
Fue creador del teatro criollo rioplatense e introductor del Pericón, y eligió nuestra ciudad para inmortalizar su arte
La Plata guarda en su historia, junto al recuerdo inmortal de su grandeza, a quien fuera uno de sus ciudadanos por adopción más ilustres. Nos referimos a don José Juan Podestá, o José J. Podestá como firmaba, o Pepe Podestá como lo llamaba cariñosamente el público. Fue don Pepe, junto a los demás integrantes de su familia de actores, aquel payaso memorable Pepino el 88, trapecista notable y actor de raza que al convertir la pantomima de Eduardo Gutiérrez, en drama hablado, es decir al ponerle letra y hacer hablar a Juan Moreira, se constituyó en uno de los más insignes maestros de las tablas en ambas márgenes del Plata. Ello significó el punto de arranque de un nuevo movimiento teatral genuinamente criollo por las características de las obras y la personalidad de los actores.
La vida de don Pepe está descripta en su obra "Medio siglo de farándula", relato poblado de jugosas anécdotas y coloridas estampas, referidas con sencillez y agudeza, que demuestran a la par que una singular memoria, su perspicaz ingenio y su capacidad de observación, así como su inspiración poética. Podestá respira allí con sus personajes y su tiempo. Su ingenio muy vivo, unido a su espontaneidad y cordialidad, lo sitúan entre los paradigmas de una generación pionera de nuestro teatro. El mérito que lo distingue es su rápida capacidad de invención y de imaginar y resolver al mismo tiempo situaciones para llegar en profundidad al corazón del público a través de personajes que se mueven en estilo espontáneo y audaz. Su labor era una epopeya en todos los instantes, una acrobacia de alto vuelo, pasando de los sollozos a la risa y siguiendo siempre el instante, el encuentro inopinado, la creación permanente.
Su arte estuvo dirigido a todos, en especial hacia aquellos hombres y mujeres de la calle a los que llegaba con fuerza, pues sabía explayarse en todo lo que fermentaba en los mil recovecos del laberinto del alma humana, es decir se apoyaba en el saber y sabor popular, en la observación directa de la vida, más allá de las referencias librescas.
SU INFANCIA EN MONTEVIDEO
Nació don Pepe de padres genoveses en Montevideo, el 6 de octubre de 1858, y relata que según sus progenitores "era un hermoso pibe que llamaba la atención de todos". Desde muy niño aprendió a ganarse la vida para ayudar con sus hermanos mayores a sus padres, que alcanzaron a tener nueve hijos: Luis, Jerónimo, Pedro, José, Juan, Graciana, Antonio, Amadea y Pablo. Su casa solariega en Montevideo llegó a tener doce piezas y desde su domicilio al mar había sólo tres cuadras. Hasta los 16 años vivió atraído por aquella costa y su abundante pesca. Fue uno de los mejores nadadores de su tiempo y tuvo la suerte de salvar a tres personas en diferentes épocas, entre ellas a su hermano Antonio que era un niño. Allí inició sus primeros ejercicios acrobáticos, saltando de piedra en piedra, trepando acantilados o navegando en barcos de pescadores.
Cuenta que un día se divisó un bulto sobre el agua y todos daban su parecer sobre lo que sería, pero nadie se decidía a verificar de que se trataba. Todos comentaban hasta que uno gritó dónde estaban los nadadores del Sud. En silencio, Pepe aceptó el desafío y se lanzó al agua, siendo seguido por una manifestación de gritos. La distancia era respetable, relata, pero no podía retroceder a riesgo de perder la fama conquistada. Después de acercarse sin que el corazón palpitara fuerte por la incertidumbre de lo que podía ser aquel bulto, descubrió que era el cadáver de un buey, hinchado, arrojado por algún buque en alta mar. "Me subí sobre él y allí fue la gloria, dice. Comencé a dar brincos como un artista ecuestre, tan pronto estaba de pie como parado sobre las manos, o dando saltos mortales desde el buey en el agua". La gente aglomerada en la costa reía y aplaudía aquella escena inesperada y gratuita.
