Escena internacional: la oferta fue variada
Reunió a unos 120 mil espectadores (El 'Hamlet' presentado por la compañía lituana Meno Fortas fue uno de los puntos altos del encuentro)
Martes 2 de octubre de 2001 |
Publicado en edición impresa LA NACIONTerminó el III Festival Internacional de Buenos Aires y los resultados obtenidos, auspiciosos, invitan a una reflexión por las derivaciones de un acontecimiento como éste que a veces no están explícitas.
Por empezar hay que señalar que en esta nueva edición asistieron casi 120.000 espectadores, lo que duplica la cantidad del último festival que alcanzó una audiencia de 63.000 personas. Y aquí corresponde detenerse un momento, porque es casi el total de espectadores porteños que asiste al teatro en un año.
Entonces, ¿por qué es importante un festival de estas características? En primer lugar porque es una forma de acercar el arte internacional a los escenarios locales, permitiendo que el público acceda a la producción de los grandes artistas del exterior y puedan valorar los nuevos conceptos estéticos que se desarrollan. Además, es una forma de establecer un parámetro para saber dónde están colocados los creadores argentinos en el panorama mundial.
El primer objetivo es invalorable, sobre todo para una ciudad como Buenos Aires que heredó de los españoles, los italianos y los franceses el amor por la escena teatral y lírica. Es aquí donde ya existían los teatros en la época de la colonia. Es en Buenos Aires donde la comunidad italiana construyó en 1908 el Teatro Colón, generosidad que también asumieron dos actores españoles, María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, cuando decidieron crear, en 1921, el Teatro Cervantes. Estos dos ejemplos, que no son los únicos, hablan a las claras del nivel y las preferencias artísticas del pueblo argentino.
Por este motivo, tan sólo por la audiencia conseguida, casi 120.000 espectadores, se justifica el costo del festival: dos millones de pesos, de los cuales el Gobierno de la Ciudad sólo se hizo cargo de 700 mil pesos. Fue dinero muy bien invertido.
Un menú para todos
El segundo aspecto tiene relación con los espectáculos que se han presentado en la programación. Y en este sentido no hubo coincidencia sobre las propuestas que se ofrecieron y también se hace necesario una reflexión.
La apreciación de la crítica destacó algunos espectáculos y observó criteriosamente a otros, aunque no siempre hubo coincidencia con la opinión del público, que aplaudió entusiastamente muchos de los espectáculos.
Si bien algunas propuestas no fueron novedosas, esto no implica necesariamente la ausencia de valores. Por el contrario, todas alcanzaron una prolija hechura artística. La disidencia surgió a partir de los temas y de los tratamientos estéticos, que no siempre conforman a todos. Sirva como ejemplo el espectáculo del hispano-argentino Rodrigo García y La Carnicería Teatro, que dieron "Conocer gente, comer m...". En su presentación, la puesta decepcionó a la crítica especializada porque consideró que su estética, aunque provocativa e irreverente, estaba envejecida, ya que fue tratada por la vanguardia porteña en la década del 80, especialmente en el ya legendario reducto del Parakultural. Sin embargo, en otras funciones la propuesta movilizó el entusiasmo juvenil. Es lógico, García es un creador polémico, controvertido, que atrae a los jóvenes especialmente porque ellos no vivieron los años del Parakultural y necesitan, como pasó con otros en el pasado, vivir esa experiencia.
Entonces, la reflexión se detiene en otra pregunta. ¿Para quién se hace el festival? ¿Para los amantes del teatro o para el público en general? En la cantidad de espectadores está la respuesta (ver recuadro). No hay propuestas viejas ni tratamientos nuevos cuando se trata de una audiencia que nuclea a varias generaciones de personas con diferentes gustos.
Esta variedad generacional implica además la diversidad de sensibilidades, la experiencia como espectador, el crecimiento y el desarrollo cultural de un pueblo. En todo caso, el disenso y también el análisis crítico es un síntoma auspicioso para demostrar la vitalidad de un arte.
