miércoles, 30 de diciembre de 2020

Balance de teatro 2020 en CABA: un arte en emergencia por la pandemia

Recién en noviembre reabrieron unas pocas salas

Al igual que en otros países, la escena local sufre las consecuencias de una paralización que atraviesa a la comunidad artística y al conjunto de sus circuitos.

Por Candela Gomes Diez

En el sector plantean que 2021 será parecido al año que termina, más allá de la vacuna. 

Balance atípico el de 2020 para las artes escénicas de la Argentina y del mundo. Primera actividad en cerrar, y casi la última en reabrir, el teatro local sufre las consecuencias de una paralización que atraviesa a la comunidad artística y al conjunto de sus circuitos.

“Debut y despedida”. Así calificaba el empresario Carlos Rottemberg a la temporada teatral 2020 cuando a mediados de marzo se había decretado el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio, y la bajada de telón por tiempo indeterminado era ineludible. “El año está perdido”, opinó en esa ocasión el productor en un audio compartido con colegas que se viralizó de inmediato. Y lo que parecía un pronóstico pesimista terminó siendo un diagnóstico acertado de lo que finalmente ocurrió, porque el teatro pudo activar una progresiva reapertura, con programación y aforos reducidos, recién el 13 de noviembre.

“Reabrir las salas fue sobre todo un gesto de resistencia cultural, porque abrir con un aforo del 30 por ciento es oneroso y no se puede sostener. Nosotros abrimos una sola sala, donde estrenamos la obra El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, y esa es la sala en la que más pérdida tuvimos”, comenta el productor teatral y miembro de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET).

“Primavera define verano”, fue el lema que él mismo instaló para trazar el camino a seguir de cara al 2021. “Nosotros en octubre tendríamos que haber empezado a trabajar y así habríamos llegado mejor a una programación del verano, con más contratos de trabajo. Pero al reabrir en noviembre hubo más gente que se quedó fuera del circuito”, analiza Rottemberg, que ya prepara sus estrenos en las plazas de Buenos Aires y Mar del Plata en las que trabaja hace más de cuatro décadas, con algunos platos fuertes como Cartas de amor y el regreso de Brujas.

En este sentido, el valor simbólico de la reapertura sirvió de antesala para lo que se espera a partir de enero. “En marzo dije que esto iba a ser un proceso lento y que no iba a llevarnos menos de tres meses recuperar la confianza del público. Cada semana se va a vender un poquito más de entradas, porque se van a ir sumando más testigos, entre artistas, trabajadores y espectadores, que podrán ver que los teatros son lugares seguros. De hecho, hace más de un mes que se abrió y quedó demostrado que las salas que han abierto cuidando los protocolos no tuvieron problemas sanitarios”.

La cartelera veraniega promete un principio de revancha, pero las noticias de rebrotes en distintas partes del mundo provocan incertidumbre. “Nuestro teatro independiente está dado vuelta y los teatros públicos están más cerrados que abiertos. La situación es muy complicada. Y esto es mundial, porque el teatro en Nueva York seguirá cerrado como mínimo hasta el 30 de mayo, en Londres no abrirá hasta que allá sea verano, y en Montevideo acaban de cerrar el teatro El Galpón durante todo enero. Esto desnudó la situación de fragilidad de los artistas y de los músicos, porque la mayoría no tienen un trabajo en relación de dependencia”.

“Es el año más duro de los últimos 100 años, y todavía no podemos terminar de visibilizar cuál es el verdadero daño. Creo que habrá muchas más salas cerradas, y más gente que se dedicaba a la actividad artística que ya no va a poder dedicarse”, aporta por su lado Sebastián Blutrach, productor teatral y también integrante de AADET. La crisis puso a los teatristas ante la necesidad de reinventarse. Y el Teatro Picadero, del cual es dueño, fue uno de los espacios que llevó la delantera en ese proceso ofreciendo espectáculos por streaming y que pudo cerrar también el año con algunas funciones presenciales.

“Abrimos para público en noviembre y ese fue el mes de mayor pérdida”, cuenta Blutrach. Y la paradoja viene dada por el elevado costo económico que implica acondicionar las salas a los protocolos exigidos. “Cuanto más trabajamos, más perdemos”, subraya el productor. “Yo tengo una estructura con la que necesito hacer doce funciones por semana y estoy haciendo cuatro, porque es muy difícil hacer doble función. Y eso nos da la idea de que 2021 también va a ser un año muy parecido a este, por más que haya vacuna”.