SU INICIO EN EL CIRCO
Después de aquellos primeros escarceos artísticos, en 1872 don Pepe pudo asistir de noche, aprovechando un viaje de su padre a funciones que daban los circos en Montevideo. Cuenta que con los muchachos que hacían ejercicios gimnásticos se las rebuscaba para poder entrar, y al día siguiente, luego de la escuela pública, ensayaban lo que habían visto en el circo. Y en 1873 los mismos muchachos instalan ya un circo en una cantera. La entrada era gratuita y la gente les tiraba los recordados cobres (monedas), que luego repartían por igual entre todos. El circo se fue haciendo popular y cada domingo aparecía más gente. Pronto unos músicos se ofrecieron a tocar gratuitamente, "y entre el ruido de la música y los aplausos, nos creíamos muy capaces de trabajar bajo techo como artistas de verdad".
En el 75 salió de Montevideo y tuvo su primer contrato para reemplazar a un trapecista a quien la prueba le había costado la vida. Decidió no pensar en aquello, actuar con aplomo y todo salió bien, siendo recompensado por una clamorosa ovación. Cobró así su primer sueldo de $ 25 mensuales, con casa y comida. A los seis meses dejó la compañía. Sólo había cobrado $ 42. "¡Cómo andarían las finanzas de mi buen director y amigo!".
Con los años los hermanos Podestá afianzaron su labor y tuvieron su primera carpa para salir a los pueblos a probar fortuna.
CRUZAN EL RIO
En esta nueva etapa resuelven cruzar el Río y la primera salida para Buenos Aires la hacen el 16 de mayo de 1880. La compañía se llamaba Rosso-Podestá, instalándose en el Jardín Florida (hoy Florida y Paraguay), donde obtuvieron resonantes éxitos, sumándoseles enseguida don Pablo Raffetto, antiguo compañero de Montevideo que se hallaba por entonces en Dolores, y luego Alejandro Scotti, y otros. En 1882 inauguraron en Buenos Aires el Politeama Humberto Primo, construido por Raffetto, donde hoy está la jefatura de Policía, haciéndose muy populares. Allí concurrió, entre otras personalidades, don Domingo Faustino Sarmiento.
La historia de los Podestá, plena de aventuras, anécdotas interesantísimas por esos pueblos de campaña a los que llegaban por caminos que apenas eran rastrilladas, cruzando charcos y arroyos con sus pesados carromatos, siguió acompañando a esos arquetipos del teatro nacional con esfuerzo y suerte variada. Pero esa labor orgánica y tesonera de don Pepe y su familia produjo en un momento un vuelco inesperado que cambió el panorama del teatro criollo. Ello ocurrió un 10 de abril en Chivilcoy, donde se estrenó, ahora hablando, el drama criollo "Juan Moreira". El público acostumbrado a la pantomima "a base de vejigazos y sainetes con finales en que el garrote de paja resolvía todas las intrigas, se halló de buenas a primera, dice don Pepe, con algo que no esperaba y de sorpresa en sorpresa, pasó al entusiasmo y la ovación". Fue el propio Podestá quien arregló el drama, haciéndolo hablado, ante la indiferencia de su autor -Eduardo Gutiérrez- que nunca quiso presenciar la nueva versión.
LA INTRODUCCION DEL PERICON
Nunca olvidó don Pepe aquel éxito de Chivilcoy y los que siguieron. Lo mismo ocurrió después en Montevideo, hasta donde llegaron a fines del 89 luego de pasar un tiempo en su casa de La Plata. Al término del estreno se presentó ante don Pepe el señor Elías Regules padre, cuya entusiasta intervención cooperó al mejoramiento de la obra. El señor Regules les sugirió que cambiaran la danza de El Gato por el Pericón, que le parecía más apropiada y de mayor efecto que el Gato para la fiesta campera del drama. Pero los Podestá no la conocían y Regules se comprometió a darles las lecciones necesarias. Todo fue instantáneo. Al día siguiente a la mañana Regules congregó a un grupo de guitarreros orientales conocedores del Pericón y el personalmente dirigió los ensayos, con tanta eficacia que esa misma noche, sin aviso previo, se bailó ante el público, con delirante suceso.
