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TEATRO › ACTO POR EL DIA DEL TEATRO INDEPENDIENTE
El martes por la noche, en el legendario Teatro del Pueblo, fue institucionalizado por la Legislatura porteña el 30 de noviembre Día del Teatro Independiente, en homenaje a la fundación de esa sala por Leónidas Barletta.
Por Hilda Cabrera
Imagen: Goldenberg, Gorostiza y Lovero: al Pueblo lo que es del pueblo. (Jorge Larrosa)
“Estas emociones son demasiado para un viejo, pero todavía me queda el impulso de la lucha, y por eso puedo seguir adelante con los viejos y renovados principios del teatro independiente”, decía profundamente conmovido el actor, director y régisseur Onofre Lovero desde el escenario del Teatro del Pueblo, donde el martes por la noche fue institucionalizado por la Legislatura porteña el 30 de noviembre Día del Teatro Independiente, en homenaje a la fundación de ese teatro por Leónidas Barle-tta, en el convulsionado 1930.
Las palabras de Lovero, director ejecutivo de Proteatro desde el 2000, condensaban el ímpetu batallador de los que les pusieron el cuerpo a las crisis políticas y económicas que sacudieron a la sociedad argentina. Algo de esto pudo apreciarse en las expresiones vertidas en el acto realizado en el teatro de Diagonal Norte 943, desde 1996 a cargo de la Fundación Carlos Somigliana, en sociedad con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, dueño del predio.
Conducido por los actores Tony Lestingi y Martín Portela y las actrices Alejandra Darín y Agustina Villanueva, el encuentro contó con la ingeniosa y vital entrega de la agrupación Urraka, “teatro de objetos”, que dirigen Hermes Gaido y Luciano Rosso. Utilizando instrumentos de creación propia, abrieron y cerraron el programa, coordinado por Héctor Da Rosa, quien se ocupó también de los libretos. A su vez, los animadores dieron cuenta del creciente desarrollo del teatro independiente (o alternativo) y de la cantidad de salas, mencionando 130, aunque se sabe que son más, pero no agrupadas en las entidades que apoyaron el festejo.
Y recogieron adhesiones, como la del actor y director cordobés Paco Giménez, fundador en 1984 de La Cochera.
El reconocimiento a la trayectoria fue para la actriz, directora y docente Berta Goldenberg, el actor Onofre Lovero y el dramaturgo, director y novelista Carlos Gorostiza, sin por ello dejar de recordar a otros artistas fundadores de salas, como los fallecidos Jaime Kogan y Felisa Yeni (por el Payró) y Alejandra Boero (cofundadora de Nuevo Teatro, en 1950, y Andamio 90). Goldenberg recibió su medalla en el abrazo con Diego Kogan, quien hoy conduce el Payró junto a otros compañeros de ruta. Esta maestra de actores, directora de Anfitrión, memoró sus inicios con Yeni en el IFT (sala de 1932, levantada por inmigrantes judíos) y sus trabajos en el sótano del Payró, que en 1952 fuera el Teatro de Los Independientes, liderado por Lovero.
Gorostiza obtuvo su medalla de manos del actor Oscar “Osqui” Ferrigno, con cuyo padre Oscar Ferrigno el dramaturgo compartió tareas en su juventud: “Pero él se fue a París y nos dejó más con el castigo que con el crimen”, apuntó bromeando. También el autor de Aeroplanos recordó anécdotas de tiempos idos, cuando desde el Teatro La Máscara (de 1939), conducido entre otros por Ricardo Pa-ssano, se pidió a Barletta que les prestara la sala para organizar “debates libres” y llevar dos obritas cortas de Bernard Shaw.
En su alocución se refirió a Lovero, al asombro que producía a comienzos de los ’50 ver en el predio de San Martín 766 “a un grupo de muchachas y muchachos derrumbando paredes, construyendo otras, inventado el Teatro de los Independientes”. Finalizó su participación con la lectura de una oportuna carta fechada en 1952, y en concordancia con Lestingi, invitó al director y docente Alejandro Samek (hijo de Boero y director de Andamio 90) a subir al escenario y entregar la medalla de reconocimiento al emocionado Lovero.
