lunes, 31 de julio de 2017

"Decadencia” de Steven Berkoff

 

31 de Julio de 2017 
"Decadencia" / Prensa: Payro

“Decadencia”, de Steven Berkoff. Traducción: Rafael Spregelburd. Versión: Ingrid Pelicori y Rafael Spregelburd. Elenco: Ingrid Pelicori y Horacio Peña. Ambientación y vestuario: Jorge Ferrari. Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova. Diseño sonoro: Edgardo Rudnitzky. Asistencia de dirección: Pehuén Gutiérrez. Dirección: Rubén Szuchmacher. Sala Armando Discépolo de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, calle 12 entre 62 y 63.

Hay en la receta magistral de “Decadencia” varios ingredientes que justifican el delicioso plato que pudo degustar el público platense.

En primer lugar, el texto potente y provocativo de Steven Berkoff, brillantemente traducido por Rafael Spregelburd, quien - junto a la actriz protagónica- también es responsable de la impecable versión de la obra. Un texto intrincado, complejo, escrito en verso, con la dificultad que significa rimar en otro idioma, conservando el sentido, el humor y la ironía del original.

En segundo lugar, la interpretación. Ingrid Pelicori y Horacio Peña dan una verdadera “Master Class”. Se desdoblan en cuatro personajes con una ductilidad asombrosa. Conforman dos parejas diametralmente opuestas, símbolos de clases sociales antagónicas, y son tales las diferencias, que uno hasta creería estar viendo a otra dupla de actores. Sus voces, sus tonos, su dicción, su discurso interno, sus gestos, su lenguaje corporal, sus movimientos, todo minuciosamente bordado para delicia de los espectadores. No está demás recordar que Ingrid Pelicori es hija de un actorazo, versátil como pocos: Ernesto Bianco. Tiene a quien salir la talentosa y bella Ingrid, y no puede negar si ADN. Otro bicho de teatro, como su recordado y admirado padre.

Parece un dato menor pero no lo es. El texto de “Decadencia” es, si se me permite el neologismo, “inmemorizable”. Sin embargo, tanto Pelicori como Peña lo dicen con absoluta naturalidad, sin cometer un solo “faux pas”. El ritmo aceitadísimo, fluido, y la química entre ambos, perfecta.

Y en tercer lugar (last but not least), debemos destacar la magistral dirección de Rubén Szchumacher, otro Maestro. Precisa, ágil, económica, austera, el director saca lo mejor de los actores y realza las bondades de un texto que no tiene desperdicio. Hay relatos de los protagonistas (la cacería, la escena en el hotel, la comida pantagruélica en un restó, la sodomía en el prestigioso colegio, etc.), tan bien descriptas, que uno cree estar viéndolas con pelos y señales.

El público platense colmó la sala Discépolo los dos viernes en que la obra se presentó, con entrada libre y gratuita. Hacemos votos para que regrese próximamente. La repercusión y la calidad del espectáculo lo ameritan.

Fuente: EL DIA

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