El Pericón era desconocido en la parte argentina del Río de la Plata hasta que lo introdujo "Moreira", es decir Podestá. Antes de ello sólo se lo bailaba en la campaña uruguaya, y en Montevideo como vale entre aficionados. Recuerda don Pepe que así fue "sustraída del silencio y el aislamiento la danza criolla más hermosa, elegante y simbólica que con orgullo ostentan hoy ambas márgenes del Plata".
LA AFIRMACION DEL TEATRO CRIOLLO
El Moreira dio vida luego a una serie de piezas con gauchos alzados, payadores y milicos, pertenecientes a autores nacionales que con anterioridad se hallaban a merced de los empresarios extranjeros. La mayoría de ellos fue al encuentro de estos artistas que hasta hacía poco tiempo daban volteretas en el picadero o hacían piruetas en el trapecio. "Calandria", de Martiniano Leguizamón, constituyó el salto que reveló las enormes posibilidades que existían en los intérpretes circenses. Luego siguieron "Política casera", de Soria; "Jesús Nazareno", de García Velloso; "Canción trágica", y de Payró, hasta llegar a lo que se consideró el toque de nuestra escena: "La piedra del escándalo", de Martín Coronado. Es decir, que todos aquello autores que tanto habían bregado por el teatro nacional, fueron llegando con su labor a fortificar la obra cada vez más empeñosa y de vastos alcances de los Podestá. Tres autores se van a destacar netamente en esa época: Roberto J. Payró, Gregorio de Laferrere y Florencio Sánchez, considerados como los representantes más valiosos del ciclo más feliz de la dramática argentina.
Fue don Pepe quien dio el alerta para que el arte escénico tuviera personalidad genuina, autóctona, y también él quien evocada desde el escenario la figura gallarda del gaucho. Don Pepe alcanzó a ver la evolución operada en nuestra escena, el paso de lo gauchesco a lo que se podría llamar el teatro ciudadano. El cambio no lo arredró, sabiendo que nuevas motivaciones y problemas acuciaban al hombre de la ciudad, que habían reemplazado al Moreira por otros personajes y otros avatares. El Largo y abrupto camino recorrido en aquello días de dura prueba, animaban siempre su espíritu sin animosidades y tan sólo con gratos y emocionantes recuerdos.
SU TEATRO EN LA PLATA
Establecido en La Plata, el teatro propio había sido el afán de toda la vida de don Pepe; de todos sus desvelos, trabajos y ahorros. Compró en remate público con sus hermanos Jerónimo, Juan y Pablo el Politeama Olimpo. Sus hermanos se retiraron al poco tiempo cansados de sostener al teatro sin ningún provecho. Don Pepe siguió solo. Hubo que mejorar la sala en muchos aspectos y hacer varios arreglos con el Banco Hipotecario para saldar la deuda en medio de enormes esfuerzos. Pero lo logró. La sala del hoy Coliseo Podestá fue conservada por sus descendientes, en especial por su nieta Martha Morando Podestá que se opuso a que se construyera allí una playa de estacionamiento. Luego fue adquirida por la Municipalidad de La Plata, bajo la administración del Dr. Alberto Tettamanti.
Cabe recordar finalmente que don Pepe Podestá pasó sus últimos años en su casa contigua al teatro y que gozó de la amistad de figuras ilustres de la vida argentina y uruguaya. En nuestro país además de Sarmiento lo distinguieron Mitre, Alvear, Irigoyen, Alem, Sáenz Peña, etc. De visita en Buenos Aires asistió a su espectáculo el estadista francés Georges Clemenceau, quien después de verlo trabajar de gaucho fue al camarín con Manuel Láinez y dándole un abrazo le gritó: "maitre, maitre".
