Enero / Febrero - 2003
El Taller de Teatro de la Universidad de La Plata está presentando con éxito, desde hace dos temporadas, El conventillo de la Paloma de Alberto Vaccarezza. El espectáculo, cuya dirección es responsabilidad de Norberto Barruti, está interpretado por algunos de los más destacados actores platenses.
NÉLIDA BUSCAGLIA / desde La Plata
Chubutense en su origen, Norberto Barruti llegó a La Plata hace unos años y transformó una antigua casa en ruinas en un taller de teatro universitario. El espacio cuenta con dos salas y una importantísima biblioteca que lleva el nombre de uno de sus maestros, el uruguayo Alberto Mediza.
Barruti se formó en Buenos Aires con el “excepcional Raúl Serrano”. Hijo de una madre actriz, su paseo por los camarines comenzó a los ocho años, con un hermano trapecista y él haciendo las presentaciones y juegos de magia. El circo y el teatro moldearon a este hacedor de vida sobre el escenario. Hace dos temporadas estrenó El conventillo de la Paloma de Alberto Vaccarezza y se dispone a entrar al tercer año de representaciones.
“Tal vez el género sea ese lugar donde el teatro encuentra su poesía…”, reflexiona Norberto Barrutti, director del Taller de Teatro de la Universidad Nacional de La Plata, dispuesto a una charla sobre el sainete. “El género es la forma, más allá de la temática. El sainete es una de esas formas fuertes, decididas, definitivas, provocadas por ese fenómeno excepcional que los inmigrantes aportaron a esta Argentina”.
Tantas culturas acompañadas de tantas lenguas, en un solo lugar -hay fotos que registran hasta inmigración india, bajando de los barcos con sus turbantes y atuendos- dieron cuenta de un fenómeno donde nada podía quedar inmune. El teatro, como corresponde, se hizo cargo.
El sainete, heredado en parte de los españoles, rescató, con un fuerte carácter propio, la convergencia de idiomas, lo que imprimió otra identidad al incipiente acento argentino que la masiva inmigración, a su modo recuperó a la vez que hizo su aporte. El sainete argentino es argentino. Los hechos transcurren en el patio del conventillo. El drama, la trama, la historia, ocurren en el patio, un lugar abierto. Y allí hasta aparece un matiz festivo que no descuida un fondo doloroso. El sainete es muy moral. Los finales dejan una moraleja, a modo de enseñanza, allí convergen los más variados valores humanos.
La comicidad del sainete argentino está fundada en el encuentro y cruce de esas distintas lenguas. Turcos, polacos, gallegos, italianos, judíos. Todos juntos, conversando. Con costumbres diversas, tratando de entenderse, jugando un poco a los acertijos acompañados siempre de lo gestual, inevitable para vivir. A toda esta babel había que sumarle nuestro lunfardo intepretado a piacere por estos recién llegados. Lo codiciado, lo deseado en la puesta de un sainete está en su propio texto. El plus aumentó con el talento, la habilidad y el ingenio de Alberto Vaccarezza.
ENTRE JUEGOS
Barruti reconoce facetas que lo acercan al autor: jugadores ambos…”mi primera pasión fue el juego –cuenta–, los naipes, las fichas, los dados, los caballos, el fútbol, siempre por plata…Como ahora no puedo jugar, hago teatro.”
Vaccarezza tuvo mucha relación con estos personajes, a través del juego, de la calle, supo captar toda esa riqueza. No fue bien mirado por la intelligentzia de la época que despreciaba su escritura teatral. El diario La Nación dijo en 1929, año del estreno de El conventillo de la Paloma: “ese hombre con ese ingenio debería dedicarse a escribir sobre cuestiones más nobles”.
En contrapartida, sus obras tuvieron gran éxito de público. “El conventillo de la Paloma es la obra más representada del teatro nacional. Las compañías siempre la tenían preparada, si la boletería de la pieza que estaba en cartel no andaba bien, subía El conventillo… y la taquilla crecía y se recuperaba”, recuerda Barruti.
El encuentro de esa Argentina inmigratoria, está presente y se reactiva en El conventillo de la Paloma donde muchas de nuestras familias están presentes. Asoman nuestros ancestros. Ver una función implica juntarse con el placer –displacer–, alegrías, reclamos y todo lo que hace a la convivencia.
“Eso nos pasó –dice el director– están viniendo los padres, los hijos, los abuelos, está viniendo todo el mundo a ver a su familia, se encuentran con su pasado y hasta se ven cuando eran chicos. Algunas cosas que puse en el espectáculo no son relevantes, El conventillo de la Paloma tiene un peso propio, lo mejor que uno puede hacer es tratar de seguirlo a Vaccarezza y hacerle la obra. Pero aporté, por ejemplo, los juegos de chicos: el aro, el rango, la bicicleta, las nenas que jugaban a la pelota, que se mezclaban con los varones –eso me lo contó mi papá–. Una abuela con su nieta, la nostalgia, el exilio, un judío y una orquesta son parte de mi puesta”.
UNA CASA, UN ESPACIO MÚLTIPLE
La gente se encontraba con el barrio, sí, el conventillo era casi un barrio. Pensemos que un conventillo común albergaba a quinientas o setecientas personas. Uno de los más chicos tenía alrededor de ciento sesenta personas. Hacinamiento, problemas con el agua, serias dificultades por convivir todos apretados. La gente muy pudiente cuando vio la urgencia de vivienda que demandaba la inmigración aprovechó para hacer su negocio y convirtió su casa grande en conventillo. Dividió piezas para crear nuevos espacios y a la vez, los que venían, agregaban más piezas. A veces las construían con chapa o cualquier otro elemento. Trataban de vivir, como podían. Así eran los conventillos de Villa Crespo, Barracas o el centro. Los de la Boca, eran construidos por los mismos italianos, según un estudio realizado sobre la arquitectura de los conventillos. Entre esas paredes confluían las más diversas pasiones.
