ESPECTÁCULOS | EL CORONAVIRUS CERRÓ LOS TELONES
Teatristas platenses están en estado de alerta por las consecuencias que el parate generará y piden urgentes medidas de auxilio
María Virginia Bruno
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LA NONNA, COMO TODOS LOS TEATROS DE LA CIUDAD PERMANECE CERRADO |
Atrevida, la pandemia COVID-19 se animó a romper con una máxima del mundo del espectáculo que parecía intocable hasta que el virus estornudó en la realidad y el show, esta vez, no pudo continuar.
Coinciden los hacedores del teatro local que se trata de una situación “absolutamente inédita”. Ni siquiera la Gripe A, en 2009, logró cerrar durante tanto tiempo las salas -los telones permanecieron bajos durante diez días, del 6 al 16 de julio-. Si bien en aquel entonces la actividad disminuyó hasta en un 80 %, muchos teatros trabajaron siguiendo estrictos protocolos de seguridad y, aunque a cuentagotas, la actividad se mantuvo. Pero el coronavirus, ese enemigo invisible con el que luchamos, como le gusta decir a nuestro Presidente, se ha convertido en el despiadado villano de un arte esencial para la cultura.
Primeros en cerrar y, seguramente, últimos en abrir -y con restricciones-, los teatros, su gente, enfrentan un difícil panorama en tanto, para muchos, ya es un año perdido.
Carlos Rottemberg, Integrante de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), compartió recientemente un análisis basado en las fases que el teatro afrontará con respecto a la la pandemia: “Primero la fase de clausura, luego vendrá una segunda fase en donde nuestras actividades, que congregan gente, estarán en cola y luego vendrá la tercera fase (de recuperación): el público tardará al menos tres meses en volver a las salas. Por eso, si vemos el calendario, la temporada 2020 para nuestra actividad está virtualmente terminada”.
Daniel Gismondi, presidente de la Asociación de Teatristas del Plata (Atepla), asegura que “desde la llegada de la pandemia COVID-19 la situación de las salas de teatro independiente de la ciudad comienza a ser desesperante”.
Para el también director de Espacio 44, “en este momento las salas de teatro estamos padeciendo una situación inédita, sin precedentes, que hace peligrar todo el camino andado durante las últimas décadas, que llevó la actividad cultural de nuestra ciudad a ser una de las más importantes plazas del país, en diversidad, cantidad y calidad de producción”.
Leo Ringer, director y dueño del teatro La Nonna, explica que “al comenzar el año todos los ahorros se invierten en una sola dirección, previendo recuperarla al menos al finalizar el mes de agosto. Por eso, ante esta situación, nos quedamos con la inversión freezada, sin posibilidad de ningún ingreso posible”.
Detrás de escena, más allá de los actores, que también sufren gravemente esta situación, hay todo un mundo que forma parte imprescindible de la cadena de producción de un teatro, ahora cortada, y que incluye dramaturgos, directores, técnicos, escenógrafos, administrativos, maquilladores, diseñadores, prenseros, boleteros, personal de limpieza, etc . “Esta simple enumeración permite entender que esta situación va mas allá de la suspensión de actividades, con sus respectivos no ingresos, porque en este tipo de emprendimiento no existe la mínima posibilidad de alentar al uso de una idea motriz sustituta”, agrega Ringer: habilitado como teatro, no puede convertirse ni funcionar como otra actividad, no hay chance de reinvención en su caso, sólo resta esperar a que todo pase y volver a empezar.
César Palumbo, otra importante figura del teatro platense, al frente de El Altillo del Sur Casateatro, aborda la penosa situación escénica desde un ejemplo concreto. Según sus estimaciones, “para producir una obra de 4 actores, se necesitan no menos de 20 personas. Y si por fin de semana, en promedio, hay más de 20 espectáculos, estamos hablando de 400 a 500 personas que en estos momentos están sin trabajar”.
PÉRDIDA ECONÓMICA, ARTÍSTICA Y AFECTIVA
Autor, director y teatrista platense, Gastón Marioni sostiene que “la pérdida es enorme” y no sólo hablando desde lo “económico” sino también desde lo “artístico” y lo “afectivo”, porque el coronavirus hizo trizas meses de ilusiones puestas en el armado de una programación que hoy reposa en la basura.
“Como autor y director se me ha cancelado un proyecto que estaba pronto a estrenar en Montevideo y dos proyectos de teatro comercial que comenzaban los ensayos para dos teatros en calle Corrientes. Y en el teatro independiente quedaron suspendidas las funciones de una obra que venimos haciendo desde el año pasado en Teatro Estudio”, revela el director de la sala ubicada en 3 y 40 que, como el resto, permanece cerrada; no sólo para funciones sino también para clases: todos los talleres que se ofrecen en el espacio fueron suspendidos y quedarán a merced de la pandemia. “No sé hasta cuándo pero tengo la certeza que será uno de los últimos rubros que podrán retomarse debido al tipo de actividad que hacemos”, reflexiona con pesar Marioni que, como el resto de sus colegas, convive desde hace ya casi un mes con dos villanos que parecen salidos de una obra de suspenso: el desconcierto y la incertidumbre.