Con las expectativas puestas en el futuro inmediato de la actividad, analiza lo que aconteció en las últimas semanas. “Es muy importante resaltar que después de este tiempo con obras en vivo ningún elenco tuvo que suspender las funciones por la aparición de contagios. Eso nos da una luz de esperanza. Y si bien hubo alguna dificultad para convocar espectadores en este final de año, eso tuvo que ver con la falta de estrenos. Pero a medida que vayamos estrenando contenidos interesantes eso va a ir cambiando”.

Precisamente, en El Picadero subirá a escena una de las propuestas más esperadas del año, que iba a estrenarse a finales de marzo: Jauría, que -como ya es tradición en ese espacio- convivirá con reestrenos de clásicos del teatro independiente. “Creo que Jauría va a funcionar muy bien, porque va a generar una renovación en la cartelera que se va a sentir. Y esperamos que desde el Gobierno de la Ciudad puedan habilitarnos el 50 por ciento de aforo, porque eso va a indicar que la pandemia evoluciona bien. Sería muy terrible para la sociedad argentina que todo vuelva a cerrarse, por lo laboral y lo emocional. Quienes hacemos teatro no tenemos margen para que eso ocurra y estamos al límite del aguante. Por eso es fundamental que nos sigamos cuidando”.

Lo que sucedió al interior del circuito comercial se replicó en el oficial, con salas vacías y el desafío de seguir manteniendo viva la llama. Así lo hizo el Teatro Nacional Cervantes, en el año en el que el mismo Blutrach asumió la nueva conducción como asesor de contenidos, programación artística y producción. A la altura de las circunstancias, el Cervantes lanzó Nuestro Teatro, un concurso de obras cortas inéditas con el objetivo de estimular el trabajo de autoras y autores argentinos y a la vez producir nuevos contenidos. Como resultado, 21 obras se filmaron en la emblemática sala María Guerrero, y algunos títulos ya pueden verse en el canal de YouTube del teatro.

“Estoy muy satisfecho con este proyecto, porque me encontré con un equipo de gente muy valiosa que ama lo que hace y que mostró un gran nivel de compromiso profesional. Y por eso pudimos terminar el trabajo con un nivel de excelencia que estuvo por encima de mis expectativas”, sostiene el productor a un año de su gestión, al mismo tiempo que anticipa que algunas de esas obras podrán verse en vivo durante el verano en la Biblioteca Nacional.

En esa línea de trabajar con las nuevas tecnologías también incursionó el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), que llevó a cabo el ciclo Modos Híbridos, con el que se propuso producir un abordaje audiovisual de las obras que estaban programadas para la temporada 2020. “Creemos en lo esencial del espectáculo en vivo y de ese vínculo irrepetible e imprescindible que hay entre el artista y el público pero, frente a la dificultad de que eso sucediera, el diálogo con otros lenguajes nos dio nuevos resultados que no solamente sirvieron para que el Complejo Teatral siguiera presente, sino para que continuara con su trabajo de experimentación, que es una de las funciones del teatro público”, afirma Jorge Telerman, director general y artístico del CTBA que este año celebró 20 años a la par del 60º aniversario del Teatro San Martín.

“Estamos muy contentos con el resultado, y la devolución de la crítica y el público nos confirman que este es un trabajo que hay que seguir explorando. Por eso, más allá de que podamos volver con el cien por ciento del aforo para desplegar toda nuestra actividad, nuestra idea es mantener una línea de producción de contenidos con este lenguaje híbrido que no es teatro, ni es cine ni teatro filmado sino un lenguaje nuevo y muy interesante”, agrega.