También es lógico que algunos teatrómanos pretendan volver a sentir la emoción estética que provocaron las innovaciones escénicas de Christoph Marthaler, Peter Brook, Trisha Brown, Jennifer Muller o Heiner Müller, que se presentaron en los festivales anteriores. Esto habla de la madurez de un público que se muestra en cada edición más exigente a la hora de evaluar cada propuesta. Y también es plausible que se pretenda siempre más.
Para recordar
En todo caso, en esta edición hubo obras para recordar por el alto nivel creativo: las dos propuestas de Sasha Waltz ("Körper" y "Zweiland"), una joven coreógrafa alemana que se atreve a borrar los límites entre la danza y el teatro; de Alain Platel ("Iets op Bach"), por la conjugación de canto, baile y drama, con el soporte sonoro de la música de Bach; de Richard Maxwell ("House"), creador de una nueva lógica de enorme riqueza expresiva; de Josef Nadj ("Les veilleurs"), un pintor de escenas, un mago que construye y deconstruye una historia que parece no tener fin; de Eimuntas Nekrosius ("Hamlet"), que en este clásico pudo volcar una mirada renovada y provocativa.
Si la función del festival es ofrecer una variedad de propuestas para todos los gustos, ésta se alcanzó, aunque no en un mismo nivel renovador.
Pero hay otro objetivo. Este festival atrajo la presencia de 56 directores y programadores internacionales que asistieron sólo para ver la producción nacional. De las 36 propuestas nacionales presentadas ya fueron requeridas para participar en diferentes festivales: "3ex", de Mariana Anghileri; "Cenizas de tango", a cargo de la compañía El Escote de Roxana Grinstein; "Cercano oriente", de Omar Fantini; "Cuerpos abanderados", de Beatriz Catani: "Kachicachetur", por Dosaxos2; "La escala humana", de Daulte, Spregelburd, Tantanian; "Living, último paisaje", de Ciro Zorzoli; "Secreto y Malibú", de Diana Szeinblum; "La biblioteca de Babel", de Rubén Szuchmacher, y Federico León, para realizar una gira con un trabajo en proceso.
Esta elección habla del interés que provocan en el exterior las producciones nacionales, pero también es un parámetro que permite confirmar que los artistas argentinos están en un nivel de competencia internacional. Para esto también sirve el festival.
Hay otros aspectos que se podrían seguir considerando: la gratuidad de los espectáculos nacionales, las actividades paralelas, los talleres a cargo de maestros internacionales. Pero, tan sólo con los tres objetivos desarrollados, se justifica la realización de esta fiesta del teatro y la danza.
Susana Freire
Cifras alentadoras
El arte
- 85
espectáculos presentados
incluido el ciclo de Hugo Santiago
- 51
funciones
de espectáculos extranjeros
- 138
funciones
de espectáculos nacionales gratuitos
- 22
funciones de cine
del ciclo de Hugo Santiago
- 356
artistas extranjeros
participaron en el festival
- 1327
artistas nacionales
con producciones locales.
- 8
clases magistrales
de Alain Platel, Philip Glass, Martin Wuttke, Frank Castorf, Augusto Boal, Sotigui Kouyate, José Sanchiz Sinisterra y Robert Wilson.
- 3
talleres internacionales
a cargo de Jean-Guy Lecat, Emio Greco y Akram Khan.
- 4
muestras
de fotos, objetos, videodanza y también cine
Costos
- 700
mil pesos
pagó el Gobierno de la Ciudad
- 550
mil pesos
se recaudó por la venta de entradas
- 750
mil pesos
aportaron instituciones culturales y embajadas
Asistencia
- 36.000
personas
vieron espectáculos extranjeros
- 51.000
personas
vieron espectáculos locales gratuitos
- 33.000
personas
participaron en actividades especiales
- 13.205
visitas
a la web del festival
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=339739