Pero sin Darío Vittori ni Nino Fortuna Olazábal: la crisis dentro del sector apenas es un pésimo vodevil
Domingo 13 de abril de 2003 | Publicado en edición impresa
Parece un vodevil, pero de los malos: personajes que dicen una cosa y, enfrente, otros que dicen exactamente lo contrario sin escucharse; puertas que se abren y portazos que las cierran; vestiduras que se rasgan y actitudes histriónicas entre patéticas y desopilantes. La obra podría llamarse "¿Quién se queda con la platita?" y en su opaca realización intervienen -tironean- funcionarios y las "fuerzas vivas" de la escena nacional.
Los parlamentos altisonantes van y vienen; las caras de los protagonistas, que tan pronto aparecen como desaparecen de la escena, mutan del asombro al enojo y del enojo a la autoinmolación compungida. Pero la trama, lejos de ser brillante, es confusa y con un trasfondo mezquino y avieso. El vodevil troca a grotesco precario, una estampa más de la Argentina ajada que supimos conseguir.
Pero siempre hay una última esperanza para el espectador que asiste involuntariamente a una mala representación: que termine de una vez. Sin embargo en ésta, el telón no termina de caer.
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- Acto 1, la comedia. El 17 de abril de 1997, el Poder Ejecutivo Nacional promulga la ley nacional del teatro (N° 24.800) que procura regular las actividades relacionadas con ese tipo de espectáculos, en su faz menos comercial. Por dicha norma se crea el Instituto Nacional del Teatro (INT), como organismo rector que promueva y apoye particularmente el desarrollo de aquellas manifestaciones que, siendo válidas desde el punto de vista cultural y experimental, podrían encontrar serios escollos para autosostenerse por no ser mínimamente rentables. El organismo se conforma con un director ejecutivo designado por el PEN, un representante de la Secretaría de Cultura de la Nación y un consejo de dirección integrado por "embajadores" del quehacer teatral de las distintas regiones del país, elegidos por concurso público de antecedentes y oposición.
Aun cuando el artículo séptimo de la norma especificaba que el INT contaría con "autarquía administrativa" y dispondría de abundantes fondos propios, en la práctica esto nunca sucedió. Según el artículo 19 de la ley 24.800, "el 8% del total de las sumas efectivamente percibidas por el Comité Federal de Radiodifusión" debía "ser transferido automáticamente y en forma diaria al Instituto Nacional de Teatro", entre otros "aportes eventuales", para con ese fondo financiar subsidios, con la aprobación "en todos los casos" del consejo de dirección del organismo.
La convertibilidad, sostenida con pulmotor en los años finales del menemismo y posteriormente durante la breve y agónica gestión aliancista, que entre otras letales consecuencias ya no podía dominar un monumental déficit fiscal, requería de continuas "transfusiones" de fondos frescos. Y aun cuando leyes específicas determinaran lo contrario, impuestos cobrados a la comunidad para fines bien concretos, terminaban siempre desviados hacia el agujero sin fondo de rentas generales.
En lo que se refiere al ámbito del espectáculo, las cosas comenzaron a mejorar el año pasado cuando el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (Incaa) recuperó su autarquía, al volver a disponer de sus multimillonarios fondos -provenientes de la venta de entradas- para estimular con ellos el tibio despertar que viene experimentando, de un tiempo a esta parte, el cine argentino.
No había, seguramente, mejor broche de oro para la Fiesta Nacional de Teatro, que tuvo lugar hasta hace unos días en la provincia de Mendoza, con la presencia de elencos de todo el país, que el sector se enterara allí que la autarquía, hasta entonces sólo teórica, pasaba a ser concreta, con quince millones de pesos a su disposición para manejar, según mejor le parezca, por medio del INT.
Pero la trama se complicó.
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- Acto 2, el drama. La algarabía en la comunidad teatral por tan buena noticia fue ahogada tan pronto circuló el borrador de una cantidad inquietante de modificaciones a la ley de teatro. Lejos de constituir un paper para discutir y debatir, se trataba de un hecho consumado e impuesto de facto, como lo demuestra la inmediata publicación del respectivo decreto 815 en el Boletín Oficial del lunes último que consagra su puesta en vigencia. Mediante éste se reducen las funciones del consejo directivo y, en cambio, se da "mayor autonomía" al presidente (antes director) del Instituto, directamente nombrado por el secretario de Cultura de la Nación, para colmo con la pretensión de que dure en el cargo durante los próximos cuatro años (así también se dispuso en su momento, con el titular del Incaa). El malestar provocado entre la gente de teatro hizo saltar por los aires anteayer al presidente del INT, convertido en oportuno fusible, aunque las responsabilidades de todo lo que sucedió apunten más arriba.
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- Acto 3, final abierto. Hoy y mañana -como ayer lo anunció LA NACION, que fue el primer medio que dio cobertura al episodio y el que lo sigue haciendo con mayor amplitud- se sucederán nuevas reuniones y habrá que ver cómo continúa esta historia de nunca acabar que entremezcla conductas equívocas, garrafales errores políticos y malos entendidos inconcebibles.
Los griegos, que algo sabían de teatro, hace muchos siglos solían incorporar en algunas de sus obras un coro, que desde otro plano contrastaba lo que decían o hacían los personajes principales.
Si en esta obra incómoda a la que nadie hubiese querido asistir, ese coro se hiciera preguntas, incluiría las siguientes: ¿hasta qué punto debe ser subsidiada cierta actividad teatral? ¿Por qué tendría que ser sostenida por ingresos provenientes de la radio y de la TV? ¿Por qué debe contar con ese privilegio del que el resto de los mortales no gozan cuando emprenden otro tipo de actividades privadas o comunitarias? Dada la cantidad de dinero en juego, ¿no sería más lógico que el mismo fuese repartido por un consejo de notables, con prestigio acreditado públicamente, para alejar las sospechas de que los subsidios puedan ser otorgados por mero amiguismo y para "afinar" la puntería a la hora de la selección? ¿Resulta lógico que un gobierno provisional que no fue elegido por el voto popular pretenda designar por cuatro años a funcionarios que disponen de millonarios fondos sin rendir cuentas y que, encima, acomoden las leyes, sin consultar a nadie, para obtener aún más poder, faltando escasas dos semanas para una crucial elección presidencial?
Los personajes prefieren no contestar y hacen mutis por el foro...
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=488348
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