
15.03.2011 | Según la propia creación de Quino, la pequeña nació un 15 de marzo de 1962
"No es necesario decir todo lo que se piensa, lo que si es necesario es pensar todo lo que se dice", aseveraba un hombre que –como pocos– ha logrado la inusual convivencia de la genialidad con la mesura y la coherencia. Joaquín Lavado, más conocido como Quino, nunca ha sido un hombre de muchas palabras pero al igual que su trazo –exquisitamente delicado y libre de ornamentaciones innecesarias–, siempre se ha enunciado con certeza y profundidad. Y si bien su brillante obra es mucho más vasta, nadie supo compendiar ese universo creativo y reflexivo como su pequeña Mafalda, la expresión más acabada de un rasgo definitorio del gran artista: la universalidad.
A esos hombres grises –citando a Spinetta–, tan urbanos y rutinarios, que el mendocino supo capturar notablemente, con esta niña curiosa, íntegra y entrañable, le sumaba una faceta más familiar y un elemento imprescindible para que una obra tome la estatura de universal: la multiplicidad de sentidos. Mafalda fue y es leída por millones de niños y grandes, de aquí y allá, y logra el difícil objeto de poseer distintos niveles de análisis sin perder un trasfondo innegable: cada uno de sus personajes encarnó perfectamente sectores y perfiles de la esencia humana. Pues ante todo, Mafalda y Quino son dos grandes humanistas, ante todo y en todos los sentidos. En primer término, porque la meditación (a veces hasta pesimista, otras esperanzadora y siempre crítica) sobre el hombre es el leit motiv constante de ambos. Y luego, porque más allá de banderíos y poderes de turno, ambos han alzado siempre la voz del libre pensamiento, en contra de las guerras, de los abusos, del avasallamiento, de las desiguales.
"¿No es increíble todo lo que puede tener dentro un lápiz?", declaró alguna vez Quino. Y un 15 de marzo de 1962, todo lo antes mencionado empezó a asomar, vertido desde su lápiz sobre una hoja en blanco que con el tiempo –ya poblada de cuadritos– formaría unos cuantos tomos para historia. Pues si bien la tira se publicó en 1964, la fecha oficial del natalicio fue dictaminada por el mismo creador. Recordemos que Mafalda surge como personaje para publicitar una línea de electrodomésticos llamada Mansfield (que se lo encargaron a Brascó pero lo delegó a Quino –¡gracias Miguel!–), se públicó por primera vez en Primera Plana y luego pasó al semanario Siete Días. Al arribar a este, la propia Mafalda escribía su carta de presentación. Entre otras cosas hablaba de su nacimiento: "En la vida real yo nací el 15 de marzo de 1962. Mi papá es corredor de seguros, y en casa se entretiene cuidando plantas. Mi mamá es ama de casa. Se conocieron cuando estudiaban juntos en la Facultad, pero después ella abandonó para cuidarme mejor, dice.
El nombre que me pusieron fue en homenaje a una pibita que trabajaba en la película Dar la cara, que se hizo leyendo el libro del escritor David Viñas.
El 22 de septiembre de 1964, Quino me consiguió una recomendación para trabajar en la revista Primera Plana, y en marzo del ‘65 me llevaron al diario El Mundo. Vas a ver que mis amiguitos te van a gustar tanto como a mí."
Y vaya que gustaron. Como también sus propios gustos, eso que expuso en la misma carta y bien la definían: "Los Beatles me gustan porque son muy alegres, están de acuerdo conmigo en muchas cosas, y tocan la música que nos gusta a los jóvenes. Ellos deberían ser presidentes del mundo, porque tienen influencia sobre mucha gente de todos los países. Me gusta leer, escuchar los noticiosos, mirar la TV (menos las series), jugar al ajedrez, al bowling y a las hamacas"(…) "Entre las cosas que no me gustan están: primero, la sopa, después, que me pregunten si quiero más a mi papá o a mi mamá, el calor y la violencia. Por eso, cuando sea grande, voy a ser traductora de la ONU. Pero cuando los embajadores se peleen voy a traducir todo lo contrario, para que se entiendan mejor y haya paz de una buena vez."
Mafalda sí pudo traducir el anhelo de un mundo mejor, cuando tal expresión tenía un verdadero sentido. Pero la paz del mundo nunca llegó, quizá porque los hombres envejecieron sus almas sin poder comprender la anciana sabiduría de esta niña. "¿Pensaron alguna vez que si no fuera por todos, nadie sería nada?", planteaba Quino, siempre esquivo a esa tendencia individualista y autoindulgente de los hombres, y si bien no se sabe cuanto aprendimos de Mafalda, puede decirse que si no fuera por ella muchos seríamos bastante menos.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-130134-medios-122-Velitas-para-una-nina-cada-vez-mas-grande.html
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