“LA TRAVIATA”
Por MARIO F. VIVINO
Música de Giuseppe Verdi. Libreto de Francesco M. Piave, basado en “La dama de las camelias” de Alejandro Dumas (h). Estreno mundial: Venecia, 6 de marzo de 1853. Orquesta Estable del Teatro Argentino, bajo la dirección de Carlos Vieu. Con la participación del Coro Estable, dirigido por Hernán Sánchez Arteaga. Régie, escenografía y vestuario: Willy Landín. Elenco: Elizabeth Blancke Biggs (violeta Valery), Darío Schmunck (Alfredo Germont), Omar Carrión (Giorgio Germont), Roxana Deviggiano (Añina), Eugenia Fuente (Flora), Sebastián Angulegui (Barón), Patricio Olivera (Gastón), Sebastián Sorrarain (Marqués). Funciones: 19, 20, 21, 26, 27 y 28 de septiembre en la Sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino.
Considerada un símbolo de la expresión Opera, desde su inicio real –es conocido el fracaso de su primera presentación- esta comedia dramática de Alejandro Dumas (h) a la que Verdi musicalizó de manera tan magnífica, ha recorrido el mundo y se la señala entre las tres óperas más representadas.
Producto del romanticismo imperante a mediados del siglo XIX, pero vigente en cuanto al dolor que significa el desencanto amoroso, la enfermedad de Violeta, los celos de Alfredo y el error de Vermont, siguen repiqueteando en el devenir de los tiempos.
Con acierto el Teatro Argentino resolvió presentar esta adecuada versión que mostró entre sus puntos salientes la correcta concertación y ensamble orquestal; la ya clásica precisión del coro –verdadero placer escucharlo en el conocido brindis “Liviamo ne lieti calici…” del primer acto y en el tan profundo concertante con que finaliza el segundo acto-.
La debutante soprano americana Elizabeth Blanke Biggs, de poderosos medios vocales con estridentes agudos, se lució en la interpretación del rol protagónico: muy aplaudida en su impronta del primer acto: “E strano…” y “Follie…” y su doliente “Addio del pasaste” del final. Darío Schmunck de vasta y apreciada carrera en Europa, muy seguro como Alfredo, recibió amplios aplausos en “De´miei bollenti spíriti”. En un rol muy ajustado a sus medios, Omar Carrión se mostró aplomado y brilló en las dos romanzas del segundo acto con las que Verdi “corona” la labor de un barítono: “Pura sicome un angelo…” y la más conocida aún “Di Provenza…”. Destacados igualmente la larga lista e comprimarios.
En cuanto al ballet de los toreros, pareció estar un tanto fuera de la versión: grotescos movimientos, saltos sin razón, figurantes inoportunos, no dieron realce a una escena que tiene su sentido en la trama.
La escenografía y régie de Willy Landín, en la que se destacaron las omnipresentes camelias y la cama convertida en diversos muebles, permitió un correcto devenir actoral, y coadyuvó para que esta “descarriada” (Traviata) haya alcanzado en La plata el éxito que se merece.
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