En el tramo institucional de la noche, y precediendo a los homenajes, el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, elogió a los independientes, pero se retiró pronto (se dijo que por un llamado urgente), mientras desde la platea alguien pedía mayor presupuesto para la actividad cultural.
Como si nadie hubiera advertido el pedido, el festejo prosiguió sin interrupciones con la presentación de una escena de Ala de criados, de Mauricio Kartun, actuada por la sobresaliente Laura López Moyano, y un minishow de la actriz y cantante Miriam Martino, quien, acompañada en guitarra por Germán Martínez, interpretó temas de Eladia Blázquez, Chabuca Granda y Violeta Parra. Otra encomiable presentación fue la de un fragmento de El conventillo de la Paloma, de Alberto Vacarezza (en versión y dirección de Santiago Doria) donde intérpretes de calidad como Claudio García Satur, Ana María Cores, Ingrid Pelicori, Rita Terranova, Horacio Peña e Irene Almus deleitaron a la platea con sus saineteros personajes.
El cierre llegó a todo ritmo con la chispeante energía de los integrantes de Urraka, creadores de una singular coreografía y de objetos cotidianos, como botellas de plástico, barriles y tablas de lavar, convertidos en instrumentos sonoros.
Historia de una independencia
Por Roberto Perinelli *
En la Argentina de 1930 se derrumbaron dos proyectos: el de país agroexportador creado por la generación del ’80, herido de muerte por la gran crisis mundial, y el de una forma escénica, el sainete popular y exitoso hasta entonces, que según el crítico Blas Raúl Gallo “cayó al fin bajo el peso de sus propios defectos”.
Este languidecer de la escena vernácula dejó espacio para que prosperaran las todavía tibias iniciativas de teatro independiente –Teatro Libre, Teatro Experimental Argentino, La Mosca Blanca, El Tábano–, que entre sus propósitos de renovación incluían la militancia y la voluntad de llevar a escena con el mayor decoro lo más acreditado de la dramaturgia mundial. No obstante los deseos, estos emprendimientos quedaron en el rol de precursores, hasta que el proyecto se materializó de una manera contundente cuando Leónidas Barletta (1902-1975) fundó, el 30 de noviembre de 1930, el hoy mítico Teatro del Pueblo.
Por fortuna, acaso por la fortaleza ideológica de ese extraordinario conductor que fue Barletta, el nuevo intento no sólo se sostuvo, sino que fue imitado. Sería larga la lista de agrupaciones que se crearon con objetivos afines y mucho más larga la lista de teatristas que el teatro independiente aportó a todos los rubros del quehacer teatral argentino. Como no podía ser de otra manera, los nuevos teatros fueron diferenciándose de los postulados inaugurales, pero en todos primaron algunas virtudes irrenunciables: rigor artístico, compromiso con la tarea y, sobre todo, un alto grado de ética profesional.
Desde aquel 30 de noviembre pasaron muchas cosas en el país e intervinieron factores que fueron modificando las características del movimiento. Sin embargo, estas pautas de origen asoman con frecuencia en la conducta de los teatristas, algunos sin saber que provienen de una fuente que nació hace 80 años y que, aun con los cambios que exigieron los tiempos, es una herencia que sigue vigente.
Desde hace tres lustros, la Fundación Carlos Somigliana administra el último refugio de Leónidas Barletta, los sótanos del edificio de Diagonal Norte al 900, que quisimos se siguiera llamando Teatro del Pueblo. Para nosotros, los miembros de la SOMI, no sólo es un honor, sino un compromiso y una responsabilidad. Queda para otros señalar si hemos cumplido, pero más allá de posibles reparos o felicitaciones, creemos muy oportuno el hecho de festejar por primera vez el Día del Teatro Independiente, acontecimiento que quisiéramos compartir con los cientos de actores, actrices, directores, escenógrafos que continúan en el camino que hace 80 años propuso un soñador, ese militante invulnerable que fue Leónidas Barletta.
* Dramaturgo, director y docente
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-20117-2010-12-02.html
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