Viernes 26 de julio de 2013 | Publicado en edición impresa
Platea infantil
El Grupo de Titiriteros del San Martín celebra los 30 años de El gran circo; el prestigioso grupo Los Títeres de Don Floresto, cuatro décadas
Por Juan Garff | LA NACION
Los altísimos ñandúes, una de las escenas más divertidas de El gran circo, de El Grupo de Titiriteros del San Martín. Foto: LA NACION / Carlos Furman
Es una de las obras más vistas del teatro argentino y sin dudas la puesta en escena que más tiempo perdura. El gran circo , la gran creación de Ariel Bufano al frente del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, cumplió 30 años sin perder su brillo festivo. Hace pocos días fue celebrado el aniversario con una función especial a la que asistieron gran parte de los titiriteros que alguna vez manipularon a la elefanta equilibrista, al pequeño hombre-bala Goleto o al trío de grandes avestruces. Cada número apela a personajes y destrezas circenses, pero también a una gran diversidad de técnicas de manipulación, con efectos sorprendentes.
"Veníamos de hacer David y Goliat, Carussel titiritero, Amor de Don Perlimplín y La Bella y la Bestia, todas con cierto color nostálgico", dice Adelaida Mangani, la actual directora del Grupo de Titiriteros. "Ariel (Bufano) tenía hacía tiempo la idea de hacer un espectáculo sobre los circos criollos que había visto en Mendoza en su infancia, con segunda parte de drama gauchesco. Iba a ser un circo pobre, que recorría los caminos. Pero surgió la idea de que fuera al revés, que fuera un espectáculo brillante, muy alegre." Primero se llamó El gran circo criollo e incluía el drama del gaucho perseguido. Se vivía tiempos de inminente apertura democrática, lo que contribuía al clima festivo.
"Tuvo que ver con una gran celebración de un cambio fundamental para todos -recuerda Mangani-. Así nació y así llegamos hasta el día de hoy."
Actualmente en cartel, sigue agotando localidades. ¿Cuál es el secreto de su vigencia? "Creo que El circo establece una complicidad al rescatar la inocencia del adulto", explica Mangani. "Los números terminan casi todos con una vueltita en que se le cuenta al público cómo se hizo. Mostrar cómo el forzudo levanta una pesa de 1000 kg, pero luego sale un títere chiquitito y se la lleva livianamente es un juego circense, pero que tiene que ver con la cuestión de creer en la doble convención, no sólo que un actor representa a un personaje, sino que un objeto de telgopor y tela está vivo. Creer eso emociona. Cuando levanta las pesas, toda la sala expresa su admiración, no sólo los niños..."
El gran circo fue en ese sentido un espectáculo bisagra en la trayectoria del Grupo de Titiriteros y del arte de los títeres en general en nuestro país. Actuar sobre un gran escenario, para un público de todas las edades, con muñecos de todos los tamaños y con el titiritero a la vista, sin retablo, significaba varios cambios copernicanos en uno. Ya lo había anticipado un año antes La bella y la bestia. "Pero con El circo llega a su elaboración máxima", sintetiza Mangani. Una de las condiciones que lo posibilitaron, además del genio de Ariel Bufano, fue la constitución en 1977 del elenco estable de titiriteros en el San Martín, que permitió investigaciones artísticas de largo aliento. La posterior creación de la Escuela de Titiriteros, dependiente del mismo teatro, aseguró su permanencia y renovación en el tiempo, mucho más allá del fallecimiento de su creador, en 1992.
"Cuando comenzamos, el arte de los títeres era un arte absolutamente marginal, no existía hacer temporada y predominaba el títere de guante tras el retablo", recuerda la directora del Grupo de Titiriteros. "Los colegas de Ariel decían de La bella y la bestia que era muy linda, pero que no era una obra de títeres. Hoy hay una proliferación de gente y de grupos fantásticos, que se dedican sobre todo a hacer obras para adultos", dice Mangani.
El Grupo de Titiriteros incorporó en sus primeros años a artistas con trayectoria previa, como Roberto Docampo, quien se encargaría del complejo diseño de la mecánica de los títeres desde El gran circo hasta su prematura muerte, en mayo de este año. Docampo había formado en 1973 el grupo Los Títeres de Don Floresto, junto con Miguel Fontana, Susana Andrián y María del Carmen Hernández. Sin romper con la tradición del retablo, fue un grupo precursor en programar su actividad en una sala teatral fija. "Se decía que los títeres no pueden hacer temporada, que la gente no iba al teatro a ver títeres", rememora Hernández, que sigue en el grupo que celebra este año el 40 aniversario de esa ruptura con la itinerancia en su sala de Belgrano.
Miguel Rur y Helena Alderoqui venían del grupo La Galera Encantada cuando ingresaron en el Grupo de Titiriteros para el estreno de El gran circo. "La idea de la prolijidad y el rigor en la concepción artística de Ariel Bufano es algo que uno se lleva para siempre", señala Rur, hoy responsable de producción del canal infantil PakaPaka. También integraron el primer elenco de El gran circo dos jóvenes que se habían formado con Bufano en el Instituto Vocacional de Arte: Sergio Rower y Luis Rivera López. Ya habían formado entonces el grupo que adoptó el nombre de Libertablas. Por varios años trabajaron en forma paralela en ambos elencos, hasta que alcanzaron una proyección propia que exigía dedicación plena, en particular a partir del éxito de Sueño de una noche de verano, en el Teatro Cervantes. "Bufano nos transmitió su ímpetu y profesionalismo", dice Rower, "y abrió el acceso de los títeres a los grandes escenarios, al canjear el espectáculo ambulante por las grandes puestas en escena para miles de espectadores".
PARA AGENDAR
El gran circo
Teatro San Martín (Sala Martín Coronado) , Corrientes 1530. Viernes, sábado y domingo, a las 16. $ 20 y $ 35.
Floresto, Pototo y la mar en coche
Auditorio Asociación Italiana de Belgrano , Moldes 2157. Sábado y domingo, a las 15 y a las 16.30. $ 50.
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