EL DIA DEL TEATRO CRIOLLO RIOPLATENSE
En 1958 para el centenario del natalicio de don Pepe, se constituyó en La Plata un movimiento iniciado en la Asociación Amigos Tradicionalistas de América (ATA), Los Tientos, que promovió la declaración por ley del 6 de octubre como Día del Teatro Criollo Rioplatense, por iniciativa de la vicepresidenta de la entidad, profesor Arminda D'Onofrio. Se formó una comisión popular permanente de homenaje que presidió don Ricardo Zarazaga y que integraron Luis Contarelli, Francisco Timpone, Arminda D'Onofrio, Carlos María de Urraza, Raúl A. Velázquez, Reinado D'Onofrio, Julio A. Tavella, José Daniel de los Ríos, Jacinto Saldías, Jorge Villafañe Casal, Héctor (Anchordoqui) Ibarra, Carlos Olivera, Noemí Castagnasso, Héctor M. Rivera, Dalmiro Otero Rossi, Eduardo Sánchez Ceschi y José Martorell, además de la comisión de ATA Los Tientos y los delegados uruguayos.
EL POR QUÉ DE PEPINO EL 88
Por falta de payaso tuvo que hacerlo en una oportunidad don Pepe Podestá. Era en 1881. Como no tenía traje le encargó a su madre que le confeccionara uno bien bolsudo con género de sábana. Llevaba volados amplios y alechugados, con cintas negras en el cuello y bolsillos, y un letrero en la espalda que decía El gran Pepino.
Para mejorar la indumentaria se le ocurrió llenarlo de parches negros. Para ellos deshizo un levitón de su padre, dobló un pedazo en cuatro y de un tijeretazo sacó del centro un parche redondo. De golpe había hecho cuatro lunares negros y al desdoblar el género apareció el número 88 dejado por el corte. Aplicó el trazo numérico en la parte posterior del traje y esa noche se presentó al público como el payaso Gran Pepino 88. El nombre se popularizó inmediatamente, a tal punto que cuando salía esa cifra en las veladas de la lotería se cantaba El Gran Pepino.
¿Y por qué lo de Pepino y no Pepe? Porque cuando empezó a trabajar con sus hermanos Jerónimo, Juan, Antonio, Pablo y Alejandro Scotti -después socio y cuñado- hablaban en un italiano champurriado. Esa circunstancia italianizó su nombre. "¿Quién habría de pensar, dice Podestá, que con el correr del tiempo, sería otro yo y compañeros de tantos triunfos".
Juan J. Terry es museólogo, periodista, profesor de Historia, presidente de la Comisión Permanente de Homenaje a Don Pepe Podestá y presidente del Instituto Belgraniano de la provincia de Buenos Aires
Fuente: http://www.eldia.com.ar/especiales/127aniversario/podesta.htm
La Plata guarda en su historia, junto al recuerdo inmortal de su grandeza, a quien fuera uno de sus ciudadanos por adopción más ilustres. Nos referimos a don José Juan Podestá, o José J. Podestá como firmaba, o Pepe Podestá como lo llamaba cariñosamente el público. Fue don Pepe, junto a los demás integrantes de su familia de actores, aquel payaso memorable Pepino el 88, trapecista notable y actor de raza que al convertir la pantomima de Eduardo Gutiérrez, en drama hablado, es decir al ponerle letra y hacer hablar a Juan Moreira, se constituyó en uno de los más insignes maestros de las tablas en ambas márgenes del Plata. Ello significó el punto de arranque de un nuevo movimiento teatral genuinamente criollo por las características de las obras y la personalidad de los actores.
