lunes, 29 de marzo de 2004

Carmen Vallejo "Quitarme años sería como quitarme vida"

Clarín.com » Edición Lunes 29.03.2004 » Espectáculos

TELEVISION: ENTREVISTA CON CARMEN VALLEJO

A los 81 años, encarna a la entrañable abuela de La Niñera. Comediante de pura cepa, se lució en el radioteatro, el sainete y en casi cien programas de TV. Retrato de una mujer a la que el paso del tiempo le sienta bien.

Silvina Lamazares

Incansable. Desde los ocho años Carmen está sobre los escenarios.
Tiene un andar rápido y un par de anteojos verdes. Una mueca de gracia y un arcón de recuerdos. Un humor envidiable y una frase que la pinta de cuerpo entero: "Hasta las 2.30 o 3 de la mañana no me acuesto. Cuando has hecho tanto, pero tanto teatro, no podés dormirte en el segundo acto. Si me fuera a la cama temprano, me dormiría en medio de la obra". Carmen Vallejo, para muchos la abuela de La niñera, la madre de Selva Alemán o la esposa de Oscar Alemán, la de las gafas locas que fuma rubios y no coquetea con la fama, no necesita una aclaración al margen. Es Carmen Vallejo. El paso del tiempo le suma. Gastó las tablas, brilló en la tele, sedujo desde la radio y "recién voy por los 81. Sí, 81, aunque no parezca. Quitarme años sería como quitarme vida".

El sol le rebota en esos vidrios que dan que hablar, porque cuenta que no "compré los anteojos por modernos, qué va... los compré porque costaban 14 pesos. Son medio raros, ¿no?", pregunta, mientras celebra la libertad de ponerse lo que le dio la gana. A lo largo de casi tres horas de charla, sus palabras recrean un camino marcado por el destino, pero moldeado a su antojo.

Nacida en una de las diagonales de La Plata, Carmen se crió en el barrio Hipódromo, zona a la que le endilga "la pasión por los caballos... ah, soy muy burrera. También la timba, pero no soy de ir a jugar a cada rato. Quizás algún numerito por pura intuición, nomás. Igual, lo que más me gusta es el póker". Hija de Carmen Rosa y de Santiago Vallejo —guitarrista, peluquero y violinista—, cambió el secundario por las clases de arte escénico y declamación que daba una profesora cerca de su casa. "Se llamaba Cándida Santamaría de Otero San Martín, era muy culta y me eligió entre un montón de chicas para representar muchas obras", recuerda con una memoria que le hace jaque al paso del tiempo.

De todos modos, considera que descubrió su vocación a los 8 años, "cuando cantaba en los actos del colegio. Mi escuela me prestaba a otras escuelas y siempre me pedían de una de curas que hay en La Plata, San Vicente de Paul, para que les cantara a los chicos pupilos los fines de semana. Armaban shows y luego pasaban una película, que era siempre la misma: 'Queremos cerveza' ('What! No Beer?' con Buster Keaton), mirá qué adelantados éramos los pibes de esa época".

¿Cuántas veces la viste?

Y, más de 20 seguro. Cada vez que iba a actuar, la veía. Yo tenía unos 10 años y solía cantarles Si soy así. Tengo los programas guardados, donde dice Canciones por la niñita Carmencita.

Motivada por sus propias condiciones histriónicas, "quise ir por más. Como tenía el apoyo de mi familia, me anoté en un concurso nacional de locución, lo que ahora llamarían casting. Yo representaba a la provincia de Buenos Aires y fui elegida, por unanimidad, como la mejor voz femenina de 1941. Me dieron una medalla de oro y un contrato para trabajar como locutora en Radio El Mundo. En principio decía sólo dos marcas. Así gané mi primer sueldo y así se me abrieron muchas puertas, porque me contrató una agencia que me llevó a trabajar a otras emisoras, como Splendid y Belgrano. Paralelamente, seguía haciendo obras con la señora Cándida (la prime ra fue Canción de primavera, en verso y sin cobrar un centavo)".

En una de sus locuciones en Radio Argentina —en días en los que viajaba a diario de La Plata a Capital Federal—, alguien la eligió para hacer de "damita joven" en los radioteatros de la época, que la tenían como integrante de las compañías de Antuco Telesca o Malvina Pastorino. "Ella fue mi gran amiga... Hizo conmigo lo que yo hago con los chicos de ahora: contenerlos. A mí me ayudaron mucho Olinda Bozán, Leonor Rinaldi y Pepita Muñoz", homenajea esta mujer de decir pausado y mirada sostenida.

Madre de dos mujeres (Selva e India Alemán), tiene tres nietas, tres bisnietos y una colección de 45 pelucas, que dan cuenta de la diversidad de personajes que pa seó por escenarios y por la TV: estrenó 58 obras (con el sainete como punta de lanza) y cree haber trabajado en casi 100 programas, entre los que se destacan La tuerca, Todo el año es Navidad y unitarios como Alta comedia y Atreverse. Si bien tuvo varios papeles dramáticos, el rótulo de comediante brillante es el que mejor le calza. Y a quien mejor le calza.

Antes de desembarcar este verano como la abuela judía de La niñera (Telefé), integró las huestes de Poné a Francella, donde la composición le daba tela para cortar. "De joven, me encantaba que mi madre me dijera¿Y vos cuál eras? Eso significaba que había logrado hacer algo diferente a mí. No hay nada mejor que vivir un personaje, los chicos de ahora no lo viven, lo dicen. Y eso no sirve. Hay que sentirlo. Si vos no te creés, no te cree nadie. Y si no te cree nadie, no hay magia. Ojo que yo no culpo a los jóvenes, pero me da pena que no tengan conocimiento de quiénes han sido los grandes de la escena. Han hecho talleres de teatro, pero no les han enseñado nuestra historia", se lamenta la mujer que formará parte de los diez cortos, dirigidos por diez cineastas, con los que la AMIA recordará los 10 años del atentado.

Entre las muchas perlas de su archivo virtual, se perfilan como íconos el haber actuado en una de las primera ficciones de la TV argentina (Una comedia cómica de terror, en 1951, por Canal 7) y el haber doblado la voz de Lucille Ball en la serie Yo quiero a Lucy.

Tuvo tres maridos (el segundo fue Oscar Alemán, ver La esposa...), "y hace unos años bajé la persiana del amor. Ahora vivo en Barrio Norte con Marta, una señora que me hace compañía y que no sabe bien con quién vive", deja picando y espera la réplica.

¿Cómo que no sabe?

Y, no, la desoriento. De golpe repito pedacitos de antiguos guiones. Como tengo todos los casilleros de la cabeza llenos de letras, hay días que se caen y hablo como mis viejos personajes. Es como un extraño poder...

Hay que hacerse ver...

Ni loca, a ver si me lo quitan.

Fuente: http://edant.clarin.com/diario/2004/03/29/c-00601.htm

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