El fenómeno de las artes escénicas llevadas al campo virtual se expandió durante el aislamiento y parece haber llegado para quedarse. En ese marco, proliferaron desde obras filmadas hasta nuevas producciones realizadas en vivo para plataformas como Zoom, y la posibilidad de llegar a lugares y a públicos impensados compensó la ausencia de la ceremonia teatral. “Las artes escénicas son en vivo. Eso está fuera de discusión. Pero esto nos vino a recordar que la tecnología bien usada también facilita el derecho de acceso a la cultura que, por razones geográficas o económicas, no siempre se garantiza. Por eso el uso de nuevas herramientas no sustituye al arte en vivo, pero sí amplía derechos y permite llegar a todo el país y proyectar lo que se hace aquí a otras comunidades internacionales interesadas en nuestro teatro que es tan rico”.

El próximo será un año en el que Modos Híbridos estrenará nuevas producciones, pero también en el que el CTBA, según informa Telerman, buscará tender puentes para acompañar al sector de la cultura independiente que atraviesa una situación dramática. “Estamos evaluando las condiciones de las distintas salas (Regio, Sarmiento y De la Ribera), para ver cuáles son las pequeñas modificaciones que hay que hacer al sistema de ventilación para cumplir con el estricto protocolo. Porque vamos a tener mucha tarea en el verano con compañías independientes que puedan eventualmente usar alguna de nuestras salas en este tiempo”.

Reconocido por su diversidad de estéticas y formatos, el teatro independiente es el más golpeado. Desde que se habilitaron las funciones presenciales, apenas un puñado de espacios (Espacio Callejón, El Método Kairós y El Extranjero) pudo volver a “dar sala”. “Ya sabíamos que la mayoría no iba a poder reabrir porque hacer una actividad en vivo, y adaptar la sala a lo que pide el protocolo, es muy complicado. Por eso, y a pesar de que el Gobierno de la Ciudad intentó promocionar que volvía el teatro, nosotros nos acogimos a la consigna de que 'el teatro independiente no volvió'”, revela Liliana Weimer, Presidenta de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (Artei) que representa a 111 espacios de la Ciudad.

Con una actividad en emergencia, desde marzo los artistas del off se concentraron en la difusión de obras filmadas con modalidad de gorra virtual y organizaron festivales virtuales para recaudar fondos. Pero en su casi totalidad no pudieron siquiera llevar a cabo funciones por streaming cuando el protocolo así lo habilitó. “Muy pocos pudieron hacerlo porque es un sistema caro y había que adaptarse a condiciones bastante difíciles de llevar a cabo”, comenta la actriz, quien asegura que han recibido ayuda por parte del Estado, aunque remarca diferencias entre las gestiones de cultura de Ciudad y Nación. “Hemos podido acceder a un diálogo con el Ministerio de Cultura nacional y el Instituto Nacional del Teatro (INT). Y en este momento ambos ya están pensando en acciones y estrategias para el primer semestre de 2021. En cambio, por parte de Ciudad hemos recibido una ayuda que hubo que pelear muchísimo para que saliera, pero luego argumentan que no hay más recursos y no nos dan respuestas a nuestros reclamos”.

El principal reclamo es, justamente, la declaración de Emergencia Cultural para un circuito en el que ya se contabilizan más de 20 espacios cerrados (entre centros culturales y salas teatrales) según el relevamiento realizado entre Artei, Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (Meca) y Espacios Escénicos Autónomos (Escena). “Eso es solo la punta del iceberg”, advierte Andy Vertone, presidenta de Escena, agrupación que este año cumplió 10 años y duplicó su número de representados llegando a 50 espacios. “La necesidad nos llevó a juntarnos. Y las asociaciones estamos haciendo el trabajo que debería hacer el Estado”, agrega.

“El panorama es absolutamente desolador. El Gobierno Nacional ha lanzado algunas medidas extraordinarias y aceitadas. Y los artistas que sobrevivieron lo hicieron gracias a las ayudas del INT. Y el Ministerio de Cultura porteño lo único que hizo fue aumentar por única vez los subsidios regulares anuales de Proteatro. Pero ese dinero llegó sólo a los espacios que ya venían recibiendo ayudas, y en muchos casos se cobró tarde. Habitualmente se empieza a cobrar en abril y mayo, y se empezó a pagar en julio, agosto y septiembre. Y hay quienes todavía no cobraron”, detalla la actriz, en línea con la información proporcionada por Weimer.