Alberto Vaccarezza dice: “Hay que hacer el conventillo y luego contar la historia con dieciséis personajes”. El contador de historias populares, sufrió con la llegada del movimiento peronista, fue relegado, y murió en 1959 en la absoluta pobreza. El sainete todavía sigue siendo considerado un género menor. “En lo personal –cuenta Norberto Barruti–, me encontré con un género muy difícil. He realizado obras de corte intelectual (Tennessee Williams, Franz Kafka), pero el sainete es lo más difícil que se me ha presentado como texto. Creo que cuando se alcanza lo popular es que antes ha habido una conceptualización muy compleja. Llegar a una síntesis es complicado. Al sainete hay que ponerle algo del corazón y el espíritu atorrante del que hablaba Roberto Arlt. Son muy difíciles los tonos y los gags, los chistes. Deben ser contados muy bien, con eltiempo exacto porque si no pueden perderse”.
“El sainete es musical. Uno debería disfrutar el texto con sólo cerrar los ojos, y esto también es complejo porque la imagen, a veces, engaña. El sainete debe tener mucha musicalidad. No es tan fácil encontrar las voces para lograrlo. Yo tuve un poco de suerte, trabajé con actores formados en el radioteatro, algunos en el circo y saineteros. Conocen el género Pablo, Nico (Strático), Susana, la gallega Mabel. Y salí ileso”.
Todo esto es contado, detalladamente por Norberto Barruti, que disfruta de un merecido éxito, en una puesta que incluye 30 personajes, en el patio de un conventillo escenográfico impecable, realizado por Catalina Oliva.
ENTRE SAINETE Y GROTESCO
El conventillo albergaba al sainete y al grotesco, pero en el último, el autor mira y plasma el drama que ocurre dentro de la pieza, con toda la dureza que implicaba sobrevivir como se podía al sueño de “hacer l´América”. No hay patio, donde se cuidan las apariencias. En la pieza se vive la parte trágica del sainete. Los dos géneros se prestan sus tonos, lo tragicómico los abarca, sobre todo en el lenguaje.
Lo cómico y lo trágico en el sainete, son parte de su esencia como género.”Es maravilloso, es poesía –acota Norberto Barruti- . Los argentinos siempre estamos frente a algo perdido, somos nostálgicos”. “Qué buen sainete se podría hacer ahora –agrega– deberíamos trabajar con eso, con lo perdido. Y hay tanto que contar, comparar, movilizar, en esta Argentina siglo veintiuno“.
Nuestros autores parecieran necesitar del tiempo para elaborar una estética. La decantación y el cuidado están presentes en nuestro teatro. Cabría preguntarse si con el transcurrir de tantos “factos” la autocensura y la represión no nos han ganado por varios trancos. Reconociendo que para el artista es una dificultosa y arriesgada tarea recoger lo que sucede en la calle y darle una categoría estética. Sin embargo, en los comienzos del siglo veinte, nace el sainete y el grotesco, con autores que trabajan sobre el momento, viviendo en los lugares que describían. En los boliches, las calles, el conventillo, estaban con personas que luego transformarían en personajes, escribían lo que ocurría, y lo que escuchaban. El teatro era parte de la vida de esa Argentina inmigratoria –matinée, tarde y noche–, donde miles de compañías usaban el lenguaje de la calle. La gente y el teatro intercambiaban sus historias.
La influencia mayoritaria del teatro italiano en las formas y en la actuación es fundamental en la comprensión de este fenómeno que significó la inmigración. El grotesco, género italiano, que tiene a Luigi Pirandello como uno de sus mentores, se instaló en la Argentina.
Se abandona ese grotesco comedia para contar las miserias de una inmigración que venía a América con un proyecto económico difícil, casi imposible. Llegaron engañados y aquí tuvieron que quedarse. Así se narra parte de nuestro nacimiento como Nación.
Frustraciones de padres e hijos, el ganarse la vida como sea, padres italianos o gallegos nostalgiosos del lugar que habían dejado e hijos porteños que trataban de adaptarse a la lengua y al lugar donde habían nacido. Muchos grotescos muestran el quiebre de la familia. El hacer “l´América” se transformaba en hijos ‘chorros’ o hijas prostitutas y padres de rodillas que terminan preguntándose “¿qué hice mal?”.
El conventillo de la Paloma, sainete de Alberto Vaccarezza, premiado con el Pepino el 88 de oro, es un espectáculo que no concede nada, a la vez que reivindica lo festivo, entra en el 2003, en su tercer año, en el Taller de Teatro de la Universidad de La Plata. Un éxito de público, a platea llena. Un título que convoca. Algo pasa, se recuerda, se conoce, se oyó nombrar . Y la gente que concurre no es la que normalmente “va al teatro”, hecho llamativo para los tiempos que corren. El sainete sigue siendo el género que convoca a la familia.
Se realiza en un ámbito de la Universidad, con actores profesionales, y en un conventillo que no tiene nada de minimalista. Está todo: los dos pisos, las escaleras caracol, las canillas con agua, el piso de baldosas realizado especialmente…”Esta escenografía no nos permite salir de gira, el que quiera ver El conventillo... tiene que venir a La Plata”, sonríe Barruti.
Fuente: PICADERO Nº 08 INT (Enero / Febrero - 2003)