Las mismas sensaciones atormentan a Palumbo, que parece estar atascado en un limbo donde las preguntas abundan y las certezas se buscan con lupa. Con la sala cerrada y las clases de su taller suspendidas, las facturas con fecha de vencimiento siguen, sin embargo, entrando por debajo de la puerta y cada sobre que se abre es un nuevo nudo en la garganta. “Los gastos fijos de las salas los estamos absorbiendo nosotros, pagando algunos y esperando la ayuda para otros. Solicitando prórrogas en alquileres, cargas impositivas y servicios”, detalla el ex Delegado General de Actores y actual dirigente de Atepla.
Gismondi coincide. “Como es de imaginar, una sala de teatro, aunque no haga funciones continúa teniendo gastos fijos, que comienzan a ser difíciles para sostener en el tiempo. Al lucro cesante por la imposibilidad de funcionar, se suma la deuda que comienza a generarse por la imposibilidad de abonar impuestos, servicios, seguros, coberturas de emergencia, salarios de personal de tareas específicas”. Entonces, ¿cómo hacer?
“Si superamos la llegada de la radio, la aparición del cine y la tevé, también pasaremos esto”
PEDIDO DE AUXILIO
Este panorama es una figurita repetida entre los más de veinte espacios teatrales que engrosan la agenda cultural de la ciudad. Por esa razón, destaca Gismondi, “es que las salas estamos en estado de alerta, buscando soluciones sin dejar de solidarizarnos con el resto de la población, que está pasando un momento crítico”. Para el teatrista, “en esta coyuntura, sin una ayuda por parte del Estado, el resultado va a ser el cierre de numerosos espacios con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo y el deterioro de una industria que se fue hilvanando con años de esfuerzo”.
Leo Ringer propone una salida. “Ante la imposibilidad de afrontar la parte impositiva, fiscal, tasas, contribuciones, servicios, cargas sociales y sindicales, esos gastos deberían ser proporcionales a los ingresos y no ser ajenos a la destrucción total del salario, y todo tipo de ingresos”, plantea el actor, director y también escribano. Y en este punto es claro como el agua: “Si La Nonna -su teatro- no produce nada, el ciudadano no consume nada y, en este caso, si el ciudadano no consume, desaparece la razón de existir”.
En esta misma línea, Palumbo hace un llamado a las autoridades municipales a quienes, como medida paliativa a esta situación extraordinaria, reclama que se “debería establecer un subsidio especial y luego establecer un Consejo Municipal de Teatro, con una asignación anual de acuerdo a la actividad de cada sala, grupo, etc”. Y algo parecido solicita al Consejo Provincial de Teatro, en el que se desempeñara años atrás, al que sugiere “legisle una medida extraordinaria ante esta emergencia”. Si bien el Instituto Nacional de Teatro está instrumentando una ayuda excepcional para este año, Palumbo advierte “un problema, que esperamos que esta sea la ocasión para resolverlo”: las habilitaciones de las salas. “Sin ello, es imposible terminar el trámite”, para solicitarlo.
“Otra ayuda importante sería que se arbitren medidas fiscales extraordinarias, como exenciones en tasas municipales e impuestos provinciales durante el período de inactividad”, propone Gismondi, para quien, sea de la forma que sea, es necesario que sea ya y “sin tramitaciones engorrosas, ya que si se demoran mucho va a ser demasiado tarde para muchos espacios”.
Autoridades locales consultadas por EL DIA sobre esta situación apremiante del sector teatral remarcaron que “la Comuna se encuentra analizando diversas medidas paliativas para el sector, entendiendo que las mismas deben llegar a todas las manifestaciones culturales, a los fines de continuar promoviendo su importante rol en el desarrollo cultural”. A su vez, se informó que “actualmente se está trabajando en conjunto con el gobierno nacional y provincial para establecer que salidas hay ante la coyuntura que se presenta”.
MIENTRAS TANTO
La transmisión on line de “Los vecinos de arriba” la semana pasada, que fue seguida por un millón de personas en las 72 horas que duró el streaming de ese título, en el marco del lanzamiento virtual de la temporada 2020 del porteño La Plaza, pone de manifiesto la consolidación de una tendencia que muchas salas y espacios culturales empezaron a seguir en el medio de la cuarentena entendiendo que, si la gente no va al teatro, el teatro debe/puede ir a la gente.
