos Aires 2005 - Argentina

Reflexiones sobre el festival de teatro

Ernesto Schoo / Teatro

Sábado 1 de octubre de 2005 | Publicado en edición impresa LA NACION

Transcurridas las jornadas del V Festival Internacional de Buenos Aires, en sus rubros de teatro, danza y música, es oportuno reflexionar sobre lo visto y oído. Iniciado en 1997, en los comienzos del festejo bienal -en las primeras dos manifestaciones, sobre todo- predominó el teatro. Inolvidable, por ejemplo, en aquella primera edición, el "Arturo Ui" del Berliner Ensemble, con el prodigioso Martin Wutke como protagonista y la dramaturgia (léase versión) del fallecido Heiner Müller. Poco a poco, siguiendo una tendencia evidente en casi todos los festivales internacionales, el híbrido denominado teatro-danza fue modificando la estructura de la muestra, al punto de que en esta, la más reciente, el baile contemporáneo ocupó gran parte del programa. No es una queja, ni una crítica: es la comprobación de una realidad. El hecho mismo de que lo iniciara el bello espectáculo "multimedia" de Laurie Anderson es significativo.

Si bien se ofrecieron numerosas funciones de teatro, la mayoría de ellas fueron de factura local, bien conocidas por nuestro público. El atractivo mayor de estas fiestas de la cultura es que los anfitriones puedan disfrutar de espectáculos que, de no ser por ellas, les resultarían de difícil acceso, ya fuere por la distancia o por el gasto. Ambos factores pesan mucho hoy sobre el espectador argentino. Sin desdeñar, por cierto, la gratificación que el conjunto visitante obtiene al mostrar su producto y recibir el aplauso y hasta la ovación de un público al que saben conocedor y entusiasta.

El posmodernismo (sea éste lo que fuere), al consagrar el principio del "todo vale", ha estimulado la flexibilidad de intercambio entre disciplinas y géneros diversos. La tecnología, además, con sus recursos cada vez más amplios y sutiles (la luz, el sonido, alcanzan hoy matices y graduaciones cuyo exceso de refinamiento suele desafiar la capacidad de nuestros sentidos), facilita ese vaivén de las percepciones, obligadas a abandonar con urgencia prejuicios y lugares comunes, a veces seculares. Y ocurre también que es más barato, desde todo punto de vista -pasajes, alojamiento, seguros-, traer a un bailarín, o dos o tres, que a un entero grupo de teatro, con escenografía y vestuario a cuestas.

* * *

En este V Festival se disfrutó, sin embargo, de tres interesantes muestras de teatro extranjero. Merece destacarse que en los tres casos se trató de obras clásicas, ya que el más moderno de los autores, Tennessee Williams, bien puede considerarse hoy incorporado a ese Olimpo. Fue también el menos favorecido: no se entiende bien qué se gana con despojar a "Un tranvía llamado Deseo" (1947) de su esencial aliento poético, convirtiéndolo en un aquelarre sociopolítico: lo más destacable, las actuaciones y el uso de la maquinaria escénica (el San Martín, como siempre, diez puntos en calidad técnica). Shakespeare, en cambio, fue servido con derroche de imaginación por la compañía del Festival Chejov, de Rusia, dirigida por el inglés Declan Donnellan: "Noche de Reyes" (1600) fue una delicia a lo Mozart, un despliegue de talento (actores prodigiosos) y elegancia. Hasta las zafadurías prodigadas por el Bardo en su libreto fueron dichas con gracia, sin grosería. Chejov tuvo análoga suerte: "Tío Vania" (1899), despojada de la melancolía impuesta por el canon de Stanislavsky , y revisada por Luke Perceval, deslumbró, fresca, audaz y original, en la versión del conjunto belga Het Toneelhuis.

Frente a estas manifestaciones, aclamadas en el mundo, una comprobación final. La certeza de que el teatro argentino se encuentra hoy en un nivel muy alto. Nuestros dramaturgos, directores, intérpretes, escenógrafos, iluminadores, alcanzan resultados notables, en lo conceptual y lo expresivo, capaces de competir sin rubores en la arena internacional. Somos originales, audaces y cosmopolitas, sin dejar de ser, en ningún momento, argentinos.

Por Ernesto Schoo

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=743436

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