La perspectiva para el futuro no es auspiciosa. El pasado 14 de diciembre, diversas agrupaciones de la cultura independiente -entre ellas Escena- alertaron que el presupuesto de 2021 contemplado para el área de cultura está 16,7 puntos por debajo de la inflación estimada para ese año que alcanza un 29%. Y que del porcentaje total de la partida presupuestaria, a la cultura independiente sólo se destinará el 1,98%.

“El presupuesto no alcanza”, aseguran. Desde la Nación, hasta el momento, llegaron ayudas extraordinarias como el Plan Podestá, Desarrollar, Sostener I y II, Fortalecer y Reactivar. Y también ayudas ordinarias que el INT garantiza desde hace tiempo. Pero la contención del Gobierno de la Ciudad también es clave para la continuidad de un sector que se ha ganado un lugar de referencia para el teatro del mundo por su alto nivel artístico.

“No hay una comprensión de nuestra problemática. El streaming nunca fue una solución para nosotros. Y los protocolos de reapertura tampoco ayudan, porque un aforo del 30 por ciento para una sala de 50 butacas implica ir a pérdida”, menciona Vertone, quien dirige El Piso - Cultura escénica, en el barrio de Caballito. “Muchas salas han buscado alternativas de funcionamiento. En nuestro caso, como la sala cuenta con un bar dentro de la habilitación, abrimos un delivery de comida vegetariana para poder subsistir. Y también damos clases por Zoom, porque casi todos los espacios de teatro independiente viven de las clases, además de las funciones”.

Por ese motivo, en abril nació la agrupación Profesorxs Independientes de Teatro (PIT), que con la consigna “todo empieza en las clases” buscó concientizar acerca de la función de la docencia en la creación de proyectos culturales. “Éramos un sector completamente invisibilizado, y es alucinante el trabajo que se generó porque pudimos trabajar en red”, dice Mariana Rodrigo, actriz, profesora e integrante de PIT donde confluyen docentes de todo el país.

Las clases de teatro también siguen sin volver. “La situación es crítica en todo el país. Los protocolos son impracticables, porque los aforos son sumamente reducidos, y eso hace que sea imposible dar las clases en espacios cerrados, y que sólo puedan trabajar los pocos lugares que cuentan con un espacio propio al aire libre. Por otro lado, tampoco es una opción trabajar en plazas o veredas porque la especificidad de nuestra tarea no puede convivir con otras actividades”, señala Rodrigo, quien brinda números que permiten dimensionar la gravedad de la crisis. “El 97% del sector no pudo ejercer, y en noviembre de 2020 la tarea docente tuvo un 47% de actividad en relación a noviembre de 2019”.

Por este motivo, PIT se suma al pedido de Emergencia Cultural a nivel nacional. “Reclamamos recursos y ayudas sin concurso ni contraprestación para paliar la crisis. Que se nos brinden espacios que cumplan con los protocolos que el gobierno impone, y subsidios para compensar la disminución tan drástica de la matrícula aun en el caso de les profes que pudieron modificar su propuesta pedagógica para dar clases online. Queremos que se nos reconozca como trabajadores y trabajadoras de la cultura”. 

sábado, 12 de diciembre de 2020

“Mi parte es todo”: una obra posible, invisible y silenciosa

 IDEADA, ESCRITA Y DIRIGIDA POR BRAIAN KOBLA

En una plaza, espectadores distanciados son parte de una experiencia con la que el teatro recupera su esencia: la presencialidad 



Por: María Virginia Bruno 

Un sábado más. Una plaza. Gente que va, gente que viene, gente que se detiene, gente que charla. Animales. Chicos. Hamacas en movimiento. La frenada de un micro. El sol que pega fuerte en la cara. Algunos se cobijan en la sombra de frondosos árboles. Otros hacen gimnasia. Un grupo de personas, paradas frente a un monumento, parecen ser parte de algo que el resto no puede descifrar: tienen auriculares, se mueven en simultáneo, parecen buscar algo o alguien pero no saben qué ni a quién. Están ahí siendo parte de algo. Están devolviendo al teatro su esencia: la presencialidad. 