La vida de don Pepe está descripta en su obra "Medio siglo de farándula", relato poblado de jugosas anécdotas y coloridas estampas, referidas con sencillez y agudeza, que demuestran a la par que una singular memoria, su perspicaz ingenio y su capacidad de observación, así como su inspiración poética. Podestá respira allí con sus personajes y su tiempo. Su ingenio muy vivo, unido a su espontaneidad y cordialidad, lo sitúan entre los paradigmas de una generación pionera de nuestro teatro. El mérito que lo distingue es su rápida capacidad de invención y de imaginar y resolver al mismo tiempo situaciones para llegar en profundidad al corazón del público a través de personajes que se mueven en estilo espontáneo y audaz. Su labor era una epopeya en todos los instantes, una acrobacia de alto vuelo, pasando de los sollozos a la risa y siguiendo siempre el instante, el encuentro inopinado, la creación permanente.
Su arte estuvo dirigido a todos, en especial hacia aquellos hombres y mujeres de la calle a los que llegaba con fuerza, pues sabía explayarse en todo lo que fermentaba en los mil recovecos del laberinto del alma humana, es decir se apoyaba en el saber y sabor popular, en la observación directa de la vida, más allá de las referencias librescas.
SU INFANCIA EN MONTEVIDEO
Nació don Pepe de padres genoveses en Montevideo, el 6 de octubre de 1858, y relata que según sus progenitores "era un hermoso pibe que llamaba la atención de todos". Desde muy niño aprendió a ganarse la vida para ayudar con sus hermanos mayores a sus padres, que alcanzaron a tener nueve hijos: Luis, Jerónimo, Pedro, José, Juan, Graciana, Antonio, Amadea y Pablo. Su casa solariega en Montevideo llegó a tener doce piezas y desde su domicilio al mar había sólo tres cuadras. Hasta los 16 años vivió atraído por aquella costa y su abundante pesca. Fue uno de los mejores nadadores de su tiempo y tuvo la suerte de salvar a tres personas en diferentes épocas, entre ellas a su hermano Antonio que era un niño. Allí inició sus primeros ejercicios acrobáticos, saltando de piedra en piedra, trepando acantilados o navegando en barcos de pescadores.
Cuenta que un día se divisó un bulto sobre el agua y todos daban su parecer sobre lo que sería, pero nadie se decidía a verificar de que se trataba. Todos comentaban hasta que uno gritó dónde estaban los nadadores del Sud. En silencio, Pepe aceptó el desafío y se lanzó al agua, siendo seguido por una manifestación de gritos. La distancia era respetable, relata, pero no podía retroceder a riesgo de perder la fama conquistada. Después de acercarse sin que el corazón palpitara fuerte por la incertidumbre de lo que podía ser aquel bulto, descubrió que era el cadáver de un buey, hinchado, arrojado por algún buque en alta mar. "Me subí sobre él y allí fue la gloria, dice. Comencé a dar brincos como un artista ecuestre, tan pronto estaba de pie como parado sobre las manos, o dando saltos mortales desde el buey en el agua". La gente aglomerada en la costa reía y aplaudía aquella escena inesperada y gratuita.
SU INICIO EN EL CIRCO
Después de aquellos primeros escarceos artísticos, en 1872 don Pepe pudo asistir de noche, aprovechando un viaje de su padre a funciones que daban los circos en Montevideo. Cuenta que con los muchachos que hacían ejercicios gimnásticos se las rebuscaba para poder entrar, y al día siguiente, luego de la escuela pública, ensayaban lo que habían visto en el circo. Y en 1873 los mismos muchachos instalan ya un circo en una cantera. La entrada era gratuita y la gente les tiraba los recordados cobres (monedas), que luego repartían por igual entre todos. El circo se fue haciendo popular y cada domingo aparecía más gente. Pronto unos músicos se ofrecieron a tocar gratuitamente, "y entre el ruido de la música y los aplausos, nos creíamos muy capaces de trabajar bajo techo como artistas de verdad".
En el 75 salió de Montevideo y tuvo su primer contrato para reemplazar a un trapecista a quien la prueba le había costado la vida. Decidió no pensar en aquello, actuar con aplomo y todo salió bien, siendo recompensado por una clamorosa ovación. Cobró así su primer sueldo de $ 25 mensuales, con casa y comida. A los seis meses dejó la compañía. Sólo había cobrado $ 42. "¡Cómo andarían las finanzas de mi buen director y amigo!".
