El Argentino inauguró el año con un concierto a cargo de la Orquesta y el Coro Estable. Los cuerpos estuvieron a la altura de las circuns tancias, cumpliendo un digno papel
Por Carlos Sacanell
Especial para Hoy
La sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino volvió a vestirse para la ópera, en el concierto de apertura de esta nueva temporada que se desarrolló el pasado fin de semana. Todo el contexto socioeconómico que vivimos debe influir también en el aspecto cultural del país. La tendencia más lógica sería pensar que los programas operísticos de este año incluyan menor cantidad de intérpretes extranjeros en sus elencos, favoreciendo la participación de los locales. Dicho sea de paso, esto no tiene por qué considerarse una tragedia en sí. Lo mismo quedó demostrado en los conciertos del fin de semana, en los cuales se pudo ver la perfecta competencia de los solistas a nivel nacional.
En cuanto al programa para este concierto, podría decirse de todas formas que los cuerpos estables del Argentino están por sobre esa suerte de compilaciones operísticas un tanto demagógicas y repetidas. Tal vez podrían obviarse estas presentaciones, para comenzar el año con alguna producción que muestre en grande todas las posibilidades técnicas y artísticas con las que cuenta el teatro. No es esta una razón para vituperar el excelente nivel de las interpretaciones, pero sí para hacer un tanto injustificadas las largas tres horas de concierto, en las cuales lo único que se escuchó fue una seguidilla de arias, dúos y partes sinfónico-corales de distintas óperas, en su mayoría del repertorio italiano, y sin mayor conexión entre sí que el hecho de ser tocadas una tras otra, además de la cuestión del cambio de solistas y directores para cada
parte, que obliga al aplauso repetido.
Más allá de cuestiones de programa, el resultado fue artísticamente muy favorable. Ambas batutas fueron merecedoras de sonoros aplausos, siendo de destacar Tannhauser dirigida por De Rose, y el Himno al sol, de Iris, bajo la batuta de Fernando Alvarez.
La orquesta estuvo perfectamente a la altura de ambos directores, lo mismo que el coro. Este último se destacó, por su parte, en el fragmento de Cavalleria Rusticana. También es de resaltar la excelencia en las interpretaciones de la mezzosoprano Mariana Rewersky, con una versión intachable de Una voce poco fa, plena de expresión y libre de exageraciones; como así también el dúo cantado por Eduardo Ayas y Luciano Garay de Los pescadores de perlas de Georges Bizet. Pero la parte más destacada se escuchó luego con la soprano Natasha Tupin, quien brindó una versión increíble de la dificil aria Ou va la jeune hindove de la ópera Lakmé, de Leo Delibes.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2002/03/27/pdf/21.pdf
No hay comentarios.:
Publicar un comentario