Braian Kobla creó y dirige “Mi parte es todo”, una experiencia que se desarrolla en un espacio público de la Ciudad y que podría definirse con tres palabras: posible, silenciosa e invisible. Diremos posible porque se desarrolla al aire libre. Sin asumir riesgos innecesarios de contagio de COVID-19, actores y espectadores se mantienen a raya, respetando el distanciamiento social preventivo y obligatorio, convergiendo en una propuesta escénica que, también podría decirse, es lo más cercano al ritual teatral que se pudo observar a lo largo de los últimos nueve meses. Público y artistas celebran la comunión, se emocionan por esta posibilidad de empezar a volver a sentir el arte sin pantallas de por medio. 

Por otro lado, se trata de una experiencia silenciosa porque los intérpretes no hablan durante la performance. En realidad, sí, pero ya lo hicieron. Cuando un espectador adquiere una entrada, a su WhatsApp se le enviará un audio de 28 minutos que deberá guardar en sus archivos que, para una mejor experiencia, se recomienda no escuchar hasta el día de la función, a la que deberán acudir con auriculares. ¿Por qué? Porque el sonido de la obra la escuchará cada uno, desde su propio teléfono, con sus propios auriculares. Por lo que la gente que normalmente habita la plaza ese día no escuchará de qué va eso que mantiene a ese grupo, al parecer, enajenado. 

En un año en que la realidad mereció ser una ficción, esta ficción se funde con la realidad, en una experiencia que desafía a los espectadores a intentar descifrar qué de lo que escuchan, qué de lo que ven es parte de la obra y qué no lo es. Y ahí la tercera palabra: la invisibilidad. Kobla, que es dramaturgo, director, actor y docente teatral, cuenta que la hipótesis a partir de la cual nació este proyecto en medio de la cuarentena tuvo que ver con “cómo encriptar una ficción en la vía pública que sea indiscernible a simple vista para el ojo humano”. Y la respuesta que encontraron, “mágica e inverosímil”, fue hacerla “invisible”. 

 Una “hipótesis extraordinaria” necesaria para abordar un “contexto extraordinario” en el que la actividad artística frenó de mano y el teatro sufrió el robo de su esencia con la virtualidad. 

ES TEATRO 

Inherentemente, “Mi parte del todo” está atravesada por este presente pandémico y todo lo que supuso para el arte, con el surgimiento de nuevos formatos y las nuevas formas de abordar lo teatral, algo en lo que la pieza busca indagar. A la hora de ponerle un nombre a este proyecto, Kobla no duda: teatro.

“Esta decisión viene a partir de reflexionar sobre la dimensión del lenguaje teatral, poder corrernos y poner en crisis las lógicas de producción con las que veníamos trabajando. Nuestro lenguaje, el teatro, se realiza en un edificio que lleva el mismo nombre, y es así que muchas veces se reproduce y se sabe que el teatro se hace en el teatro. Pero en este momento que las salas están cerradas, que no hay edificio que nos contenga: ¿qué sucede con el teatro? ¿si no hay teatros no hay teatro? ¿un edificio puede condicionar al lenguaje? Deseamos y apoyamos las aperturas de salas, pero ante la inoperancia y falta de decisión política para que esto suceda, nos resultó urgente pensar en formas que respondan a las complejidades de este contexto para que nuestro lenguaje no se extinga. La voluntad colectiva fue convertir las restricciones en procedimientos, que los obstáculos devengan en medios”, cuenta Kobla. 

Este proyecto no sólo les permitió sobrevivir a estos meses desoladores, sino nutrirse. “Percibimos esto como una acción directa que opera sobre el tejido social, político y afectivo de todxs lxs que estamos en ese mismo lugar y a esa misma hora -admite el director-. También percibimos que el público se torna más diverso. No hace falta saber dónde sea hace o quiénes hacen obras de teatro. El teatro está ahí, mientras se fuman un cigarrillo y algunos niñes se hamacan. Aprendimos mucho y encontramos nuevas preguntas para potenciar nuestras futuras creaciones”. 

