Lunes 19 de enero de 2004 | Publicado en edición impresa
El viernes estrena, en el teatro Premier, un nuevo espectáculo, "La Zorra y sus Lolitos", tras veinte años de estar alejada de la escena; la ambientación es de Marta Minujín
Por Alejandro Cruz | LA NACION
"Amo los espejos, tienen misterio", dice la actriz, mientras se refleja en uno. Foto: Silvana Colombo
Libertad Leblanc recibe a LA NACION en medio de su espectacular piso con Buenos Aires a sus pies (como sus chicos , como esas tantas generaciones de argentinos que la convirtieron en un símbolo sexual de tiempos reprimidos).
En el enorme departamento la acompañan su asistente y Dulce, una perrita al mejor estilo de la famosa Jazmín, de Susana Giménez. Eso sí, Dulce no tiene tanto nivel de exposición pública porque, según su dueña de pechos siempre blancos y cutis perfecto, "a los amores y a los amantes hay que cuidarlos, no hay que exponerlos". Ella se mueve con total comodidad en medio de un living almodovariano con detalles dorados por todos lados, recargado hasta decir basta y con espejos hasta en el techo.
"Amo los espejos, tienen misterio. Pensá que estamos acá y, en cualquier momento, de ahí -dice, mirándose en uno de los tantos espejos que rodean el sillón- salta alguien y nos cuenta una historia. Me encanta pensar en eso. Yo les hacía la competencia a ustedes cuando empecé." (Aclaración: que Libertad Leblanc salte de un tema al otro es una de sus marcas. La señora es así.)
"Yo hice periodismo en Moreno, en el periódico El Oeste -continúa, mientras Dulce juguetea alrededor de ella-. Mi idea era ser periodista, pero participé de un concurso de belleza y largué todo. La cámara también me encanta. Es que yo fui un producto de los fotógrafos, ellos me llevaron al triunfo. Recién después vinieron los periodistas a escucharme y se dieron cuenta de que tenía cerebro."
-¿Te costó mucho fabricarte a vos misma?
-Fue una necesidad...
- Tenías una imagen brava...
-Es que yo fui una especie de travesti del 62. ¡Claro! Yo inventé esa cosa sexy más sexy, casi sobreactuada. Pero lo que costó no fue inventar ese personaje, sino vivir con él todo el tiempo... En un momento me saturó y dije: ¡"Fuera, Libertad Leblanc"! Entonces empecé a viajar, di un paso al costado, me fui a Medio Oriente, a Europa, y eso me amplió la mente. Como a mí me gusta leer, viajar es una forma de leer de otra manera, ¿no te parece?
-Cuando en 2004 te mirás al espejo, ¿reconocés al travesti del 62?
-Si bien me saqué esa imagen, igualmente lo reconozco, sí. Es más, la gente me obliga a reconocerlo. Voy por la calle y me gritan cosas. Reconozco a Libertad Leblanc, pero te digo que tengo tantas ganas de sacarme el maquillaje...
Sin maquillaje, ella asegura que su piel todavía es más bella, más suave y más rozagante. "Pero para las fotos hace falta todo esto", confiesa con suma calidez mientras deja ver cada una de esas curvas que les han hecho los ratones a generaciones de argentinos (y venezolanos, y colombianos y a la América toda unida bajo una misma bandera).
Como una tía canchera comehombre que se ríe de esa imagen de muñeca brava, se presta al reportaje del mejor humor. "°Que maravilla!", dice con tono de señora bien de otra época transformando a la "ll" en "y". "Es la primera vez que una fotógrafa mujer me hace fotos. Mirá vos: estoy debutando con una mujer, y debo reconocer que me está gustando", se ríe con una risa entrecortada, mezcla rara de Cruella de Vil y Caperucita jugando con el Lobo Feroz.
Algo de esos condimentos tendrá Ruth, su personaje de "La Zorra y sus Lolitos", el espectáculo que estrena el viernes y en la que se la ve rodeada de chicos musculosos como una especie de Mae West, pero nacida hace muchos años (no importa cuántos) en el pueblito Guardia Mitre, provincia de Río Negro. "Ruth es una turra , una explotadora, una tipa políticamente incorrecta que inventa modelos a los que hace trabajar duro y termina quedándose con todo. Por otra parte, Ruth es una calentona . ¿Pero sabés cuál es el placer mayor en todo esto? Que vuelvo al teatro con gente nueva. El director tiene 40 años, los chicos andan en los 25, y muchos de ellos seguro van a ser famosos, ya vas a ver...
-¿Por qué volvés?
-Porque quiero trabajar con gente joven, con gente con energía. Yo tengo una energía brutal, te lo puede decir mi asistente. Soy una especie de bomba. Me levanté a las seis de la mañana y acá me tenés.
-¿Producís vos el show?
-No. Es la primera vez en mi vida que yo no produzco y que trabajo sin seguro. Mi idea es hacer la obra acá y luego salir de gira. Tengo unas ganas locas de que nos presentemos un día, no muchos más, en Mendoza, Córdoba, San Luis... Y luego partir para Barcelona, el resto de América latina... Moveré mis contactos...