Con los años los hermanos Podestá afianzaron su labor y tuvieron su primera carpa para salir a los pueblos a probar fortuna.
CRUZAN EL RIO
En esta nueva etapa resuelven cruzar el Río y la primera salida para Buenos Aires la hacen el 16 de mayo de 1880. La compañía se llamaba Rosso-Podestá, instalándose en el Jardín Florida (hoy Florida y Paraguay), donde obtuvieron resonantes éxitos, sumándoseles enseguida don Pablo Raffetto, antiguo compañero de Montevideo que se hallaba por entonces en Dolores, y luego Alejandro Scotti, y otros. En 1882 inauguraron en Buenos Aires el Politeama Humberto Primo, construido por Raffetto, donde hoy está la jefatura de Policía, haciéndose muy populares. Allí concurrió, entre otras personalidades, don Domingo Faustino Sarmiento.
La historia de los Podestá, plena de aventuras, anécdotas interesantísimas por esos pueblos de campaña a los que llegaban por caminos que apenas eran rastrilladas, cruzando charcos y arroyos con sus pesados carromatos, siguió acompañando a esos arquetipos del teatro nacional con esfuerzo y suerte variada. Pero esa labor orgánica y tesonera de don Pepe y su familia produjo en un momento un vuelco inesperado que cambió el panorama del teatro criollo. Ello ocurrió un 10 de abril en Chivilcoy, donde se estrenó, ahora hablando, el drama criollo "Juan Moreira". El público acostumbrado a la pantomima "a base de vejigazos y sainetes con finales en que el garrote de paja resolvía todas las intrigas, se halló de buenas a primera, dice don Pepe, con algo que no esperaba y de sorpresa en sorpresa, pasó al entusiasmo y la ovación". Fue el propio Podestá quien arregló el drama, haciéndolo hablado, ante la indiferencia de su autor -Eduardo Gutiérrez- que nunca quiso presenciar la nueva versión.
LA INTRODUCCION DEL PERICON
Nunca olvidó don Pepe aquel éxito de Chivilcoy y los que siguieron. Lo mismo ocurrió después en Montevideo, hasta donde llegaron a fines del 89 luego de pasar un tiempo en su casa de La Plata. Al término del estreno se presentó ante don Pepe el señor Elías Regules padre, cuya entusiasta intervención cooperó al mejoramiento de la obra. El señor Regules les sugirió que cambiaran la danza de El Gato por el Pericón, que le parecía más apropiada y de mayor efecto que el Gato para la fiesta campera del drama. Pero los Podestá no la conocían y Regules se comprometió a darles las lecciones necesarias. Todo fue instantáneo. Al día siguiente a la mañana Regules congregó a un grupo de guitarreros orientales conocedores del Pericón y el personalmente dirigió los ensayos, con tanta eficacia que esa misma noche, sin aviso previo, se bailó ante el público, con delirante suceso.
El Pericón era desconocido en la parte argentina del Río de la Plata hasta que lo introdujo "Moreira", es decir Podestá. Antes de ello sólo se lo bailaba en la campaña uruguaya, y en Montevideo como vale entre aficionados. Recuerda don Pepe que así fue "sustraída del silencio y el aislamiento la danza criolla más hermosa, elegante y simbólica que con orgullo ostentan hoy ambas márgenes del Plata".
LA AFIRMACION DEL TEATRO CRIOLLO

Fue don Pepe quien dio el alerta para que el arte escénico tuviera personalidad genuina, autóctona, y también él quien evocada desde el escenario la figura gallarda del gaucho. Don Pepe alcanzó a ver la evolución operada en nuestra escena, el paso de lo gauchesco a lo que se podría llamar el teatro ciudadano. El cambio no lo arredró, sabiendo que nuevas motivaciones y problemas acuciaban al hombre de la ciudad, que habían reemplazado al Moreira por otros personajes y otros avatares. El Largo y abrupto camino recorrido en aquello días de dura prueba, animaban siempre su espíritu sin animosidades y tan sólo con gratos y emocionantes recuerdos.
