La gran bailarina se retira con su espectáculo "Después de mis setenta, comienzo"
Archivo virtual destinado a difundir la Actividad Teatral de la Ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, República Argentina
sábado, 28 de agosto de 1999
María Fux: la leyenda continúa
La gran bailarina se retira con su espectáculo "Después de mis setenta, comienzo"
miércoles, 25 de agosto de 1999
"Carmen", en La Plata, no demostró su sensualidad
Opera "Carmen", de Bizet. Libreto de Meilhac y Halévy. Elenco: Cecilia Díaz, José Azocar, Claudio Malgesini, Cecilia Lapponi, Fernando Núñez, Alberto Jáuregui Lorda, Carlos Esquivel. Régie de Constantino Juri. Director de orquesta, Jorge Mariano Carciófolo. Teatro Argentino, de La Plata. Otras funciones: el 27 y 29 del actual, a las 20.30, y el 2 y 5 de septiembre, a las 17.30.
Nuestra opinión: buena.
Una vez más, los cuerpos artísticos y técnicos del Teatro Argentino de La Plata lograron materializar un buen espectáculo lírico con la reposición de "Carmen", de Bizet, uno de los títulos más populares del repertorio francés. Y nuevamente, como en todos los títulos anteriores de la presente temporada, se convocó un numeroso público que colmó la totalidad de la sala manifestándose cálido y receptivo.
La versión fue, en líneas generales, agradable y bien cantada, destacándose en primer término el muy buen rendimiento del coro, preparado con su habitual seriedad profesional por Luis Clemente y el tenor chileno José Azocar, encarnando a Don José con entrega y expresiva manera de decir.
En este aspecto, fue notorio que el último acto, con el célebre y trágico encuentro de Carmen con su amante, alcanzó el momento dramático mejor logrado de toda la representación, no solamente porque José Azocar demostró buena predisposición vocal, sino porque Cecilia Díaz puso en juego mayor empuje en el decir y convicción para remarcar con el gesto la angustia del momento.
Fue algo inesperado que la excelente cantante argentina no lograra en las primeras escenas, donde juega como elemento primordial la seducción, apreciarla distante y poco comunicativa.
Es cierto que cantó con seguridad, dejando escuchar buen volumen y atractivo color vocal. Sin embargo, su decir careció de intencionalidad, en tanto que su labor actoral, librada a su suerte por el concepto aplicado desde la régie, no contribuyó a crear una protagonista de peso.
Del mismo modo, la soprano Cecilia Lapponi, centró toda el peso de su preocupación en cantar respetuosamente las arias y dúos de Micaela, dejando de lado profundizar y exhibir el dolor afectivo y la fragilidad de la joven Micaela. Pero Lapponi, por fortuna, posee musicalidad y buena voz, razón por la cual hay una carrera exitosa por delante.
En cambio, el barítono Claudio Malgesini no pudo dar solución a las ingratas dificultades que presenta el personaje de Escamillo. Si bien su voz es agradable, reiteró la sensación causada en su reciente Rigoletto, en el sentido de no tener bien incorporado el estudio del personaje, ni de contar con una escuela de canto que le permita emitir sin esfuerzo.
Sonia Stelman, Celina Torres, Carlos Gramajo y Fernando Núñez fueron dos gitanas y dos contrabandistas correctos, en tanto que Alberto Jáuregui Lorda, como Morales, y Carlos Esquivel, en el papel de Zúñiga, pusieron de manifiesto que ya han incorporado la experiencia que otorga seguridad musical y desenvoltura escénica.
Constantino Juri es un artista que se enrola por propia convicción en la tendencia de hacer la ópera sin perturbar el canto y la música. De ahí que su labor garantiza una puesta tradicional muy del agrado de puristas del género.
Pero hoy las obras del gran repertorio y en especial "Carmen", no deberían hacerse reiterando una estampa de Sevilla como se las vio siempre porque la sensibilidad del público es distinta. Y un error perjudicial para la obra es priorizar los rasgos hispánicos del tema, como se hizo en esta versión, porque se desnaturaliza el estilo.
Y en este mismo concepto cayó la versión de Jorge Mariano Carciófolo al remarcar con el mayor brío los ritmos y coloridos a la española y dejar de lado la línea refinada, la coloración tenue y el matiz transparente de la música gala.
Lógicamente, que se trata de un juicio de apreciación que podría merecer un largo debate, porque recrear una obra francesa situada su acción en España, parece un desafío inescrutable, como diría Borges.
viernes, 13 de agosto de 1999
Mujeres en el Rojas
Por Moira Soto
El Segundo Festival del Rojas ya está en marcha, a toda marcha. Rubén Szuchmacher, su director, ha anunciado que, al igual que el año anterior, el objetivo es mostrar la nueva producción de autores, directores, coreógrafos, compositores e intérpretes.
