“ISADORA DUNCAN”
“Isadora o la revolución de un cuerpo”. Dramaturgia: Diego Biancotto. Actuación: Ayelén Dias Correia. Escenografía y vestuario: Lucía Otaño, Natalia Suárez. Fotografía: Natalia Suárez. Diseño gráfico: Julieta Ramírez Borga. Asistente de dirección: Estanislao Pedernera. Dirección: Diego Biancotto. Sala 420.
26 de Octubre de 2015
“Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas...”. Palabras de Isadora Duncan (San Francisco, 1878 - Niza, 1927), un ser libre como las olas, como el viento, que siempre se negó a ser encorsetada por la disciplina férrea de la danza clásica de su época.
Una iconoclasta que rompió moldes, una transgresora, una revolucionaria, una rebelde vanguardista, una “ninfa” criticada por sus contemporáneos y sólo revalorizada años más tarde. La danza para ella era casi un rito espiritual, un viaje a dimensiones sutiles e intangibles, algo natural que emanaba del propio cuerpo, en las antípodas de la rigidez del ballet clásico.
La Duncan tuvo una vida personal muy dura, signada por la tragedia, que hizo juego con su absurda muerte, cuando resultó estrangulada con su propio chal, mientras daba un paseo en su Bugatti por la “Promenade des Anglais”. Bailar le permitió exorcizar muchos fantasmas.
Diego Biancotto toma los episodios más salientes de la tormentosa vida de esta bailarina única, y los vuelca en un bello espectáculo, corporizado por Ayelén Dias Correia. La actriz se entrega sin retaceos al personaje, como poseída por el espíritu de Isadora. Baila, cuenta, corre, salta, arma y desarma, se revuelca en el piso, vuela, gime, llora, ríe, goza y padece con la misma intensidad. Pies descalzos, visceralidad a flor de piel.
Los objetos que la rodean están perfectamente seleccionados: el ventilador de pie, el baúl, la valija (símbolos de su deambular constante); las cortinas, las gasas, las telas volátiles y vaporosas, con las que se envolvía cual estatua griega, fuente de inspiración.
Tanto la cuidada puesta de luces como la musicalización, juegan roles protagónicos, subrayando los climas de la pieza.
La función que se ofreció en la Sala 420 fue a total beneficio de la reconstrucción de Area Chica tras el incendio que dañó sus instalaciones y arrasó con vestuarios y escenografías. Generoso y solidario aporte.
“Isadora o la revolución de un cuerpo”: la danza como experiencia religiosa.
Fuente: EL DIA
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