Con las actuaciones de Alejandro Santucci, Ilenia Contin, Ana Belén Recabarren, Manuela Villanueva Fernández, Mariel Santiago, Denisse Van der Ploeg, Valentin Prioretti, Juan Castiglione y Agustin Recondo, diseño sonoro de Francisco Raposeiras y Francisco Villar, asistencia de dirección de Rafael Gigena y producción ejecutiva de Carolina Sueta, las entradas para “Mi parte es todo” -hay dos funciones los sábados- se pueden reservar en la cuenta de Instagram @miparteestodo. 

domingo, 8 de noviembre de 2020

A los 96 años, Élida evoca la fascinante experiencia de crecer en un circo criollo

 

LA CIUDAD| EL MUNDO PROPIO DE UNA PLATENSE EN LOS ESPECTÁCULOS CIRCENSES DE ANTAÑO

En plena pandemia, presentó un libro plagado de mágicos recuerdos y anécdotas sobre su infancia
de pueblo en pueblo


ÉLIDA, JUNTO A LOS SOBRINOS, FAMILIARES Y AMIGOS QUE LA APOYARON
PARA EDITAR 100 NÚMEROS DEL LIBRO / EL DIA


Por: Mónica Pérez
mperez@eldia.com

8 de Noviembre de 2020 | Edición impresa

El circo criollo dejó en Élida Salomé Carpenzano una huella tan marcada como la que quedaba en el campo cuando la troupe de artistas desmontaba las lonas para partir a otros pueblos. Ahora, con nueve décadas haciendo malabares en su vida, decidió reflotar sus recuerdos en “Mi infancia en el circo criollo”, un libro que refleja su niñez, la vida de su familia y la de un puñado de artistas trashumantes.

Hasta los 12 años vivió de pueblo en pueblo, con el ferrocarril como guía del itinerario, cambiando de techo, de escuela y de geografía, semana tras semana. “Es el relato de nuestra vida y de la alegría que llegaba a los pueblos cuando en las calles la banda anunciaba el espectáculo y venía la gente de todos los campos en carros para vernos”, evoca la autora mientras aclara que el texto también rinde homenaje a los Hermanos Podestá, precursores del circo criollo.

En noviembre de 2018 Salomé, como le gusta que la llamen en su faceta artística, comenzó un viaje hacia su historia y salió a la caza de imágenes cotidianas de su infancia para homenajear a la memoria de sus padres y a la de su tío Demetrio, quien introdujo a su familia en el circo criollo. Con el auxilio de una regla pudo burlar sus problemasde visión y guiar su escritura en el manuscrito.

Así la escritora revivió las vicisitudes de humildes artistas que durante años recorrieron los caminos del país para llevar alegría y emociones, pero también cultura a través de obras de autores argentinos que se ponían en escena bajo la lona circense o en pequeñas salas pueblerinas. Todo en épocas en las que no había radio, ni cine, ni televisión, ni siquiera teatro.

“El libro me permitió recrear los momentos felicesde mi infancia y entrelazarlos con las vivencias del circo criollo”, afirma la autora que ya a los 5 años hacía sus primeras interpretaciones o se animaba a ser apuntadora de los artistas.

Antes de la llegada del circo, un representante visitaba los pueblos y solicitaba permiso a las autoridades. Luego, un grupo de peones contratados en el lugar hacía el montaje de la carpa, mientras los artistas buscaban alojamiento en hoteles o en casas de familia, “no se vivía en carromatos”, aclara Salomé y agrega que por logeneral se quedaban en esos lugares entre 15 y 20 días.

Con el ritmo de una obra teatral, esboza pinceladas costumbristas y otras de tragedia, como las obras que se interpretaban en la segunda parte del espectáculo, luego de las actuaciones de payasos y malabaristas.

Entre las vivencias más dramáticas Salomé recuerda la muerte de su tío Demetrio Carpenzano, conocido como el payaso Beroldo. El artista interpretaba la última escena del drama “La muerte civil”, debía tomar veneno y desplomarse, uno de los momentos de mayor tensión en la obra. El guión se cumplió con rigor y el nerviosismo de los espectadores fue “in crescendo” cuando, pese al cerrado aplauso, el artista nunca se levantó. Había muerto de un infarto, pero la policía intervino hasta que constató que no había sido un envenenamiento real.

Con sus recuerdos de infancia, Salomé trae a la memoria de la cultura popular la vida de esos artistas y hace un homenaje a Pepe Podestá, impulsor del circo criollo. “Antes había trapecistas, animales, se hacía reír a la gente con pantomimas, pero Podestá se inspiró para que un escritor argentino volcara en forma de teatro el famoso Juan Moreira y lo llevó por todo el país”, cuenta la autora para referirse a los orígenes del circocriollo- ver aparte-.

