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lunes, 13 de junio de 2011

La moda del teatro para uno

UNA EXPERIENCIA RARA NO APTA PARA GENTE QUE SUFRE CLAUSTROFOBIA.

En Times Square de Nueva York. Un actor, una cabina y un espectador. La experiencia se había realizado en la Argentina en el año 2002.

11.06.2011 | Por Charles Isherwood The New York Times y Clarín

Las personas con problemas de intimidad – lo que equivale a decir la mayoría de los neoyorquinos medianamente neuróticos– quizá tengan que hacerse fuertes antes de visitar Theater for One (Teatro para Uno), un proyecto de diversas obras en las cuales un solo actor y un solo espectador se recluyen en una cabina forrada en felpa roja en Times Square para una representación de uno a uno. Creado por la escenógrafa ganadora de un Tony, Christine Jones ( American Idiot ), la experiencia no durará más que unos minutos, pero probablemente se instale en algún lugar del alma durante mucho más que la mayoría de las ostentosas producciones.

Times Square ahora se ha convertido en un circo comercial adornado por letreros digitales y es a la vez la plaza más concurrida y la más anónima del mundo. Y Broadway es un fenómeno de mercado que reenvasa productos premarcados: películas viejas, grandes éxitos de ayer, celebridades.

Una gran caja negra con bordes de acero, que se parece a las que contienen los equipos de filmación o los decorados teatrales, ha sido instalada en el extremo sur de Duffy Square. Los espectadores sacan número para entrar y pueden ver cinco piezas breves diferentes –ninguna de más de 10 minutos– representadas en rotación aleatoria por cinco actores.

Al entrar al interior de terciopelo rojo, tuve la impresión de que esa maldita cosa desde afuera parecía mucho más grande de lo que realmente es. (Buena noticia: hay aire acondicionado.) Apenas hay espacio para estirar los brazos y, cuando el panel que separa al espectador del actor se corre, la repentina sensación de intimidad impuesta tiene una carga de desorientación que, seamos honestos, no es totalmente placentera.

Cierto grado de intimidad física entre extraños es inevitable en Nueva York, pero en un subte o un ascensor abarrotados de gente las reglas del decoro insisten en que todos simulemos estar viajando en nuestras cabinas privadas. No es posible buscar refugio en una fantasía compartida de aislamiento en Theater for One. En Legerdemain , la pieza bien trabajada y solapadamente inquietante de Zayd Dohrn, el personaje de Dallas Roberts me rogó que le tomara las manos durante todo el monólogo sobre su hermano menor amante de la música, de modo que el espacio entre nosotros se redujo aún más.

En la más festiva Up and Down de Jacquelyn Reingold, el personaje de Marin Ireland amablemente me pidió ayuda para romper un curioso hechizo que le impedía controlar los brazos. Para eso, yo tenía que hacerle llegar pensamientos de perdón. (“Pero soy de Escorpio”, no pude evitar musitar. “Nunca perdonamos.”) Theater for One me hizo recordar la comodidad del anonimato, algo que en general damos por sentado en el teatro a menos que nos impongan alguna nefasta forma de participación del público. No hay manera de evitar eso aquí, aunque la diferencia es la ausencia de otros espectadores que den testimonio.

El efecto más potente de esta ingeniosa producción es que nos deja con una conciencia clara y perturbadora de lo cautelosas, indirectas y forzadas que son casi todas las interacciones diarias con otras personas. El concentrarse intensamente en otra persona es una experiencia más excepcional de lo que debería ser, a menos que uno sea terapeuta, supongo.

Asomarse a Theater for One es favorable: quizás ayude a otorgar el propósito más firme de prestar atención a todo.

« Traducción: Elisa Carnelli

Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/teatro/moda-teatro_0_497950215.html

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