Domingo 19 de agosto de 2007 | Publicado en edición impresa
Carmen , de Georges Bizet, con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, sobre la novela homónima de Prosper Mérimée, por la Orquesta, Coro y Ballet Estables del Teatro Argentino, con la dirección musical de Mario Perusso. Dirección escénica: Daniel Suárez Marzal. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Gabriel Lorenti. Dirección coral: Sergio Giai. Coro de niños: Mónica Dagorret. Coreografía: Omar Saravia. Cantantes: Virginia Correa Dupuy, Luis Lima, Leonardo Estévez, María José Siri, Ana Laura Menéndez, Mónica Sardi, Gabriel Renaud, Sebastián Sorrarain, Norberto Marcos y Mario De Salvo. En el Teatro Argentino de La Plata. Próxima función: Hoy, a las 17.
Nuestra opinión: muy buena
Con la nueva producción de la inmortal ópera de Bizet, el Teatro Argentino jalona su bien programada temporada en pleno desarrollo, colmada nuevamente su sala, tal como acontecerá por haberse agotado las localidades en las restantes representaciones. Al calificado elenco de cantantes que han asumido en esta oportunidad los distintos papeles, se suma en no menor medida una puesta en escena renovada. Creativa, brillante en su carácter realista y de genuina modernidad, está valorizada en todo momento por una precisa iluminación y un despliegue escénico que sobrepone a los fuertes tonos cálidos del decorado fijo que presidirán el drama, el negro de las vestimentas femeninas en significativo contraste. El movimiento de cantantes solistas y masas fue ordenado y homogéneo.
En una versión musical que privilegió la extroversión y el sentido del color concomitante con el mencionado despliegue, la Orquesta Estable comandada con gran profesionalismo por Mario Perusso tuvo, pese a ciertos momentos en que se resintió la afinación, ajuste y adecuada expresión interpretativa para subrayar la pasión o la tragedia. Asimismo, el coro tuvo acertada intervención, desmintiendo de hecho las versiones sobre su posible ausencia en las representaciones, difundidas en días anteriores.
Suma pulcritud se evidenció en la detallada lectura que realizó el régisseur Suárez Marzal en el libreto que Meilhac y Hálévy hicieron de la novela de Mérimée, principalmente en la captación del espíritu andaluz y del carácter destinal del drama que se encamina inexorablemente hacia la tragedia a espaldas de la festiva corrida de toros. La heroína del amor fatal y su apasionado amante, a los que Suárez Marzal delineó impecablemente, transmitieron en sus gestos y sus voces la violencia revestida de frívola desenvoltura, en Correa Dupuy, y la intensidad de la pasión irremediable y frustrada en Don José, con un Luis Lima ostentando plenamente sus capacidades interpretativas intactas tanto vocal como actoralmente. La habanera del primer acto ("L amour est un oiseau rebelle") tuvo desafiante sensualidad en la primera, con movimientos acentuados intencionalmente por su buen timbre y sus finos matices melódicos que se tornaron acerados en los momentos finales y decisivos, aunque sin poner en juego -en otros- la garra dominante y bravía de su personaje.
Fue convincente María José Siri (Micaela) en su actuación y tuvo aciertos interpretativos a pesar del vibrato que altera su emisión aguda, comunicaron emotividad sus escenas junto a Don José para transmitirle el pedido de su madre. Descollante a lo largo de la representación, con pareja línea de canto, Lima manejó admirablemente los matices emocionales de su personaje, como en "Parle-moi de ma mere", o en el segundo acto, al entonar "Dragon d Alcalá" en off y declara después su amor a Carmen, en escenas muy bien jugadas en las que la burla y el sarcasmo van unidos a su pasión por ella ("La fleur que tu m avais jetée"). Su desesperada apelación final a la protagonista generó progresivamente el clima para el desenlace final, de trágica belleza. Fue excelente el bajo Mario de Salvo (Zuñiga) por su desempeño vocal e interpretativo. Ana Laura Menéndez (Frasquita) y Mónica Sardi (Mercedes), tanto en solos como en dúos, fueron vocalmente solventes así como eficaces en la acción escénica.
Por su parte Leonardo Estévez (Escamillo) compuso un excelente toreador de apuesta figura escénica, con buen timbre y afinación, en tanto que Gabriel Ranaud (Remendado) y Sebastián Sorrara (Dancairo), eficaces en sus movimientos e intervenciones vocales impusieron convicción interpretativa. Norberto Marcos, correcto.
En no menor medida contribuyeron al lucimiento de esta producción la intervención del coro de niños, y el brillante despliegue del cuerpo de baile.
Héctor Coda
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