El Centro de Experimentación del primer coliseo nacional estrena el martes un programa doble de danza y música integrado por las obras “Estoy”, del platense Iván Haidar y “Hacer un pozo”, de Alina Marinelli
El estar y el sentir, la percepción y la permeabilidad, la tierra y el agua atraviesan el programa doble de danza y música que desde el martes a las 20 se podrá ver en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, integrado por las obras “Estoy”, de Iván Haidar y “Hacer un pozo”, de Alina Marinelli.
El performer, coreógrafo y director platense Iván Haidar continúa explorando en “Estoy” el terreno sembrado en su anterior proyecto, “No estoy solo” -que estrenó semanas atrás como una coproducción de FIBA- aunque lo plantea como un nuevo punto de partida, “una especie de otro capítulo” dentro de su elogiada producción.
En “Estoy”, Iván no está solo: lo acompañan cuatro performers (Florencia Vecino, Hernán Franco, Cristian Jensen y Soledad Pérez Tranmar) con los que trabajó otra “grupalidad”, una forma de abordaje que le dio posibilidades diferentes a la individualidad, una característica recurrente de su obra. Una de ellas fue la de permitirse correrse un poco de la escena, “tener la perspectiva del afuera” y poder tener una mirada integral, dedicarse a dirigir.
Su obra cuenta con diseño sonoro de Ismael Pinkler, con quien había trabajado en “Obra del demonio”, dirigida por Diana Szeinblum en el Cervantes, y a quien le compartió gran parte de su criatura: “Lo invité a que me acompañe y que ocupe esa pata, la del sonido, casi caminando en paralelo con el proyecto visual”. Una decisión que rompe un poco con su anterior proyecto, “No estoy solo”, en la que reinó el silencio.
“Así como a través de las imágenes podemos ver y dejar de ver cosas en términos de ausencias y presencias, en lo sonoro trabajamos de la misma manera. Cosas que se escuchan y se dejan de escuchar, sonidos que vienen por otros lados, amplificaciones de las voces que también desaparecen o pasan a lo acústico”, adelanta Iván algo de lo que será su propuesta que, más allá del formato, continuará atravesada por los mismos carriles conceptuales.
“Seguimos trabajando con la idea de presencia-ausencia, de lo materializable, de las imágenes o la relación entre lo físico y lo digital, la virtualidad, lo que se diluye, lo táctil y no táctil”, detalla el joven creador, y cuenta que todo ese mundo fantasmal que venía abordando estará en esta nueva obra “todavía más subrayado” con elementos literales y metafóricos.
“Tomé algo de la idea del fantasma como ‘gostheo’, el término que se usa en redes, que es en algún punto como desaparecer o ausentarse en términos comunicacionales: desaparecer repentinamente. Siento que la obra toma algo de eso para crear algún tipo de relación entre estos personajes, entre estos performers que están adentro, estando y no estando, tratando de comunicarse y con algunas interferencias”, cuenta Haidar sobre una creación que tendrá impreso, claro, su sello: “imágenes más fantasiosas, surrealistas”, a las que le gusta llegar con sus multiplicaciones de imágenes y cuerpos tan característicos.
Iván espera el estreno en el Centro de Experimentación del Teatro Colón consciente “del privilegio que tienen los artistas independientes de acceder a circuitos oficiales”, y asumiéndolo con la “responsabilidad y el compromiso” que conlleva el hecho de habitar un espacio “que nos corresponde a todos”.
EL AGUA EMERGE
A diferencia de Iván, que presenta un material en el que ya venía explorando, la performer, investigadora escénica y docente Alina Marinelli empezó de cero y creó “Hacer un pozo”, una experiencia física y sonora inspirada en la rabdomancia, una práctica ancestral aún vigente como técnica para detectar la existencia de flujos, masas de agua y lagos subterráneos.
Alina cuenta que eligió crear a partir de la rabdomancia por dos motivos centrales: su búsqueda artística, que “dialoga directamente con el contexto antropocentrista en el que nos encontramos y tratar de encontrar diferentes prácticas, pruebas, que posibiliten o den espacio a preguntarnos, reflexionar, pensar, o intentar encontrarnos en otros modos de vínculo con el contexto, con lo que nos rodea y con lo que interactuamos”. Y, por el otro, por una charla casual que mantuvo con una amiga que le contó de la existencia de la rabdomancia, algo que no pasó inadvertido para ella: “me pareció una cosa increíble, me pareció un tesoro en estos tiempos”.
Alina siente la necesidad de explicar de qué se trata, y viaja a sus inicios, a la época de la Inquisición, y recuerda que en su momento fue una práctica “demonizada” y hasta prohibida por considerarla como el “arte de percibir lo oculto”. Pero con el paso del tiempo, la percepción sobre la práctica cambió y hoy, asegura Marinelli, continúa utilizándose, sobre todo en los campos o en el interior del país.
En general, “el rabdomante usa una rama verde, una rama todavía viva, de un árbol del lugar donde va a realizar la práctica”. Su tarea consiste en “emprender una caminata sobre ese lugar donde se genera esta percepción”. Básicamente, lo que hace el rabdomante, “es estar presente en eso que está haciendo, estar sensible y habitar eso, un estado de atención, de escucha y de sensibilidad tal para que se genere ese diálogo y ese registro a través de su cuerpo y esa herramienta, utensilio o mediación pseudo antena que está utilizando”.
El material de Alina se terminó de completar cuando, en plena investigación, leyó una entrevista a un rabdomante viejito “que decía que el árbol y las ramas buscan el agua y que nosotros buscamos el agua, entonces, las ramas y nosotros vamos a encontrar el agua, así de sencillo”. No hay magia, ni dones alrededor de esta práctica, “es simplemente estar presente y sensible con lo que se está haciendo”.
Así, a través de diferentes prácticas coreográficas y performativas, las intérpretes -Alina Marinelli, Camila Malenchini y Mariana Montepagano- abordarán en escena la permeabilidad y la fluidez, el derrame y la inmersión, lo invisible y las emergencias.
Alinaadmite que “fue un proceso de mucha complejidad y extremadamente desafiante”. Ella, y su equipo de trabajo, venían de abordar “La gravedad del encuentro” sin mayores crisis, pero acá se rompieron los establecidos. “De repente nos encontramos con el agua, con la voluntad del agua, que es de una potencia extrema. Nos encontramos con el agua y con todas sus cualidades: es irascible, indomable, se escurre, se inmiscuye. Tiene una voluntad de expansión que es muy difícil de contener, es un material también a la vez muy frágil, muy sutil, es casi imperceptible, es casi invisible”, detalla Marinelli.
A prueba y error, el proceso se fue haciendo con fallidos, “grandes llaves”, dice Alina, y por eso se aclara que lo que se verá en el Colón -que tiene y diseño sonoro de Carola Zelaschi y Federico Estévez- es una primera apertura al público de una investigación en proceso.
Fuente: EL DIA
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