-Contactos no te deben faltar, porque siempre fuiste tu propia representante.
-Claro, yo vendí a Libertad Leblanc y la puse en los mercados. Pero ahora no tengo ganas de andar discutiendo, por eso me abrí de la producción.
-Estuviste los últimos 20 años sin trabajar, debés de haber ganado mucha plata como para sostenerte económicamente
-Gané fortunas en los Estados Unidos. Pero entre el rodrigazo y Martínez de Hoz...
-Parece ser que el corralito no te agarró, ¿aprendiste la lección?
-Claaaaro. Estaba acá, pero aprendí a manejar el dinero de otra forma. Es que yo no trabajé por el gusto de trabajar, lo hice por necesidad. Yo tenía unos locales en Belgrano y tuve que sostenerlos. La quinta de Parque Leloir, que valía una barbaridad, tuve que venderla a un precio irrisorio.
-¿Te referís a la misma quinta que iba a comprar Perón?
-Exactamente. La misma que no compró porque le resultó cara. Esa vez me llamó Rucci (¿te acordás de José Ignacio Rucci? Era mi amigo) y me dijo que iba a ir con López Rega a ver mi quinta porque estaban buscando una casa para que viviera Perón. Fueron a verla, quedaron encantados, pero a la semana me llamó Rucci y me dijo que la CGT no tenía tanto dinero. Yo estaba dispuesta a prestársela por un tiempo, pero terminaron comprando ese sótano que era Gaspar Campos, a donde fue a vivir Perón. Al final, terminé vendiendo la quinta y ahí comenzaron todas las desgracias, porque un capital muerto da solamente gastos.
-En estos últimos 20 años, ¿Libertad Leblanc fue un capital muerto?
-No. Noooooo. Me fui a Colombia, a Venezuela, a.... Como decía mi abuelo: "Hay que poner un huevo en cada canasta, aunque sea de torcaza". Entonces puse un huevo en cada canasta. Invertí en Europa, me llevé a mi hija estudiar allá y seguí poniendo huevos...
-¿En todos estos años te llamó algún productor?
-Sí, pero con cosas que no me interesaron. Una vez me ofrecieron un libro con un actor muy importante que no pienso nombrar. Pero era triste la historia y yo quiero hacer cosas dramáticas. En tele, Suar (¿así se llama el chico ése?) le dijo a una amiga que era muy cara. Si me hubiera dado un porcentaje de la venta dejaba de ser cara.
LA FLOR DE IRUPÉ
Hace años que Libertad Leblanc vive un poco acá o en su piso de Madrid o en la casa que tiene su hija en Suiza. Hace años, dice, colgó el traje de esa diosa que filmó más de 40 películas de un ingenuo porno soft y ahora vuelve al ruedo poniéndose en el papel de Ruth. Pero antes de esa imagen de diosa con discurso feminista, Libertad María de los Angeles Vichich tenía otras necesidades. "Empecé en teatro con Alejandra Boero y Pedro Asquini. Me daban un sueldo y todo porque decían que tenía condiciones. Pero yo no podía vivir con la plata que me daban. Tenía una hija, acababa de divorciarme y mi ex marido, Leonardo Barujel, me pasaba la cuota cada tres meses."
Su larga carrera en el cine le costó muchas peleas. Por ejemplo, con Isabel Sarli. "Ella había comenzado mucho antes que yo -dice-. Me acuerdo de que cuando llegué a Venezuela ella ya era un estrella y como yo no tenía dinero para la publicidad hice hacer un afiche que decía "Libertad Leblanc: rival de Isabel Sarli".
-La hiciste bien.
-Y bueno... Pero te digo que el marido (bah, Armando Bo) estaba furioso conmigo porque decía que había explotado el nombre de Isabel. Tenía razón, pero cada uno se defiende como puede y no como quiere.
-Y mirá cómo son las cosas: ahora tenés una foto por ahí en la que estás con Mirtha Legrand y con Isabel.
-Es que yo la quiero a Isabel. Además, ella es muy na.f en su forma de ser, no es dañina. Con quien tenía encontronazos era con Armando, que era quien mandaba.
-¿Nunca te ofrecieron hacer algo juntas? Hubiera levantado plata a lo loco.
-Sí, una película con un título bárbaro: "El agua trajo la sal". Yo acepté, pero en ese momento vivía Armando y quería dirigir él y ahí dije: "No, no va". Después fue cambiando el tiempo, las imágenes nuestras se fueron distanciando mucho. Por otro lado, ¿qué hubiéramos hecho?
-No importa. Ponés un espectáculo con Coca Sarli-Libertad Leblanc o Libertad Leblanc-Coca Sarli...
-°Ojo con el orden, que el orden altera el producto! Pero no sé, me parece que ahora ya no iría. Pasó el momento, pasó el tanto. Por otra parte, en todos estos años yo desaparecí, viví otra vida, fui otra persona. °¿Te das cuenta?! Lo disfruté mucho, pero nada que ver con esto.
