TEATRO EN ESPACIO 44
Con muy buenas actuaciones se presentó el pasado domingo “Marta Riquelme. La otra frontera”, del grupo La Tramoya, con dramaturgia de Nelson Mallach y dirección de Daniel Gismondi.
Cuando uno se acerca a ver una obra de teatro sin conocer nada sobre la temática que se retoma, varias cosas pueden pasar… en este caso, la apertura a un mundo complejo de escritores y escritoras, poetas, ensayistas y la tumultuosa vida de una mujer. Porque “Marta Riquelme…” se empieza a disfrutar desde el momento en que te sentás en la butaca, hasta días después, cuando la obsesión por entender lo que pasó, te lleva a buscar en páginas de papel y páginas virtuales algo que te aclare el panorama. Y ahí empieza el camino que se bifurca en varias direcciones…
La obra en cuestión, inspirada en cuentos homónimos de Guillermo Hudson y Ezequiel Martínez Estrada, conjuga una serie de elementos que involucran aves legendarias, dos historias de Martas Riquelme –una de Hudson y otra de M. Estrada- y un escenario de fondo que antaño era campo, de alambrados asfixiantes y sonidos guturales. Hudson, un naturalista y escritor nacido en el actual Partido de Quilmes en 1841, tuvo padres norteamericanos y pasó sus últimos días en Inglaterra, desde donde escribió sobre aves y naturaleza argentina. En su libro “El ombú” (1902), Hudson incluye el cuento “Marta Riquelme”. En 1951, el escritor, poeta, ensayista, y crítico literario argentino Martínez Estrada publicó “Marta Riquelme” en El maravilloso mundo de Enrique Guillermo Hudson. Una analista de esta obra explica que: “ambos autores, el último con una sutileza y un desarrollo mucho más elaborado, apuntan a la imposibilidad o dificultad de palabra. En los dos está presente el avasallamiento, el abuso. Aunque los contenidos de las vidas de las protagonistas son distintos, es claro que ambas están atravesadas por pasiones y sufren vejaciones y atropellos para, finalmente, desaparecer misteriosamente”. *
Es interesante tener presente la relación entre estos autores, en cuento configuran una dupla que condensa saberes naturalistas, con pasiones humanas, abusos y perversidades. Tal vez esta compleja hibridación hace que la función del pasado domingo en Espacio 44 nos haya trasportado a un tiempo fuera del tiempo, en una pequeña y humilde casa de campo, en donde dos mujeres –una joven y otra de más edad – conviven con el “tío”, un hombre violento y abusador que las doblega y maltrata. Ellas, inmersas en esa vida de perversión e inmundicia, ya perdidas, ya trastornadas, se mueven con reacciones ahora rebeldes, ahora igual que perversas, alimentando el espiral ascendente de tensiones que aumentan a medida que van pasando los minutos.
Un ornitólogo pasa por ahí, está estudiando los pájaros; observa a la muchacha que emana sensualidad, que despliega sus alas renegridas y se humedece en la entrepierna al intentar besarlo… pero el tío se resiste a dejarlo entrar. Finalmente entra, y allí comienza su calvario en esa casa de oscuras historias prohibidas. Pero no todo está en la superficie del texto, que con marcados momentos de insoportable tensión lleva al extremo los absurdos y las histerias de un cuarteto enfermo por su propia desgracia. Los síntomas de algo peor, de algo que no se devela, vuela fantasmalmente por sobre sus cabezas, al igual que un pájaro tordo, que en su tono renegrido de pájaro parásito deposita huevos en nidos de otras aves, delegándole a otros la crianza de los pichones.
No hay nombres, no hay identidades, no hay sueños; un árbol grande es el refugio de dos amantes que se vuelven a encontrar después de haberse besado en aquel árbol en su niñez; la escenografía, un conjunto consonante de elementos campestres, denotan la pobreza y la humildad; la música casi constante sube de volumen en determinados momentos, pero mantiene un tono grave, a la vez triste y tenebroso a lo largo de toda la obra. La iluminación, excelentemente utilizada, no sólo colabora con la construcción de climas, sino también crea ambientes y arma el relato, marcando espacios, salidas y entradas, efectos de impacto.
Las actuaciones brillan, se comprometen, ponen el cuerpo en esta compleja e intensa función. Un mundo de símbolos se esparce por las tablas, en donde las dimensiones reducidas de la sala aportan un toque de intimidad entre el público y los actores. Daniel Grismondi, el encargado de la dirección y puesta en escena, cuenta con una amplia trayectoria como musicalizador, sonidista y/o director, al igual que el dramaturgo Nelson Mallach.
El espectador comparte momentos exasperantes con los personajes perturbados y sumidos en una desconocida dimensión temporal, el compromiso actoral que los artistas demuestran es indudable. Marta Riquelme. La otra frontera se convierte en un espectáculo que se destaca. Si todavía no la viste tendrás que esperar hasta el próximo 28 de agosto a las 20.30hs, cuando se retomen las funciones; y si tenés algún libro de Freud o Lacan cerca, guardalos por un par de días, hasta que la fiebre de Marta se apague y los gritos del kakué ya no perforen tus oídos.
MARTA RIQUELME. LA OTRA FRONTERA
Actuación: Rodolfo Balvidares, Alicia Durán, Nora Oneto y Julio Salerno- Dramaturgia: Nelson Mallach- Dirección y puesta en escena: Daniel Grismondi- Escenografía y vestuario: Olivia Grioni- Asistencia de dirección: Jorgelina Pérez- Música/ sonido: Alejandro Rodriguez y Daniel Grismondi. Producción: La Tramoya, Espacio 44.
Esta obra cuenta con el apoyo del Consejo Provincial de Teatro Independiente de la provincia de Buenos Aires.
*Trabajo titulado “Hudson, Martínez Estrada y las Marta Riquelme”, de Herminia Solari, en Anales, de la Universidad Metropolitana. http://es.scribd.com/doc/6557759/Hudson-Martinez-Estrada-y-Las-Marta-Riquelme
Fuente: http://sites.google.com/site/laculturosa/ver-ms-48
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