domingo, 18 de septiembre de 2016

El viento que arrasa

 

La ópera/obra de teatro/película basada en la novela de Selva Almada, se te mete en el cuerpo

18 de Septiembre de 2016 | 01:18
El viento que arrasa

Por JOSE SUPERA Escritor

 

1.

Me arrasan las formas que veo. Me arrasan los ojos del tamaño de la proa de un barco, viniéndose con fuerza hacia acá desde la pantalla.

Entiendo que la adaptación debe formularse desde algo útil, necesario. No traer un hijo al mundo por traerlo. Tengo que tratar de significar algo de todo este torrente de imágenes y sonido y texturas, las luces, los cuerpos, algo se espera siempre de los cuerpos.

Antes de entrar a la sala se intuía. Lo intuimos. Porque el viento era el invierno que se resiste a morir, y ella se quería meter las manos en los bolsillos, pero no tenía bolsillos y las manos se le congelaban y no sabía que hacer con ellas y me lo dijo y yo le dije que no pensara en sus manos, que no pensar en el frío.

Pero igual se intuía que iba a arrasar. campera, no tenía bolsillos. Se veía una hilera tan ancha y deforme, una cola de dragón, esperando para entrar por esa puerta, como si la obra fuera el dragón en sí mismo, como si lo que dijera esta, como si lo que cantara, fuera el fuego.

 

2.

Y antes de que arrace el viento, me trae flotando los hilos de colores de la voz de Beatriz Catani. Amamos a Beatriz. Amamos sus gritos en los ensayos. Su forma histérica de volverse histórica. Esa forma de establecer contacto poniendo distancia.

“La obra empieza como una invitación del TACEC, el centro de experimentación del teatro Argentino, que se abrió hace unos años: un espacio de experimentación desde los institucional, algo distinto a lo que se plantea en el Teatro de la Comedia. Hace dos años habían levantado la sala y ahora, desde que está Martín Bauer en la dirección, se volvió a instalar este espacio. Cintia Edul, a cargo del TACEC, fue la que me llamó para encarar esta obra, porque en este año de reapertura, la idea era hacer un ciclo donde se llama a un director teatral y a un compositor musical, para que se trabaje sobre una novela argentina: esta novela ya estaba determinada y era El viento que arrasa, de Selva Almada”.

Pero cómo llega a adaptar la novela El viento que arrasa a teatro, sería la pregunta del millón.

“Pedí adaptar yo misma la novela, lo hice en el verano, y con el primer guión, me junté con el compositor, con Luis Menacho, y la verdad es que nos entendimos muy bien, porque a veces es difícil, que viniendo de distintas disciplinas, puedas plasmar las dos ideas. Fue un proceso de apoyo mutuo. Siento que ciertas ideas escénicas complementan la música, y que la música complementa las ideas escénicas. Pero el problema de la adaptación de la novela era como trasladar algo tan narrativo a algo escénico. Argumentalmente es una idea sencilla, que acorta tiempo y espacio, una historia que pasa en un día; lo que es muy rico en la novela, todas las fibras narrativas que se van tejiendo. Rápidamente me pude ubicar dentro del conflicto. Y el conflicto era lo que iban a llevar adelante los cantantes de ópera, lo musical”.

 

3.

No puedo sacarme esos ojos de encima. Esa historia que pasa lejos, pero cerca nuestro, aunque a kilómetros.

Me arrasan las palabras y la música, las voces y el movimiento.

...el problema de la adaptación de la novela era como trasladar algo tan narrativo a algo escénico. Argumentalmente es una idea sencilla, que acorta tiempo y espacio, una historia que pasa en un día; lo que es muy rico en la novela, todas las fibras narrativas que se van tejiendo...”

“Me arrasa esa cosa negra que siento”.

La música de Luis Menacho se me pega y no me la puedo sacar ni escribiendo. Sonidos de misterio a lo Hitchcock.

Hay una pantalla de cine donde se proyecta una ruta, vista a través del vidrio de un auto. El viaje de los personajes.

El Paraná.

Unas estructuras de cemento quebradas.

Montañas de basura y un indescifrable animal muerto.

No todo es color de rosa en esas vidas.

Hay música de tormenta. Hay relámpagos en la pantalla.

“Este pueblo de muertos”, canta alguien.

“Si dios la puso en la tierra, tiene que ser buena”, cantan otros.

Una procesión de peregrinos hecha de cartón, un linterna iluminando los cuerpos.

“Hay destinos más grandes que los nuestros”.

Más truenos, más relámpagos.

 

4.

Y otro viento, ya un poco más fuerte, más firme, me trae la voz de la Selva.

Selva Almada es escritora. Me cuenta que “la novela fue un accidente: la imposibilidad de cerrar un cuento. Empecé a trabajar la historia pensando en el segundo relato de una serie (el primero fue Intemec), pero había cosas que no lograba resolver, así que lo abandonaba un tiempo, volvía y cada vez que volvía no sólo no podía sortear esas dificultades si no que el relato se abría cada vez más. El personaje del pastor que, en un principio, era una especie de lugar común (el estafador que le roba a la gente con el verso de la salvación) se volvía más complejo cada vez que retomaba la escritura, iba adquiriendo más personalidad, más carácter… el primer borrador llevaba como título provisorio La hija, porque Lenny era la protagonista, no su padre (y eso es algo que me llamó la atención de la ópera, que Beatriz tomara la decisión de que la voz de Lenny estuviera en primer plano; como si algún residuo poético hubiese quedado de esa primera idea y ella haya podido detectarlo). Pero en cada reescritura aparecían ribetes, detalles nuevos. No sólo el personaje de Pearson crecía sino también el de Brauer. Finalmente los dos pasaron a ser las grandes fuerzas de la novela. Bueno, un día me di cuenta de que esa historia no podía encorsetarse en una forma más breve y condensada como el cuento. Necesitaba más tiempo, más desarrollo, entonces apareció la novela.

Me entusiasmé con la idea de cuatro relatos largos que tuvieran en común el viaje en la ruta, entre Entre Ríos y Chaco. Como en esa zona del Chaco hay muchos evangelistas y esto era algo que me había llamado la atención las primeras veces que fui, me gustó la idea de trabajar con personajes religiosos, sobre todo porque yo no soy creyente, no tengo ningún vínculo con los evangelistas más que el de las películas y algunas lecturas de escritores norteamericanos. Me parecía divertido escribir sobre personajes de los que no sabía nada en la realidad y que tendrían que ser una mera construcción de la imaginación.Cuando Cintia Edul nos contactó por los derechos de adaptación del libro, me entusiasmó mucho, me parecía rarísimo que la novela deviniera una ópera. Que un libro se adapte al cine, por ejemplo, es más común. Pero una ópera fue algo que me pareció genial y absolutamente inesperado.

Fuente: EL DIA/SUPLEMENTO SEPTIMO DIA

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