Domingo 02 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa
Entrelíneas
Por Alejandro Cruz | LA NACION
Hace exactamente un año, el gobierno de la provincia de Buenos Aires anunció que iba a subsidiar los espectáculos que estaban haciendo temporada en Mar del Plata. Esa iniciativa nunca prosperó. Lo único que produjo el anuncio fue el rechazo de buena parte de los productores teatrales, que se opusieron a que dineros públicos fueran destinados a iniciativas de privados.
"No podemos ser capitalistas en el éxito y socialistas en el fracaso", dijo en ese momento el productor Carlos Rottemberg. Mientras el debate tomaba forma, los dueños de las salas del off marplatense, las que legítimamente requieren de la ayuda del Estado, escuchaban las declaraciones de unos y otros lejos de los lugares en donde se toman las decisiones.
Esta temporada, el tema de los subsidios parece haber revertido su lógica (o haber tomado otros extraños y singularísimos caminos). En la sala Mar del Plata se presenta El conventillo de la Paloma , el sainete de Alberto Vaccarreza producido por el Teatro Nacional Cervantes, que fue un verdadero éxito en Buenos Aires. Carlos Rottemberg, el señor de los teatros, fue a verlo hace un tiempo, le gustó y ofreció a las autoridades del Cervantes llevarlo a una de sus salas, asumiendo el riesgo que implica una propuesta teatral de este tipo. En aquella oportunidad también decidieron que el montaje se presentara a precios populares (una de las premisas del teatro público). Como empresario de sala, Rottemberg debía asumir el costo de publicidad, prensa, marquesina y todo ese mundillo que hace a la actividad. Entonces hubo anuncio oficial y todos felices.
Pero días antes del estreno en el teatro Mar del Plata, una de las salas del productor, la administración del Cervantes no contaba aún con el adelanto de dinero necesariopara que se pudieran alquilar los departamentos donde vivirían técnicos y actores hasta principio del mes próximo, cuando vuelvan a Buenos Aires. Era un monto importante. La temporada peligraba. Entonces, le preguntaron a Rottemberg si podía adelantar el dinero a cuenta de la futura recaudación. Y él aceptó. Transfirió 675.600 pesos. Así fue como, primera paradoja de este extraño conventillo, un productor privado terminó subsidiando una sala pública.
En el entramado de todo esto surge otro dato llamativo. La provincia de Buenos Aires tiene una sala en Mar del Plata. Es el Teatro Auditorium, un hermoso espacio ubicado a metros de los famosos lobos marinos. Sería lógico pensar que un espectáculo del único teatro nacional con que cuenta el país se presente en la sala provincial; pero no fue así. En verdad, hace años que la sala Piazzolla del Teatro Auditorium se administra como si fuera una sala comercial. Bajo esa lógica se ha programado a Los Midachi, a los Pimpinela, a Martín Bossi o Los productores , entre tantos otros montajes.
El hecho desnuda la falta de sinergia entre salas estatales aunque, en repetidas oportunidades, diversos funcionarios hablaron y hablen de realizar un trabajo en conjunto entre los teatros públicos que pertenecen a distintas administraciones como forma de potenciar al mismo conjunto. Sin embargo, en el caso de El conventillo de la Paloma , esa sinergia no se produjo. Claro que tampoco se da entre el gobierno nacional y el gobierno porteño. De hecho, casi simultáneamente, este año el Cervantes y el Complejo Teatral de Buenos Aires, dos salas ubicadas a pocas cuadras entre sí, realizarán dos eventos internacionales basados en el teatro latinoamericano sin haber armado una estrategia en común. O para el Festival Internacional de Buenos Aires el Cervantes no existe.
Pero volvamos a la ciudad de los alfajores (y las ojotas, y las marquesinas y los lobos marinos). En el Teatro Auditorium, la sala provincial cuya amplia programación fue presentada bajo las premisas de "pluralismo, inclusión y participación", se presenta Vale todo , el musical de Cole Porter. Entre toda la oferta teatral de la ciudad es el espectáculo que tiene las entradas más elevadas (270 pesos). El dato es llamativo tratándose de una sala que depende del Instituto Cultural de la provincia. Como contracara, en una sala privada, en donde se presenta El conventillo de la Paloma , los tickets están a 120 pesos.
Algo parece estar trastocado. O vale todo, sencillamente. Tan alterada está la cosa que en la administración del Teatro Auditorium hay una especie de subsidio a la escena comercial. El punto habría que explicarlo así: cuando un espectáculo va a determinada sala, el dueño del teatro, en general, su queda con un 30 por ciento de lo recaudado. Sin embargo, en el Auditorium, ese porcentaje es del orden del 15 al 20 por ciento. Sumado a eso, la sala cuenta con personal propio y con un equipo de luz y sonido que disminuye el riesgo de inversión para cualquier productor privado. Parecería ser una sutileza o cuestión de números de caja chica; pero no es así. A veces, esa diferencia es definitoria.
Entonces, más allá de las disputas por las recaudaciones de los espectáculos, las peleas mediáticas de los mediáticos o el eterno listado de las obras que convocan a más público, lo llamativo de la actual temporada parece pasar por otras zonas más silenciosas de lo teatral: como el hecho de que una producción estatal sea financiada por un productor privado, la falta de coordinación entre salas públicas (aun perteneciendo al mismo signo político), que el precio de una entrada en una sala estatal sea el más elevado de la plaza o que esa misma sala manejada con dineros públicos se administre como una sala comercial. ¿Vale todo?
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