Se sabe que el Teatro Independiente en la Argentina tiene una historicidad de larga data en este país desde su creación. Un Teatro Independiente que se diferencia del Teatro privado y comercial por tratarse de un Teatro con menos poder de inversión y recursos. Por este motivo el estado lo reconoce como una disciplina débil y por ello lo sustenta.
Ahora bien, debemos entender que sin poder alcanzar un publico lo suficientemente importante, que lo hará vivir en todo sentido, se vulnera aún más del precio de lo espectacular que reemplaza un discurso dramaturgico desaparecido ya como he mencionado en otros artículos. Lo mismo ocurre en otros países de Latinoamérica y hasta inclusive de Europa, que si no son mantenidos por el estado, el Teatro desaparece fácilmente.
Como dice Jean Luc Lagarce en Teatro y poder en occidente: el Teatro independiente casi no existe, porque se sostiene asistido por el estado bajo la apariencia de animación.
El riesgo de supervivencia del Teatro Independiente es más grande de lo que muchos imaginamos, no solo que si el estado no lo protege económicamente estaría en el recuerdo de los hacedores de este Teatro, si no que por desgracia este Teatro muere cuando es manipulado por el Estado y su discurso innovador se agota porque siempre hay restricciones y limites por tratarse de un Teatro dependiente, aclarando que esto no ocurre en parámetros generales.
Que pueblo o localidad de Argentina no tiene una compañía estable, en donde el director, los actores se vuelven agentes representativos de un sistema gubernamental de su comuna. El Teatro esta manejado desde una financiación que es externa, que no es la del público. Como si ocurre en otros países, como Estados Unidos, donde no se diferencia el Teatro Independiente, del privado, o del comercial, porque no reciben subvención alguna del estado, su rentabilidad es el propio público. Entonces están liberados de su accionar hasta ideológico si se quiere, es el publico el que defiende su propio Teatro.
Un simple ejemplo puedo citar, en Córdoba capital, cuando se incendia el Teatro Comedia, un Teatro Municipal, en donde actuaban elencos de Teatro Independiente de la ciudad, era la Municipalidad de esa ciudad que debía encargarse de las reparaciones que todavía no se han hecho. Con el Teatro Cervantes en Buenos Aires, un Teatro estable, en donde el conflicto era político y el Teatro así era victima una vez mas del Estado, este definía su apertura al público. Ahora trasladémonos a uno de esos países en donde el Teatro Independiente es respetado verdaderamente por su gente, por su publico, en donde las mismas personas repondrían inmediatamente un Teatro incendiado por la furia de la negligencia, en donde debemos pensar que en cosa de un ano o menos ese edificio ha sido construido, sin tener que esperar que se hagan diez mil croquis que quedan llenos de polvo sobre una mesa y mientras tanto el Teatro ha quedado como la peor imagen de una sociedad consumida por el poder del estado.
Es lo mismo y da igual que el Teatro Independiente se llame furgón de Cola, o mejor Teatro Estatal, porque sabemos a que responde nuestro Teatro aunque no lo queramos entender.
Desde que se institucionalizo el Teatro en la Argentina, muchos pensaron que era el crecimiento y el desarrollo mismo Teatro Independiente, sin embargo, pensaron mal, porque el Teatro Independiente pudo seguir viviendo, pero aislado de la cooperación de un público. Claro que debemos pensar que los tiempos económicos en la Argentina fueron y son muy distintos a otros países de primer mundo como se les da a llamar.
Entonces es una cuestión de fondo, como siempre, es deliberadamente un caso político-económico-social de un país que debe emerger de los escombros, con una participación verdaderamente cultural.
En esta Argentina, como en otros países, el Teatro Independiente es un discurso más del estado, limitándose así de toda autonomía que le debiera ser propia a un Teatro que es Independiente y no In-Dependiente.
Fernando Zabala
Fuente: http://www.criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=13&idn=754
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