Más allá del debate sobre la legitimidad de estas propuestas virtuales, sobre lo que los teatristas más puros plantean sus reparos, porque, de ser teatro, cuestionan, “¿dónde estaría su esencia, ‘lo vivo’ del acto creativo”, lo cierto es que en este contexto, donde prima la incertidumbre, el “vale todo” parece ser la norma.
“He sentido que el colectivo teatral, o gran parte de él, quisimos salir a dar una inmediata respuesta a la situación: teatro filmado, streaming, te doy la clase por zoom, etc., como una reacción hiper adaptativa ‘sea como sea’ y sin darnos tiempo a pensar y reflexionar sobre ésto que pasa; porque no es poco lo que pasa, porque es realmente novedoso, porque genera angustia y porque realmente te hace preguntar ¿cómo hacer teatro cuando no nos podemos mirar, tocar, sentir y escuchar a menos de un metro de distancia? Habrá que ejercitar la paciencia, la sapiencia y por sobre todo una nueva apertura a otra creatividad para vislumbrar un nuevo qué, cómo y dónde hacer ‘teatro’”, analiza Marioni.
Para Leo Ringer no hay dudas. “El teatro virtual existe hace muchos años y se llama cine. Yo no puedo ir en contra de la existencia del cine, pero sí puedo decir que el teatro virtual no es teatro. El teatro es presencial: es indispensable la presencia del ida y vuelta en la reacción del público. Por eso hacemos 150 funciones y son 150 versiones diferentes porque el público, como dice Mirtha, se renueva, y el actor trabaja en base a la respuesta del público”.
CREATIVIDAD Y SOLIDARIDAD
Algunos teatros oficiales, como el Colón, el Cervantes o nuestro Coliseo Podestá, por ejemplo, están acompañando las medidas dispuestas por el gobierno nacional, compartiendo contenidos virtuales para que la gente se siga quedando en su casa. Pero salas medianas y más chicas, que tienen compromisos que cumplir, están apelando a un sistema de “gorra virtual” a través de la cual los usuarios devenidos en espectadores donan una contribución voluntaria por poder ver/asistir a las obras que se ofrecen por internet, por tiempo limitado.
Autoridades locales aseguraron que analizan diversas medidas paliativas para el sector
Toda crisis es una oportunidad, dicen algunos. Y otros dicen que en toda crisis se multiplica la creatividad y, también, la solidaridad. En la Ciudad de Buenos Aires, por caso, algunos teatros rechazan la modalidad de teatro on line y están practicando un novedoso sistema: Sebastián Blutrach, director del Picadero, ideó la venta de entradas anticipadas a un costo de 500 pesos, destinados a un fondo que le permita pagar los sueldos de su personal estable, que supera las 30 personas. El empresario dijo tener esperanzas de que, en el mejor de los casos, en septiembre puedan reiniciarse las actividades escénicas en el país, y ahí, los usuarios, podrán canjear sus pases teatrales.
En La Plata, algunos artistas se vuelcan a las redes sociales a compartir contenidos como aportes personales frente a la pandemia para llevar entretenimiento y, más literal que nunca, “por amor al arte”. Otros grupos de teatro independiente comparten enlaces para ver sus obras en la web, como la premiada “2072”, de Mariana Ozafrain. Espacios y centros culturales, como C’est la vie, por ejemplo, por donde el teatro también circula, hasta han ideado rifas apelando a la solidaridad de los espectadores a quienes seducen con un gran premio: boletos dorados para entrar, sin cargo, y de por vida, a todas las actividades que se programen. Y actores, bailarines y músicos ofrecen sus conocimientos en grupos de Facebook, el gigante social que, por estos días, se ha convertido en una gran bolsa de trabajo.
“Los espacios estamos planeando alguna alternativa virtual, sin tener experiencia en cómo funcionará”, se sincera Palumbo, que prueba suerte en Instagram y YouTube siempre, claro, gracias a la “participación voluntaria del elenco de El Altillo”.
Para el teatrista, el objetivo de esta iniciativa es momentánea y tiene un solo fin: “mantener en el ambiente teatral de la ciudad la idea de que el teatro no muere”. Porque está convencido de que “si superamos la circunstancia del nacimiento de la radio, la aparición del cine y la televisión, también pasaremos esto”.
Para el dramaturgo y director, “el teatro es una experiencia viva, presencial, cuerpo a cuerpo y aquellas personas que alguna vez tuvieron la experiencia de participar de este hecho, es imposible que lo puedan borrar de su subjetividad”.
Ojalá esto pase pronto y, cuanto antes, el teatro, su gente, vuelva a entonar su “damos sala”.
Fuente: Diario El Dia de La Plata