Esta celebración de la creatividad escénica, que se prolongará hasta fines de noviembre, no se limita a alentar y difundir el trabajo de artistas porteños o residentes en esta capital: también se ha invitado a representantes del interior. La estimulante apertura se advierte también en la presencia notoria de mujeres, no tanto en la danza, donde directoras y coreógrafas hace tiempo que han conquistado un espacio destacado, sino como puestistas y dramaturgas.
Las piezas que ellas presentan en forma independiente parecerían, sin embargo, tener algún secreto, misterioso parentesco entre sí, al menos desde los títulos: Lazos sanguíneos, Herida, Cuerpos a banderados, Genealogía del niño a mis espaldas, Y el miedo enorme de morir lejos de ti... “Siempre he visto a muchas mujeres en cursos y talleres –de danza, plástica, teatro–, de manera que no me sorprende que surjan tantas directoras”, dice Laura Valencia, de La Plata. “El único taller donde hubo mayoría masculina fue el de dramaturgia.
Pero esta presencia femenina que vemos en el festival tenía que producirse habiendo gran cantidad de mujeres que se expresan a través del lenguaje teatral. La dirección es un lugar muy exigido. A mí me gusta ejercer ese poder, tomar decisiones, plasmar ideas, tener la última palabra... Creo que es un poco el lugar de la ley: tal vez por eso hasta hace un tiempo no había muchas mujeres”. Después de incursionar en la danza, de hacer puestas de espectáculos musicales “desde afuera”, Valencia se concentró en dirigir teatro.
En el Rojas ofrece Lazos sanguíneos, pieza de Patricia Ríos, autora asimismo de Mala jugada (puesta en escena el año pasado en El Callejón de los Deseos por Valencia), y en el elenco figura Julieta Vallina, “una actriz maravillosa”, según la directora que la condujo anteriormente en una adaptación de La ciudad ausente, de Ricardo Piglia. Cuando Valencia leyó la pieza de Ríos se dio cuenta de que era “como un gran monólogo, una sola voz que circula entre todos los personajes.
Es una situación que se da en una familia, hay tres personajes masculinos y uno femenino: el anciano, el tío, la prima, y un cuarto papel que es el del niño de la familia, una suerte de narrador. Para mí es una experiencia muy interesante trabajar con la dramaturga presente. En esta obra, el tema de lo sanguíneo, aparte de los lazos familiares, tiene que ver con un asesinato. Hay una veta policial que fue muy trabajada desde la música”. ¿De quién es el fracaso?
Herida, de Bernardo Cappa, está protagonizada por el propio Cappa y Andrea Vázquez, quienes a su vez codirigieron la pieza junto con Horacio García Clerc. Es la primera experiencia como directora de Vázquez que se hace cargo de ella misma, dejándole la última palabra a Cappa, “a quien le pertenece la idea de puesta”. Parece complicado, pero Andrea se manifiesta muy satisfecha del resultado, aunque reconoce que en el rol de directora tiende a ponerse autoritaria.
En cambio, como actriz a las órdenes de un puestista, se siente más resguardada. “Me seduce mucho el tema de lo escueto, lo concretito. Pienso que no hay nada tan grande de entrada, en todo caso lo pequeñito va creciendo. Me gusta economizar energía y tiempo. Creo que en esta actitud mía hay algo que se puede asociar con el orden de lo doméstico, de todos los días, de la mujer que organiza la casa, el trabajo, los chicos. Ahí estaría mi mirada de mujer”.
En Herida hay una actriz, Malva, que vive con Luciano, escritor, y hay un tercero que está en la misma casa –anterior pareja de ella– que es director: “El tema es el engaño mutuo que revela otros aspectos de la convivencia, como el aburrimiento. La propuesta remite también al teatro, al fracaso: Malva y Luciano en la ficción han estrenado una obra y les fue mal. Hay un reclamo del director. La pregunta es ¿de quién es el fracaso?
En la puesta del Rojas, parte del público está arriba del escenario con nosotros”, detalla la actriz-directora, convencida de que Bernardo Cappa –escritor– tiene “una intuición poco frecuente y un gran respeto hacia la sensibilidad femenina”. Hombre objeto desnudo y manipulado “Trabajamos con tres personajes femeninos y el cuerpo de un hombre. Un hombre objeto que no tiene voz, que está desnudo y es toqueteado, manipulado. Era una situación que tenía ganas de probar, de trabajar”, declara Beatriz Catani, también platense, dramaturga y directora de Cuerpos a banderados.
