Kafka, Sartre, Camus, entre otros autores, están marcando el viraje del teatro independiente de la ciudad hacia un relato "grave". Algunos advierten que, más que un hecho estético, esta "vuelta a los clásicos" significa un acontecimiento social de neto corte contestatario.
Por Carlos Sortino
Recorriendo los escenarios del teatro independiente siempre se pueden encontrar coincidencias y disidencias que, a simple vista, parece producidas por azar, dado que no hay un proyecto común que impulse este tipo de producciones, cuyos hacedores, incluso, difícilmente se encuentran fuera de sus grupos de trabajo y muy especialmente conocen lo que "los otros" están preparando.
Clara característica de la dispersión social, esta manera de convivir de los grupos independientes tiene, sin embargo, puntos de confluencia en el momento de la acción, es decir, en el momento de salir al ruedo a toparse con la gente. Kafka, Sartre y Camus. Nombres cargados de una significación mayúscula en el relato contemporáneo, se encuentran hoy vinculados con la escena platense marcando, más que un hecho estético de "vuelta a los clásicos", un acontecimiento social de neto corte contestatario.
Medio centenar de actores de entre 717 y 70 años están llevando adelante, conducidos por Norberto Barruti y Jorge Romero, El proceso, cuyo estreno está previsto para el 8 de mayo en la sala A del Pasaje Dardo Rocha, espacio en el que ya han realizado un ensayo abierto del relato kafkiano, en diciembre del año pasado, ante 250 personas.
"El teatro siempre implica una crítica y una idea sobre el hombre", dice Barruti, quien define a El proceso como un relato en el que se muestra "la alienación, la masificación, la irracionalidad, la arbitrariedad, la ambiguedad, enfrentados a los valores del individuo, al sentido de justicia, a la oposición a la autoridad, expresados por el personaje central de la historia".
Por su parte, Romero señala que "todo esto se muestra en un espectáculo de corte humorístico, tragicómico, una especie de show sobre la arbitrariedad, entendiendo el humor como un lugar cerca de la muerte", mientras Barrutti afirma que encarar a Kafka significa "ir hacia el encuentro de nuestro dolor más alto, el hecho más espantoso, expresar formalmente, desde el teatro, la tremenda sensación que nos provoca la desaparición de 30.000 personas".
Acerca de la elección de Kafka y de la coincidencia con otros grupos al momento de tomar un texto para su representación en la figura de nombres tan "cargados", Barruti dice que "hay una notable carencia de autores en nuestro medio que expresen los dolores que afectan a la gente de teatro, y es por eso que recurrimos a los grandes filósofos y a la literatura. En algún lugar estamos juntos, aunque no nos conozcamos, en esta vuelta a los clásicos".
De tono similar son las definiciones del grupo Rataplán (Edgardo Molina, Jorgelina Perez, Fabio Prado González, Cristina Demo, Roberto Aceto, Raúl Martínez Mollo y Jorge Perez), abogado a la tarea de interpretar libremente a Calígula de Albert Camus.
"No hay dramaturgos", sostiene Prado González, mientras Di Cocco (de recordada actuación en Del mar Caspio, de Gogol, dirigido por Molina afirma que "falta en la dramaturgia de hoy el reflejo de esta sensación abrumadora que nos afecta. Quienes pudieron haber logrado esto, o fueron asesinados o tuvieron que irse, y este hecho marca un corte generacional muy brusco y fatal".
El director del grupo, Edgardo Molina, señala que en esta versión de Calígula se trata de recrear la actualidad de nuestro país, marcando "el tema del poder por sí mismo sin importarle ningún costo, y esto tiene su correlato con nuestra realidad, en la que nos preguntamos qué nos pasa cuando al gobierno no le importa lo que nos pasa".
Tal vez la muestra más significativa de este compromiso con la realidad del que hablan los integrantes de Rataplán lo marque un detalle de la puesta en escena: "Hay un momento -dice Molina- en que la gente, el público, decide el final de la obra. Es el momento en que se apela a los espectadores para que voten y definan cuál va a ser el destino de Calígula. No importa tanto el resultado de esta votación sino el hecho de comprometernos a sentir que la existencia de Caligula o su desaparición es una responsabilidad nuestra".
Tanto la versión de El proceso como la de Calígula están próximas a estrenarse y con sus animadores trabajando al máximo. Es la diferencia con A puerta cerrada, en el grupo Ego Sum Qui Sum (Liliana Alegre, Miriam Martínez, Ernesto Meza y Sergio Marchese en la técnica, todos ellos debutantes y formados en el Taller del Sur de Diana Fainstein) viene mostrando al público desde mediados de febrero y que este fin de semana cerrará su ciclo en el Pasaje Dardo Rocha, para continuar luego en otros lugares.
"Trabajamos a partir del grotesco -dice Liliana Alegre-, buscando presentar un clásico desde otra perspectiva, sin solemnidades. Mantenemos la inteción y el mensaje de Sartre: el infierno son los otros, es decir, la difícil convivencia a la que estamos sometidos. Y mostramos esto exagerando las características de los personajes, trabajando con máscaras, y estableciendo un juego escénico, a los saltos entre emociones encontradas, entre un hombre cobarde que se escuda en el pacifismo, una mujer narcisista y otra lesbiana, lo cual nos sirve para desnudar todas las hipocrecías de las convenciones sociales."
El relato "grave" está presente en la ciudad a través del trabajo artístico de grupos que no se conocen entre sí, pero que las circunstancias los impulsan a encontrarse en el punto de confrontación de la realidad con el deseo. Porque, como dice, Norberto Barrutti, "el teatro no da soluciones. La solución la da el hombre en comunidad".
El Proceso, de Frank Kafka, abordado por el Taller de Teatro de la Universidad; A puerta cerrada, de Jean Paul Sartre, tomado por los debutantes del grupo Ego Sum Qui Sum; Calígula, de Albert Camus, recogido por el grupo Rataplán, son algunos de los proyectos que hoy se nuclean bajo un común denominador: señalar el absurdo de esta realidad y mostrar descarnadamente quienes son sus responsalbles.
Fuente: Página 12, La Plata 28 marzo 1992