sábado, 2 de septiembre de 2000

Un museo de muñecos necesita plata para cuidar sus tesoros

Edición Sábado 02.09.2000 » Sociedad

CULTURA: COMENZARON LAS TAREAS DE RESTAURACION, PERO FALTAN FONDOS PARA CONTINUAR

# Queda en la República de los Niños, en Gonnet Cuenta con 2.500 piezas, todas donaciones
# Hay marionetas antiguas, artesanías indígenas y muñecas de 1850

JUDITH GOCIOL

Muñecos de todo el mundo tienen su casa en la República de los Niños, esa ciudad en miniatura levantada en Gonnet. El Museo Internacional de Muñecos alberga desde regordetas bebotas antiguas hasta bailaoras andaluzas. Deteriorado luego de años de desatención, empezó a ser reciclado recientemente. Ahora debe conseguir los fondos necesarios para demostrar lo que puede ser: un universo de fantasía.

En 1968 el titiritero y cineasta Cándido Moneo Sanz organizó una exposición de marionetas en la República y, una vez concluida la muestra, dejó allí el material. Así nació el museo, que actualmente cuenta con 2.500 piezas; todas fueron donadas, en su gran mayoría, por embajadores y diplomáticos.

La falta de una mirada rectora, dado que la institución se limitó a recibir material sin comprar ninguna pieza, hace que las características y la calidad de lo exhibido sean disímiles. Puestos en las vitrinas, sin jerarquización ni cartelitos explicativos, es imposible saber, por ejemplo, que hay unos muñecos de la cultura indígena peruana encontrados dentro de una momia, enterrados junto a la mujer que los confeccionaba.

Recorrer las doce salas de esa construcción de estilo mozárabe produce una sensación contradictoria. Por un lado está la fascinación de un universo de trajes para ceremonias, rituales religiosos y fiestas imperiales. Por el otro, las incomodidades de unas vitrinas ya caducas y demasiado altas para los chicos menores de cinco años a los que sus padres tienen que alzar a upa.

Pero al museo hay que mirarlo a través de los ojos de César Luis Serna Amaya, un museólogo al que le sobra voluntad y le falta dinero para concretar lo que sueña: hacer copias de los objetos para preservar los originales y que los chicos puedan usarlos; darles color y música a las salas y vitrinas; crear una biblioteca y un taller de restauración para que los visitantes vean el trabajo; armar exposiciones para no videntes.

En ciertos sentidos hay que empezar de nuevo: señalización, vigilancia, calefacción, sistema contra incendios. Serna Amaya limpia y restaura los muñecos, a la par de los 10 técnicos voluntarios. La entidad, que está bajo su coordinación, depende de la Municipalidad de La Plata y los fondos de los que dispone provienen de los de la República, cuyo presupuesto —se nota— también resulta insuficiente. Para ser justos, hay que destacar que la entrada cuesta sólo un peso y que los menores de 12 años no pagan.

En la improvisada sala de restauración en la que trabajan hay unas japonesas a la espera de lavado, un torero con cirugía estética recién hecha y un gaucho al que debe cambiársele el chiripá porque está todo apolillado. Todos ellos esperan que también al museo, su casa, le den una lavada de cara.

Fuente: http://edant.clarin.com/diario/2000/09/02/s-05801.htm

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