SU TEATRO EN LA PLATA
Establecido en La Plata, el teatro propio había sido el afán de toda la vida de don Pepe; de todos sus desvelos, trabajos y ahorros. Compró en remate público con sus hermanos Jerónimo, Juan y Pablo el Politeama Olimpo. Sus hermanos se retiraron al poco tiempo cansados de sostener al teatro sin ningún provecho. Don Pepe siguió solo. Hubo que mejorar la sala en muchos aspectos y hacer varios arreglos con el Banco Hipotecario para saldar la deuda en medio de enormes esfuerzos. Pero lo logró. La sala del hoy Coliseo Podestá fue conservada por sus descendientes, en especial por su nieta Martha Morando Podestá que se opuso a que se construyera allí una playa de estacionamiento. Luego fue adquirida por la Municipalidad de La Plata, bajo la administración del Dr. Alberto Tettamanti.
Cabe recordar finalmente que don Pepe Podestá pasó sus últimos años en su casa contigua al teatro y que gozó de la amistad de figuras ilustres de la vida argentina y uruguaya. En nuestro país además de Sarmiento lo distinguieron Mitre, Alvear, Irigoyen, Alem, Sáenz Peña, etc. De visita en Buenos Aires asistió a su espectáculo el estadista francés Georges Clemenceau, quien después de verlo trabajar de gaucho fue al camarín con Manuel Láinez y dándole un abrazo le gritó: "maitre, maitre".
EL DIA DEL TEATRO CRIOLLO RIOPLATENSE
En 1958 para el centenario del natalicio de don Pepe, se constituyó en La Plata un movimiento iniciado en la Asociación Amigos Tradicionalistas de América (ATA), Los Tientos, que promovió la declaración por ley del 6 de octubre como Día del Teatro Criollo Rioplatense, por iniciativa de la vicepresidenta de la entidad, profesor Arminda D'Onofrio. Se formó una comisión popular permanente de homenaje que presidió don Ricardo Zarazaga y que integraron Luis Contarelli, Francisco Timpone, Arminda D'Onofrio, Carlos María de Urraza, Raúl A. Velázquez, Reinado D'Onofrio, Julio A. Tavella, José Daniel de los Ríos, Jacinto Saldías, Jorge Villafañe Casal, Héctor (Anchordoqui) Ibarra, Carlos Olivera, Noemí Castagnasso, Héctor M. Rivera, Dalmiro Otero Rossi, Eduardo Sánchez Ceschi y José Martorell, además de la comisión de ATA Los Tientos y los delegados uruguayos.
EL POR QUÉ DE PEPINO EL 88

Para mejorar la indumentaria se le ocurrió llenarlo de parches negros. Para ellos deshizo un levitón de su padre, dobló un pedazo en cuatro y de un tijeretazo sacó del centro un parche redondo. De golpe había hecho cuatro lunares negros y al desdoblar el género apareció el número 88 dejado por el corte. Aplicó el trazo numérico en la parte posterior del traje y esa noche se presentó al público como el payaso Gran Pepino 88. El nombre se popularizó inmediatamente, a tal punto que cuando salía esa cifra en las veladas de la lotería se cantaba El Gran Pepino.
¿Y por qué lo de Pepino y no Pepe? Porque cuando empezó a trabajar con sus hermanos Jerónimo, Juan, Antonio, Pablo y Alejandro Scotti -después socio y cuñado- hablaban en un italiano champurriado. Esa circunstancia italianizó su nombre. "¿Quién habría de pensar, dice Podestá, que con el correr del tiempo, sería otro yo y compañeros de tantos triunfos".
Juan J. Terry es museólogo, periodista, profesor de Historia, presidente de la Comisión Permanente de Homenaje a Don Pepe Podestá y presidente del Instituto Belgraniano de la provincia de Buenos Aires
Fuente: http://www.eldia.com.ar/especiales/127aniversario/podesta.htm
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