Atrapante como una novela, el libro también evoca una mañana en la que la niña se despertó con el grito: “Beroldito- como llamaban a su padre-, es el fin del mundo” y al abrir la puerta sólo vio una espesa niebla rojiza. Las cenizas de un volcán de Mendoza habían hundido la carpa del circo.

Su vida fueron malabares y actuaciones, pero también momentos de angustia como cuando su madre se enfermó de escarlatina, días después de que naciera uno de sus hermanos. “En la mayoría de los pueblos no había médicos y hubo que internarla en Rosario”, recuerda.

En esas páginas se revelan historias de familias sin casas, cuyo mundo era una habitación en el que armaban dormitorio, cocina y comedor, siempre con un baño a compartir.

“Mamá era muy celosa de mi educación, a los 6 o 7 años ya me enseñó a leer y escribir, en cada pueblo que estábamos yo iba dos semanas a la escuela y era la atracción porque leía a primera vista, incluso algunos le pedían permiso a mis padres para que yo fuera a recitar”, apunta la artista que recién completó sus estudios de manera oficial a los 12 años, cuando la familia se radicó en La Plata.

El texto también se enriquece con datos como los $138 que se recaudaron en una función y con los que tenían que pagarse sueldos, los gastos de las instalaciones, los de propaganda y, además, separar la ganancia para el dueño.

El circo, que en algún momento se llamó Olimpo, mantuvo por 10 años la carpa, luego ofreció el espectáculo en tinglados o salones. En su época de esplendor llegó a tener 25 personajes en escena que interpretaron obras como "El puñal de los troveros" o "Juan Moreira".

Sin embargo, la crisis del 30 los golpeó como un latigazo, algunos artistas comenzaron a emigrar en busca de mayor estabilidad económica y, en 1936,la familia Carpenzano se radicó en La Plata. 

“Antes de irnos he pasado por el lugar donde estuvo el circo y vi la huella circular del contorno de la carpa y la más chica de la pista que pronto estarán cubiertos por la maleza. Recién tomó dimensión de lo que significa su presencia”, expresa la autora en una de las páginas que reconstruyen su vida en el circo criollo. Entre sus tesoros aún conserva fotos, manuscritos de época y el traje con el que en 1927 su padre personificó al payaso Beroldito.

SOBRE EL CIRCO CRIOLLO

El Circo criollo, origen del teatro argentino, se inició a mediados del siglo XVIII en Argentina y Uruguay para exhibir en carpas espectáculos que iban de pueblo en pueblo.

Las funciones constaban de dos partes, la primera de habilidades y la segunda de representación de un drama criollo. El primero y más famoso fue "Juan Moreira", que representa la historia del gaucho perseguido por la ley.

Este género marcó la identidad del teatrorio platense y una de sus páginas más relevantes fue escrita por los Hermanos Podestá, hacia finales del siglo XIX. Ellos empezaron con la actividad circense en Argentina y le anexaron el sainete criollo. Las obras contaban con personajes definidos como, por ejemplo, los payasos que hacían críticas sociales y políticas. Además se representaban danzas folclóricas argentinas.

En el libro también hace un homenajea Pepe Podestá, impulsor del circo criollo

lunes, 26 de octubre de 2020

Artistas independientes en situación dramática: bajó el telón un teatro local

 

AYER CERRARON EL ESPACIO TEATRO PRÁCTICO / DEMIAN ALDAY

Los artistas independientes tienen un espacio menos en la ciudad de La Plata. Ayer, tras nueve años de trabajo, cerró sus puertas el Tepe, Teatro Práctico, de 65 entre 3 y 4, al no recibir auxilio del Municipio y la Provincia y la imposibilidad de generar recursos en el contexto del aislamiento social preventivo y obligatorio, explicaron fuentes del espacio cultural multidisciplinario. Agostina Zazaglia, socia del espacio cultural autogestivo, que integraba música , teatro, exposiciones, talleres y espectáculos, dijo que “los espacios culturales organizamos un veredazo para exponer lo que hacemos, pero se suspendió por la lluvia para el próximo 31 de octubre. 