Nada que ver, o sí. Porque mientras habla se acaricia su larga cabellera, se acomoda a Dulce sensualmente entre sus pechos o saca ligeramente la lengua en una de esas poses que tanto dinero hicieron rodar en películas como "Acosada", "Una mujer sin precio" o "Cautiva en la selva".
Por gusto, o por necesidad, esta señora poseedora de la marca Libertad Leblanc volverá a la escena rodeada de sus lolitos musculosos. ¿La leyenda continúa?
PARA AGENDAR
"La Zorra y sus Lolitos" Con dirección de Juan Carlos Cantafio y ambientación de Marta Minujín.
Teatro Premier Corrientes 1565. Funciones: de miércoles a viernes, a las 21; sábados, a las 23 y 1, y los domingos, a las 21. .
Libertad Leblanc, regreso sin gloria
Por Alejandro Cruz | LA NACION
La vedette en medio de una propuesta fallida. Foto: Alejandro Pagni
"La Zorra y los Lolitos" , de Juan Carlos Cantafio y Eduardo Kerzman. Con Libertad Leblanc, Hugo Zanón, Gustavo Guzmán, Miguel Young, Sebastián Bonadeo, Lisandro Rodríguez, Javier González y Sergio Garrido. Escenografía: Cantafio. Música original: René Jacobson. Dirección: Juan Carlos Cantafio. En el Premier.
Nuestra opinión: regular
El cine Premier cumple el próximo 5 de octubre sus 60 años. Libertad Leblanc supera esa cifra.
Con apenas reparar en su hermosa arquitectura, sus detalles o sus lámparas con caireles, cualquiera podrá darse cuenta de que años atrás el cine tuvo su época de esplendor. La diva de los pechos blancos, también.
El Premier siempre fue manejado por una misma familia, como la empresaria Leblanc, que vendió y cuidó a capa y espada hasta los mínimos detalles de la carrera de quien fue un verdadero símbolo sexual.
Básicamente, el Premier es un cine aunque haya intentando (o intente) ofrecer espectáculos teatrales, como la misma trayectoria de la Leblanc, que está marcada por sus más de 40 películas.
Actualmente, a la sala de la avenida Corrientes se la conoce como un "cine de cruce" (o sea, en el cual no se presentan estrenos). A juzgar por la ecléctica convocatoria de la noche del debut de "La Zorra y los Lolitos", el espectáculo que protagoniza Leblanc, quedó demostrado que ella se ha convertido en un personaje de cruce capaz de convocar en la noche del estreno a una platea sumamente variada (desde Ante Garmaz hasta actores del off, pasando por intelectuales de prestigio, la hija de Isabel Sarli o Patricia Bullrich).
Con los años, el Premier se fue viniendo abajo. Lo mismo sucede con este vodevil, muy menor en lo que se refiere a su historia y a su puesta.
"La Zorra y los Lolitos" es casi una obra inclasificable.
ELLA Y ELLOS
La pieza tendría todos los elementos para convertirse en un espectáculo de culto gracias, en primer lugar, a la presencia de la diva en medio de un vestuario chillón, esa particular combinación del dorado y el plateado, sus propias risas y risitas de tono erótico, sus jadeos o un sinfín de imperfecciones técnicas al borde del disparate. Sin embargo, semejante arsenal tan rico como línea estética no funciona como tal.
Por momentos, el espectáculo se convierte en un show típico de un lugar gay con esos "lolitos" moviendo las caderas y mostrando su anatomía. Pero tampoco eso funciona. A las escasas virtudes actorales del plantel, los "lolitos" no tienen ni el oficio ni los cuerpos de aquellos strippers que tan bien conocen el paño (aunque el paño sea un diminuto slip).
En varias escenas, el espectáculo es un autohomenaje que se hace (o se deja hacer) Libertad Leblanc. Pero las secuencias cinematográficas que se proyectan de esta diosa de un ingenuo porno soft o son de mala copia o están fuera de foco (para colmo, son proyectadas sobre una pared irregular). O sea, tampoco va.
El director y coautor de la obra, Juan Carlos Cantafio, no le da el marco que uno podría suponer que merece Libertad Leblanc por su trayectoria o por lo que simboliza en el imaginario colectivo. Por ejemplo: en una escena aparece ella con un vestido largo ajustado y de enorme escote. Hasta ahí, digamos, todo bien. Sin embargo, de la espalda le cuelgan dos enormes transmisores de su micrófono inalámbrico. Un detalle muy poco glamoroso para una diva.
Hay que reconocer que si a lo largo de su extensa carrera Libertad Leblanc siempre fue la mejor manager de su propio producto, esta vez la empresaria que cuidaba todos los detalles decididamente bajó los brazos. ¿Se habrá cansado? ¿Estará grande?
La figura mítica recién se intuye al final, cuando la Leblanc canta "Piel canela". Muy poco para una vuelta tan promocionada y esperada. .
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