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lunes, 11 de julio de 2011

Historias del cementerio de La Plata

Cementerio de La Plata ("Sin final" por yoti)

Historias del Cementerio de La Plata, escritas por Olga B. Flores en su publicación Anécdotas y mitos que involucran a muertos... y vivos.

Nos vamos de viaje

Un mañana uno de los empleados avisó alarmado a sus compañeros que estaba seguro de haber visto un cadáver en descomposición tirado en la puerta de un nicho. Se dirigieron en forma urgente hacia el lugar y confirmaron que de un cajón alguien había sacado un cuerpo y lo había arrastrado varios metros.

Mientras en el cementerio trataban de encontrar una explicación, al bar de enfrente entró un señor con la camisa manchada y un olor nauseabundo. Su aspecto llamó la atención de los pocos parroquianos que ocupaban una mesa. Con los ojos desorbitados, el extraño pidió un teléfono, aduciendo que tenía que llamar a un flete para llevar a su padre a Italia. El dueño del bar prefirió llamar a la policía, y así quedó develado el misterio del muerto fuera del cajón.


La siesta

Una tarde de enero, unos cuantos veranos atrás, después del almuerzo y unos vasos de más, uno de los sepultureros decidió tomarse una siesta. El lugar más fresco y cómodo que encontró fue una sepultura. Sus compañeros, viendo que estaba profundamente dormido, lo cubrieron con coronas de flores (que abundan en el cementerio). Cuando despertó, tuvo que sacarse las coronas de encima para poder levantarse.

En ese mismo momento, dos señoras mayores colocaban flores en una tumba cercana y empezaron a ver al hombre que salía de la sepultura. El sepulturero bostezó, las miró y les dijo: “buenas tardes”. Lo último que se supo de esas dos señoras fue que salieron corriendo y a los gritos por la puerta principal.


Volver de la muerte

En las primeras décadas del siglo pasado, un empleado advirtió que en una de las bóvedas había un cajón en el piso. En el intento por averiguar lo sucedido, retiró la tapa y se encontró con el cuerpo –fallecido el día anterior– rasguñado, golpeado y con restos de astillas del ataúd entre las uñas. Fue un calco de las peores pesadillas literarias de Edgar Allan Poe; un médico confirmó que el hombre, que sufría de epilepsia, había muerto de un paro cardíaco, pero, al cabo de unas horas, el corazón le había vuelto a funcionar, para volver a detenerse en el desesperado intento de huir de su lúgubre encierro.


Raras costumbres

Cuentan que, durante varios años, una señora iba al cementerio con una radio cada vez que jugaba Gimnasia y Esgrima de La Plata. Una tarde, uno de los empleados dialogó con ella y le contó que encendía el aparato al lado de la tumba, para que escuchara su papá, que era fanático del “Lobo”. También le prendía un cigarrillo, ya que cuando jugaba el cuadro de sus amores fumaba mucho.


Perro fiel

Al morir la dueña de uno de los bares cercanos al cementerio, su perro hizo lo posible para estar al lado de ella: cada mañana, cuando se abrían las puertas de la necrópolis, la mascota entraba, se dirigía a la tumba de su dueña y se echaba allí hasta la hora que el cementerio cerraba sus puertas. Al poco tiempo, el perro fiel también murió.


El misterio de la rubia hermosa

Esta historia no tiene más de 20 años y dice que una noche, en pleno centro de la ciudad, una joven rubia, que llevaba un saquito negro sobre sus hombros, paró un taxi y le dijo que se dirigiera hasta el cementerio. Cerca del lugar le pidió al chofer que estacionara sobre uno de los laterales. Cuando el auto paró, le dijo “ya vuelvo”. De a poco se fue acercando al paredón y, de un momento a otro, desapareció como si lo hubiese atravesado. Al día siguiente, el taxista fue hasta el cementerio con un grupo de colegas para mostrarles el lugar exacto del muro donde había desaparecido la rubia. Luego, acompañados por empleados del cementerio, dieron la vuelta para fijarse qué había del otro lado del paredón. La sorpresa fue grande cuando, muy cercano al tapial. colgado en una cruz de una de las tumbas, hallaron el saquito negro que vestía la joven.


Otros personajes

Además de estos relatos, por el cementerio circulan una serie de personajes con características más que particulares.

Con su forma de ser y sus cuentos, viven en la memoria de los que conocen el barrio y frecuentan el camposanto. Los más memoriosos recuerdan:

* al hombre que todos los días, durante más de treinta años, le dejaba una flor a su mamá hasta el día antes de su muerte;

* a la señora que se encerró en una bóveda un 24 de diciembre a la tarde para esperar la Nochebuena junto al cajón de su difunto esposo;

* o al “loco”, que trabajaba en mantenimiento y, cada vez que se tocaba la campana de la capilla, sacaba una pistola y disparaba; También se cuentan hechos trágicos, como aquellos que decidieron acabar con su vida al lado de la tumba de sus seres queridos.

Fuente: http://misteriosdelaplata.blogspot.com/2011/07/historias-del-cementerio-de-la-plata.html

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