miércoles, 14 de octubre de 2015

Un “Cyrano de Bergerac” con sello local

 

Gastón Marioni adapta y dirige el musical que el domingo se estrenará en la cartelera porteña

14 de Octubre de 2015 
“Cyrano de Bergerac, el musical”

En su primera incursión en el teatro musical para adultos, el platense Gastón Marioni versiona y dirige “Cyrano de Bergerac”, espectáculo basado en la bella historia de amor de Edmond Rostand que se estrenará este fin de semana en la cartelera porteña.

Con música original de Fernando “Tato” Finocchi, y un elenco de grandes figuras protagonistas de los musicales más exitosos de calle Corrientes (Juan Pablo Skrt, Magalí Sánchez Alleno, Patricio Witis, Ricardo Bangueses, Tiki Lovera, Juan Manuel Besteiro, Alejandro Vázquez -acompañados por un gran ensamble y músicos en vivo-), “Cyrano de Bergerac” se ofrecerá los domingos a las 20.45 en el Teatro El Cubo, Zelaya 3045.

Marioni, que en La Plata dirige su propia versión de “La voz humana” -la pieza de Jean Cocteau que, protagonizada por Irene Bianchi y tres músicos en escena, se apresta a cerrar una exitosa temporada con funciones a sala repleta-, se encamina a cerrar un año con importantes producciones del otro lado de la Autopista que incluyó a “Los fabulosos Buu!”, “Melodías de Diván”, la inminente “Camila Quiroga, una actriz” junto a Ricky Pashkus, y una pasada por la gran sala Argentina del CCK de su exitosa criatura infantil “Tanguito Mío”.

“Vivo este momento con suma felicidad. En poco tiempo he podido trabajar con grandes artistas de la escena porteña y sentirme acompañado en cada equipo de trabajo es un lujo, un honor y una garantía en las experiencias que voy realizando”, aseguró el platense, quien todavía tiene más tinta en el tintero de este 2015: en noviembre llegará el estreno de “La sustituta”, un texto de Germán Reimondo que dirigirá los domingos en Teatro Estudio, surgido de uno de los talleres de dramaturgia que dicta en la Escuela de Arte y Oficios del Teatro Argentino de La Plata.

En diálogo con EL DIA, el talentoso actor, docente, dramaturgo y director local se refirió a este nuevo proyecto, una obra conjunta con su socio artístico Fernando Finocchi: “La música de Tato es exquisita y considero que es el alma sinceramente de esta obra: cada nota, cada pasaje, cada transición abre el alma de Cyrano”, destacó.

-En tu primera incursión en el musical para adultos, ¿por qué elegiste esta obra?

-En épocas de frugalidad de los vínculos, de banalización del amor, de las construcciones fugaces, hablar del amor en su estado más primario me pareció conmovedor. Hay aquí un hombre que “ama” sin esperar nada a cambio, un amor incondicional de verdad, un amor que subraya la riqueza del que ama sin más.

-¿Creés, como Saint Exupéry, que lo esencial es invisible a los ojos?

-¡Sí, absolutamente! Seguramente Exupéry y Rostand se hermanarían en esta gran premisa universal, en estas épocas donde “todo entra por los ojos”.

-¿Dónde radica la fortaleza de esta historia y que, en definitiva, es lo que la hace perdurar en el tiempo?

-Creo que en lo perenne del amor, y puntualmente en el personaje de Cyrano: un hombre que no tranza, que sostiene como un quijote sus ideales, que sabe quién es y soporta el precio a pagar por ser quién es sin dar agradecimientos gratuitos. También reconoce su imperfección y desde esa imperfección atraviesa la experiencia de “ser humano”. Un hombre que no vende su alma a la fama, a la moda, a la vulgaridad ni siquiera a la belleza física. Creo que la obra arriba finalmente a lo que fue la premisa de la puesta en escena, y en lo que creo con total convicción: lo distinto, también puede ser igual.

-¿En qué tiempo y espacio te ubicaste?

-La obra se sitúa en su tiempo original, en la Francia de las fondas y las revoluciones, en un tiempo en donde la palabra comienza a ser devaluada y justamente es Cyrano un hombre que ama con la palabra, porque para conocerlo y saberlo “solo falta cerrar los ojos y escucharlo”.

-¿Cuál es la estética predominante?

-Es una estética depurada, donde lo frío de lo cromado de la escenografía y el blanco y negro del vestuario (únicos dos colores compositivos) ponen signo a una historia de amor vedada, oculta, que no encuentra su verdadero color, solo hasta la escena final, tal vez tarde, o tal vez (según cómo se mire el amor) justo a tiempo.

Fuente: EL DIA

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