Si pudimos hacer una actividad por el cierre del Teatro Práctico, donde no hay forma de continuar con el emprendimiento”. Alejandro Orduna, otro socio del Teatro Práctico, dijo que “por falta de mantenimiento para sostener el espacio y la total desatención de la intendencia y la Provincia perdemos 9 años de trabajo”. 

Ayer, en la calle 65 hubo escenas de emoción, tristeza y desasosiego por el fin de una etapa en la que hubo distintos emprendimientos artísticos desarrollados. Con miras al futuro, el colectivo de espacios culturales Paea anunció que el “veredazo”, con estrictos protocolos sanitarios, se realizará el próximo sábado para exponer la actividad que realizan diversos artistas independientes de la ciudad y la situación que atraviesan en la actualidad sin la posibilidad de generar recursos. 

domingo, 12 de enero de 2020

Durante el 2019, más de 100 mil espectadores disfrutaron de las propuestas culturales en el Coliseo Podestá de La Plata

 

IMPULSOBAIRES » LA PLATA » 12 ENE 2020

En lo que significó una de las temporadas más destacadas de los últimos años, 101.600 espectadores disfrutaron de las alternativas culturales que se llevaron adelante en el Teatro Municipal Coliseo Podestá durante el año 2019.

Teatro Coliseo Podestá de la ciudad de La Plata

Por: Redacción

Según informó la Municipalidad de La Plata a través de la Secretaría de Cultura y Educación local, 101.600 espectadores disfrutaron de los espectáculos que se desarrollaron en el emblemático espacio platense, en el marco de una variada agenda que contó con artistas locales y nacionales de distinguida trayectoria.

Al respecto, el director del Teatro Coliseo Podestá, Gastón Marioni, destacó que “significa un orgullo y una alegría inmensa que los platenses sigan eligiendo, año tras año, las propuestas culturales que brinda este lugar tan simbólico para toda la comunidad”. 

Entre las alternativas que ofreció la cartelera del Teatro Municipal durante la temporada pasada, en 2019 el Coliseo realizó su quinta producción integral, “La banda de Piluso y Coquito”, escrita por Christian Ortiz y protagonizada por Alejandro Paker, Hernán Jiménez y un gran elenco, que fue seleccionado mediante audiciones abiertas y que durante las vacaciones de invierno contó con 14.000 espectadores.

Asimismo, se llevaron adelante los ciclos anuales “Música al mediodía”; la visita guiada al Museo José Juan Podestá a cargo del Arquitecto Alberto León Forte y Lorena Spotti, con intervenciones teatrales con dramaturgia y dirección de Ana Alba y las actuaciones de Magalí Ventimiglia y Alejandro Santucci.

También tuvieron lugar las galas especiales por el 25 de mayo y 9 de julio; “Ciudad en Escena, producciones autogestivas”; el ciclo “Off Buenos Aires” y “Proyectos culturales educativos – Quinta producción”, que en esta oportunidad presentó la obra “El conventillo de la paloma”, de Alberto Vaccarezza, una pieza dirigida por Gastón Marioni e integrada por más de 100 estudiantes actores y actrices de escuelas secundarias de la región y la participación especial de la Orquesta Municipal de Tango. 

Por otro lado, se realizaron actividades especiales entre las que se destacaron “Teatro x la identidad”, la participación de la Orquesta de Cámara, y el entretenido ciclo FLAP! Teatro, en donde miles de espectadores disfrutaron de manera gratuita las obras “No hay dos sin tres”, protagonizada por los actores Georgina Barbarossa, Germán Kraus y Andrea Estévez;  y “Comedy show” de Diego Reinhold. 

Otras de las novedosas propuestas que disfrutó el público durante 2019 fue el Segundo Laboratorio de Creación y Producción Escénica, “Lo que se escapa”, que estuvo a cargo de Carolina Donnantuoni  y  Jazmín García Satchicq  y que realizó cuatro funciones.

Finalmente, el público en general se deleitó con una variada agenda artística que contempló teatro, danza y música, la cual incluyó a renombrados artistas como Ismael Serrano, David Lebón, Fabiana Cantilo, Kevin Johansen, Jorge Rojas, Los auténticos decadentes, y obras  como Perfectos Desconocidos, El vestidor, Serendipia – Soy Rada, Agustín Aristarán- , El equilibrista,  La ratonera, Tarascones y Atracción fatal, entre otras.

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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