Y enseguida reconoce: “Seguramente hay algo que produce cierto placer cuando durante tanto tiempo, en la vida y en el arte, las cosas han sido al revés. Pero no es lo decisivo, claro. Este cuerpo es como un vehículo entre ellas, pueden discutir sobre él, subirlo, bajarlo, arrastrarlo. Creo que es muy fuerte para los hombres ver esto. Es contracultural, lo contrario de lo que acontece permanentemente, aunque no en forma tan evidente”.
El año pasado, Catani –integrante del Grupo Doméstico regido por Ricardo Bartís– se encontró en su ciudad con gente que conocía de diversos talleres. Tenía entre manos un texto propio, le sumaron algunas ideas y se pusieron a trabajar durante un año. Así fue como surgió Cuerpos a banderados, pieza que ya se estrenó en La Plata. “Se consiguió un punto intermedio entre la obra propia y la creación colectiva. En el trabajo de búsqueda, al pasar el texto con los actores lo fui modificando en parte. Esta es una propuesta que tiene que ver con el espacio real, trabajamos el teatro como si fuera el galpón de una cooperativa de un pueblo de provincia, donde el público entra por la misma puerta que los actores, y hay olor a fluido. Vamos a ver cómo lo armamos en la biblioteca del Rojas. Me interesa investigar cómo puede aparecer lo real en el teatro.
Además de los tres personajes femeninos y el hombre objeto, hay dos ratas vivas. Aunque están encerradas se juega con el riesgo de que una pueda escapar, y sobre todo con la posibilidad de que se pueda quebrar la ficción con lo real. Otra idea escénica es trabajar escenas en simultáneo, como si fuesen distintos puntos de vista sobre una misma situación”. Qué difícil es ser padre Genealogía del niño a mis espaldas es una pieza de Ignacio Apolo que Vilma Rodríguez estuvo a punto de poner en escena en el ciclo Género Chico II.
La obra la entusiasmaba mucho, pero no pudo ser y se quedó con las ganas. De modo que éste es el momento en que la directora de Entretanto las grandes urbes, también intérprete de Señora, esposa, niña desde lejos, realiza un deseo postergado: “Me gusta la poética, el lenguaje que trabaja Apolo. También que uno de los personajes es un niño. Yo doy clases de teatro para chicos y descubrí allí un mundito muy interesante”. Según Rodríguez, Genealogía... trabaja el vínculo entre un supuesto padre y su hijo. “Me parece que se va a notar que la lectura es femenina: me conmueve el tema de los vínculos familiares, creo que esto sucede desde un lugar de mujer. En este caso, es la relación padre-hijo en ausencia de la madre. Se menciona a una madre muerta y lo que hay sobre la escena es un padre imposible, que no ha podido suplir el lugar de la ausente.
Me parece que por ahí me meto yo como directora”. ¿Maternal? “Sí, sí ¿por qué no?”, afirma y pregunta Vilma Rodríguez, una puestista que confía en los actores y escucha atentamente sus propuestas. Para ella, lo más seductor de la dirección es que “una se mete en todas las áreas, quizá sin realizar completamente ninguna. Pero estás ahí, con una mirada omnisciente... Eso está bueno. A mí me interesa dirigir obras de autores jóvenes contemporáneos, contar historias nuevas antes que trabajar con textos recontrahechos”.
Cuando ya no hay nada qué decir “La obra habla acerca de la problemática de la palabra como vehículo de sentido y comunicación”, dice Rita Cosentino al referirse a Y el miedo enorme de morir lejos de ti, de Marcelo Bertuccio. “Esto está situado en el marco de un encuentro entre un hombre y una mujer, cuyo intento de acercamiento encubre esta catástrofe y caída del lenguaje. Tal vez porque ya no hay más nada qué decir y por lo tanto, se finge. En realidad, los personajes hablan contra el silencio. Es un puro intento fracasado”. La directora de Y el miedo enorme... viene de la ópera, estudió régie en el Colón, donde trabaja, y señala qué ese es un territorio que las mujeres puestistas todavía no han conquistado.
A Cosentino le interesa todo el repertorio “sobre todo en este fin de siglo en que se puede darle una mirada nueva incluso a las óperas más tradicionales. Es estimulante hacer una lectura distinta, ver hasta dónde el material resiste otra mirada”. Del título de la pieza que presenta en el festival del Rojas, tomado de la segunda línea del tango “Como dos extraños”, dice que si bien esa composición circula por la obra, ni se canta ni se escucha una grabación, aunque la situación remite en algún punto a esos versos. En cuanto al texto final, la directora explica que se trabajó sobre la base de una obra anterior de Bertuccio, de la que se tomó apenas una sola situación. “Con ese punto de partida, la obra fue siendo escrita durante los ensayos, pero no es una creación colectiva. Cada uno participó desde su lugar específico y se puso la luz sobre el tema del lenguaje”.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/1999/suple/las12/99-08-13/nota2.htm
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